sábado, 4 de septiembre de 2010

888.- YORGOS SEFERIS


Biografía de Yorgos Seferis:
Yorgos Seferiadis (Seferis es su pseudónimo, nació en Esmirna, Grecia, hoy Ýsmir, Turquía (1900) - Murió en Atenas (1971). Premio Nobel de Literatura 1963. Yorgos Seferiadis verdadero nombre de este poeta, ingresó en el cuerpo diplomático de su país en 1926, ocupando diversos cargos en Atenas, Londres y Cortsa (Albania). Tras la rendición griega ante Alemania, en 1941, se incorporó a su gobierno en el exilio. Concluida la II Guerra Mundial desempeñó sus cargos en Atenas y Próximo Oriente. Como embajador en Gran Bretaña, entre 1957 y 1962, participó en las negociaciones para la independencia de Chipre.
Al tiempo que desarrollaba su actividad diplomática, Seferis trabajó activamente como poeta. Sus obras más destacadas son: Giro (1931), Leyenda (1935), Gimnopedia (1936), Diario de a bordo I (1940), Cuaderno de ejercicios 1928-1937 (1940), Diario de a bordo II (1945), El zorzal (1947), Diario de a bordo III (1955), El rey de Asina (1948) y Antología Poética (1924-1955).



POEMAS DE YORGOS SEFERIS




"Aquí terminan las obras del mar
las obras del amor."

ROSA DEL DESIERTO

" Rosa del desierto, encontrar querías
con que herirnos, más, como el secreto que va
a liberarse, te inclinabas y era hermosa la orden
que aceptaste dar y era la sonrisa
como una espada alerta. El ascenso de tu cielo
animaba el universo, de tu espina se arrancaba
el designio del camino, nuestro impulso se insinuaba
desnudo a poseerte, era fácil el mundo,
un simple latido."









DEJA YA DE RONDAR EL MAR

" Deja ya de rondar el mar y los pellejos
de las olas empujando los navíos, bajo el cielo
estamos nosotros los peces y los árboles
son las algas."











DIJISTE HACE AÑOS

" Dijiste hace años: En el fondo soy un asunto
de luz. Y ahora todavía al apoyarte en la ancha
espalda del sueño, aun cuando te hunden
en el pecho aletargado del pronto,
buscas rincones donde el negro se ha gastado
y no resiste, buscas a tientas la daga destinada
a perforar tu corazón y abrirlo a la luz."











EL PAPEL BLANCO DURO ESPEJO

" El papel blanco duro espejo sólo devuelve
eso que fuiste. El papel blanco habla con tu voz,
tu propia voz, no aquélla que te gusta,
tu música en la vida esa que derrochaste.
Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas,
si te clavas a esa cosa indiferente que te lanza
atrás ahí dónde empezaste. Viajaste,
muchas lunas viste, muchos soles, tocaste
muertos y vivos, sentiste el dolor del bravo
mozo y el gemido de la mujer, la amargura
del niño inmaduro, cuanto has sentido
se derrumba sin sustento si a este vacío no te fías.
Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, e
l brote de la juventud, el justo naufragio
de la edad.
Tu vida en cuanto diste,
este vacío es cuanto diste, el blanco papel."










