viernes, 10 de diciembre de 2010

JAVIER ALVARADO [2.411]


Javier Alvarado

Javier Alvarado (Santiago de Veraguas, Panamá, 28 de agosto de 1982) es un poeta panameño, cuya obra ha recibido varios premios. Hizo sus estudios de bachillerato en el colegio Panama School y se licenció en Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Panamá (2005).

Premios

Cuento y leyenda en los Juegos Florales "Carmen Sánchez de López" del Panama School.
Premio "Diana Morán" intercolegial, en poesía y cuento en 1998, y en poesía en 1999.
Diploma de Honor por el INAC en el Primer Encuentro de Niños Escritores.
Premio Nacional de Poesía Joven "Gustavo Batista Cedeño" del Instituto Nacional de Cultura de Panamá en los años 2000, 2004, 2007 y 2014.
Premio Nacional de Poesía "Pablo Neruda" 2004 convocado por la Embajada de Chile y la Universidad Tecnológica de Panamá.
Premio Joven Sobresaliente por la Cámara Junior, Capítulo de la Ciudad de Panamá a logro cultural 2005.
Premio Signos de Poesía "Stella Sierra" 2007.
Mención en el Premio Casa de las Américas 2010 por Carta natal al país de los locos (Poeta en Escocia)
Premio de los Juegos Florales Belice y Panamá (León, Nicaragua) 2010
Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, poesía 2011
Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2011, convocado por el Instituto Nicaragüense de Cultura.
Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012, convocado por la Universidad de Quintana Roo, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Jorge González Durán y la Revista Río Hondo.
Finalista del IV Festival de la Lira (Cuenca, Ecuador) 2013 por su libro Carta Natal al País de los Locos (Poeta en Escocia).
En 2014, un jurado compuesto por el poeta español Antonio Gamoneda, el poeta peruano Rodolfo Hinostroza y el poeta ecuatoriano Julio Pazos le otorgaron el I Premio Internacional de Poesía Medardo Ángel Silva a obra publicada por su libro Carta Natal al País de los Locos (Poeta en Escocia) en Guayaquil, Ecuador en el marco del Festival Desembarco Poético organizado por el poeta Ernesto Carrión.
Primer Accésit del Premio Eros de Poesía Erótica 2015, convocado por el Centro Canario de Estudios Caribeños por el poema "Para hacer el amor en Poneloya".
I Finalista del Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero 2015, Salamanca, España.
Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá en poesía, 2015.
Mención de Honor Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador, El Salvador, 2016.

Poemarios

"Tiempos de vida y muerte" (INAC, Panamá, 2001)
"Caminos errabundos y otras ciudades" (UTP, Panamá, 2001)
"Poemas para caminar bajo un paraguas" (Imprenta Alvarado, Panamá, 2003)
"Aquí, todo tu cuerpo escrito" (INAC, Panamá, 2005)
"Por ti no pasa nunca el tiempo —y otros poemas al espejo—" (Panamá, 2005)
"No me cubre de edad la primavera" (Poemas de Ocù) (Panamá, 2008)
"Soy mi desconocido" (9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2008)
Carta natal al país de los locos (Poeta en Escocia)México, 2011
"Ojos Parlantes para estaciones de ceguera (Nicaragua, 2011)
"Balada sin ovejas para un pastor de huesos (UTP, Panamá, 2011
"El mar que me habita"
"Viaje solar de un tren hacia la noche de Matachín (Ediciones Universidad de Quintana Roo, México, 2013)"¨
"La vida en mi plato de pobre", (Ediciones INAC, 2015.)



ALICIA EN EL ESPEJO O LA APERTURA DEL
LIBRO DE LAS MARAVILLAS

Entonces Alicia recorre su delicia
prepara las poses para la instantánea fotográfica;
Lewis Carroll dibuja el paisaje para la fotografía.
Está ahí llena de andrajos, resuelta de pordiosera,
es la lluvia de plurales, cuando todos los conejos de Pascua
se incendian y todos los demonios dejan sus remos pudriendo
en la derrotada orilla. Sus ojos son dos lagunas muertas
donde dejan los águilas sus efebos fluviales
¿Quién es ella la que entra con doradas voces
en el acertijo de la nada, cuando toda queda invocado
y puesto sobre la mesa como un huevo triunfal
para un comensal de oro?
Y desayunan las huestes y las Parcas
van acampando con ese sonido de cuerpo vacío
que tienen las aves sin esqueleto y sólo canta el pico
amaestrado de su daga cuneiforme y la apertura del libro
de las Maravillas es otro salmo vocalizado por la carne
y sólo solfean las niñas desnudas para el ojo de Carroll.
Son muchas las poses para la instantánea fotográfica.
Aquí te veo, Alicia, con dedos de piedra
con ojos asustados y medias vacías sin golosinas.
¿Qué pone a nadar a los deseos en el ánfora del espanto?
Levántate, Alicia, que no duerma más tu deuda de muñeca.
¿En qué espejo de hombre entraste para descubrir las maravillas?
¿Acaso se oculta un delfín detrás de tu oreja
o es que la cornucopia de acanto se matizó en tus senos
hasta vociferar leche pastosa en cada pezón de julio
cuando en aquel paseo por el río escuchaste las sílabas
niñescas de aquel matemático de niñas impúberes
para luego iniciar esa marcha forzada de tu inocencia hacia el espejo?
Aún no se ha escrito el libro de tus posesiones
ni de las visiones terrenas que observaste en aquel agujero
cavado junto al árbol de la noche.
Se cierran tus ojos, cabecea el cuerpo junto a tu hermana.

