viernes, 22 de abril de 2011

3740.- JORGE LEONIDAS ESCUDERO


Datos de Jorge Leonidas Escudero

Nació en San Juan, Argentina en 1920. Abandonó sus estudios de agronomía y se dedicó a la minería. Durante años buscó oro y metales preciosos en las montañas de su provincia.
Comenzó a publicar recién a los cincuenta años. Editó sus poemas en diarios y revistas del país y del exterior. Obtuvo primeros premios en varios concursos e importantes distinciones de entidades culturales de la región de Cuyo. Poemas suyos se encuentran en lugares públicos, como el grabado en piedra en el "Monumento al Minero", en

la plaza de la ciudad de La Toma, en San Luis. Fue incluido en la Antología de la poesía argentina publicada por Raúl Gustavo Aguirre en 1979. Su obra fue antologada en México por el poeta y profesor de la Universidad de Guanajuato Benjamín Valdivia, en 1990. Compuso canciones folclóricas, recopiladas en Aires de cordillera (San Juan, 1994), musicalizadas por José Luis Aguado Castro. Editó los siguientes libros de poesía: La raíz en la roca (edición del autor, San Juan, 1970), Le dije y me dijo (Spae, San Juan, 1978), Piedra sensible (edición del autor, San Juan, 1984), Los grandes jugadores (edición del autor, San Juan, 1987), Basamento cristalino (Filofalsía, Buenos Aires, 1989), Umbral de salida (RundiNuskin, Buenos Aires, 1990), Elucidario (Fos-Epsilon, Buenos Aires, 1992), Jugado (Fos-Epsilon, Buenos Aires, 1993), Cantos del acechante (Fos- Epsilon, Buenos Aires,1995), Viaje a ir (Fos-Epsilon, Buenos Aires, 1996), Caballazo a la sombra (Tierra Firme, Buenos Aires, 1998), Aguaiten (Canto Rodado, Mendoza, 2000), La artistas plástica Malena Peralta, ilustró sus textos para el libro "Poemas - Dibujos". (1999), Senderear (Martín, San Juan, 2001). Le dije y me dijo (antología editada en México por Ediciones Azafrán y Cinabrio, 2006). Sus últimos los público en Ediciones en Danza: A otro hablar (2001), Verlas venir (2002), Andanzas mineras (2004), Endeveras (2004), Divisadero (2005), Tras la llave (2006), Caza nocturna (2007) y Dicho en mí (2008). El 29 de Julio del año 2009 se proyecta “Oro nestas piedras” es un documental sobre el poeta sanjuanino Jorge Leonidas Escudero. Su voz -hablando y leyendo- es el hilo que reúne los esfuerzos de una vida: la experiencia como buscador de oro en las montañas sanjuaninas, el entusiasmo por los juegos de azar, la poesía, la naturaleza.
Se editó un CD con sus poesías musicalizadas y recitadas “San Juan a la Redonda” (2004), CD “Busquedades” Pablo Maldonado Cantautor, Jorge Leonidas Escudero poeta.(2008),además de otro trabajo dirigido por Tito Oliva y creado por el Instituto de Expresión Visual de la UNSJ sobre textos del escritor sanjuanino. Este trabajo conjuga música e imágenes creadas por Virginia Castro y Fabiana Zito acerca
de los poemas vinculados a la minería.


Se han editado dos antologías del escritor y una Historia de la Literatura Argentina Contemporánea (de los años \'70 hasta la actualidad) que lo coloca entre los poetas más originales de la literatura argentina.

. Beatriz Mosert de Flores, actual directora del Instituto Güiraldes, es precisamente una de las investigadoras que basó su tesis doctoral en el autor. La obra, titulada "La frontera de la literatura argentina: El habla poética de Jorge Leonidas Escudero", presentada en la Universidad del Salvador, se basa en un reconocimiento "por ser el exponente más acabado de las letras sanjuaninas, como puente dialógico de la cuyanidad como expresión de andinidad", destaca su autora.

El compositor y profesor de La Universidad Nacional de Cuyo Ricardo Luis Trombino rindió la tesis de maestría, la cual le fue conferida sobre la obra del poeta Jorge Leonidas Escudero refiriéndose a la regionalidad identitaria de la universalidad.

