Alejandro Lorenzo
La Habana, Cuba 1953
Cursó estudios de pintura en la Escuela de Arte San Alejandro, La Habana.
Reside en Estados Unidos desde 1993. Trabajó como critico literario durante 3 años en la sección cultural de El Nuevo Herald, edición en Español del The Miami Herald. Ha sido editor del libro del dramaturgo cubano Rene Ariza, Cuentos Breves y Brevísimos. Ediciones Universal, 1998.
Obras Publicadas:
La Cuerda Rota (Poesía) Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1991.
Cuentos de Mateo ( Narrativa e Ilustraciones) Editorial Diferentes, Baja California, Mexico, 1992.
La Piedra del Cielo ( Poesía) Colección La Torre de Papel, Coral Gables, Florida.
Antes y Después del Mar (Poesía) Colección Opus, La Torre de Papel, 1999. Coral Gables, Florida.
Mateo Progress/Jornadas de Mateo.2004 Editorial PurePlay Press. L.A. Cuentos ilustrados por el autor.
Antologías:
Narrativa Cubana. R. Miyares. Ediciones Universal 1995
Reunión de Ausentes. Antología de poetas cubanos en el exilio Editorial Término.
Ha publicado poesía, narrativa, y critica literaria en revistas y periódicos de Estados Unidos y Europa.Destacamos: Linden Lane Magazine, Barquiana, y Éxito,Catalogo de Letras, Revista Hispano -Cubana, entre otras.
EL ARREPENTIMIENTO
Ciertos hombres tienen en lo profundo una bestia
que los despierta en medio de la noche.
Un buitre gestado en la oscuridad
que se posa sobre el alero de su cama.
Serpiente que silba muy próxima a sus oídos.
Sombra de paso altivo
que trata de enloquecerlo
con fantasmales canciones.
El Capitán decidió acudir a un templo
porque ya no tenía ningún recurso
que detuvieran aquellas malas visiones
que se repetían cada noche.
Para esa fecha Dios
había dejado de ser un peligro,
y antes de ir,
el gendarme destruyó todas las condecoraciones
que en tiempos pasados
sus superiores le habían obsequiado.
Sentía que con ese acto se deshacía
para siempre de su pasado
y desmontaba al gendarme inexorable,
al interrogador que aplicaba a sus cautivos,
con extrema precisión:
El acoso,la humillación y las más variadas torturas.
Las terribles visiones consistían
en unos perros listos a saltar sobre él,
unos perros color almendra,
que querían comerle los ojos
y que siempre iban acompañados de una muchacha,
que en su juventud,
pretendió ser duena dueña de su vida
y él le colgó su corazón,
como un carnicero lo hace
con un pedazo de carne.
La muchacha hacía mucho
había dejado de existir
y el Capitán llego a creer
que ella desde el otro mundo,
esperó su vejez y el asomo
de los primeros remordimientos para vengarse.
La muchacha resonaba dentro de su memoria
como un tambor de infantería.
Ella, solo ella y aquellos perros color almendra.
El Capitán caminó por los pasillos del templo,
luego fue a parar a una extensa huerta.
Tomó asiento en una banca y esperó.
Un fraile fue a su encuentro.
Y el Capitán al verlo le dijo:
¿Qué debo hacer?
Siempre creí haber sido un ciudadano ejemplar.
Es cierto que nunca dude
con acabar con los que estaba convencido
eran los enemigos del pueblo.
¿Pero quién en un tiempo no lo hizo?
¿Quién no fue un provocador, un confidente,
uno de los tantos percusionista de esa gran orquesta
que marchaba enceguecida hacia el abismo?
Hoy mis amigos y hasta mi propia familia
se averguenza de mi,
diría que prefieren que hubiera muerto.
Y para colmo, como en un ajuste de cuentas,
vienen esas sombras.
"No te desesperes" ,le aconsejo el fraile.
"Contempla este campo y al sauce que tienes frente a ti
Ese árbol nació y creció para cuando llegara
en tu vida este momento.
Recuesta tu cuerpo en su tronco
y enlazate a su sombra.
El te dará calor como si fueras tocado
por la punta de una estrella.