Liebre llega tarde.

(2004, de "Por ti no pasa nunca el tiempo", 2004)




POR TI NO PASA NUNCA EL TIEMPO

Como si quisieras entrar al tiempo
desnuda a una plaza a una tienda de hotel
dejas tender tus dos pechos al sol
y corre el día tenebroso
como una tiniebla roja,
Te tienden un vaso, una tierra, una vida prometida
y todo es devaneo, luz solar, aquellos muertos
durmiendo abajo
balbuceando espejos vomitando sombras
y sabiéndose arcilla cuántica, número sepultado
resurrección de árboles y llantos de raíces.
Ahora dejamos salir a los fantasmas de nuestras madres
que se han marchado. Cerramos la olla con la tapadera
del suicidio. Las Medeas modernas tiemblan colgando del cuello
de sus hijos y de los amordazados del reloj.
Ahora esperamos la piedad, la íngrima flecha
el fuego oblicuo y el ojo terreno de los sastres. Espero que el niño
no se haya marchado, que la juventud levite asida
a un cordero de pascua o a una resurrección pagana.
He tendido tu cuerpo con horquillas desnudo al sol,
no he podido prender las velas ni amortajar tu cuerpo
con hierbas aromáticas ni besarte los ojos arriba del sudario.

El lienzo es mi cuerpo
y un humo de hiedras va persiguiendo la fugitiva especie
que amamantaste con tus dedos. Diremos que mucho ha
pasado, se volverán a nosotros y dirán:
Han sido eternos, han sido cubiertos por la pelambre de la cabra
y saciados con la leche de los orgasmos védicos.
Es un rito funeral, un hueso carcomido
Una porción de piedras espéjicas en la historia.

(2004, de "Por ti no pasa nunca el tiempo", 2004)



LA MUERTE Y SU BARCO

La muerte regresa a tientas con su barco
Escupe sus negros esclavos, sus piezas de mercadería
Regresa desde los sueños en forma de galeón o de canoa
Es en nosotros que vive con su llanto sumergido
A veces me pregunto a quien llaman mis padres
Desde la senilidad con sus tantas voces;
Por qué se repiten mis abuelos en los mismos hábitos
De hablar con la nada
O de esparcir sus fotografías
En el garabato de la niebla?
Aún no se esconden las cosas presentes y los veo
Jugar con los nietos, que permanecerán cantando para siempre
Cuando hay brea sobre estos puertos
O gaviotas confusas que se posan en los mástiles y en las cuerdas
A diatribar con los gallotes.
No hay más misterios nivelados que observar el mar
Y su llanto sumergido,
Esos dioses gemebundos
Que bostezan despacio o que se llenan la boca con fabulaciones
De foca o de ballena.
Es este miedo a respirar las sales que ya conozco
A visitar esos puertos donde se quedó mi cuerpo de tritón
O de almirante,
Escribir los mismos poemas
Que circularon con las estrellas de la espuma, o recordar
Esa balada que va en la boca de los longorongos
Que gritan sus orgasmos repletos de fiebre;
Vegetar en mi espejo que se vuelve un caracol henchido
O una furia oceánica que se repite como un triste maremoto.
Por eso atestiguo el recolectar con mi caña de pescar estas imágenes.
Estas verdades que tiemblan y se agitan en el fondo
De todas las nadas como peces que resguardan la tranquilidad del aire
O como burbujas secas que se quedan vacilando
En mis manos como medusas.
La muerte me llevará a todos los puertos
E irá doblando mis pantalones y mis restos de equipaje.
Seré más oscuro o luminoso cuando recorra
Las huestes y las epopeyas de otros mares, seré joven o viejo
O quizás oblicuo como todo resplandor que nace.
A veces creo que cada día
La muerte nos prepara para entrar en su barco.



ENTERRADERO DE EL CIPRIÁN

En este enterradero todos tenemos epitafio
Una oscura canción que nos persigue desde el pasado hasta el presente
Como una guirnalda de pobres vegetales,
Estos muertos que me habitan a veces, que tanto cargo
Que corrijo en sus posturas, en sus gestos, en sus hábitos,
Que corren detrás de mí como el niño tras el llanto amargo del agua
Se van navegando junto a mi sangre
Como se va escapando el invierno en su fragata.

