martes, 25 de marzo de 2014

DAMIÁN LAGOS FERNANDOY [11.358]


Damián Lagos Fernandoy 

Nació en Temuco, Chile, en 1981. Desde 1986 reside en Viedma, Río Negro, y probablemente morirá allí. Alterna sus actividades entre la música y la literatura; ha coordinado talleres de escritura; ha cursado materias de la carrera de Lengua local. Ha publicado la nouvelle 'viaje de ida y vuelta' en el libro 'cuatro relatos' del FER (Fondo Editorial Rionegrino).




Justo a tiempo

Que cómo en cada palabra final
se advierte un nuevo comienzo
no lo sé
pero ya hemos atravesado
la tierra negra
blanda y desprendiéndose
pasamos la arcilla dura y salitrosa
de la zona
letal para el olivo inocente.

Vetas de pedregullo
huesos quebrados y porosos
animales sin data ni historia
posible de reconstruir
o algún indio anterior a nuestro ocaso.

Todo se vuelve experiencia lateral
friso y mosaico a la vez
mientras el agua se filtra bajo los huesos
en una especie de napa verdosa
pero que no importa
porque se sigue cavando
y de pronto aparece otra capa de tierra negra
desconocida, barrosa
la que se empuja con baldes
y poleas hacia arriba, la superficie.

Cualquier sonido es extraño y oscuro,
la frescura mitiga el calor
seguimos sacando restos incomprensibles
herrumbrados, fosilizados
a los cuales no se les presta
la menor atención
la idea es abrirse paso
los que están arriba, en la superficie
ellos dirán si son los restos del arca
o la basura de las ciudades modernas.

Tampoco importa
cómo vamos a salir
si habrá arneses que bajarán para nosotros,
si alguien dará la orden de salir
si nos sacarán por la fuerza
cuando adviertan nuestra obsesión
de seguir
embadurnados por el movimiento
sepultándonos en cierto modo
‘hasta fundirnos en el magma’
solemos exagerar.

Pero no
las vetas van quedando atrás
o arriba
el agua que se filtra se la extrae
con bombas
arriba la distribuyen entre los fieles
la tierra barrosa
refuerza los sembrados
eso dicen
de este lado poco sirven las noticias
en fin.

Podemos prescindir de cualquier sombra
en esta oscuridad
como así de gestos iluminados
el ojo percibe el obstáculo
justo a tiempo.







El silencio es un punto de partida
la gravedad es un punto de partida
un conjunto vacío es un punto de partida.
La billetera encontrada en la vereda,
el aviso de corte del gas,
el recorrido del Ceferino A,
podrían ser puntos de partidas
pero tengo mis dudas.
Las despedidas son puntos de partida
para ese otro;
los regresos son puntos de partida
para otros.
Despertar luego de tres semanas en terapia
es un punto de partida
para todos en casa,
bastante optimista si se quiere.

Las drogas no son un punto de partida.
El metrónomo es todo el tiempo puntos de partida,
permite recomenzar cada rumbo perdido.
Una mujer caliente, desnuda boca abajo,
es un punto de partida,
a veces borroso para el ojo humano.
Las terapias son puntos de partida clásicos,
con finales predecibles
para alguien.
Un pasillo universitario a las nueve de la noche
es un punto de partida nostálgico,
heroico, tontuelo,
hace bien pero hace mal.

Dormir es la antesala a un punto de partida,
al sueño, al desvelo,
al otro día;
una antesala donde nadie nos cuida.
Una vereda fresca es un punto de partida.
Una vereda con baldosas flojas no es un punto de partida,
los puntos cardinales tampoco.
La primera impresión es un punto de partida,
también la última. 
Los girasoles de Van Gogh son un punto de partida
aunque a mí no me gusten;
Saturno devorando a su hijo, de Goya,
no es un punto de partida
por más que yo quiera.

Sólo las nubes y el agua escapan al punto de partida;
también las hormigas,
pero no quería decirlo.