Ricardo Luis Trombino dice:
"En mi caso personal comencé a estudiarlo por una cuestión básicamente afectiva, pero que se sostenía desde lo artístico literario. Escudero es un exponente máximo de la poesía argentina y sanjuanina del siglo XX. Es original, es fundante porque ha prestado su voz.
María Esther Robledo B.



Selección de poesías de Jorge Leonidas Escudero
de álvaro l. urrutia

Apriete

Atiéndanme a esto que les digo aunque
antes ya lo dije, pero
sean buenos porque necesito
compañía neste asunto.

Que otra vez fui a dormir a campo abierto
y al despertarme al rato veo
al cielo echado sobre mí.
La Cruz del Sur clavándome el pecho,
las Tres Marías ciñéndome la frente y
un lucero espantoso apretándome la garganta.

E me exigían hablara que qué relación
tenía con sus esplendores,
que si sentía la inmensidá en mí,
la presión del Universo, dijera algo.

Cerré ojos y estuve desvelado
pensando que les decir qué
si no sabía nada de nada. Pero musité:
Señoras estrellas yo soy un humilde
buscador de piedras que vine a la montaña
y soy inorante de vuestras grandiosidades.








El vino triste

Agazapada casa m` está sperando
en que vuelva a allá y voy ya voy
digo pero no voy sino me hundo
cada vez más en este bar.
(Tráigame lo de siempre.)

Casa qu` en preguntarme insiste. No
sé respondo sólo hice allá
un adiós como decir tal vez, no sé.
¿Y qué pretendo aquí?
¿Salvarme del pasado cerme el sordo?
Late
la casa y acecha ver qué hago.

Sí, debo tener cuidado, hoy
estaba entre los aburridos aquí
y de repente hice un ademán así
como a tomar el ómnibus de vuelta a, y
lastimosamente derrame el vaso de vino.

Avergonzado
salí a la calle para como siempre
seguir quedándome.
Soy el desaparecido de allá.










Boliche

Esperando a su huérfano en la ruta sombría
Alguna de vacía silla totora está.
Mugre de viejos días ensucia las paredes,
las moscas se pegan a los vasos.

Sale afuera diez pasos el vino y refermenta
junto a la acequia orina y yerbamota.

Un uú de paloma callejonera impulsa
la brisa en los poemas últimos del verano.
Cuatro flacos atados a la vara dormitan
y cabizbajos
sueñan que los pialan con pasto.

Por cuestiones de alcohol llega a veces la muerte,
ese “bicho que pica sin remedio en botica”.
Veces sale un borracho y explica,
lo inexplicable
con un grito en la noche.










Maullido

Maullaba un gato ayer, hablaba
con voz ronca, pedía
presencia de gata.
Tonces mi hija Rosi dijo ahí,
ahí ronda otra vez ese gato dañino
que se mea en las plantas del jardín.

Sí, dije, lo oigo, anda
como dolorido y no voy a correrlo.
Dejalo hija dejalo, respetémoslo,
yo también anteayer de los antiayeres
vociferé al compás de una guitarra
en busca de la que fue tu mamá.








Extrañamiento

Apareció nun árbol de la plaza, supe
no era paloma casera sino
venida del campo. Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.

Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.

La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.









La creatividad

Viene de antes que vos y sorpresivamente
a veces te habla.
Mientras tanto el artista hace
garabatos y cree
gobernar la manija creativa.

A veces se te asienta
el pájaro famoso de la inspiración
y otras un sapo intuitivo
salta en tu pecho y caza hermosa mariposa.

Creíste ser el creador de eso
cuando era el otro,
el que está escondido siglos y siglos atrás
y te habló porque estabas propicio a escucharlo.

Pero vos creíste ser el fabricante de crear
cuando más bien agradecé
porque te arrojaron desde lejos, si acaso,
un pedazo de verdá.

Porque antes de eso
cuántas veces creíste que sí,
que eras vos el creador y al intentar
hacer arte sólo hiciste
palos de ciego, merdosidá.