¿A dónde se fue quedando el ropaje de nuestros primeros abuelos
Y el disfraz de loca y pordiosera de mi abuela
Con su legajo estival después de pasar por los chamuscados
Telares del viento, si eso dicen que la locura entra por el aire
A su viento, donde todos hemos de ir con el primer himno o la campanada
Terrena de esta suerte, de ser huérfano en la luz,
En la territorialidad y en el polvo?

¿A dónde está ella y el cruel abuelo
Que fue dispersando sus hijos por la tierra
(Vitervo, Bredio, Janeth)
Como las cuentas prófugas de un collar
Que halamos con la rabia del tiempo, con esa sacudida
De los animales que vuelven del espasmo
Cuando la noche se posa sobre nosotros
Como un gigantesco amaranto o como un pulpo
Que se ha sacado partituras con el orgasmo pétreo de su tinta?

Oh, mis primeros muertos que el chubasco del invierno
Me trae en desordenadas imágenes
Donde se contemplan el bestiario de las musas
Si no he podido contemplar la levadura de sus huesos
¿Dónde está su tumba, abuela inmemorial de maíz y greda
Marcaria Espinoza la que se fue sin ataúd
Sólo con la mortaja de llanto de sus hijos ausentes
En su humildad y en su locura?

Nosotros abandonaremos estos cuerpos, habitaremos estas burbujas
Que el invierno escupe.
Habrá tumbas desde el cielo a la fragata,
Nos hospedaremos en tu casa y seremos todos tan reales y desconocidos.
Éste es tu enterradero de El Ciprián, donde todos tendremos epitafio.



OFRENDA DE CEBOLLA

Not a red rose or a satin heart.
I give you an onion.
It promises light
like the careful undressing of love.

Carol Ann Duffy, Valentine



No me des la rosa
No me des el páramo, las calles.
No me des el tintineo del árbol,
No me des el agua y su cofre de cristales.
No me des las espinas de lo bello,
Dame la cebolla
Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes
Donde su piel es blanca,
Nívea como un pecho de lobezno adolescente
Parda como el plumaje de una tierrerita
Desdoblada sobre la hoja inmóvil.
No me des del labio acuoso
Ni el bosque petrificado que llevas dentro
Como una copa de vino desmadrada
Los dones terrenales y celestiales
Que la creación te fue otorgando
Con las espigas demolidas,
Mejor el cráter nocturno
La cereza pálida
El venado derretido que alza los cuernos
En los festines de la cama
Olorosos como la canela llevada en el desierto
El sexo en el pico del ave
Que va goteando el semen táctil
O la enjundia del misticismo en la semilla.
Prefiero huir de tus reinos
Y dejar el servicio puesto,
Los utensilios, la comida fría
Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte
Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo
Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos
Que se abren despaciosos como un milagro
O un pacto de Dios en los corderos.
No me des nada,
Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra
Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar
La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.
Yo te dejo una rosa,
Te dejo los vientos, los mares, las residencias
Todo lo palpado, oído, gustado, visto y olfateado.
No me des los dones, no me des el cuerpo.
No me des las estaciones
Ni el abrigo ni el paraguas.
Arrebátame todos los vegetales del mundo
Pero no me dejes en orfandad
Sin la cebolla.



RECUERDO DE MATACHÍN

Matachín reverbera bajo las aguas
Con su voz ahorcada y su dialecto
Con su rostro de músico y sus dedos embadurnados por azogue;
Es una franja de tierra que no puedo olvidar. No la ignoro
Y la acaricio,
La huelo como el primer milagro
Que brotó tras el diluvio
Con sus hojas graduales.
Cierro mis puños y los abro tratando de bracear
Sobre este lago
La vendimia del dolor;
Las letras paganas que compusieron su bitácora de viaje;
Sus maletas llenas de suicidios, y de muertes.
De auroras y de pueblos perdidos

Matachín regresa a mis salomas
Como una constelación que se recoge,
Como una estrella calcada,
Como un grito hechizado a la intemperie.

Aún albergo las ansias de montarme en tren,
De seguir los caminos y los rieles,
Los campos donde se disemina la faena
Donde está Uh Mei con su loto,
Con su estanque de páginas muertas.

Me apresuro a llegar hasta la iglesia de La Línea
Donde la campana sigue tañendo
A pesar del peso salobre de las aguas, me apresuro
A dar cuerda a un gran reloj que sigue andando
Nadie sabe la razón, la hora ni el por qué;
En sus péndulos veo parpadear un mundo
Con su cola de tucán, con sus páramos ausentes.

