martes, 21 de febrero de 2012

5947.- TERE IRASTORTZA


Tere IRASTORTZA

(ZALDIVIA (Guipúzcoa, PAÍS VASCO), 1961)
Es licenciada en Filología Vasca e Hispánicas. Durante varios años trabajó en la UNED de Bergara, y en la actualidad es directora de la Ikastola de Beasain. Así mismo, ha presidido la Asociación de Escritores Vascos entre los años 2002 y 2006. Ha participado en la creación de varias revistas literarias como Susa, Kandela, Goierritarra y Kalegats, además de escribir artículos, cuentos y poemas tanto para las citadas publicaciones como para Maiatz, Ttu-Ttua, Administrazioa Euskaraz, Egan, Karmel, Hegats y Mugalari. Por otra parte, es colaboradora habitual de la revista Argia.

Para el crítico Jon Kortazar la poesía de Tere Irastortza está «cercana al intimismo». «Pero la autora le otorga a la palabra intimismo un significado más amplio; es decir, en opinión de la escritora abarca todo aquello que está cercano a la persona, no sólo su propia intimidad. Irastortza dice que su poética es un viaje hacia la idealización, y a pesar de saber que escribir poesía no es suficiente para cambiar el mundo, aunque sus primeros trabajos tenían como objetivo encontrar puntos de unión para con la realidad cotidiana, poco a poco ha ido decantándose por una poesía minimalista que surge de su propio ser. Pese a que los temas de sus poemas son las grandes verdades constantes en la poesía -el amor, la vida y la muerte-, es la propia autora quien opina sobre ellos. En algunos casos se aprecia cierta tendencia hacia el existencialismo, pues la elección conlleva descartar el resto de opciones, y las oportunidades perdidas generan la sensación de abismo. Itxaro Borda dice que esa es la gran preocupación de Tere Irastortza, el mostrar especial atención hacia la falta de seguridad. Según Tere Irastortza, toda poesía es un tipo de elegía, y quizás sea eso lo que explique el tono de resignación constante en sus poemas» (in Kortazar, Jon. Euskal literatura XX. mendean, Prames, Zaragoza, 2003).

Bajo el título de Gabeziak (Ausencias; Haranburu Altuna editor, 1980) la autora guipuzcoana publica en 1980 su primer poemario, al que siguen Hostoak. Gaia eta gau aldaketak (Hojas. Materia y cambios nocturnos; Caja de Ahorros de Bilbao, 1983) y Derrotaren fabulak (Fábulas de la derrota; Pamiela, 1986). Ese último, «como su propio título bien indica, es una clara muestra de la derrota, donde se nos muestran seres perdidos y olvidados, destruídos por el tiempo y la vida, esos tipos de personajes que reflejan el vacío del ser» (in Camino, Iñaki. "Derrotaren fabulak", Argia, 13-07-1986).

Derrotaren fabulak comparte año de publicación con el cuarto poemario de Irastortza, Osinberdeko khantoreak (Pamiela, 1986), y ocho años después ve la luz su quinta obra: Manual devotio gabecoa (Manual sin devoción; Pamiela, 1994). En opinión de la poeta Amaia Iturbide, Manual devotio gabecoa «muestra similitudes con el camino errante, con una geografía extenuada, vacía y de polvo, temerosa de la muerte y llena de soledad. De noche, aparece cubierta de sonidos de idiomas marginados, de silencios provocados, de espacios y dolores. Refractada en rayos de luz, replegada en sombras y envainada en ecos que no van más allá. Contrapuesta a los períodos de tiempo y a los cambios, deteriorada en papeles destruidos. Manuel devotio gabecoa muestra el tono de ausencia y de derrota de sus anteriores trabajos, y al igual que en aquellos la poeta trata de arreglar su habitación íntima sintiendo y buscando la necesidad del otro.
»La realidad se antepone al sueño, tal como el diario está sobre la mesa. Pues toda la poética de T. Irastortza parte de la realidad repleta de estacas y vallas. Y el idioma se adapta a esta visión; bebe de la tradición para ser aplicado luego de manera funcional» (in Iturbide, Amaia. "Ahots baten bidean", Euskaldunon Egunkaria, 09-04-1995).