Santorín

Asómate si puedes sobre el mar oscuro,
olvidado del eco de una flauta
sobre los pies descalzos
que pisan tu sueño de la otra vida,
la sumergida.
Escribe, si puedes, en tu última concha
el día, el nombre, el lugar
y tírala al mar para que se hunda.
Nos hemos hallado desnudos sobre la roca
esponjosa mirando las islas emergidas,
mirando las rojas islas que se hunden
en su sueño, en nuestro sueño.
Aquí estamos desnudos sosteniendo
la balanza que se inclina al lado
de la injusticia.
Tendones de fuerza, voluntad sin sombra,
amor calculado,
al sol del mediodía figuras que maduran,
carrera del destino con el golpe de la mano
joven en la espalda:
en el lugar que se dispersó, que no resiste,
en el lugar que era alguna vez nuestro,
se hunden las islas, ceniza y herrumbre.
Altares en ruinas
y los amigos olvidados,
hojas de la palmera en la basura.
Deja, si puedes, tus manos que viajen
aquí en el cambio del tiempo en el barco
que se acercó al horizonte.
Cuando el dado golpeó la losa,
cuando la lanza golpeó la coraza,
cuando el ojo conoció al extranjero
y se secó el amor
en las almas horadadas.
Cuando miras a tu alrededor y hallas
los pies segados,
las manos muertas,
los ojos tenebrosos.
Cuando no te queda ya ni buscar
la muerte que escoges para ti,
oyendo un grito,
aún el grito del lobo,
como tu propiedad.
Deja, si puedes, tus manos que viajen,
despégalas del tiempo infiel
y húndete:
se hunde el que transporta las grandes piedras.









NEGACIÓN

En la playa escondida
y blanca como paloma
tuvimos sed un mediodía
pero el agua era salada.

En la arena dorada
escribimos su nombre;
suave sopló la brisa
y la letra se borró.

Con qué coraje, con qué aliento,
con qué deseos y pasión
tomamos nuestra vida: ¡qué error!
y la vida tuvimos que cambiar.










SOBRE UN VERSO EXTRANJERO

Dichoso quien hizo el viaje de Odiseo.
Dichoso si al marchar sintió firme
la coraza de un amor extendida por su cuerpo,
como las venas donde bulle la sangre.

De un amor con cadencia sin fin, invencible como la
música y eterno
porque nació cuando nacimos
y cuando nos muramos, si es
que muere, ni nosotros ni nadie lo sabe.

Pido a Dios que me ayude a decir,
en un momento de gran felicidad, cuál es este amor:
me siento a veces rodeado del exilio
y escucho su lejano bramido como el fragor
del mar mezclado con la borrasca inexplicable.

Una y otra vez surge ante mí el fantasma
de Odiseo,
con los ojos arrasados por la sal de las olas
y por el deseo maduro de ver de nuevo
el humo que brota del hogar de su morada
y su perro ya viejo aguardándole a la puerta.

Inmenso él, se detiene musitando tras
sus barbas encanecidas palabras
en nuestra lengua,
como la hablaban hace tres mil años.
Extiende una mano encallecida por las jarcias
y el timón,
con la piel curtida por el cierzo, la canícula
y las nieves.

Parece querer arrojar de nosotros mismos
al Cíclope sobrehumano que mira
por un único ojo, a las Sirenas
que te imponen el olvido, si las escuchas,
a Escila y Caribdis:
a tantos monstruos extraños que nos impiden
pensar que también él fue un hombre
que luchó en el mundo con cuerpo y alma.

Es el gran Odiseo: aquel que sugirió
construir el caballo de madera con el que
los aqueos conquistaron Troya.
Sueño que viene a enseñarme
cómo construir yo un caballo de madera
con el que conquistar mi propia Troya.

Habla quedo y tranquilo, sin esfuerzo,
parece conocerme como un padre
o como uno de esos viejos marineros
que apoyados en sus redes
-cuando había tormenta y bramaba el viento -
me decían, en mis años infantiles,
la canción de Erotócrito
con lágrimas en los ojos
temblaba yo en medio de mi sueño
al escuchar la triste
suerte de Areti al bajar los peldaños de mármol.

Me dice el penoso esfuerzo de sentir las velas
de tu nave henchidas de nostalgia y de tu alma
convertida en timón.
Y también que estás solo, inmerso
en la tiniebla de la noche y a la deriva
como la parva en la era.

La amargura de ver naufragar a tus amigos
entre los elementos dispersos: uno a uno.
Y qué vigor extraño sientes al hablar con los muertos
cuando los vivos que quedaron ya no bastan.

Habla... Aún veo sus manos que sabían comprobar
si estaba bien tallado, a proa el mascarón
que me den un sereno mar azul en el corazón
del invierno.