En Matachín hay una estación. Móntate.
Algún día llegaremos a la eternidad
En lomo de tren. Aquí yacen los chinos dormidos
Con sus colores y canciones. El tren inició
Con los colores del suicidio. Ahora todo es el sabor
Del olvido con su locomotora
Y su hierro oxidado

Móntate.
Algún día llegaremos a la eternidad
En lomo de tren. 



MATACHÍN *

Siempre anduve de paso, mirando la vida que corre
en algún tren opuesto al mío. 
Eugenio Montejo


Despierto ahora que no quedan destellos en el pueblo
Cuando no quedan restos de manos
Acariciando el lomo de las puertas,
Alguna vela desterrada (si es que podemos descifrarla)
Alguna sombra colgando de un árbol (si es que el tiempo la ha dejado
Tejer una guirnalda, un légamo de trenza).
Escribo con el temblor de las palabras
Mientras el invierno
Teje una corona de sí mismo;
Mientras los pájaros dormitan
En otro silencio, en otro bosque, en otra selva,
Cuando todos desertamos de esa oscuridad
Que ya viene, que ya se fue  y que llama a nuestros rituales con voz ronca
Como una llama de sangre que incuba las parcelas
Cuando raspamos una piedra contra otra,
Buscando el albur de nuestro tedio.
Es una hora en que todos se han marchado
En que partimos hacia épocas añejas
Con zapatos nuevos y ojos advocados al misterio
Con  un dragón de escamas gualdas,
Con nuestras familias arrancadas de raíz,
Con el último intento del gallo de asir la tierra,
De alejarla de su cresta y rotar la muerte en su plumaje:
Cuando ya no me escucho, cuando ya no me oyen
Cuando en vano trato de  plantar los rieles y durmientes
Y sobrevive un cántaro roto a las cuentas de la lluvia y los dictámenes del día
Cuando nos embarcaron desde Cantón para alborear la esfera
Para vislumbrar alguna pagoda en el paisaje.
Dejamos atrás nuestra ciudad,
El aroma lirico que transcurre en nuestro tiempo,
Algunas brazadas hacia el loto abierto del estanque,
Hacia nuestros sueños, algo de nuestras vidas inconclusas, fragmentarias,
Algo de nuestros dioses
Que en esta parte de Panamá aún respiran, prevalecen,
Mientras me devora un sol
Para llenar mis pupilas con los colores asaetados por el trópico;
Cuando un tren enmudecía en el pecho
Y se rumoraba
Que entristecíamos por falta de opio, que el opio no habitaba nuestros huesos
Como las oscuras voces que se debatían por ser grullas en la montaña sagrada.
Pero aun así, vestimos con sedas preciosas
Y amamos a nuestros hijos y mujeres
Condensando una huella que viene de tan lejos
Que se esfuma, que retorna, que muere contigo;
Era como recordar la siembra
Y la evocación empapada de nuestro padre,
Disputando las espigas de arroz
Y el monzón que se adviene -como hálito tardío-
Mientras el corazón se nos repliega
Con ese ruido de locomotoras que pasan
Y cada una de nuestras vidas es un durmiente
Y cada una de nuestras muertes es un riel demenciado entre las piedras.
Algunos se amarran guijarros
Y deletrean el curso sanguíneo de los ríos,
Otros empiezan a tallar lanzas de palo y luego hunden
Esa inocencia de árboles al cuello,
Algunos pagan por decapitaciones
O se sientan amordazados en el borde lastimero de la playa
Para que el mar los resida con sus pies de tentáculos
Y sus lágrimas de  espuma
O toman sus trenzas
Y se anudan a las ramas y estallan sobre la tierra como frutos
Y cuelgan con sus grandes pantalones al viento
Como aguardando al eco,
Al aluvión que atesora lo parsimonioso de sus pasos,
A sus tés medicinales que desborda la tormenta.
Yo no puedo recordar el llanto de esa gente
Y la desolación que corre por sus ojos.
El istmo cuelga de un moño chino
Cuando no quedan restos de manos
Acariciando el lomo de las puertas;
Mientras recorro las historias de Matachin página por página;
Ahora que parto en tren
Y que ya no quedan destellos
De ahorcamientos
En el pueblo.
Pueblo donde se dio una gran ola de suicidios por parte de asiáticos durante la construcción del ferrocarril transcontinental y transistmico por el istmo de Panamá.



MEDITACIONES EN UN BOSQUE DE ESCOCIA

             Seguiste las instrucciones para leer a los árboles
             Ernesto Carrión

Abro estas rocas para estar despierto
Para imaginar que he colocado sobre este suelo cada uno de sus árboles.
Hay dioses blancos y hay dioses más oscuros
Algo que el chubasco me ha permitido ver
Algo que no sucede y que sin embargo ocurre en mi conciencia

Suelo derramarme sobre este campo como el pequeño arroyo
Que en vez de morir se va a alimentar la charca afiligranada de los patos,
Me subo a los troncos y las ramas levemente se resquebrajan
Abro la fábula del cuervo y Edgar Allan Poe va sucediendo
Sobre los bucles de Minerva.
Hay un esturión castrado
Y un ánfora de sol que destella copos de nieve;
Ese mundo irregular donde se abre el poema
Y la sombra se hace corpus,
Vino de la realidad para el deleite de otras desapariciones
Un muchacho juega desde su puerto y empieza desde siempre
A escupir las tempestades, otra chica más arriba
Es la que esparce el viento por la tierra
Ambos combinan el aguaviento que azota estos lugares.

