lunes, 13 de diciembre de 2010

OSIP MANDELSTAM [2.448] Poeta de Rusia


OSIP MANDELSTAM

Poeta y ensayista ruso nacido en Varsovia en 1891.

Su padre, prestigioso comerciante, y su madre, profesora de piano, lo educaron en el famoso Tenishev School de S.Petersburgo, luego en Paris y Alemania donde estudió Literatura en la Universidad de Heidelberg . De regreso a Rusia, estudió Filosofía, carrera que dejó inconclusa para dedicarse a la literatura.

Militó en el movimiento "acmeista" y está considerado como uno de los grandes poetas rusos del siglo XX.

Su poesía se agrupa en los libros: "La piedra" 1013, "Tristia" 1922, "Los cuadernos de Moscú" 1935 y "Los cuadernos de Voronezh" 1937 .

Un poema contra Stalin le valió en 1934 un destierro a los Urales, donde intentó suicidarse. Regresó para ser nuevamente arrestado y condenado a trabajos forzados en el año de 1938.

Murió en un campo de trabajo cercano a Vladivostok el 27 de diciembre de 1938.

El oído afinado dirige la vela sensitiva

El oído afinado dirige la vela sensitiva,
La mirada dilatada se despobla
Y un coro enmudecido de pájaros nocturnos
Atraviesa el silencio.

Yo soy tan pobre como la naturaleza
Y tan simple como el firmamento,
Y mi libertad es tan quimérica
Como el canto de los pájaros nocturnos.

Yo veo al mes inanimado
Y al cielo más muerto que el lienzo;
Y acepto del vacío
¡Su mundo enfermo y extraño!

1910



El sonido sordo y cauteloso del fruto

El sonido sordo y cauteloso del fruto
Que cae del árbol,
En medio de una incesante melodía
Del profundo silencio del bosque...

1908



En el corazón del siglo soy un ser confuso

En el corazón del siglo soy un ser confuso
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre.

14 de diciembre de 1936




Hay turpiales en los bosques, y una única medida

Hay turpiales en los bosques, y una única medida
En la permanencia de las voces y en los versos melodiosos.
Pero sólo una vez al año en la naturaleza sucede
El desborde de lo estable, como en la métrica de Hornero.

Este día ha abierto sus puertas a la pausa:
Desde la mañana hay quietud y largos y difíciles momentos
El ganado pasta, mientras la pereza divina
Extrae de la caña de la riqueza de sus notas.

1914



La concha

Tal vez no me necesites,
Noche; de la vorágine mundial
Yo fui lanzado a tu orilla
Como una concha sin perlas.

Indiferente, tú espumas las olas
Y cantas tercamente,
Pero llegará el día en que amarás
La inútil mentira de la concha.

Tú te acuestas a su lado en la arena,
Te vistes con su casulla
Y con ella construyes una gran campana
Irrompible entre las olas.

Y a las paredes de la frágil concha,
Como a la casa del corazón vacío,
Las llenarás con murmullos de espuma,
Con viento, bruma y lluvia...

1911



La tristeza inexpresiva

La tristeza inexpresiva
Abrió sus dos ojos enormes,
El florero al despertar
Del cristal arrojó las flores.

Todo el cuarto se invadió
De una lánguida -¡dulce medicina!
Este reino tan pequeño
Tanto sueño ha devorado.

Un poco de vino rojo,
-Otro poco de sol de mayo-
Y rompiendo un delgado bizcocho
La blancura de dedos finos.

1909



Leer sólo libros infantiles

Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.

Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.

De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.

1908




¿Qué calle es ésta?

¿Qué calle es ésta?
La calle Mandelstam.
Qué apellido más espantoso:
Si no lo aireas
Suena curvo y no recto.

Poco en él es lineal
Más bien de carácter sombrío
Y es por eso que esta calle
O, mejor, este foso
Lleva el nombre
De ese tal Mandelstam.

Abril de 1935 Voronezh




¿Qué puedo hacer con este cuerpo 
mío irrepetible

¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible,
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?

Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.

En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.

En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.

Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.

1909




Regresa pronto a mí

Regresa pronto a mí
Sin ti me asalta el miedo
Nunca antes como ahora
Tan profunda yo te sentí.
Todo cuanto yo quiero
Lo veo en realidad.
Ya no siento celos
Sin embargo, te llamo.

1920



Tu rostro

Tu rostro
Es lo más tierno entre lo tierno,
Tu mano
Es lo más blanco entre lo blanco,
Estás lejos
De todo mundo
Y todo es inevitablemente tuyo.

Inevitable
Es tu tristeza
Y la calidez
De los dedos de tus manos,
Y el sonido apacible
De tus palabras
Joviales,
Y la lejanía
De tus ojos.

1909



Yo he regresado a mi ciudad, que conozco

Yo he regresado a mi ciudad, que conozco
hasta las lágrimas,
Hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas
de los niños.

Tu regresaste también, así que bébete
aprisa
El aceite de los faros fluviales
de Leningrado.
Reconoce pronto el pequeño día decembrino,
Cuando la yema se mezcla a la brea
funesta.

Petersburgo, todavía no quiero morir.
Tú tienes mis números telefónicos.

Petersburgo, yo aún tengo las direcciones
En las que podré hallar las voces de los muertos.

Vivo en la escalera falsa, y en la sien
Me golpea profunda una campanilla agitada.

Y toda la noche, sin descanso, espero la visita anhelada
Moviendo los grilletes de las puertas.



Yo quiero servirte

Yo quiero servirte
Al igual que otros,
Con la boca sedienta
Hechizarte de celos.
La palabra no me apacigua
Los labios resecos
Y sin ti otra vez
El aire vacío es espeso.

Ya no siento celos
Pero te deseo
Y yo mismo me cargo
Como un verdugo a su víctima.
No te nombraré
Ni el amor, ni el gozo,
Me cambiaron la sangre
Por una más salvaje y ajena.

En un instante más
Te diré una cosa:
Encuentro en ti sufrimiento
En vez de la alegría.
Como en un crimen
Hacia ti me atrae
La boca tierna cereza
En el caos mordida.



EPIGRAMA CONTRA STALIN

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,
nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.
La más breve de las pláticas
gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y sus palabras como pesados martillos, certeras.
Sus bigotes de cucaracha parecen reír
y relumbran las cañas de sus botas.

Entre una chusma de caciques de cuello extrafino
él juega con los favores de estas cuasipersonas.
Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;
sólo él campea tonante y los tutea.
Como herraduras forja un decreto tras otro:
A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja,
al cuarto en un ojo.

Toda ejecución es para él un festejo
que alegra su amplio pecho de oseta.


Todos los poemas han sido traducidos por Jorge Bustamante García



No hay nada tan instructivo y gozoso como sumergirse en una sociedad formada por gente de una raza completamente distinta a la tuya, que respetas, por la que sientes simpatía, de la que te enorgulleces desde fuera. La plenitud vital de los armenios, su tosco afecto, su noble sangre trabajadora, su rechazo inenarrable a la metafísica y su maravillosa familiaridad con el mundo de las cosas reales, todo eso me decía: estás despierto, no temas a tu época y no te engañes.

O. M.

Algunos poemas de Armenia*


*

Yo amo a este pueblo que vive a puro esfuerzo,
que computa cada año como un siglo,
que da a luz, que duerme, que grita
aprisionado contra la tierra.
Tu oído fronterizo
acoge todo sonido;
ocre, ocre, ocre,
en la maldita profundidad de mostaza.


*
Habla punzante del valle Ararat,
gato salvaje: habla de Armenia,
lengua rapaz de ciudades de arcilla,
habla de adobes hambrientos.

Y el cielo miope del sha
—turquesa nacida ciega—
no consigue leer el libro vacío
de arcillas cuajadas cual sangre negra.


