miércoles, 8 de febrero de 2012

5809.- JOSUÉ VEGA LÓPEZ

Josué Vega López (México, DF, 1976) tiene publicada la plaquette Hotel de Paso (Tintanueva, 1999) y el libro de poesía Cuerpo en Añicos (Tierra Adentro, 2000). Ha sido antologado en Poetas de Tierra Adentro; Un orbe más ancho, 40 poetas jóvenes (Punto de partida, UNAM), El anuario de poesía 2005 (Fondo de Cultura Económica) y Dime algo para romper este silencio -celebración por Raymond Carver- (Lectorum), entre otras. Ha sido secretario técnico de Ad Hoc, Ingeniería Cultural, despacho del escritor Guillermo Samperio; co editor de la sección cultural del periódico El Universal; subdirector editorial de las revistas Ganar Salud y ARegional.com; y actualmente es director editorial de Oz Magazine. Tiene inéditos los libros de poesía Balbuceo, Kamikaze y Traiciones.






de Cuerpo en añicos (Tierra Adentro, 2000)




algunas coordenadas
sudor
neurosis crónica
flores intravenosas
el asombro y la boca llenos de saliva
los ojos como sparrings
recibiendo un puño
a dentelladas
historias de aire
espuma por los oídos
los grandes imbéciles de siempre
santos
demonios
la fe ciega del gusano depositada bajo tierra
paletadas de muerte sobre los cuerpos
paletadas de interrogaciones sobre la página
gorros de dormir
nenas inflables


algunas coordenadas para llegar hasta aquí












valeria


día de fiesta
en que las risas van apagadas


la música se congestiona
en las aburridas
piernas bailadoras
( algunos mueven el bote indiscriminadamente )
y es el aire
una invitación
al fracaso


las luces iluminan la pista
en la que una manada
de leones hambrientos
olfatean el culo de las hembras
y fuman un cigarro


muestran sus dientes
en una lúcida ocurrencia
mientras desanudan
sus corbatas


( los ojos ávidos
o los menos experimentados
buscan torpemente más allá de la bragueta )


en las sillas estamos los perdedores
los mirones empedernidos
siguiendo el vaivén de las grupas
la ronca celebración del instinto


y el corazón abrumado


ahí en medio
valeria
la bomba prodigiosa
la loca del enramado
frugal promesa del deseo
poniendo el nombre a la noche
una gota derramando sus muslos


y yo tan miedoso
tan estúpidamente tieso
para decirle de qué está hecha
para enseñarle sus olores
y trepar su mirada encendida


valeria la insondable
la madeja
de colores encrespados
la profunda hija de la macana
moviendo la noche
llevándosela a la cama
con todo y los leones
del día de fiesta
y los perdedores
–y yo con ellos–
a derrumbar el silencio
a avasallar el clítoris
en una penetración multitudinaria










de Balbuceo (inédito)


luciérnagas


puntos suspensivos
en el largo aliento
de la noche








alcantarilla


leyendas urbanas hablan de un caimán en los drenajes de nueva york
la gran manzana y sus gusanos de sangre fría
la carne pudriéndose por dentro
en la piel una lágrima de cocodrilo


postal en que la luz gime gran lagartija enlatada








telegrama


in memoriam josé carlos becerra


escucha punto también yo he muerto un poco punto el sol tiene una sombra menos punto un brindis por Brindisi punto por la carretera que, espero, sienta algún remordimiento punto italia también asesina poetas punto me recuerdo de unas líneas de valerio magrelli que sabe muy bien lo que pasó contigo dos puntos


Mientras regreso en el coche
se aleja de mí que lo sigo
mirando al meter reversa.
Miramos en la misma dirección,
él de frente,
yo succionado hacia atrás.
¿Pero quién va hacia delante,
tú que vas sin verme, o yo
que me retiro sin dejar de mirarte?
Oh, muerte que no mueres, mi vida
es mi licencia y mi electrólisis.