En este verano que parece invierno solía jugar con mi caballo
Ornamentar mi silla de montar con los cascabeles de mi patria
Perder el equilibrio en los telares acuosos de la nieve
El vino que se derrama y va aletargando las alquerías
Las sastrerías del agua que susurran sus verdades a los troncos
A los hábitos de los ascetas y de quienes viven en el monte
Vegetando entre las oscuras estepas que huelen a pino recién cortado
Imaginándome que puedo permanecer como un hilo de estrella
Donde va colgando el pergamino de la araña
Esa sacudida de los peces y de los mares que se van abriendo
Hacia la conquista de ese otro mundo, donde no hay palabras
Y poseemos malos hábitos, eso de amar con un lirio resplandeciente
Con un guijarro empalmado que se abre hasta dominar el cristal de la semilla
Asistir a los oficios nocturnales y seguir al Buen Pastor en su domingo
Por la siesta de los cereales y el pan
En cada paso del corcel que se retira
Entre calles asfaltadas por las corolas de las flores.
Termino por creer que hay una estatua rota
O un arenque saliendo de la endurecida lengua.
Hay fitoplánctones y pirañas en nuestro estómago
Lunas quebradizas que cuelgan de las orejas
Y una luz color de ámbar que destilan los cestos olvidados de manzanas.



LOS PATOS

Estos son los patos cuyos lenguajes desconozco,
Cuyas normas de comunidad
He venido observando, desde este vegetal arribo
Una sola hembra los domina con su pico amaestrado
Por el limo del fondo,
Todos llevan rastros de agua
Entre sus alas
y danzan sobre imaginarios
Retratos de hielo,
Los dos pichones acompañan a la madre, aunque a veces
Se quedan solos, mientras ella se confunde con la palabra
Del follaje.   Algunos se suben a buscar el pan
Cuando me dispongo a comer sobre la mesa
Ellos me traen el aroma del aguaviento y sus prodigios
Son dulces como espectros soleados y hermosos,
Como pupilas de doncel;  en grandes vaharadas
Alguna bañista yace figurada
Entre ellos, sobre estos perdidos árbole
Que retratan otro idioma o alguna postal del sur
De América
Aquí están danzando con su juego temerario
Buscando la comida bajo el agua     sumergiéndose
Y columpiando el aire con el movimiento de sus patas
Tratan de encarnarlos la Pavlova, la Fonteyn
La Alicia Alonso, con gasas y plumajes
También los iguala Nureyev,  el inmortal
Llevando a cuestas el circunloquio del terrestre ruso,
Estos son los patos
Que he venido observando.
Esta es su danza mortal
Que ejecutan sobre el lago.



EL FOTOÁLBUM

Me pongo a mirar las fotos al fondo
Donde se erige el álbum de la nada
Mujeres antiguas con vestimentas
Que hoy se apolillan en baúles de caoba,
Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen
A una boda que siempre asisten.
Los abuelos que se fueron de uno en uno
Hasta desperdigar sus genes y la sangre de sus hijos.
Leonardo con su ropa caqui deambulando
Con su caballo colorado
Por un potrero de maderamen y ceniza,
Lucila con su pollera o pedaleando la máquina de coser
Motivando la aguja que ha de coser los trajes
Inolvidables del invierno,
Marcaria la loca que busca el refugio materno
De las aguas,
Celestino con su sombrero ensimismado
Y el rostro de la vejez tan denso
Como arboladuras animales,
Ahora Reyes que se ha ido
Dejando una blanca cola de estrellas
Y un perfume perpetuo.
La tierra se los tragó como el trabajo
Como el agua de la lluvia, el pan y el sacrificio
Hoy ojeo estas fotos y me persigue
El canto de un gallo fantasma.
Todos los recuerdos están como un guijarro
En la palma de la mano,
Como una oración de un desconocido detrás del muro.
Todas las abuelas me dan sus bendiciones.
Hay algo que busco y se ensombrece.
Es mi foto de muerto, que tarde o temprano, se ha de iluminar.