Bajo sus ramas y con la brisa
que traza la tierra cuando respira,
se desvanecerán las apariciones".
El Capitán acató la sugerencia.
¿Acaso este es el final en la historia de un verdugo?
¿Podrá un campo y un sauce borrar toda la soberbia
que habitaba en un hombre?
¿Un campo y un sauce? ¿Tan solo eso?
DESDE LA TERRAZA
Una vez vi a un grupo de estudiantes
apedrear a su profesor.
El hombre en el suelo los miraba
como si lo que estaban haciendo
aquellos muchachos no fuera cierto,
luego clavó su mirada
en la estatua de un héroe
que mesiánico parecía distinguir
en el horizonte nuevas batallas.
No pude hacer nada por aquel hombre.
Miedo, instinto de conservación, no lo sé.
En otra ocasión, desde un tren en marcha,
contemplé aterrado como unos cadetes
aplastaban con sus botas
el rostro de un muchacho indígena.
Tampoco hice nada. Ni un comentario,
ni tan siquiera una mirada de desagrado
al compañero de viaje
que también fue testigo de aquel acto salvaje.
Ha pasado el tiempo de aquellos hechos
y a veces pienso que la barbarie
en la esencia de muchos hombres
poco ha cambiado.
En la terraza mi mujer toma el sol
y oye la canción de un trovador de moda.
A veces en esos días de reposo
desearía trasmitirle sobre esa parte oscura
que siempre ha transportado consigo la humanidad
y que tanto me inquieta y me arranca el sueño.
Pero al final solo le sugiero, con cierta cautela,
el valor que tiene lo insignificante.
Le propongo, incluso, como alternativa,
vivir en un lugar anónimo y salvaje,
lejos de esos grandes proyectos
que en definitiva nos hacen cómplices.
Pero ella no parece entender de qué hablo,
me mira por un momento sorprendida
y luego, indiferente,
continúa con su baño de sol.
Entonces no me cabe otra alternativa
que imaginarme la vida en ese mítico paraje.
Solo, desnudo,
escuchando el lento chapoteo de una garza
dentro de la rústica caja de agua.
Y el aleteo del murciélago
que cegado por el resplandor de una lámpara
rompe de imprevisto la maleza
que oculta su guarida
e inevitablemente encuentra en su vuelo
los designios misteriosos que tiende la noche.
PAPELES EN LA BOCA
a María Elena Cruz Varela
Hubiera preferido ser acróbata
en un circo de provincia.
Un jardinero sin dientes
de esos que salen
en los documentales nacionales
y cuando se le pregunta
acerca de la guerra o la paz
no sabe qué responder.
Hubiera querido ser cualquier cosa
antes de continuar
con la mansedumbre y los aplausos.
Por eso me fui de aquel banquete,
no quería estar al lado
de aquellos fabricantes de sospechas.
Me dolía vivir, aun me duele vivir.
No estoy preparado para llevar en la mano
un sable y una mordaza, no, todavia no.
Cuando repaso la historia de aquella mujer
llego a la conclusión
que cualquiera que haga una propuesta
mas allá de los parámetros instaurados
recibirá como recompensa una perfecta soledad.
Y un buen dia las turbas hasta le cortarán la espalda
para que no pueda estar erguido,
Le obligarán a tragar uno por uno sus papeles.
Los que están en blanco y los que están escritos,
los que cuidó con esmero
y aquellos que revelaban el testimonio
de propias y ajenas crucifixiones.
"Sí, ese que escribe en silencio
y busca oscuras argumentaciones
contra el gran proyecto, es piligroso",-
Acusan esos jóvenes vigorosos
que estrechan el cerco
y hacen retumbar sus tambores-.
"Tragate tus papeles" vociferarán, "si trágatelos hasta que revientes".
CORONAS DE RAMAS
Las he visto en los cuatro puntos cardinales
paradas en atención como si esperaran a Dios.
He hurgado con pasión sus cuerpos,
y he aprendido a diferenciarlas.
He medido la intensidad de cada uno de sus delirios
y estos me han ayudado a volver sonreír.
