jueves, 13 de marzo de 2014

DANIEL SADA [11.215]


Daniel Sada

Daniel Sada Villarreal (Mexicali, Baja California, 25 de febrero de 1953 - México DF, 18 de noviembre de 2011) fue un poeta y narrador mexicano.

Estudió la licenciatura en Periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Dirigió varios talleres de poesía y narrativa en la ciudad de México y otras ciudades del país. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) - Fondo Nacional para las Actividades Sociales (Fonapas) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), y desde 1994 formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA).
Su obra ha sido calificada como barroca y tragicómica. Juan Villoro afirmó que Sada renovó la novela mexicana con Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. Y, de acuerdo con el chileno Roberto Bolaño: «Daniel Sada, sin duda, está escribiendo una de las obras más ambiciosas de nuestro español, parangonable únicamente con la obra de Lezama, aunque el barroco de Lezama, como sabemos, tiene la escenografía del trópico, que se presta bastante bien a un ejercicio barroco, y el barroco de Sada sucede en el desierto». En palabras del crítico literario Christopher Domínguez Michael, Daniel Sada es «dueño de una prosa que lo vuelve el más inconfundible de los narradores de la lengua».3 En noviembre de 2008 ganó el Premio Herralde de Novela por Casi nunca.
Daniel Sada falleció el 18 de noviembre de 2011 en la Ciudad de México, víctima de una deficiencia renal, consecuencia de la diabetes. Horas antes se había anunciado que le fue conferido el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011 en la categoría Lingüística y Literatura.4 Sada no pudo ser notificado, pues se encontraba sedado en el momento en que el anuncio se hizo público. Tiene dos hijas llamadas Gloria y Fernanda, su esposa Adriana y tiene dos nietas llamadas Marla y Jimena Sada.

Obras

Cuentos

Un rato (UAM-I, 1985)
Juguete de nadie y otras historias (FCE, Letras Mexicanas, 1985)
Los siete pecados capitales (colectivo), (CONACULTA/INBA/SEP, 1989)
Registro de causantes (Joaquín Mortíz, 1990)
Tres historias (UAM/Juan Pablos/CNCA/INBA/Cuadernos del Nigromante, 1991)
Antología presentida (Conaculta, 1993)
Todo y la recompensa Cuentos completos (Debate, 2002)
Ese modo que colma (Anagrama, 2010)

Novelas

Yerma substancia (Ayuntamiento de Mexicali, 1979)
Lampa vida (Premiá Editora, 1980)
Albedrío (Leega Literaria, 1989, Tusquets, 2001)
Una de dos (Alfaguara, 1994, Tusquets, 2002)
Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (Tusquets, 1999).
Luces artificiales (Joaquín Mortiz, 2002)
Ritmo delta (Planeta Mexicana, 2005)5
La duración de los empeños simples (Joaquín Mortiz, 2006).
Casi nunca (Anagrama, 2008).
A la vista (Anagrama, 2011).
El lenguaje del juego (Anagrama, 2012).

Poesía

Los lugares (UAM, La Rosa de los Vientos, 1977).
El amor es cobrizo (Ediciones Sin Nombre, 2005). (Posdata editores, 2012).
Aquí (FCE, 2008).

Varia invención

El límite (Vuelta, 1997)

Premios

1992 - Premio Xavier Villaurrutia, por Registro de causantes.
1999 - Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, por Porque parece mentira la verdad nunca se sabe.
2006 - Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada, por Ritmo Delta.
2008 - Premio Herralde de Novela, por Casi nunca.
2011 - Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, en la categoría de Lingüística y Literatura.





UNA MOLDURA

Pero el embeleso no culminaba ahí:
en la forma absorbente del caparazón
de una tortuga. Si moldura vacía, concreta,
exasperante, para casi rodar. Si esqueleto
sonoro, si espectro evaporado, ya cáscara 
al garete. Hallazgo y resonancia al cabo
de perder en la campiña —aquella interminable—
el rumbo más oscuro.Tantas culminaciones engañosas
todavía por delante —para mí o contra mí—, 
antaño presentidas, y por inciertas leves, 
de tanto imaginarlas.

Dibujos abultados en vías de cuadratura
que insinuaban desbordes a manera de trampas.
Emblemas calcinados, apenas sin color,
o envejecida tregua, tan íntima, tan magra. 
Líneas que tras buscar una forma perenne 
se habrían de deshacer: dentro de mi alma
(hilada) medio ajena, si pendiendo, quizá, 
de un inútil presagio.

Desde entonces la norma: ¿renacer para asir?
Entorno floreciente, aquella vez, para encarar
mi miedo. Si moldura vacía, al centro,
vibrátil y aquiescente, ¿cuántas veces soñada? 
Pintura que postula un boquete quemante
para asirlo y seguir... Pero no me atreví...
Fue que quería perderme.