*
Nunca más te veré,
cielo miope de Armenia,
ni volveré a mirar con ojos entornados
tu tienda de campaña de Ararat,
ni volveré a abrir
en el archivo de autores alfareros
el libro hueco de la maravillosa tierra
en que aprendieron los primeros hombres.


Traducción de Helena Vidal


*Ósip Mandelstam visitó Armenia en 1930. Fue un viaje largamente anhelado debido a lo que ese pequeño país representaba para él aún sin conocerlo (un acercamiento al cristianismo primitivo y a lo que aún persistía de la antigüedad clásica en su cultura).
Tras cinco años de sequía creadora, Mandelstam volvió a escribir durante su estadía en Armenia, para ya no tener pausas considerables sino hasta su muerte en un “campo de trabajo” el 27 de diciembre de 1938.









La piedra de la tristeza. La poesía de Ósip Mandelstam, por Mario Pera


La piedra de la tristeza.

Nacido en la capital polaca, Varsovia, en épocas del Imperio Ruso, el poeta judío Ósip Mandelstam (1891-1938) pronto se convirtió en uno de los principales referentes de la, en aquel entonces, moderna poesía rusa. Gracias a la buena situación económica de su padre, el poeta pudo instruirse en San Petersburgo y París, para estudiar luego Literatura en la prestigiosa Universidad de Heidelberg en Alemania y en la Universidad de San Petersburgo.

Debutó en 1910, con escasos 19 años, fecha en la que publicó cinco poemas de su autoría en la revista Apolo. En 1913 publicó su primer poemario, La piedra, y no sería sino casi una década más tarde, en 1922, que publicó su segundo poemario en Berlín, Tristia, libro que lo posicionó como uno de los más importantes poetas rusos del llamado Siglo de Plata. A inicios del siglo XX fundó junto a su amiga, la poeta Anna Ajmátova, la corriente literaria Acmeísta, la cual proponía una  poesía clara y directa, apartada del lenguaje enredado y oscuro que hacía de la poesía un arte inescrutable, por lo que se enfrentaban a los cánones del reconocido Simbolismo ruso. Los acmeístas se reunían a leer sus poemas y a debatir sobre la actualidad política de su país en el café El perro callejero, lugar que se convirtió pronto en el centro de la vida cultural petersburguesa, y donde conoció a otros escritores como Vyacheslav Ivanov, Nikolay Gumilev y Sergey Gorodetsky.


Poetas de la llamada Edad de Plata rusa de izq. a der.:
Georgy Chulkov, Mariya Petrovykh, Anna Akhmatova y Osip Mandelstam
en fotografía de la década de 1930.


De Mandelstam sorprende su pronta madurez poética, caracterizada, especialmente, por la preocupación del autor por dotar a su lirismo de una hermosa cadencia enmarcada en un estilo de tinte conservador; ambas características aligeran el contenido sombrío y pesimista que nos ofrece su poesía. Mandelstam se decidió por escribir una poesía en la que expresó sin ambigüedades su pensamiento y sentimientos respecto a él y a la sociedad en la que vivía y que, por aquellos años, vivía un reordenamiento tras la caída del Imperio Ruso y la llegada al poder del Partido bolchevique. Sin duda, el poeta se nutrió, predominantemente, de la observación de su entorno para escribir su obra literaria.

La vida de Ósip Mandelstam fue breve, murió en un campo de prisioneros políticos con escasos 47 años tras ser desterrado a la Siberia por escribir algunos poemas satíricos sobre el líder soviético Josif Stalin, ello tras un intento de suicidio y tras haber sido liberado y nuevamente desterrado y obligado a realizar trabajos forzados por su férrea oposición al régimen comunista. En esos azarosos años, sólo pudo publicar cuatro poemarios y algunos libros en prosa, registro literario por el que también es muy reconocido.



Estatua del poeta Ósip Mandelstam en la ciudad de Vorónezh, Rusia.
Ciudad en la que éste vivió hasta ser capturado por segunda vez y deportado al campo de trabajos forzosos de Vladivostok donde finalmente murió




.



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