A partir de los citados poemarios la autora realiza la antología Gabeziaren khantoreak (Cantares de la ausencia; Pamiela, 1995), tras lo cual Irastortza emprende un nuevo trabajo: Izan gabe direnak. Haurdunaldi beteko khantoreak (Sin nombre, son. Cantares de un embarazo; Pamiela, 2001). Para el crítico literario Iñaki Aldekoa, el poemario es «una nueva, necesaria y personalísima exigencia para la poesía que aspira a escribir: la experiencia de crear vida en sus entrañas. A raíz de esta vivencia fundamental que la reconcilia con los ritmos y el ciclo de la naturaleza humana en su manifestación más íntima y vital, Irastortza vive un antes y un después; todo será distinto a partir de esa vivencia iniciática. Los poemas del libro se acoplan como sucesivos eslabones a la cadencia natural de la vida, la poesía es su metáfora: "inminencia creativa", "creación" y "posesión" (previa, durante y posterior a la gestación). Como en el caso de Rilke, tampoco para nuestra poeta basta con el conocimiento y la memoria; es necesario, además, entregarse a esa plenitud ensimismada del abandono para acumular así todo el misterio de la existencia. Algo de esto nos sugiere el poema que arranca con los siguientes versos: "Era la memoria atributo de los Dioses, / y el olvido, nuestra defensa".
»Para ello, es decir, para conquistar todo el sabor de la vida, debemos abandonar las abstractas y huecas palabras que nos alejan del silencio del cuerpo, así como las arrogancias de la razón que nos distraen del lenguaje concreto -"yo (soy), tú (eres), hoy, ayer, aquí"- y reparar en el testimonio de los sentidos; un lenguaje, por lo demás, que la razón triunfante de los hombres no entiende. Ésta es una inquietud que atraviesa todo el libro: hay una oposición insalvable entre la soberbia y el orgullo de las voces de los dioses y los hombres y el ensimismamiento de la creación que busca en la mujer el calor del silencio» (in Aldekoa, Iñaki. Historia de la literatura vasca, Erein, San Sebastián, 2004).

Koldo Izagirre señala que «esta poeta cuenta con una gran obra, de estilo variado, aunque el impulso más elevado siempre lo toma del exterior: si el poema lo crea a partir de la palabra, es la experiencia quien crea la idea. Aunque se muestra empeñada con la precisión, siempre ha sabido, incluso en su etapa más minimalista, escribir «zamarik gutxien duen erara, / indarrik haundien duen / sendimenduaz (de la manera que menos peso conlleva, / con el sentimiento / que más fuerza muestra»; es decir, sin necesidad de hacer de su feminidad bandera ha sabido, sin embargo, atizarnos con ella. Su última obra también nos ha llegado bella en el dolor, cauta para con la alegría desmedida, creada desde lo que se goza y se padece, resultado maduro de múltiples perfecciones, reflexión fascinante que aúna la maternidad y el espacio. El embarazo lleva al nacimiento, es decir, a la creación, a la creación literaria, otro significado del parto, y por lo tanto ocupamos un espacio. La poesía pasa a ser la toma de un espacio así como el espacio de una búsqueda, con la plenitud que pronto pasará a ser ausencia... La poesía de Tere Irastortza es un vuelo que parte de la carne, poesía que muestra a la vez un lenguaje cuidado y conmovedor a la vez» (in Izagirre, Koldo. Tere Irastortza, XX. mendeko Poesia Kaierak, Susa, 2001).

Su último poemario publicado hasta la fecha, Glosak. Esana zetorrenaz (Glosas. Sobre lo que estaba dicho; Pamiela, 2003), Irastortza recibió el Premio de la Crítica de España en 2004 y fue finalista del Premio Nacional de Poesía. Sobre dicha obra el crítico Javier Rojo ha escrito lo siguiente: «La poesía es una explicación que se plantea a modo de entender el mundo; pero la propia poesía necesita de explicaciones (es decir, de glosas) si quiere ser comprendida. La poesía, por lo tanto, se nos presenta como un quehacer tan inevitable como superfluo, y en este libro la escritora trata de ahondar en esa paradoja. Por ejemplo, en los primeros poemas mediante el empleo de lo que podría denominarse como un diccionario científico, pues también la cincia trata de explicar el mundo, pero sin llegar a lo fundamental. El mundo en lugar de enterderlo hay que sentirlo, ya que el sujeto no puede establecerse fuera del mismo. Pero por consecuencia, se crea una relación turbulenta inevitable entre el sujeto y su entorno. Por otra parte, a la hora de hacer los poemas la escritora ha empleado la técnica del collage. En los poemas se acumulan lo que parecen ser fragmentos, notas y citas. Y para terminar, no se puede dejar de citar los juegos de palabras basados en los símiles fonéticos tan característicos de la poética de Tere Irastortza» (in Rojo, Javier. "Azalpenen azalpenak", El Correo, 30-07-2003).