PANAMÁ, YA SEA EN EL PACÍFICO O EN EL ATLÁNTICO

Panamá en esta calle y en este tiempo que nos falta,
Antes de mis días y mis noches
(Y del poema) fluctuando entre los lirios como el agua,
Con sus gruesas murallas y sus edificios
Que le dan color de tacto a los espejos,
A las criaturas del mar que se advienen a mi fondo,
A mi lámpara de niño y a mi mano afiebrada de poeta.
Nunca antes por siglos volví a ver el mismo día
En que abrí los ojos tanteando la tierra
Y el polvo del lugar donde ocurrió mi nacimiento,
Donde me convertía en talingo y en estatua
Con peces de aire entrando por el mármol.
Panamá fue una musa entrando
-vena a vena-
Un arcoíris en la boca,
El tamaño de una brújula en el eros y en la gnosis.
Una ciudad en mi piel, como algo corpóreo
Como la música en una temporada de lluvia
O como un tamborito en una oleada de calor.
Siempre llego a ella aunque por otros caminos vaya
Dejando fuego, dejando amor, coloquios,
Algo de poesía.   Mi talón siempre regresa al milagro
De su musgo, a sus piedras temerarias,
A su selva donde nunca he ido, donde nunca vuelvo,
Donde respiro la verdad del mundo
Ensalinada al borde de sus playas.
¿A dónde dejar el muro, el trapecio
Y las marcas de la reniñez como una mariposa en el sombrero,
El desnudo campo
Por donde persigo duendes y espejismos de luciérnaga,
Imágenes de Dios o de un caballo que atesora
Las caminatas imaginadas por el tucán en la tormenta?
Panamá
En el Pacifico, en el Atlántico,
¿En dónde está?, ¿en dónde estuvo?,
¿En dónde me encuentra el mar con su Canal
Y su memorial dolido?    Panamá la que siempre
Encuentro aunque por otros caminos vaya
Donde silbo a las criaturas que se advienen a mi fondo,
Con mi lámpara de niño y  mi mano afiebrada de poeta.



Ajustando el pago en la pensión de Góngora

Ya se habrán inflamado en la pensión
Las antorchas del lenguaje,
Los papeles se apilarían como carbones encendidos
Donde las acusaciones
Delimitarían los fuegos y la imagen, el vapor que dejan las despedidas,
Los sarmientos que evaden la zancada eterna de la tregua,
La lluvia que se dispersa
Entre las espigas y la torre, como si llorásemos derrotados
Bajo las ingles del muro, cuando se vaporiza un espejo
Y la ancianidad consuma en harapos
La mano de otra ausencia,
Los brocados que se suceden
Al arpa
Ante la evocación y las semillas.
El barroco
Nos sucederá temblando.

Las Soledades serían como un discurso del gavilán en el invierno,
Una espada que entre en el Duero
O una alucinación de Dios
En la botija.

Se iría temprano a acostar
Con la pobreza desnudada hasta los codos,
Con esos letreros de muerte
Que bailan sobre el aire

La pensión de Góngora será como la madera
Recién cortada,
Allí no entrarán las cenizas
Que aunque grandes no tendrán sentido
De ese           el otro Quevedo
Que ante la muerte levantará su copa
Para compartir el puesto ante la mesa.
Y así atendiendo a la fuerza innovadora

Del amor y la costumbre, de esos panes
Que se adhieren al frescor y a la garganta.
Honradamente pertenecemos al silencio.



BOCA LA CAJA

Ya habrán desaparecido las casas
Y los restos del colmenar en el invierno.
Ya nadie azotará las redes desde la parquedad
De las barcazas. Todos se fueron yendo
Cuando quedó cercada la infancia
Por los temibles edificios. Ya nada es más distante
Que el tiempo y su sombra, que el veredicto final
De las casuchas que desaparecen como el último
Recuerdo que dejó Dios en la memoria, quizás no fuimos
Tan mortales y perecieron nuestras huellas.

¿Adónde va Boca la Caja con sus centellas
Y sus muertes?
¿Adónde sus fogatas y la pesca que se va desvaneciendo
Como una temible batahola?
Ya no se escucharán más las risas y los llantos,
El arroz con coco y los pescados se nublarán 
Con un bocado de hambre y mansedumbre. 
Sólo miro el avance del concreto y una luz
Se apaga en el poblacho.
Mi infancia quedará arrebatada por los altos edificios.
La Virgen del Carmen se quedará en la tierra.
Sólo quedaremos en vídeos y postales.
Algún cronista nos llamará: un pueblo perdido,
El invierno lloverá dentro de nosotros
Y ya nadie azotará las redes
Desde la parquedad de las barcazas.