He sido si se quiere con esas criaturas
como el coleccionista
obsesionado por la posibilidad
de que ciertas mariposas y otros insectos exóticos
que les falta por clasificar,
estén a punto de desaparecer.
Las he visto de todas las edades,
frente a monumentos y jardines públicos,
haciendo señas, moviendo sus caderas,
saltando de esas limusinas
que parecen blancos sarcófagos.
He conversado con sus hijos
que ellas amamantaron
en el cuarto lóbrego de ciertos bares.
He compartido con sus protectores,
los que saben donde están
las que llevan espléndidos atuendos
y hacen un buen trabajo, si les regalas nardos,
que luego, sentimentales y coquetas,
colocan a la orilla de sus lechos.
Sin embargo, hay una puta
que no puedo dejar de olvidar.
Es tan solo una imagen, solo eso.
La recuerdo sentada
en el rojo tejar de mi antigua casa,
delicada como la cúpula barroca de una iglesia.
Con una copa de vino húngaro en la mano,
y una sonrisa incomparablemente limpia
que me convocaba a ofrendarle todas mis canciones.
AL OTRO LADO DEL MUNDO
Hemos arribado tarde a la otra orilla,
hemos vuelto a nacer
cuando la mayoría no quería
que hubiéramos nacido.
El débil y el fuerte, sobre este inmeso silencio,
no saben como enfrentar
tanta tierra por delante.
El trompetista que confesó
haber sido un delator
espera nuevos aplausos.
La actriz fugitiva,sin perspectivas de aparecer
en un nuevo escenario presiente
que ya nadie va admirar
la fragancia de sus piernas.
Y en una casita pobre del Oeste,
se limita ahora a remendar lo que ha quedado
de sus tantos disfraces,
Hemos quedado atrapados en otro castillo
bajo el asecho de nuevas cámaras
que detectan hasta la rebeldía de un ciervo.
Qué ha quedado de mí en esta travesía.
Quizás la satisfacción de saber
que ha estallado la nave que parecía inmortal
o la tristeza de enterarme
que los queridos balcones de mi ciudad
yacen en el suelo.
A veces me preocupa lo que he dejado atrás,
el destino del que todavía
yace atrapado entre las cercas.
Pero también pienso,como consuelo,
que ningún encantamiento
puede modificar lo que ya ha sucedido.
Me digo a mí mismo:
Quien extravió sus mejores versos
tendrá que escribir otros
aunque su propia sombra
sea quien los lea.
El hombre que abandonó su casa,
la piedra, el árbol de la infancia
y la ilusión secreta de una tarde,
solo le queda cuidar la barca
que una vez lo transportó
y restaurar, si quiere sobrevivir,
lo que aun queda de sus manos laboriosas.
I
¿Qué es el porvenir para ese hombre
que le prohibieron ver enterrar a sus muertos?
¿Qué significa para aquel muchacho de boina y zandalias
que en una madrugada,
su lengua, su única lengua, clavaron en un muro?.
¿Qué atroz precio posee esa palabra para quienes
sus manos fueron encadenadas
a la mesa de algún funcionario menor,
con el animo de que no volvieran
acariciar un verso peligroso,
uno de esos profundos versos
que siempre retornan a la memoria y nos despiertan?.
II
Acercate mas,
y dime como fueron las últimas noches
en aquella ínsula,
a cuantos amigos perdiste
y cuantos ahora son irreconocibles.
Acercate, porque hay palabras
que deben todavía ser dichas en tono bajo,
como si se le hablara a un padre ya anciano
y lleno de malos recuerdos.
Acercate mas, que tu boca roce mi oreja,
para que lo que digas
no se evapore y entre en mi corazón
como quien sigiloso anda
por ese riachuelo que separa la vida de la muerte.
III
El viejo soldado camina cuadras y cuadras con un rifle de palo en sus brazos.
Los generales ya no lo convocaran a participar en nuevas batallas,
ni le dirán :Derrama tu sangre por nuestra causa, hijo,
entrega tus días, la casa de adobe, el jardín donde una mañana
cuando eras joven y salvaje sembraste cerezos.
