domingo, 4 de septiembre de 2011

4592.- ANDRÉS L. MATEO


ANDRÉS L. MATEO
Nació en Santo Domingo (República Dominicana), el 30 de noviembre de 1946. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. En la actualidad es profesor del Departamento de Letras de la Universidad Aut6noma de Santo Domingo, y escribe la columna «Sobre el tiempo presente» en el diario El Siglo. Perteneciente al grupo «La Isla», junto a Antonio Lockward, Norberto James, Wilfredo Lozano y Jorge Lara, entre otros.
Su labor poética se inicia con el poemario Portal de un mundo que él, junto a otros compañeros de promoci6n, se dedica a divulgar a través de lecturas públicas. Esta vocaci6n poética queda interrumpida por sus estudios y por una innegable preferencia hacia la narrativa, en la que ha volcado su poder creador, escogiendo como vehículo preferido la novela corta. De ahí sus novelas Pisar los dedos de Dios, La otra Penélope y La balada de Alfonsina Bairán, las dos últimas merecedoras de sendos premios de literatura.
Andrés 1. Mateo es poseedor de una prosa barroca llena de profundos atisbos sicol6gicos y de unos acentos rítmicos propios de lo que podría ser su poesía, si la hubiera continuado. En este campo nos ha ofrecido en los últimos tiempos un pequeño cuaderno mimeografiado, con el título de El signo y la infancia. Su exitoso ensayo Mito y cultura en la Era de Trujillo le ha valido el Premio Anual de Ensayo (1994) de la Secretaría de Estado de Educaci6n, Bellas Artes y Cultos. En 1993 prepar6 el estudio introductorio de las novelas Balsié y Over de Ramón Marrero Aristy publicadas por la «Biblioteca de Clásicos Dominicanos» de la Fundación Corripio. Recientemente ha hecho la selección antológica de los cuentos de losé M. Sanz Lajara publicadas por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos (1994).

OBRAS PUBLICADAS:
Portal de un mundo (poesía, 1969), Pisar los dedos de Dios (1979), Poetas de postguerra/Joven poesía dominicana (1981), La otra Penélope (1982), Manifiestos literarios de la República Dominicana (1984), La balada de Alfonsina Bairán (1992), Mito y cultura en la Era de Trujillo (1993).








PORTAL DE UN MUNDO

He vivido por la alegría
por la alegría he ido al combate
y por la alegría muero.
Que la tristeza nunca sea unida a mi nombre.
}. F.

I
Dejaremos el cielo a las palomas.
Iremos por la vida sublevados
a levantar el reino de este mundo.
Quien busque mi garganta
encontrará la tuya.
Quien apenas te roce con su aliento
empañará mis ojos.
y no será tu nombre una tarjeta
con fechas retorcidas.
O algún simple papel de timbre muerto.
Yo no diré:
este candado es mío,
o este martillo.
Y sí podré decir:
esta sonrisa,
la que me veis ahora-,
me pertenece toda.
O bien mi canto,
ya no es canto tan sólo
de los pájaros.

II
Lo que vendrá,
será como una casa sin puertas ni ventanas.
Una morada común sin contraseñas.
Pongamos,
es un ejemplo, que llegue yo a una casa
y me despoje
con muchísimo amor de mi sombrero;
enseguida, esa casa es ya mi casa
y en ella vivo
como por ella muero.

III
Habremos de llegar
como se llega siempre:
con un poco de polvo en las orejas.
Con muertos hechos raíces
que callan SUS hazañas.
Con límpidas muchachas sonreídas,
porque, es bueno saber,
que no siempre la muerte tendrá
la última palabra.
y así como los ríos
la vida tiene
su corazón saltando.