Luego si nadie es creador ¿qué pasa? Nada,
porque todo es garabatear mientras se espera
que desde lejos, de alivio,
se te asiente un pájaro hermoso
o el sapo intuitivo te entregue una mariposa.










Sisieguesé on Jorge

No se insista on Jorge no se insista
en buscarle seis o siete patas al felino,
no se haga caso cuando quiera meterse
en lejanías;
abajesé del caballo, inserte
la cabeza en l`arena
y escuéndase de sí mismo.

Recuerde usté es criollo de aquí,
destas piedras
y no tiene querencia en el cielo.
Por cierto no es su culpa ber creído
lo que le han dicho los pájaros. Desentiéndase
de prestar oídos a tales murmullos, escuenda
la cabeza en l`arena.








Tiempos bravos

Otra vez fue esa vez cuando veníamos de Chile.
Oscura estaba la Cordillera.
Tuvimos que atropellar
disparando a la muerte sonsa
que a veces traen los temporales.

Rumbo a Barreal
Bajamos de Las Pichireguas y a gatas
subimos por La Fortuna. Los animales
con la nieve hasta las verijas.

Éramos el Güilo Varas, el Mañungo Rojo
y quien esto dice. Llegamos
a la orilla del río. Traía miedo el agua
y en medio de la ocuridá cruzarlo ¿era chiste?

Yo en una mula flaquita ¿caramba!
¿iba a quedarme atrás? ¡si se cagan!
apreté las espuelas a ver que el destino
decía de mí. Dijo
tirarme a l`otra orilla y dejarme vivo
pa contarle a ustedes que esa vez
tragué tanta agua que ahora
al verla me da asco y tomo vino.









El pantasma

Justo andaba al tranquito del mocho mohino
helando camino entre Barreal y El Leoncito,
noche clarita,
cuando se me (en Las Piedras Pintadas)
susta el animal.
Era un bulto en blanco, alto a hombre,
que sale y ataja. Alto y más.
Tonce el macho salta de güella a juria y,
tropezando piedras, de herraduras saca chispas.
Que me caigo y no me caigo me sujeto,
miro p`atrás y del pantasma ni señas.
Mejor así.
Esto ha sío ce mucho y todavía toy sustao.






La busca

Con rumbo incierto llego, oscurece,
suelto la mochila y descanso
pero sé que aún no he llegado. Mañana
debo salir de nuevo en pos de buscar
lo que nadie ha visto.

Es ser como el primer hombre
que caminó esta tierra de polo a polo
a sólo talón rajado,
llegando y partiendo naa más.

Así es mi asunto avanzo a territorios lejos
pero a veces me pierdo, doy vuelta en cículo
y se me lloran los ojos de pena.

Mañana con la fresca
he de salir contento en procura
de lo mismo de siempre y ya sé ya sé,
no me lo digan,
llegará el día oscuro en que dejaré de buscar:
lo desconocido se habrá olvidado de mí.










Transmutación del oro

Dormitaba en la plaza acurrucado
en un banco hacia frío había ido
a no sé qué.

El caso es estaba y de pronto
me alza un cóndor en alas y me lleva
a la Cordillera de los Andes.

Ahí vi contra las rocas florcitas amarillas
y ellas me reconocieron;
entonces les pase las manos por encima,
suavemente
como cuando se acaricia un gato.
Estremecidas por el viento
me devolvieron el cariño arqueando el lomo,
apretándose a mi mano. Les digo
que hasta llegaron a runrunear.

Esto es más hermoso
que mi quimera del oro en esa Cordillera.








Poetas

La poesía viene y yo comedido
me ofrezco de puente para que llegue a otros.
Ella en el mundo de las analogías busca
relaciones ocultas y me las dicta.

Y es difícil ser fiel porque uno mete
palos de ciego, ocurrencias, vacío.
Ella aspira ha hermosura
de fondo y forma, quel poema dé
chispa y se hunda en tierra-tiempo donde
se pierda la firma del que transcribe.

Es que soñaste ser creador
pero la poesía te usa abusa
de tu ignorancia y te hace creer que sí,
quel poema es tuyo cuando sos
el muñeco del ventrílocuo Sol
Viento Camino Cielo Amor y Dolor.