Hoy ese combatiente es una sigla en el libro de las expediciones.
un tipo con un par de medallas en el pecho que se pierde y reaparece
Que cruza las fronteras
y en los parques de las grandes ciudades
siempre con su rifle de palo, apunta y dispara.
Porque sumido en delirios,
imagina que los árboles y los niños
son la tropa enemiga que todavía lo asedia.
El viejo soldado con los ojos desorbitados
va en busca de alguien que lo reconozca o le recuerde que una vez fue un héroe.
Pólvora, metralla, es su mundo.
Apenas habla, y cuando lo hace susurra
sobre la ultima montaña de soldados mutilados
que vio en una pradera.
Ese es su mundo,su único mundo posible
la del viejo soldado que se ha extraviado en la peor de las derrotas,
estar muerto sin saberlo.
EL ARREPENTIMIENTO
Ciertos hombres tienen en lo profundo una bestia
que los despierta en medio de la noche.
Un buitre gestado en la oscuridad
que se posa sobre el alero de su cama.
Serpiente que silba muy próxima a sus oídos.
Sombra de paso altivo
que trata de enloquecerlo
con fantasmales canciones.
El Capitán decidió acudir a un templo
porque ya no tenía ningún recurso
que detuvieran aquellas malas visiones
que se repetían cada noche.
Para esa fecha Dios
había dejado de ser un peligro,
y antes de ir,
el gendarme destruyó todas las condecoraciones
que en tiempos pasados
sus superiores le habían obsequiado.
Sentía que con ese acto se deshacía
para siempre de su pasado
y desmontaba al gendarme inexorable,
al interrogador que aplicaba a sus cautivos,
con extrema precisión:
El acoso,la humillación y las más variadas torturas.
Las terribles visiones consistían
en unos perros listos a saltar sobre él,
unos perros color almendra,
que querían comerle los ojos
y que siempre iban acompañados de una muchacha,
que en su juventud,
pretendió ser duena dueña de su vida
y él le colgó su corazón,
como un carnicero lo hace
con un pedazo de carne.
La muchacha hacía mucho
había dejado de existir
y el Capitán llego a creer
que ella desde el otro mundo,
esperó su vejez y el asomo
de los primeros remordimientos para vengarse.
La muchacha resonaba dentro de su memoria
como un tambor de infantería.
Ella, solo ella y aquellos perros color almendra.
El Capitán caminó por los pasillos del templo,
luego fue a parar a una extensa huerta.
Tomó asiento en una banca y esperó.
Un fraile fue a su encuentro.
Y el Capitán al verlo le dijo:
¿Qué debo hacer?
Siempre creí haber sido un ciudadano ejemplar.
Es cierto que nunca dude
con acabar con los que estaba convencido
eran los enemigos del pueblo.
¿Pero quién en un tiempo no lo hizo?
¿Quién no fue un provocador, un confidente,
uno de los tantos percusionista de esa gran orquesta
que marchaba enceguecida hacia el abismo?
Hoy mis amigos y hasta mi propia familia
se averguenza de mi,
diría que prefieren que hubiera muerto.
Y para colmo, como en un ajuste de cuentas,
vienen esas sombras.
"No te desesperes" ,le aconsejo el fraile.
"Contempla este campo y al sauce que tienes frente a ti
Ese árbol nació y creció para cuando llegara
en tu vida este momento.
Recuesta tu cuerpo en su tronco
y enlazate a su sombra.
El te dará calor como si fueras tocado
por la punta de una estrella.
Bajo sus ramas y con la brisa
que traza la tierra cuando respira,
se desvanecerán las apariciones".
El Capitán acató la sugerencia.
¿Acaso este es el final en la historia de un verdugo?
¿Podrá un campo y un sauce borrar toda la soberbia
que habitaba en un hombre?
¿Un campo y un sauce? ¿Tan solo eso?
DESDE LA TERRAZA
Una vez vi a un grupo de estudiantes
apedrear a su profesor.
El hombre en el suelo los miraba
como si lo que estaban haciendo
aquellos muchachos no fuera cierto,
luego clavó su mirada
en la estatua de un héroe
que mesiánico parecía distinguir
en el horizonte nuevas batallas.