EL CARIBE SUELE SER UN ROSTRO

Hay un algo tan cercano que no deja definir su rostro
Quizás el de la ciencia 
O el velero que se apaga
Esos que atisban la sal de los dominios y los recuerdos respirados de medianoche, 
Lo que se incrusta en la pared
Como un testigo lapidario o un fusilamiento en las rosas del muro
Lo que fustiga a la quietud y a la inverosimilitud de la gravedad con la manzana
El epitafio rojo de los acertijos y de las lagunas mentales
Que no pedía tener
Cuando era un aprendiz
Y detrás de los abedules solía mantener pláticas
Con mi primer maestro
Donde él –todos los lunes capacitaba la luna de su tedio–
Le daba asco el café y solía caminar solo por la nieve de los parques;
Dicen que en Hyde Park protestan contra el miedo
Contra la luz inhumana y la inflación 
Y hay alguien que afirma
Haber protestado contra la multiplicación de los clones
Cuando escuchábamos la sonata y a Eliot desperdigar maldiciones
Contra su cruel Abril
(A T.S. Elliot solían darle unas gripes muy fuertes
Durante esa época del año)
Contra eso que tiene la voluntad de ser
Una guillotina en medio de la palabra o de los astros
Las cartas antiguas que los amores evaporaron 
En las hogueras de ópalo y las fuentes de odio incontenible

El caminar por estas avenidas es agitarse con el aire londinense
Esperar una palabra quieta o una humedad extraña bajo la axila
Cuando el viento barría las hojas fulgurantes del otoño
Que anunciaba su testamentaria muerte, su boina derribada
Por los ciclos del hambre, los vagabundos solían cantar
Esa extraña canción de sir Elton John cuando estaban borrachos
Y osaban tirarse al Támesis después de hacer su trato con la vida

Yo exigía una mirada o algo que se pareciese a la resurrección
A una explicación votiva que me hacía huir de la madre y del cadalso
Me alejaba por los bares como portando un as para redimir al futuro
Las barajas temblaban afiebradas sobre la mesa del póker
Los juegos peligrosos anuncian una entrada con sigilo.
Es un puente imaginario que estatifica los augures de la fiesta
La canción prenatal que se descosía ante el ritmo de los paraguas y los truenos.
Yo empujaba con mi soplo la carrera acelerada
De las ratas blancas que hacían girar la rueda
De nuestra conciencia colectiva;
Ese desesperado pataleo por alcanzar la libertad
Y la amplitud deiforme de la imagen
(Evita la transición y el paroxismo)

Siempre he tenido miedo a las grandes ciudades
A que me devoren con sus alféizares temibles
O con las puertas enormes de sus grandiosidades pedestres
Esos dioses de hormigón que rascan la columna vertebral del aire
Aún las edificaciones albergan la división de las lenguas.
Temo a seres extraños y a mis terribles conocidos
Algo como deshojar 
la agarofobia

(Digo sucede en blanco, por la explosión que me aniquila)
Algo tiembla debajo de mi bufanda como una serpiente tiritando por el frío,
Le hacen falta las hiedras y las ofrendas germinadas 
Por la lengua de la leche;
El hipocampo que la trajo desde el mar
Donde batallaron lugareños y guerreros invasores;
El mar suele devorar a las ciudades
Aún en presencia del sismo o de la tierra.

Esto cavilaba desde las ventanas de mi hotel a oscuras
En South Kensington, con la palangana de la brisa
Y los recolectores de la siembra
Atisbando desde lo gris al sol de mi país,
Esa yema milagrosa de los trópicos.
Yo solía recorrer los parajes sin esperar la extremaunción
De los poderes,
Eso que puede ser una ilusión o una utopía
Por alcanzar la radioactividad de lo real y la certeza
Una llama que nos espera en la guarida del relámpago
Un invierno legendario en cada mano
Algo que nos puede imposibilitar llegar hasta las canoas
Del otro lado del Atlántico.

El Caribe es esa noción de ser
Ese tambor primigenio atornillado a la cadera

Nos reuníamos en esas noches 
Con la arena y el sopor de las ensenadas 
Yemayá y Ochún tiritando desde las infinidades
–Saladas y dulces
De agua y tierra del Caribe–
Elegguá abriéndome las puertas de su cielo promisorio
(La pluma del escritor que tantea la historia 
De esa mestizada humanidad)

Es entonces esa caribeña razón de ser
La que me convida a sentarme
Y a observar mi rostro disuelto en otros rostros
Las frutas gritando por la violación de los molinos
La llama de nácar y la yegua que se posesiona del enjambre
Esas abejas visperadas para el equinoccio
La memoria de la concha y el arquero de las cañas
Penetrando en el hormigueo del corazón con su machete



INSTRUCCIONES PARA DUENDES
O CARNADA PARA ATRAER A NIÑOS RUBIOS

Viajas con el frío de los aromos.
Nadie puede detenerte en la estación de las mieles.
Del cielo cae Dios con sus pecíolos y las nueces renuncian
copular con los nogales. Hay un frío intermitente
como diosas sin patria o sin cántaro.
Mi padre ha quebrado en dos la espada de la lluvia
y algunos caballos rumian la puesta del sol en la cordillera del fuego.
Nadie dirá que fueron liberados los sueños tibios,
las barcas soñolientas donde se amortiguaron los golpes
y lar jarcias encadenadas en nuestros ojos como liebres;
los ñeques enmudecidos por los astros querrán contar
una victoria, un bosque de ancianos y una cesta con acertijos;
porque somos fantasmas que poblaron el corral,
gallinas, pavos,
chivos o cabras que han amansado
el aliento de las estepas, porque al igual que la nomenclatura de las amapolas
somos polen viajante, rostros desordenados que han caído al fondo
en una paletada de tierra, con esas metáforas inusuales del polvo
correteando niños en la ventana del campo.