(texto y seleccion publicados en suplemento "Tela de crayon" del diario Jornadas de Trelew, y resientemente en "esto no es una revista literaria")








“Los Grandes Jugadores” (El cero y 36 poemas vecinos), de Jorge Leonidas Escudero, sin sello editorial, ciudad de San Juan, provincia de San Juan, la Argentina, 1987.



32


De un gran jugador que armó su vida en el aire
no digáis que ha sido estupidez
Más bien hay que mirarlo filosóficamente:
los pájaros comen en las manos de Dios
y él los estruja para que otros vuelvan.

De un ciego jugador que a guisa de bastón
adelantó las fichas pretendiendo llegar,
digáis nada,
calláos si su sangre salpicó la pared:
los murciélagos aprendieron a barajar el sonido
a costa de muertes.

Si un muchacho habita en la puerta del casino
empujadlo para que entre,
seguro necesita ir al foro de los demonios
a discutir su tesis.

Que necesita ir un largo viaje
y le pide a Colón ser el grumete;
pero como ello no existe
querrá que la tercera se le dé ocho veces,
los números vecinos siempre
y el colorado mientras viva.

Nadie lo toque mientras exprime
el limón de su corazón en las baldosas del regreso.
Nadie le diga que tiemblo por él
acechándolo desde un portal tenebroso,
porque fui, mejor dicho él es mi hijo,
algo de mí mismo que dejé en el tapete,
oh juventud.






15


En Baden Baden o en Wiesbaden,
donde amó la ruleta Dostoievski,
ahí estuve en mil
ochocientos sesenta y pico.

Aún lo veo al ingenuo de Fedor
perder hasta el pasaje de vuelta a Rusia
y me veo a mí mismo, ilusionado,
perseguir infames mariposas.

Es que vengo haciendo en muchas partes
vida de iluso,
soñando con aves del paraíso
y perdiendo las plumas.

Sin duda que el eximio novelista,
jugador extremoso,
seguirá todavía en Baden Baden o en Wiesbaden
(tal como lo dejé)
luchando a pie juntillas contra los numerosos
caprichos de la suerte.

Por eso le remito este mensaje hoy
para que venga a ver mi última martingala,
tan bonita,
que si no anda inventaré otra.

Vendrá por descontado el amigo Fedor
a que juguemos juntos, porque le gustaba mucho
colgarse en los precipicios y sacar la lengua.










19


Éste era un señor que fue al casino
por un whisky o dos, mirar mujeres,
jugar nunca, expresó:
pero a modo de broma ya está,
puso una ficha al 5 y se le dio
desgraciadamente.

De ahí para adelante es la historia de siempre.
Hasta abunda tanto el desengaño
que una noche fatal
el numerito aquel se le negó muchísimas veces.

Entonces ha salido apurado a la calle,
seco de solemnidad,
y dirigiéndose al parque elige un árbol,
prefiere no sé qué rama y fallece.

Sin duda que al árbol se le desprendió una lágrima;
pero allá en el casino, cuando se enteraron,
a nadie se le movió una hoja.









2


Estaban los martingaleros a puerta cerrada
estrujándose las imaginaciones.
Después de fabricar extracto de nicotina
como para fumigar una hectárea
idearon un juego aparentemente hermoso.

Corrieron al casino a probar el invento
creyendo que tomaban a Dios de la barba,
e inmediatamente fueron ejecutados en la horca.

Pero los martingaleros siempre hacen crisálida
y reaparecen con otra teoría.
Es excelente eso ya que de tal manera
se mantienen las fábulas de Lin Lin, El Dorado,
la Ciudad de los Césares,
Trapalanda y tierras adyacentes.

Entonces déjenlos,
no los echen de las mesas,
son útiles en fabricar lejanos países.







17


Véanlo en su elemento. Es que sufre y le gusta
expirar en el juego atrevido.
Déjenlo que asista a sus nocturnas muertes,
nadie afecte
su libertad entendida como herirse.

Nadie toque
su libertad ni siquiera
con la hoja de un lirio. Es lógico
que todos lo miren con reprobación;
pero hay que dejarlo que se desfleme y exude
los líquidos de su imaginación excesiva.











