miércoles, 27 de abril de 2011

ANA CASTRO [3.754]


ANA CASTRO

Ana Castro (Pozoblanco, Córdoba, 1990) es Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y desde 2008 reside en dicha ciudad, donde trabaja en el ámbito de la Comunicación Corporativa.

Premiada en varios certámenes de poesía a nivel provincial y universitario, ha formado parte de la Escuela de Escritores Noveles (Pacto Andaluz Por El Libro) en distintas ediciones y ha participado en varios ciclos poéticos, como Noctámbulos (Cosmopoética 2009), elRecital Chilango Andaluz 2010, Poesía en los Institutos (Cosmopoética 2011), Ex–tre-me-ses (2011) y Parejas Creativas(Cosmopoética 2012).

Ha sido incluida en Sais. Diecinueve poetas desde La Bella Varsovia (La Bella Varsovia, 2010), A gustar convidan. Gastropoesía (La Bella Varsovia, 2012), La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces (Ediciones En Huida, 2012),  El silencio y la seda: Poetas cordobesas frente a Julio Romero de Torres (El Páramo, 2012), Réquiem por Lolita (Fundación Málaga, 2014) y La punta del iceberg (Ediciones En Huida, 2015), así como en Buscando la luz (UCM, 2010) y Aires de silencio (UCM, 2011). Algunos de sus poemas aparecen en publicaciones como Boronía, La Cuerva, Granite& Rainbow, Grund Magazine o Espacio Habitado.

En 2010 impulsó y co-coordinó el colectivo efímero y ciclo poético Otoñeces, afincado en Córdoba, y entre 2011 y 2013 se ha encargado del blog y las redes sociales del Festival Internacional Cosmopoética. Poetas del Mundo en Córdoba.



A4

Mis viajes empiezan y terminan en mí.
Una biografía de 400 km de cicatrices y moratones.
Y el eco sordo de los dientes de la chica que se refleja
en la ventanilla del tren.
Truena a la altura de los hombros.
Toda la culpa fosilizada en los ojos.

A medio camino entre Córdoba y Madrid,
volver también es marcharse.

Mi Autovía del Sur termina en el dedo meñique
de mi pie izquierdo. La uña de mi abuela.
El esmalte morado.



a

Cuando regresé a La Ciudad,
el miedo se había solidificado entre los dientes.
Las pestañas ya no vibraban.
Decir algo, cualquier cosa, resultaba tan insignificante
como colocar la ropa en el lugar adecuado del armario.

No fue el frío ni crecer.

La Ciudad había borrado los lugares
en lo que fui a

Perder la capacidad del lenguaje por no perderse.
Salvarse a toda costa, aún regresando a La Ciudad.

Empezaré con la primera letra que me dieron
al nacer. Mi nombre tiene que permanecer
intacto en alguna parte.




Metabolé

Soy todas aquellas que tuve que ser hasta hoy,
con las costillas mal puestas y los ojos desencajados.
Tan sólo contaba con el nombre que me dio mi madre.
Ahora sé del metabolismo de los cuerpos,
del sistema inmune y de manos desconchadas.
Sé cómo cambia la velocidad de mis pies
cuando se encuentran con otros pies
y hay un silencio a la altura del pecho.
Sé cómo mantenerme entera hasta que pase el frío.

Supongo que la sangre se lleva el miedo.

Cuando regresa la sangre, la vida se hace más fácil.




Blanco

Cuando comencemos a llorar será ya muy tarde.
El dolor se habrá derramado por la caja torácica
y los órganos, impregnados, tan sólo esperarán
la saturación en negro, solidificarse.
Tan sólo quedará un murmullo. Nada que verbalizar.
Un escozor en los ojos.

El impulso nervioso a 0.

Tras el asedio del orden y el horario,
el blanco de afuera es el miedo rosa.




Autorretrato

Querría ser capaz de encontrar mis ojos cada mañana al despertarme
pero no duermo lo suficiente.
Un temor nos deforma el rostro y nos increpa.

Sólo cuando nos mostramos deformes podríamos ser cualquier cosa.




Traición

Comencemos por hablar claro y ser honestos.
Aún podemos hacer cualquier cosa,
aunque resulte deplorable para el resto del mundo.
Podemos hacer cualquier cosa que no nos haga odiarnos.
No importan los propósitos. No importa el año nuevo.
Hablemos claro. Seamos honestos.
Casi todo tiene un nombre.

Lo impredecible es que nos traicionen los espejos
cuando aún no nos odiamos lo suficiente.
Hay espejos en los que no llegaremos a reflejarnos nunca.




Estos poemas son inéditos y pertenecen a El cuadro del dolor, su primer poemario, ganador del III Premio de Poesía Juana Castro y verá la luz este año en la Editorial Renacimiento. 


CANCIÓN DE CUNA

¿Quieres que te cuente un cuento recuento
que no se acabe nunca?

No te pido que me digas ni que sí
ni que no, cariño,
sino que si quieres que te cuente un cuento
recuento
que no se acaba nunca?

Estás sola.
Estás sola.
Y un día tendrás dolor.




RAÍCES

Mis raíces fosilizan como una enredadera seca alrededor de mi cuerpo.
Se clavan entre las uñas y la piel y taponan los oídos.
Reptan sigilosamente y escarban.
Se transforman en nudos por mi pelo.
Luego, afloran las canas.

Tengo una relación contradictoria con mis raíces.
Mis raíces desentierran fobias hereditarias.

Moriré de cáncer antes de enterrar a mi madre.



MATERNIDAD

Sobrellevar el dolor
es criar un hijo:
una ciencia exacta que sólo conocen las madres.
La madre del hijo y la madre del dolor;
vientre por vientre.
La ruta silenciosa
por el cordón umbilical de luz
que conecta los cuerpos,
algo de lo que sólo saben
los ojos que alimentan
al defecto y la raíz.




MI DOLOR

Los moratones y las cicatrices son sólo marcas.
Se ven. Se reconocen.
La gente es capaz de intuir
si aquello o lo otro.

Pero el dolor no,
el dolor es transparente-casi-invisible,
acaso una vibración en el rostro
o una súbita contracción del vientre.
Por eso hay que nombrarlo, decir MI DOLOR,
reivindicar su existencia como parte
de un compromiso con la salud pública,
porque a menudo ni siquiera
los diagnósticos médicos o el amor lo creen.
Por eso cada día cruzo las puertas del metro
y salgo al campo de batalla.
Encaro este pulso entre la normalidad con prisas y el dolor y yo.
Asisto a él como las mujeres acuden cada día a trabajar:
con uñas, con dientes.

Este mi compromiso político:
hacer que corra una suave brisa en los ojos,
que se vea lo que golpea dentro.

MI DOLOR es mi dolor y existe:
existe más que yo.



INJERTO

Este dolor vive como un injerto en mi vientre.
Trepa por el abdomen
y crece, crece, crece
sin que nadie sepa cómo llegó a mí,
tronco de mujer-raíz sin grito.

Temo tocar cosas y que los tejidos hagan que el dolor se propague a otros.

La limpieza para la que me educó mi madre
no comprende esa forma de contagio.









-

No hay comentarios:

Publicar un comentario