Las abuelas fabrican la chicha de maíz y allá crujen las cañas
que van rumbo a las estrellas ahogadas en el trapiche.
Hay monedas de oro agoreras que palpitan debajo de algún mango
y estos poemas se lo llevan los duendes para atraer a niños rubios.





CARTA A UNA JOVEN JARDINERA

El amor es jardinero y mi vida es una flor.
Copla popular

Ven con augurios, motetes o estrellas
como epigramas repetidos que se debaten 
en la sal. El amor es jardinero y mi vida es una flor.
Entre hiedra y viento
y entre mar y mar como la inquieta espuma.
Yace de ti como si fuera un nombre,
un ahorcado que se ve cada noche
en el espejo anfibio de los niños.
Todas mutantes en los solsticios
de las madreselvas y de las aldeanas
que llevan el sol bajo los brazos
en las totumas del aire
que el tamarindo agrupa
para el matrimonio campesino.
En esta víspera despertamos
tú desnuda como remos vacilantes.
Son las nubes saladas o los rizos del viento.
Esta vez el Tijera perfuma tus ojos
de antigua jardinera
sin soldados
sin abismos
sin rosas afiebradas que indaguen la tregua.





EL CEREZO DE LA NOCHE

Cuando alguien despierte bajo el cerezo de la noche
renunciaremos entonces a todas las palabras
porque habrán infiernos sin estaciones
y ruidos de sapos declamando bajo el agua.

En ese mes no lloverá
pues los ángeles han partido cargados de rocío
rumbo al estercolero
a buscar los maizales y el arco soñoliento de los terneros rotos,
la sal apostólica de los animales que amamos
sin el viento renunciado
que todos pedían callar.

Y entraremos desnudos casa por casa
a buscar el abrigo del agua
o el pájaro gravitante del café
pues los cuervos de cristal
han roído la imagen absolutoria de las cosas.

Y se borrarán los campos y ciudades
con la rueda nocturnal de los caminos.
Mi madre me leerá un cuento de hadas
y la sirvienta apagará la vela
como a un fruto verde al cual le robarán la castidad.

Y no será nadie quien te llamaba
una primera o última vez desvanecida;
las muchachas perseguirán la cola tiritada de los gansos.
Entonces anochecerá
y no despertaré luego
con algún cuerpo que creí haber amado.




FOTOGRAFÌA CON SOL DE FONDO

Ahora que vuelvan tu madre y tu hermana
de asolearse bajo la hierba
veremos los recuerdos de las cosas últimas;
las albahacas apareadas y ordenadas en esa maestranza
de los niños que huyen del sol,
la iglesia con su pórtico mudo
como acechando a los angelillos o demonios
que se acurrucan como aves de rocío
entre las raíces de los ciruelos.

Y navegaremos la noche como un conjuro
como una valva de miedo que se hunde
en aquel charco pateado por nuestros zapatos,
con la lluvia que se anuncia
sin pedir majestad a los reinos rescatados,
a las fábulas terrestres en los ojillos de los conejos,
a los predicadores de puerta en puerta
que nos dejan una salvación incuestionable
y portamos bajo el brazo una chácara cargada con guijarros
y la liebre que acechamos silba en el monte
buscando esa madriguera ecuestre de las frutas,
el huerto olvidado que se pierde
en las manos de ese labrador que dulcificas y sueñas
con metamorfosis de gotas o lenguaje
o ranas desveladas en las alcantarillas
por donde se escurren los racimos de nuestras pieles
o el hábito de papel de los poemas
o el fantasma de algún patriarca
que cuida los rebaños y las puertas.




UNA ABUELA Y UN NIETO
RETORNAN DE LA NIEBLA

Se ha ido la luz
y cortan las tinieblas del lenguaje,
el parque solo es asediado
por amantes terrestres
y pájaros de petrificada espuma;
forasteros como reses
deambulan en el corral de los comensales.
La abuela espera en la casa
con los panes abiertos y la leche
de la acostumbrada vaca.
Aquel niño va con su linterna
a recorrer las huellas de su yo
el primo enfermo solo deduce
la luna de su maldad
y aquel niño sigue caminando
por siglos y siglos de velas apagadas.
Pero aún así la abuela espera
y abuela y nieto
son rimas pastorales que retornan de la niebla.






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