No pude hacer nada por aquel hombre.
Miedo, instinto de conservación, no lo sé.
En otra ocasión, desde un tren en marcha,
contemplé aterrado como unos cadetes
aplastaban con sus botas
el rostro de un muchacho indígena.
Tampoco hice nada. Ni un comentario,
ni tan siquiera una mirada de desagrado
al compañero de viaje
que también fue testigo de aquel acto salvaje.
Ha pasado el tiempo de aquellos hechos
y a veces pienso que la barbarie
en la esencia de muchos hombres
poco ha cambiado.
En la terraza mi mujer toma el sol
y oye la canción de un trovador de moda.
A veces en esos días de reposo
desearía trasmitirle sobre esa parte oscura
que siempre ha transportado consigo la humanidad
y que tanto me inquieta y me arranca el sueño.
Pero al final solo le sugiero, con cierta cautela,
el valor que tiene lo insignificante.
Le propongo, incluso, como alternativa,
vivir en un lugar anónimo y salvaje,
lejos de esos grandes proyectos
que en definitiva nos hacen cómplices.
Pero ella no parece entender de qué hablo,
me mira por un momento sorprendida
y luego, indiferente,
continúa con su baño de sol.
Entonces no me cabe otra alternativa
que imaginarme la vida en ese mítico paraje.
Solo, desnudo,
escuchando el lento chapoteo de una garza
dentro de la rústica caja de agua.
Y el aleteo del murciélago
que cegado por el resplandor de una lámpara
rompe de imprevisto la maleza
que oculta su guarida
e inevitablemente encuentra en su vuelo
los designios misteriosos que tiende la noche.
PAPELES EN LA BOCA
a María Elena Cruz Varela
Hubiera preferido ser acróbata
en un circo de provincia.
Un jardinero sin dientes
de esos que salen
en los documentales nacionales
y cuando se le pregunta
acerca de la guerra o la paz
no sabe qué responder.
Hubiera querido ser cualquier cosa
antes de continuar
con la mansedumbre y los aplausos.
Por eso me fui de aquel banquete,
no quería estar al lado
de aquellos fabricantes de sospechas.
Me dolía vivir, aun me duele vivir.
No estoy preparado para llevar en la mano
un sable y una mordaza, no, todavia no.
Cuando repaso la historia de aquella mujer
llego a la conclusión
que cualquiera que haga una propuesta
mas allá de los parámetros instaurados
recibirá como recompensa una perfecta soledad.
Y un buen dia las turbas hasta le cortarán la espalda
para que no pueda estar erguido,
Le obligarán a tragar uno por uno sus papeles.
Los que están en blanco y los que están escritos,
los que cuidó con esmero
y aquellos que revelaban el testimonio
de propias y ajenas crucifixiones.
"Sí, ese que escribe en silencio
y busca oscuras argumentaciones
contra el gran proyecto, es piligroso",-
Acusan esos jóvenes vigorosos
que estrechan el cerco
y hacen retumbar sus tambores-.
"Tragate tus papeles" vociferarán, "si trágatelos hasta que revientes".
CORONAS DE RAMAS
Las he visto en los cuatro puntos cardinales
paradas en atención como si esperaran a Dios.
He hurgado con pasión sus cuerpos,
y he aprendido a diferenciarlas.
He medido la intensidad de cada uno de sus delirios
y estos me han ayudado a volver sonreír.
He sido si se quiere con esas criaturas
como el coleccionista
obsesionado por la posibilidad
de que ciertas mariposas y otros insectos exóticos
que les falta por clasificar,
estén a punto de desaparecer.
Las he visto de todas las edades,
frente a monumentos y jardines públicos,
haciendo señas, moviendo sus caderas,
saltando de esas limusinas
que parecen blancos sarcófagos.
He conversado con sus hijos
que ellas amamantaron
en el cuarto lóbrego de ciertos bares.
He compartido con sus protectores,
los que saben donde están
las que llevan espléndidos atuendos
y hacen un buen trabajo, si les regalas nardos,
que luego, sentimentales y coquetas,
colocan a la orilla de sus lechos.