Por otra parte, Irastortza ha traducido al euskera poemarios de Marià Manent, Edmond Jabès y Marina Tsvietaieva.











Dime
qué piensas
de mí,
poema escrito
con un Bic barato:
qué sientes
cuando no puedo apagar
mi aliento frío
y mi sangre caliente;
qué,
cuando te arrojo
hecho una pelota
a esa funcional papelera de la esquina izquierda;
qué,
cuando llego gritando
y ahogo mis penas
en tus tristes cuadrículas.


Estaba soñando despierta
y cuando me he visto
sin respuestas
también tú


me has resultado misteriosa,
barata y despreciada hoja de papel:
misterio cuadriculado
que amo,
poema escrito
en una hoja amarillenta,
que amo
sobre todas las cosas.


© Irastortza, Tere. Gabeziak (Carencias), Pamiela, 1980.










Cuando en la medianoche de la vida
siento que tu presencia pro-
viene de tu
ausencia,
cuando siento que al beberte tu olor
viene a mí por acostarme a la vera del llanto,


no me basta


no me basta y
pido también tus manos
entre mis grandes congojas,
no me basta y
necesito tus manos
hasta que revienten estas grandes congojas mías.


Cuando en la medianoche de la vida
abrazo nuestro
verso
quisiera des-
hacer tu ausencia


quisiera deshacerla
y no sé cómo,
no sé cómo y
acaricio la luna
con las manos que me faltan,
acaricio la luna
en el albergue que la noche ofrece a la vida,
como si en todas las horas de la noche
tu presencia
manara
de tu
ausencia.


© Irastortza, Tere. Gabeziak (Carencias), Pamiela, 1980.










¿Por qué
este cuaderno
que sirve para todo
no sirve para conservar
la sombra de tus labios,
por qué?


¿Por qué
en esta página
que he manchado en una noche cualquiera
me es imposible amarrar
tu huella,
por qué?


¿Por qué
con este bolígrafo
que he usado mil veces
no puedo
contar
en tu piel ningún poema?


© Irastortza, Tere. Gaia eta gau-aldaketak (Tema y variaciones nocturnas), Pamiela, 1983.










Acércame
los sueños que inserté
entre las operaciones matemáticas,
en los dedos
aquellos corazones que pinté
tras los resúmenes de historia,
en los besos
fórmulas,
cálculos,
nubes


que no frenaron los labios
que llegaban gritando a besos,
que no lastraron
la carrera de los pies
azuzados por navajas
y
aquellos poemas acaramelados
que sabían a noche y
nunca escribiste,
envueltos por las horas
que has pasado pensando en mí.


© Irastortza, Tere. Gaia eta gau-aldaketak (Tema y variaciones nocturnas), Pamiela, 1983.










Poemas del amanecer III


Te tomo
temblor


con el beso que una vez
ofrecí al espejo
en la boca,
en nuestro espacio inabarcable
que se enredó ante el espejo
y quedó por descubrir,
en el cuerpo extraño
que se admira en el espejo.


Temblando
te sigo


definitivamente
al liberar flores y hojas
de los tractores,
en el pañuelo que la risa
borda
una sola vez,
cuando los sueños
se despeñan
toses abajo.


Entre temblores
te consumo,
y entre temblores
te espero


© Irastortza, Tere. Gaia eta gau-aldaketak (Tema y variaciones nocturnas), Pamiela, 1983.










He aquí
quienes no tienen nada que hacer,
quienes no ponen póstigos al viento.
He aquí
quienes no quieren
sentar al invierno junto al fuego,
quienes no quieren
sumergir la noche en un río desnudo.
He aquí
quienes se afanan
en violentar la vida
sin pagar
ni degustar el aire.