fin de la cita punto uno se orilla para a orinar al borde de la carretera punto la poesía desorbitó tus ojos punto ¿ya ves? punto siempre lo he dicho punto es una necedad escribir mientras se maneja punto










degüello


empañados los ojos hechos
para dejar de ver
Ricardo Reis


tender una línea
o una llamarada de línea
aguijón enjambre o pezuña de líneas


abrir la definición y el tacto de la línea


que su distancia más corta entre dos puntos
cubra una pierna que se adelanta a la otra


línea fluir y resaca de línea
trayecto arteria del día


dejar caer la línea sobre los muebles como una sábana
línea polvo línea jaguar en el brazo del sillón
línea rictus
recta línea en la pesadilla
donde una escalera se despliega


lanzar la línea de la tarde al otro lado de la línea
en un puño la greña de la noche erizada por la nuca
el miedo vuelto la espalda del miedo


cerrar los ojos
para ver el cuello de la luz
degollado por la línea










sueño


Eres negro. Tu pelo rechina en la fricción de la carrera; luciérnagas rojizas te resbalan como sudor. Tu respiración se mueve, transita de un músculo a la crin, de la grupa al cráneo y así sucesivamente.


Hoy puedo sentir el pavor, escándalo de la espina dorsal, el vidrio estrellado del
[sobresalto.
Tu enfermedad es progresiva, se espesa con las horas, te hierve en la prisa.
¿A qué recintos te niegas a entrar?
¿Qué pastos prefieres fermentar con tu paso de agua?
¿De qué puertas te escondes?
¿Por qué escogiste ser pesadilla recurrente, tambor en la sien?
¿Por qué la noche, el dardo acechante en la selva espesa?
¿Nunca te has quebrado el sueño para lamer la inmovilidad de tu jinete?


Hoy puedo ver la cicatriz que la luna le ha abierto a la noche.


Luz para tu cuello en tensión. Así sangras también un aceite vibrante como
[nervio.


Zarpas en el sueño:
Velocidad opaca, ultrasonido, electrocardiograma de la velocidad.
Derrumbe de ojos


Sólo una rendija pide tu velocidad.


¿Acaso no amas tu velocidad?
¿Acaso no sabes mirar las nubes?


Sólo esta rendija pide tu velocidad.












de kamikaze (inédito)


kamikaze


como una gran hoja de afeitar
la luna
nos degüella la noche










hara kiri I


Basho el samurai entra a escena. Está agazapado afuera de la biblioteca pública municipal. La noche se corta los dedos en el sable con que el guerrero viola la cerradura (la luz hace un guiño). Entra. Los libros forman una espesa nata en la oscuridad. Con pasos ágiles, Basho se dirige al estante de la literatura universal. Saca el arma de la funda y comienza a partir los libros por la mitad.


De sus labios se descuelgan otros filos diminutos: “¡demasiadas palabras, demasiadas palabras!”.
En el colmo de la fiebre recita haikús de extremidades entrecortadas.
¿Para qué sirve la maleza en un paisaje árido, seco?
El arte breve. Lo absolutamente indispensable. No más. Nunca el juego del rodeo, el tropiezo.
El corazón es una síntesis, no los brazos, la nuca, el muslo apretado; la angustia del todo y sus partes.
La misión suicida se detiene: no ha quedado ningún libro.


En las letras dislocadas se lee, sin embargo, otra literatura.
He aquí que en el terrorismo poético está la clave, el siguiente paso evolutivo. Las prácticas caníbales, homicidas, piratas, ladronas, son las preguntas que machacaba Basho antes del Hara Kiri que cierra el episodio:


Filo de sable:
La angustia, en mi poesía,
hondo se encaja.










(hara kiri II)


Postal japonesa:


El tren bala apunta directamente a la cabeza.
Clava sus pezuñas en el metal que le ha oxidado la entraña al asfalto.
Repara. Bufa. Llegado el momento, lanza cuerpo y furia
al blanco móvil que lo espera a la siguiente estación.
Por la ventana de un edificio, un niño cierra la libreta y contempla
a la bestia embestir el aire espeso del Japón.
Imagina sus brazos conteniendo del pescuezo aquella potencia desquiciada.


Sudar su agitación insomne junto a ese motor,
Partirle la yugular en un tajo samurái.


Pero el gusano montado en su vía es demasiado veloz
y el pequeño de ojos rasgados
sólo tiene tiempo de sentir el impacto a medio cráneo.


Un tren a los once años es siempre demasiado.


Vietnam, 23 horas





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