Sin embargo, hay una puta
que no puedo dejar de olvidar.
Es tan solo una imagen, solo eso.
La recuerdo sentada
en el rojo tejar de mi antigua casa,
delicada como la cúpula barroca de una iglesia.
Con una copa de vino húngaro en la mano,
y una sonrisa incomparablemente limpia
que me convocaba a ofrendarle todas mis canciones.
AL OTRO LADO DEL MUNDO
Hemos arribado tarde a la otra orilla,
hemos vuelto a nacer
cuando la mayoría no quería
que hubiéramos nacido.
El débil y el fuerte, sobre este inmeso silencio,
no saben como enfrentar
tanta tierra por delante.
El trompetista que confesó
haber sido un delator
espera nuevos aplausos.
La actriz fugitiva,sin perspectivas de aparecer
en un nuevo escenario presiente
que ya nadie va admirar
la fragancia de sus piernas.
Y en una casita pobre del Oeste,
se limita ahora a remendar lo que ha quedado
de sus tantos disfraces,
Hemos quedado atrapados en otro castillo
bajo el asecho de nuevas cámaras
que detectan hasta la rebeldía de un ciervo.
Qué ha quedado de mí en esta travesía.
Quizás la satisfacción de saber
que ha estallado la nave que parecía inmortal
o la tristeza de enterarme
que los queridos balcones de mi ciudad
yacen en el suelo.
A veces me preocupa lo que he dejado atrás,
el destino del que todavía
yace atrapado entre las cercas.
Pero también pienso,como consuelo,
que ningún encantamiento
puede modificar lo que ya ha sucedido.
Me digo a mí mismo:
Quien extravió sus mejores versos
tendrá que escribir otros
aunque su propia sombra
sea quien los lea.
El hombre que abandonó su casa,
la piedra, el árbol de la infancia
y la ilusión secreta de una tarde,
solo le queda cuidar la barca
que una vez lo transportó
y restaurar, si quiere sobrevivir,
lo que aun queda de sus manos laboriosas.
I
¿Qué es el porvenir para ese hombre
que le prohibieron ver enterrar a sus muertos?
¿Qué significa para aquel muchacho de boina y zandalias
que en una madrugada,
su lengua, su única lengua, clavaron en un muro?.
¿Qué atroz precio posee esa palabra para quienes
sus manos fueron encadenadas
a la mesa de algún funcionario menor,
con el animo de que no volvieran
acariciar un verso peligroso,
uno de esos profundos versos
que siempre retornan a la memoria y nos despiertan?.
II
Acercate mas,
y dime como fueron las últimas noches
en aquella ínsula,
a cuantos amigos perdiste
y cuantos ahora son irreconocibles.
Acercate, porque hay palabras
que deben todavía ser dichas en tono bajo,
como si se le hablara a un padre ya anciano
y lleno de malos recuerdos.
Acercate mas, que tu boca roce mi oreja,
para que lo que digas
no se evapore y entre en mi corazón
como quien sigiloso anda
por ese riachuelo que separa la vida de la muerte.
III
El viejo soldado camina cuadras y cuadras con un rifle de palo en sus brazos.
Los generales ya no lo convocaran a participar en nuevas batallas,
ni le dirán :Derrama tu sangre por nuestra causa, hijo,
entrega tus días, la casa de adobe, el jardín donde una mañana
cuando eras joven y salvaje sembraste cerezos.
Hoy ese combatiente es una sigla en el libro de las expediciones.
un tipo con un par de medallas en el pecho que se pierde y reaparece
Que cruza las fronteras
y en los parques de las grandes ciudades
siempre con su rifle de palo, apunta y dispara.
Porque sumido en delirios,
imagina que los árboles y los niños
son la tropa enemiga que todavía lo asedia.
El viejo soldado con los ojos desorbitados
va en busca de alguien que lo reconozca o le recuerde que una vez fue un héroe.
Pólvora, metralla, es su mundo.
Apenas habla, y cuando lo hace susurra
sobre la ultima montaña de soldados mutilados
que vio en una pradera.