34


Pálida, doblemente triste,
acedo el salivar, perro el aliento,
así estaba ella entre los que ya no apuestan
e integran la fila de los cadáveres.

Hasta fingía una mirada inocente
mientras exhibía en el pecho la histórica
puñalada que acababan de inferirle.

Pronunció una mirada hacia mí
en demanda de salvación,
de modo que la tomé de un brazo
y hasta la puerta
la acompañé caballeroso.

No pude ir más allá con mi ternura
pues tuve que volverme diligente
para seguir cavando mi propia fosa.








20


Lo comprendo señor, deme la mano,
por aquí es la salida, lo acompaño a la calle.
Usted quería, claro, llevar pan a sus hijos
y la casualidad no concurrió a la cita.

Quería lucir una sonrisa hermosa o véanme,
soy tremendo,
y en cambio ha salido hediendo a caca.

Jadee nomás jadee,
póngase las manos en la cabeza para gritar: horrendo,
toy muerto;
pero si alguien le diera ya dinero
seguro correría a jugarlo.

Usted no es de salvarse porque falta
a la palabra empeñada, empezando
que no tiene salida y es mejor
vaya escribiendo su epitafio:
“Aquí descansa un tonto que murió de frío
pero nunca dejó de desabrigarse”.








36


Apareció transido una mañana
cuando me levantaba para ir a la escuela.
Observé tras los vidrios que dudaba
si entrar a casa o no. Era mi padre.

De sobretodo largo arrugado
y barba en crecida. Va y le abre
mi madre. Nos sentamos
a desayunar y ni agrega esta boca es mía.

Ven que revea ese mazo, papaíto,
tu mano en cucharita temblorosa al café,
la falta de seguridad en los ojos,
y el sol que apareció, no obstante
habías perdido todo
según supe después.

Nunca más ocurrió y prestamente
dijiste cuidadito hijo mío,
el juego es un abrojo que se te prende
hasta dejarte desnudo.

Y desde entonces su ausencia
de sobretodo fúnebre vigila
en la puerta de todos los casinos y timbas
para que yo no entre;
pero entro no más y a la salida
digo tenés razón viejito, perdóname.









11


Estotro argonauta caminaba mortuorio
en el amanecer.
Trasudando desgracia fue al café y miró,
no vio a ningún amigo y volvió a la calle.
Le faltó oyente.

Es que hubiera querido expresar en un vómito:
He perdido en el juego el sueldo de un mes.

Levantó las solapas y preguntó al viento
si había pasaje, aunque no sabía a dónde,
o una llave: No hombre porque faltan
las puertas de las casas; aunque tampoco hay casas
ni argumento ni nada.

Es ver esa tormenta cuando aparece el día.

Automáticamente se dirige al trabajo
y allí excava un túnel con la máquina de escribir,
esconde la cabeza y le sobresale
con argumentos tristes.

Le sobreviene un síncope.

Muerto ya el argonauta nada termina ahí:
la ruleta avanza dentro de él, impertérrita,
y lo obliga a perder eternamente.









30


Cierto dolor andaba yo el parque
cuando salió del lago nocturnal
una figura verde,
grande así un cocodrilo en forma sanguijuela,
cabeza aparatosa de mujer.

Decime donde está la puerta, miera,
le grité con un odio concentrado,
dame la llave para que intente
aunque no sepa qué.

Le grité con el labio arremangado
enseñando los dientes
cuando la mala suerte me había desfigurado
arrancándome grandes pedazos de piel.

Y la quimera contestó así:
Yo no sé de la puerta de salida
ni de nada que vengan a pedir,
lo único que hago es invitarlos a jugar.

Y volvió a echarse al lago, deforme y pegajosa,
exhalando un perfume de jazmines y rosas,
lo que la hizo todavía más horrible.



Autor: Jorge Leonidas Escudero (de su libro “Los grandes jugadores” El cero y 36 poemas vecinos, sin sello editorial, ciudad de San Juan, provincia de San Juan, la Argentina, 1987)


Poemas que gentilmente me ha remitido
Rolando Revagliatti








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