jueves, 16 de septiembre de 2010

1138.- MENNO WIGMAN


MENNO WIGMAN

Menno Wigman (Beverwijk, Holanda, 1966) es poeta, traductor y antólogo y es conocido como “el dany de la desilusión”. En 1997 debutó con En verano todas las ciudades apestan (Zomers stinken alle steden). Su segundo libro, Negro como el caviar (Zwart als kaviaar, 2001) obtuvo en prestigioso premio de poesía Jan Campert. En 2004 apareció Éste es mi día (Dit is mijn dag) y en 2006 se publicó su poemario El mundo de noche (De wereld bij avond), con motivo del Día Nacional de la Poesía, con una tirada de 15.000 ejemplares. En 2009 publica La pena de las copisterías. Antología personal (De droefenis van copyrettes. Keuze uit eigen werk).






LIMPIACRISTALES CONTEMPLA CUADROS

Coches, risas, ruidos: en la planta siete
todo se amortigua. Sólo oigo mi esponja

y el chirriar congestionado del acero
del que cuelgo. A veces me habla alguna nube

o le adivino el pensamiento a una gaviota.
La gente: trajinando, blanca, muda, tras el cristal.

En la octava planta, arte. Esa chica, esa sonrisa,
¿quién la habrá espiado así para que ahora

me mire, inmune a los cumplidos, a la cara?
¿Y cuándo intentará el gavilán fugarse de su marco?

Estoy colgado aquí cual cuadro congelado
al que no hace nadie ningún caso; friego y me afano

y despejo las vistas – y pinto añadiendo mes a mes
más nubes genuinas.

¿Lo veis? Lame ya la luz del sol mi marco.

Extraído de: De droefenis van copyrettes.
Keuze uit eigen werk (La pena de las copisterías.
Antología personal), Editorial Prometheus, 2009
Traducción española: Diego J. Puls 2009






PARA CONCLUIR

Conozco bien la pena de las copisterías,
de hombres arqueados con periódicos amarillentos,
madres gafudas con anuncios de mudanza,

el olor a papel carta, extractos de cuenta,
declaraciones de la renta, contratos de alquiler,
la tinta de nada afirmando que existimos.

Y vi urbanizaciones prístinas y sepulcrales
donde la gente intenta en vano parecer gente
e imita la calle a una calle casi impecablemente.

¿A quiénes copian? ¿Y a quién me dedico
a copiar yo? Padre, madre, mundo, ADN,
presencia radiante de un nombre propio,

la cabbeza llena de esperanza sagamente emulada,
de sosiego, promoción, prole y papel moneda.
Y yo, que vivo ladrando en mis canciones,

ojalá tuviera algo nuevo, algo nuevo que decir.
Luz, cielo, amor, enfermedad y muerte.
Conozco bien la pena de las copisterías.

Extraído de: De droefenis van copyrettes.
Keuze uit eigen werk (La pena de las copisterías.
Antología personal), Editorial Prometheus, 2009
Traducción española: Diego J. Puls 2009






CUERPO, MI CUERPO

Cuerpo, mi cuerpo, ¿cuántas manos
de cuántos extraños vinieron a ti? Alguna vez

la muerte fue una mano húmeda de peluquero.
Luego vino el frío helado de un estetoscopio.

Más tarde te quebraste en una silla de dentista
o te acarició la cabeza un profesor ladino.

Y después los metros con su agitación de carne,
huestes marginales rozándote como peces

en tiendas, ascensores, callejones y vagones,
cuerpo, mi cuerpo, recuerda aquel aroma

de primeras pensiones y sábanas enamoradas,
la primavera que nació en nosotros. Porque tenemos

miedo. Y el miedo dura a veces lo que un cuerpo.
Al cabo me habrán metido allí y me peinarán el pelo.

De: De droefenis van copyrettes. Keuze uit eigen
werk (La pena de las copisterías. Antología personal),
Editorial Prometheus, 2009 Traducción española:
Diego J. Puls 2009







JUNTO AL FÉRETRO MUNICIPAL DE LA SEÑORA P.

¿Duerme? Duerme. Después de haberse peinado
el pelo durante ochenta y tres años, trescientas
sesenta y cinco veces al año, haber gastado no sé
cuántos zapatos caminado por la ciudad,
siempre esos cordones, tenedores, cucharas,
gente, qué gente, dónde, duerme.

Duerme y yo, que soy tan mórbido, pienso en
su peine, su cortauñas y el perfilador de las cejas,
en cómo todo –crema de noche, tarjeta del banco,
coincidencias– se borra o se desecha. ¿Y esto? ¿Puede
llamarse entierro a este vergonzoso acarreo?
Como si alguien perdiera una moneda por descuido,

u olvidara el periódico en una lánguida estación.
Llamémosle tragedia, llamémosle ritmo – el tiempo,
ese sucio carnívoro, nos provee sin remedio de un final
que apesta. Pero ella duerme. Duerme.
La cubro entonces y cuido de que sus pies cansados
nunca más tengan que salir a la calle.

De: De droefenis van copyrettes. Keuze uit eigen werk
(La pena de las copisterías. Antología personal),
Editorial Prometheus, 2009. Traducción española:
Diego J. Puls 2009





PARAÍSOS DE LO COTIDIANO

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