Ese es su mundo,su único mundo posible
la del viejo soldado que se ha extraviado en la peor de las derrotas,
estar muerto sin saberlo.
CORRESPONDENCIA
Largas y tibias eran las piernas de nuestro amor. Negras sus trenzas que se hundían en el pasto de aquella llanura donde el ganado indomable solía correr. )Aún la recuerdas? )Todavía logras rememorar el aroma a castaZo que nacía de su vientre? )Su lengua recorriendo mis muslos como un pincel sobre el lienzo? )La mirada serena, muy suya, adorando el punto azul de tus ojos? No sé si te ocurre lo mismo, pero en ciertas noches cuando el silencio irrumpe en la casa donde habito, me excito al pensar cuanto la amamos.
Esto se hallaba escrito en el reverso de la foto que su cónyuge le cursó desde Paris. En sus manos se encontraba la imagen de aquella mujer esencial en el pasado de ambos.
Posaba sentada en un banco de piedra. Una mujer algo encanecida, con un semblante melancólico o como el de una persona que algo o alguien le hubiera repentinamente anulado el resplandor de su existencia.
La acompañaba un perrito que semejaba por su tamaño a una joya. )Quién fue el fotógrafo? )El amante de turno? ¿Un amigo? ¿Un transeúnte que caminaba por aquel parque y que ella le pidió de favor que la fotografiara? Sea quien fuera el que estampó la foto, hubo de captar con exactitud el rumbo que en el presente llevaba su vida.
En un tiempo, los tres compartieron la nausea y la gloria en una ciudad que hoy ha pasado al olvido. Como muchachos que inician el descubrimiento en el mapa de los grandes placeres, encontraron la felicidad en el cuerpo de esta mujer. Particularmente en sus redondas nalgas. Dos espejos, un par de lunas, unos círculos de nieve, siempre sobre el lecho en la espera de los tibios besos que ellos sabían ofrecerle.
Sin embargo el prisionero se sintió turbado. Por más que lo intentaba no alcanzaba a visualizar en su totalidad el rostro de aquella mujer en la época en que los tres eran jóvenes, incluso, ni de que hablaban cuando juntos iban de paseo. Ni de qué se reían, si es que en alguna ocasión hubo motivo para la risa.
Posiblemente fueron muchas las razones por la cual él rompió aquella foto. Luego de haberlo hecho, transcurrió casi todo el día asomado a la ventana de su estrecha celda, donde lograba observar el vuelo apacible que cada otoño consuman las aves migratorias.
ESOS QUE DESCUBREN LA NOCHE
La bailarina y el poeta se dieron cuenta que las estrellas
podían ser iguales en cualquier parte.
Hay cielos grises que opacan su resplandor, es verdad,
cielos donde se puede ver el triangulo exacto de cada una,
sin llegar a enloquecer por tanta belleza amansada,
por tanta perfección del Eterno
que en un tiempo de júbilo
las diseminó como quien tira al vacío un puñado de perlas.
Las estrellas están ahí, siempre,
como también los animales nobles que corren por el firmamento
hasta convertirse en nubes de fuego,
y las criaturas que una ves tuvieron vida
y hoy trazan con sus dedos el mapa de las constelaciones.
La bailarina y el poeta huyeron de su sombría tierra
porque siempre huir fue su mejor vocación.
Cuando vivían en aquella sombría tierra
Que a veces la añoran, que a veces quisieran tocarla,
solían cerrar las puertas y ventanas,
para que la lava de la insidia no entrara a su casa.
Nada de compromisos, esa era su postura, nada de palabras heroicas
que pusieran en peligro los pocos sueños guardados.
Así sobrevivieron hasta la hora de la estampida.
Ahora, a salvo, como un par de prófugos que se enfrentan al Inmenso silencio
La bailarina y el poeta
se han dado cuenta que las estrellas
como si estuvieran sometidas
a un código eternamente igualitario,
alumbran, siempre alumbran.
Tanto al hombre que no las mira
porque en su pecho yace encerrada la vileza.
Como al que viene de lejos y
transparente como un niño
goza de ese juego de luces
que perpetua la noche.
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