Canción de cuna

Donde se juntan los vientitos
es que llueve
parece recitar el chofer
de perfil

la ventanilla cerrada, calor
el hijo de la locomotora
el tubo de gas
la bomba de tiempo

lluvia lejana, visión panorámica
fresco avanzando

Stonehenge es un predio municipal
con armazones incomprensibles
cemento muerto y amarillento
que el pasajero adormecido
jamás se explica

el sol
como a través de una lupa
en jardines de veranos
pasados
cuánto querés que dure
cuánto, hija querida
yo haré que duermas
y todo eso que quieras







Materia gris

La materia gris del poema,
tan indistinta a la lista
memorizada
del supermercado:
hojas de hierba,
té de cedrón,
vía láctea y
descremados;
y en el medio algo que separa
y arrebata del olvido
o hacia el olvido,
si la memoria no engaña.

Góndola de vinos
y canciones flotantes,
la voz de la cajera,
y su pregunta por el precio
de las cosas.

El cielo techado y fluorescente,
una imagen que desampara;
de pronto algunos lazos se zafan:
la oferta del día,
ni lo dudes.


Por alguna razón,
no alcanzamos a volar
en pedazos,
seguimos pasillo abajo,
verdaderos homeless,
el rumbo vago y oscilante,
absorbiendo colores
y comparaciones.

Materia gris que abre y cierra sus puertas.







Marea de los tiempos

Frente al mar,
mi deseo es múltiple;
cimbran en la osamenta
nostalgias de navegante,
memoria ilustrada de sirenas y tritones,
de bajeles
y puertos de palos;
es el reencuentro de la piel y la sal,
que renueva el pasado remoto
de donde se desprendió
la criatura que solía
justificarnos.

Es múltiple y desbordante
este deseo de mar,
no cesa de buscarme,
de situarme en sus orillas,
como náufrago desesperado,
como el atleta lleno de esperanzas,
como pescador en batalla,
las huellas del mismo pie,
la misma boca reseca.

Su voz antigua nos reúne esta tarde,
al poema,
a ustedes,
a mí;
canción de las mareas,
melodía en la brisa
y en la espuma.

Qué le ofrecemos
sino nuestro amor descalzo,
qué sentimos
sino la inmensidad de sentir.

Ahora
la línea del horizonte
nos señala la tormenta llegando;
de pronto regresamos
a nuestra condición actual,
el mundo y sus hechos relevantes;
ahora que ese deseo se apacigua
hasta la próxima
marea.

Gracias por la atención prestada.







Enero

Enero, sus tropiezos,
transitar escabroso del deseo:
ayer el sol,
hoy la lluvia,
mañana el viento.

Mi criatura duerme,
la observo a hurtadillas.
Nunca antes he agradecido
esta tranquilidad,
esta misma que me deja pacer un rato,
y me predispone a buscar
algo entre nosotros.
Salir a pasear, lluvia.
Descansar, sol.
Viento en casa.

La playa lejana,
referencia inmediata,
quizá hasta marzo.
Planes,
literaturas pendientes,
planes al respecto,
microplanes.

Objetivo de
un piano eléctrico accesible,
internet, tarjeta.

Regreso espantado
a cierto estado de realidad,
uno de tipo exagerado.
Algo parece abandonarme
y allí radica mi espanto.
Hay un sacudimiento. Luego desaparece.

Vuelta a enero, las uvas pintonas,
tules cubriendo las ventanas,
mosquitos a la noche.
Dos picaron a mi criatura.
Anoche maté dos,
quedaron enmarcados en la pared,
arte rupestre.

En un rato la bañamos.








En la mazmorra
escribe
en tu lecho final
escribe
cada minuto cuenta
el valor de los signos
en el impulso escribe
escribe
llegado el caso será ceniza de su tiempo

Escribe el sol en tu cara
también su mirada abunda
escribe acacias y espectro
escribe como arañas el cajón oblongo
escribe la gota cae sin preludios
escribe en el ruido
aviones que matan
escribe
talla la piedra
la carta a los cautivos

Escribe en el aire
resiste el viento y la tierra
como ese olivo en el salitre
encadenado a un perro que ha escapado
hace siglos

en los cuarteles de invierno
escribe malatesta

Escribe no importa el hambre
escribe alacalufes y déjalos ir

las palabras llenas de vida
tu vida.







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