Trad: Pedro Bádenas de la Peña

Extraído de: Poesía completa ,
Yorgos Seferis: Ed. Alianza, Madrid, 1989






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HELENA: No he pisado jamás Troya.
Era sólo un espectro.
SIRVIENTE: ¿Cómo? ¿Dice que solo estuvimos
muriendo por una quimera ?”

Eurípides, «Helena»




Helena

«Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres.»

Tímido ruiseñor que entre el aliento de las hojas
brindas el alivio musical del bosque
a los cuerpos fatigados y a las almas
de quienes se sabe que no han de regresar;
Ciega voz que que a tientas buscas
en la noche del recuerdo
pasos y gestos, diría casi besos
y el amargo tormento de la indómita sierva.

«Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres.»

¿Qué es Platres? ¿Quién conoce esta isla?
He pasado mi vida oyendo extraños nombres,
países nuevos, nuevas locuras de personas
o de dioses.
Mi destino, que flota
entre la gruesa espada de un Ayante
y una nueva Salamina,
me trajo hasta esta playa.
La luna
ha surgido del mar como Afrodita,
Ahora cubre los astros del Arquero y va por
el corazón de Escorpión y todo cambia.
¿Dónde está la verdad?
Yo fui también un arquero en la guerra.
Mi destino, el de un hombre fracasado.

Melodioso ruiseñor,
en una noche como esta en la playa de Proteo
te escucharon las esclavas de Esparta
y rompieron en lamentos,
y entre ellas, ¿quién creerás? ¡Helena!
A quien perseguimos tantos años junto
al Escamandro.
Estaba allí, en los labios del desierto.
Me acerqué a ella y me habló:
«No es verdad, no es verdad», -decía-.
«Jamás subí a la nave de azulada proa;
mucho menos he pisado la valiente Troya».

Con los pechos profundos, el sol en el cabello,
y ese porte
todo sonrisas y sombras
en los hombros en los muslos en las rodillas,
piel radiante y ojos
con pestañas largas,
estaba allí, a la orilla de un Delta.
¿Y en Troya?
En Troya, nada. Era sólo un espectro.
Los dioses así lo quisieron.
Y Paris, tumbado con una sombra
como si estuviera viva.
Y nosotros fuimos muriendo por Helena
durante diez años.

Un enorme dolor había caído sobre Grecia.
¡Tantos cuerpos arrojados
a las fauces de la mar y a las fauces de la tierra!
¡Tantas almas
lanzadas a las piedras del molino como el trigo!
Y los ríos arrastraban en el lodo la sangre
por un cimbreo ondulante, por una nube,
por un tremolar de mariposa,
por la pluma de un cisne,
por una túnica vacía, por Helena.
¿Y mi hermano?
Ruiseñor ruiseñor ruiseñor,
¿qué es dios? ¿que no lo es?
¿y qué hay entre lo uno y lo otro?

«Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres.»

Avecilla llorosa,
a Chipre besada por las aguas
que me ha hecho recordar a mi patria
llegué solitario con esta leyenda,
si es cierto que es una leyenda,
si es cierto que los hombres no caen
en el viejo engaño de los dioses.
Si es cierto
que otro Teucro en unos años,
o un Ayante o un Príamo o una Hécuba
o un cierto desconocido, anónimo que no obstante
haya visto un Escamandro repleto de despojos,
no esté predestinado a escuchar
los mensajeros que vienen a decirle
de ese dolor inmenso y tanta vidas
se hundieron en el abismo
por una túnica vacía, por una Helena.

Mythistórima y otros poemas



(JAQUEMATE)

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Lamento haber dejado pasar un río ancho
entre mis dedos
sin beber ni una gota.
Ahora me hundo en la piedra.
Un pino pequeño sobre la tierra roja,
mi única compañía.
Lo que amé se ha perdido con las casas
que estando nuevas el verano último
se hundieron con el viento del otoño.


[Mithistorima, 1935]







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