Una delgada luz es el recuerdo que se enreda 
en un centro: símbolo que gotea,
si de nuevo lo sueño.
Y mientras tanto en mí vive otra luz 
que a poco se retrasa y se amolda a un confín.
Caparazón difuso, abandonado,
luego chispeante al verlo o presentirlo
como una salvación. Símbolo perentorio.
¿Otro extravío vendrá si decido un regreso?
Recoger la moldura, ¿con recelo?

Desde una nube asoma un dedo gigantesco
que me propone un rumbo. Hoy tengo que creer.
Se anchurará el camino al ritmo de mis tientos 
pasitamente burdos... Embeleso impreciso
por cuanto calcinado: allá,

y...

Decido no moverme

y... 

Aquí habrá de engullirme el arrepentimiento, 
que es un monstruo infeliz, con miles de tentáculos,
lo es porque ya he encontrado un aposento,
una culminación (en demasía cerril)
errónea, pero fértil... 

Falacia que sucumbe hasta volverse polvo.
Ambiguo derrotero
para poder creer
a conveniencia. 






EL VALOR DE UN ACOMODO

Travesía río arriba: pareciera barnizada
a la muñeca la gruta, vista como sospecha,
más roja que caliza, con su amenaza
de estrangulamiento. Será que hay prisa
por huir, pero, ¿cómo viajar
sobre los músculos de un tronco?
El agua, con su savia de rocas
y su trama de rizos —ilusoria—, ahora
es la que invita. Faltaría un remo para 
generar —ya quiero suponerlo— una marcha prudente, 
aunque... antes el acomodo...
Lo difícil consiste en controlar el ansia,
que el corazón se temple
y el cerebro anticipe lo por venir:
curvas oscuras y alguna pingüe recta 
a media luz. Y ahora sí: ¡que vengan los engorros!:
las manos remadoras cohesionando 
frialdades para hacer más gatuno 
el sufrimiento, sólo que: 
¿la travesía será a contracorriente?,
porque no hay modo de caminar
por cualesquier orillas, así el resbale,
que sería grosero, y el desgraciado helor
que repentino envuelve:
una prontitud, ¡no!,
una salida, ¿cuándo?,
(esa que por distante se vuelva asaz odiosa)
hacia un precipicio harto macabro
por profundo, a poco hermoso (luego)
por ofrecerle a la vista un sobrehaz de verdor.
Tardía y arrebatada se está volviendo la suposición,
pero de eso se trata este rejuego.
Nada hay más deleitoso que el acomodo
en el tronco. Lo oscuro sobrecarga. 
La maniobra promete lentitudes
de cabida en largo. Acueste que esquiva
la más sutil mojadura. Sólo pervive
el arrisco de una voltereta.
Traición aparatosa para un obnubilado, y ah:
la invidencia de cuánto, si hemos 
de ahorrarnos la descripción de 
cómo fue el acomodo. Preferibles
los cuidados del desplazamiento 
Y
Fineza que depura imágenes e ideas
nada más por fastidio,
por lo cual
se ha de extender una veta dorada
entre el (apenas) avance del tronco
y:
salida en ensanche a punto de zanja,
ni un error propincuo
siquiera advertido.
Imágenes tenues
e ideas que se engolfan
en un epicentro
cada vez más íncubo: pendiente pingajo
habrá de acercar la bocaza a tuertas
cuyo fondo selle un azul celeste
con grumos de nube.
Arriba el solaz y abajo la muerte.
Cascada tenaz.








AL DIABLO [*]

Yo me vestí de diablo un viernes por la tarde
y salí a caminar. Me fui al panteón; pero antes,
durante el prieto trayecto, remota y uniforme
fue la procacidad burla burlando
tal como un semicírculo obsesivo
contra mí: la ciudad: rojura tumultuosa
—otra, pero creciente— ya inflamación: la cual
a troche y moche, a oscuras, sin remedio,
por ahí y por aquí: perfidia —¡en molde! — siempre
inacaba; renca fugacidad, acaso perendengue
y bienquista, no obstante, y a ratos sobadora
como una tentativa para un sueño…
Amén de lo difícil
y sensato
El cómo hallar
la vertical ansiada
con roces
de por medio
                                    Pese a pese salí
                                    ¡Gracias a Dios!
Lo que sí que ¡ni modo!
Pobre cuerpo pelele
el mío, contrario, a solas
rompiendo la espesura, a duras penas

Desgarrado llegué sin cuernos y sin cola
para saltar la barda, la de atrás, la mejor
Pero el desveno infame
                                         (¿lo hice o no lo hice?)
Diabla duda de oquis
la cual, en consecuencia,
estrujó hasta aplastar lo amorfo de un indicio
traído a pelo, sí, para dar murga

“Los muertos ya son santos, ya son magos,
y si un diablo cojuelo quisiese molestarlos
ellos serán dos veces más diabólicos”

Traducido el ensueño, rojo al fin, desgarrado,
deduje por ventura una verdad a medias

Mejor será ser diablo sin disfraz
Demonio entre los vivos, como siempre,
y santo entre los muertos, como nunca

[Daniel Sada, 2000]


[*] Incluido en el número 3 de la revista Astillero, septiembre-octubre de 2000






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