Pero henos aquí a quienes,
si la luna
fuera un pasillo conocido,
si las estrellas fueran
perlas del collar
arrancado a la noche,
si la vida
fuera un tonto descuido,
huiríamos,
quizá
hacia las chispas,
si el hielo tuviera corazón de fuego;
hacia los molinos
quizá,
si las desgracias se pudieran moler;
para ofrecer, con todo,
el amor
si fuera clavel.


© Irastortza, Tere. Gaia eta gau-aldaketak (Tema y variaciones nocturnas), Pamiela, 1983.










Dos ojos tenía
la vida
y no avistaba
felicidad ninguna;
su boca
y le era imposible
compactar el romance
de verde locura.
¡Dos manos,
y no podía asirse a
a las faldas de la noche!


Tenían vida
las manos,
tenían vida
los ojos,
la boca,
y también la impotencia
era incapaz de vivir;
por lo que no era posible
mamar la vida,
acabar con la muerte,
y más aún, imposible
rebasar la humanidad.


© Irastortza, Tere. Gaia eta gau-aldaketak (Tema y variaciones nocturnas), Pamiela, 1983.










La sed se me ha trabado
en el paladar,
al clavar con chinchetas
rayos de luz
en los márgenes del anochecer;
me llegaba con una impotencia avinagrada,
con un picor de ortigas difícil de desprender,
con los bajos hechos vinagre,
rayo de vida
en tu paladar;
no lo sé, vete a saber
tal es la soledad que se me ha trabado al caer
al huerto de los años
que ya no puede destilar miel
para mí,
ni rayos de vida
en ti
-en los márgenes del anochecer-.


© Irastortza, Tere. Hostoak (Hojas), Pamiela, 1983.










También yo
diré las palabras más tristes
partir, hoja enfermar...
la vida


rosas que marchitan
en espinas de porcelana


diré las palabras más tristes
paloma, puerta, aquí...
entre estas nubes


de mi vientres has hecho
un tonel de amargo limón
amor imposible de vestir
con besos de muñeca de terciopelo


confesaré las más tristes palabras
singular, decir, vida,
palabra?
sin, ti,menos, nada...


diré las palabras más tristes:
quizá, mañana, si te tuviera...
la muerte
fuego
guardado en vasija de hielo


y es que la vida
es el más triste error.


© Irastortza, Tere. Hostoak (Hojas), Pamiela, 1983.










Y parto
como si hubiera encontrado
mi pueblo
por casualidad,
como si mi casa
fuera una posada,
como si mi habitación
no fuera mía,
como si rehuyera
la luz nueva.


parto


como si tus puertas
no se hubieran abierto,
como si tus sillas
no quisieran reconocerme
y me esquivaran
como si tus frutos
me estuvieran prohibidos,
como si mi sed
no te ahogara,


como si acabara de llegar.


© Irastortza, Tere. Hostoak (Hojas), Pamiela, 1983.










Llegaré
arrastrando mis penas por estas páginas,
con tantos días a cuestas
como perdidos al parchís
atravesando puertas de heridas
abiertas al poniente
algún atardecer


O llegaré por lo que deduzco
en trenes de moda,
asiendo en cada mano
tumbas por vida,
a la estación de las pasiones
que nada detendría,
a esa estación que nos retuvo.


Llegaré mientras no flaquee
mi ansia de seguir viendo.


© Irastortza, Tere. Hostoak (Hojas), Pamiela, 1983.










Cualquier cosa puede bastar
para ponerse a llorar:
abrazar algún recuerdo triste,
ver alguna película de Charlot,
sentir cómo
en el mar se hunde la luna,
mellar la cremallera del futuro.


Cualquier cosa puede ser suficiente
para ponerse a llorar,


pero para seguir llorando
no es mucho
encontrarse por la calle con alguien
que por no morir ha hecho de sí
otro
más.


© Irastortza, Tere. Derrotaren fabulak (Fábulas de la derrota), Pamiela, 1986.










También puedes romper a llorar con palabras
con frases sin sintaxis ni coordinación
puedes hacerte con versos
días y noches
tan limitados y estrechos
como mares desecados
y hasta puede hacer contigo tal trato la amargura
que te dediques a decidir
cómo cotiza el destino de Dios en el mercado
hasta que despiertes
de entre las semillas de las últimas flores de los verdes prados
desde las huevas de las truchas de una recóndita gruta de río
y sin embargo se precisa de cañas más solitarias
y pozas más significadas
para poder gritar
pues, inesperadamente, una cucaracha se te ha colado
por el seno de la vida
un murciélago te cuelga de los ojos del día
y además se precisa de silencios más disimulados
para secar el fondo de tus ojos como si fueran gotas de blancura
que pudieran sorberse como burbujas de champán
y se precisa de mayores soledades
para llorar buscando regazo en tu cama
y empezar a sufrir.


© Irastortza, Tere. Derrotaren fabulak (Fábulas de la derrota), Pamiela, 1986.










Nos fuimos alejando en la misma habitación
uno de otro:
yo hacía como que abría la ventana
para que saliera aquel dolor de salamandras,
y que sacudía mis ojos
con tal de no derramar una sola lágrima;

como que te metías la luz en el bolsillo
con las monedas,
y que de día
abrías los ojos
llamando al viento con suspiros
en sogas que se balanceaban entre las estrellas,
y acercándote de puntillas
envolviste mi cintura
queriéndome coger,
creyendo que pegado a mi cintura
serías yo
-y era mentira-.


© Irastortza, Tere. Derrotaren fabulak (Fábulas de la derrota), Pamiela, 1986.










Tras cada tiniebla sombría
espero morir
y cuadriculo
la blanca cartulina,
y le abro las ventanas
y me pongo a jugar a las damas
con nubes de fuego difícilmente inflamables
que llegan cargadas de alcohol
hasta que,
irrumpe el día y
disimulo el miedo
convirtiéndolo en ruido,
hasta que abro
el cuaderno caligrafiado del día
y en él
me ciego.


© Irastortza, Tere. Derrotaren fabulak (Fábulas de la derrota), Pamiela, 1986.










En tal año de la gracia de Dios


Que no tapen ningún espejo
cuando me muera,
para que al cruzar el río
me devuelva desde la otra orilla
aquello que en ésta me fue negado y se oculto.


© Irastortza, Tere. Osinberdeko khantoreak (Canciones del pozo verde), Pamiela, 1986.










Tienes los ojos claros y
nunca quisiera glosarlos
poemas flash


las palabras del poeta
prefieren abrirse
¡ojalá nunca se cierren al dejar el libro en el suelo!


© Irastortza, Tere. Osinberdeko khantoreak (Romances de Osinberde), Pamiela, 1986.










Amó
en la huída y por la huída
sin esperar al designio de los pájaros
aunque nunca iba a poder volver
por mucho que rehiciera aquel mismo camino
a la eternidad de aquel instante.


© Irastortza, Tere. Osinberdeko khantoreak (Romances de Osinberde), Pamiela, 1986.










Extraje del suelo de las tumbas
de los diccionarios y medí
en busca de sensaciones lejanas
y los nombres de mis allegados
los perdí.


© Irastortza, Tere. Osinberdeko khantoreak (Romances de Osinberde), Pamiela, 1986.










Y los encuentros de amor son las únicas
estaciones del camino de la vida,


y los encuentros de amor, los únicos
momentos de descanso en el camino.


© Irastortza, Tere. Osinberdeko khantoreak (Romances de Osinberde), Pamiela, 1986.










En cuatro tiempos


1


Desde el sexto día del noveno mes
no ha vuelto a hacer frío.
De madrugada la niebla ya no deja rocío en los caminos,
y no hay necesidad de boina al anochecer.
Por la noche un fuerte viento se lleva las nubes del cielo
por mostrar las heridas de su alma,
y la luna, llena del todo,
se coloca, vigía del pueblo, sobre el campanario.
Miro a mi pueblo,
y todo parece cambiado;
quisiera ver cómo es todo.


Pon en tu balcón, amigo, cojines de seda,
y trae, como en otros tiempos,
¡tráete vino a chorros!


2


Al alba, sin ánimo para otra cosa,
miro por la ventana.
El cura de otro tiempo, a la espera la sirena de la fábrica;
el actual vigilante del pueblo dice amén al toque de campana.
Hacia la izquierda, el paisaje es transparente,
como en el del más romántico de los fotogramas.
A la derecha, el humo de la fundición sube al cielo azul:
no cejará hasta resquebrajar el cielo.
Dicen que somos finas láminas de hierro,
que nos calentamos al instante y enseguida nos enfriamos.
Pero la herida no quiere cicatrizar, en cualquier caso.


Pon en tu balcón, amigo, cojines de seda,
cojines en el balcón,
dos palabras en tus labios,
y tráeme las fotos de antaño,
que no me destroce la tristeza
cuando me aterran con sus ojos custodios y guardianes.


3


A mediodía en punto, la sirena de la fábrica y las campanas del ángelus
se adentran hasta los huesos a través de la ventana.
Cansados y hambrientos los trabajadores regresan a sus casas
y, al volver del trabajo, el vecino
le lee el periódico a su mujer
para que, además de parir niños y preparar la comida,
sepa cómo va el mundo.
Miro a mi alrededor
y todo sigue en su lugar,
en la misma rueda de antiguas generaciones.


Quitaré del balcón, amigo, los cojines de seda,
y tus labios de mi dolor.
Ayunaré con las ventanas cerradas,
pues las heridas no se curan
con palabras melosas y con ungüentos.
¡Cómo es que no te aburres, amigo,
de ser hombre entre semejantes hombres!


4


Antes de llegar la noche, las columnas de humo se desploman
sobre los balcones, sobre la ropa tendida.
Los rayos del sol parecen quebrarse
sobre los riachuelos turbios,
y los amantes pueblan
las calles y los parques, con la excusa de los perros.
Músicas incomprensibles de bares
que empiezan a pelear entre sí,
y la noche parece un sedante de goma
para los insomnes.


He leído, amigo, los libros de los poetas románticos
y los de los nuevos cuentistas vascos.
¡Quisiera destruirlos todos
y encender una hoguera de San Juan
en este miércoles de ceniza!


© Irastortza, Tere. Izen gabe direnak. Haurdunaldi beteko khantoreak (Los que, sin nombre, son. Canciones de un embarazo pleno), Pamiela, 2001.










Los espacios se llenan:
no se abrevian
ni se prolongan;
ya que no se trasladan geométricamente,
ni se guardan en fotos ni en imágenes.


Los espacios se llenan
-primero en nosotros mismos-.


© Irastortza, Tere. Izen gabe direnak. Haurdunaldi beteko khantoreak (Los que, sin nombre, son. Canciones de un embarazo), Pamiela, 2001.










Como las anátidas


entre las cuales las más conocidas son patos y ocas,
me acercaré a los entornos más acuáticos,
como si fueras un río que crece con mis lágrimas,
como las ANÁTIDAS, sin preocuparme
por el dimorfismo sexual,
convencida de que podría volar,
volaré y volaré


en rojos amaneceres


en los más rojos amaneceres


© Irastortza, Tere. Glosak. Esana zetorrenaz (Glosas. Sobre lo ya dicho), Pamiela, 2004.










Decidimos
que era impensable que llegáramos a odiarnos.
Aún paseábamos juntos incluso con el peor frío,
en penumbra,
en el atardecer de cuerpos y almas,
mientras los pensamientos se evaporaban.
Aunque el odio
nace en el huerto del amor,
citábamos,
mientras, en los pajares de casa,
en las noches más nubladas,
nos poníamos a buscar estrellas.


En el juego de espejos de odiar amando y de antónimos,
para cuando nos avenimos a no soñar lo que no éramos,
adivinamos
que era imposible limpiar
aquella mala hierba.
Sabíamos bien que el residuo de la pasión amorosa es
la Obsesión llámala, si así lo prefieres,
odio.


Cuando la falta de lucha es resignación absoluta
es imposible incluso unir materia y antimateria,
me dijiste.
Sentía volverse rígido el aliento
en cada respiración,
y aquellas lágrimas que podían llegar a ser primera gota de lluvia,
como témpanos,
de no derretirse al sol,
no podían hallar ningún desagüe, (3)
claro


(3) Al fin y al cabo, quien decide habitar el ámbito del odio
sabe que,
en aquel desierto,
el terreno del odio sólo limita con el vacío.
Que, al fin y al cabo, lo que lleva al camino del odio,
creyendo que parte hacia allí o se dirige hacia allá,
es una necesidad de caminar sin necesidad de ir a ningún lado,
evidentemente.


© Irastortza, Tere. Glosak. Esana zetorrenaz (Glosas. Sobre lo ya dicho), Pamiela, 2004.






©Traducción: Gerardo Markuleta



http://www.basqueliterature.com/es/Katalogoak/obrak/irastortza

No hay comentarios:

Publicar un comentario