IV
Construiremos aquí
el reino de los cielos.
Orfeos amordazados,
levantaremos bien alto la guitarra.
¿Quién podrá entonces utilizamos a gusto.
Decimos que el hombre más feliz
es el que no tiene camisa,
porque ellos están encamisados.
O damos de patadas por las nalgas
mientras nos dice:
«Bienaventurados los que sufren...»?
- Yo no soy Job!
Y además,
hay suficiente pan sobre esta tierra
para todas las criaturas humanas.
V

Un día me dije:
«Caminaré este mundo.
Me iré por sus ciudades condenadas.
Besaré con amor el cántaro gris de mis hermanos.
y luego subiré como carta empujada por el viento».
Dije:
- «Sea la hermandad para nosotros».
y rodó la hermandad por los caminos.
Canté dulces canciones
y como un ramillete
rompieron la guitarra en mi cabeza.
Amé la vida
como a una madre pobre
y el tugurio me dieron por morada.
Esto aprendí:
Quien habla del amor
dice la guerra.
Quien toma su bastón
y se coloca del lado de su pueblo,
dice la guerra.
Quien reclama su puesto en este mundo
dice la guerra.

VI
Por eso,
cuando las mordeduras del reino agonizante
levanten sobre ti su organizado fuego
y tu propia grandeza sumergida
avance hacia la guerra necesaria,
¡que no tiemblen tus manos!
Que por toda esta sangre que ha caído,
vamos a hablar nosotros.
Es tuya la verdad.
Tuyo es el pueblo.
y tuyo es este mundo que he pedido
y que golpea con amor todas las puertas.
Cuanto tuvo dolor, que se derrame.
Que busque sobre el fuego,
el follaje que nunca ha conocido.
Cuanto fue soledad,
golpeo,
cárcel:
que marche contra el odio saltando,
venciendo,
hasta que tú, que navegas conmigo en la jornada,
encuentres lo que eres,
lo que te han negado en el nombre del padre,
del hijo y de los hijos del hijo,
que a fin de cuentas son
el mismo padre.
¡Que no tiemblen tus manos!
Que en medio de la noche,
como un hijo dulce,
este mundo sin puertas ni ventanas nos ocupe.
Para que oigamos su melenudo amor.
Su fuerza encaramada.








LA INFANCIA Y EL SIGNO

I
Con su tatuaje eléctrico
el danzante monologa
sobre las causas y los efectos.
Lleva un rayo domesticado
en la punta de su flecha.
y lo gestual del habla
explicita sobre el ser y el no ser.
El danzante convoca los espíritus.
En el bolsillo derecho de su bata blanca
lleva un estetoscopio
y un rabo pequeñito en el izquierdo.
El danzante es infinitesimal.
De un hueso de su hermano
hizo el hacha de su hermano.
El danzante es un automovilista.
El danzante es un cosmonauta.

II
Abrió un surco
giró sobre una piedra
agua y fuego acoplaron su vuelo
puso estatuas
mordaza celeste
campos
sílabas rotas
bombas y utopías.

III
Sobre tierra noval
la epifanía de un yo transfigurado
hizo fosforescencia.
Un Dios y un hombre
hablaron del planeta.
y uno de los dos
aún no existía.

IV
Pasa el Sol con cuchillo
(el danzante toma su bicicleta)
Pasa el Sol con un hacha
(el danzante se ha fijado en la saya)
El Sol lleva tres cuernos
(el danzante le anota los repechos)
El Sol pasa y hay otro Sol que mira.
v
¿Qué viejo sílex duerme
bajo esta mano mía?
Qué pequeño cuchillo ceremonial
mortuorio
pezuñado
hizo una mano libre
e hizo al hombre?
En la infancia del tacto
lo esplendoroso fue
el agua
el fuego
la piedra
el barro
el árbol.
Siglos inmemoriales
en que el hombre
pudo tocar las cosas sin nombrarlas.









FRANÇOIS VILLON

Es fría esta maldita noche de 1461,
pero en este cuartucho de preso
se está mejor que afuera
donde la hambruna y la epidemia
diezman los hombres rodeados de una niebla fatídica
y los lobos aúllan alrededor de los muros.
Ni un silbo llega del barrio de los pescadores
ni los torreones de los monasterios dejan caer
el grito de las campanas sobre la ciudad.
Sólo el duro acero de la espada del centinela
relampaguea desde las altas almenas blanquecinas.
Noche llena de alas
en la que Yo, François Villon, ladrón y poeta,
hecho de deleznable carne atribulada
escribo estas notas para que otros hombres
en otro tiempo que no han de mirar mis ojos
conozcan la pena mía que se hinchó como el mundo.
Sé lo que soy,
desde el cerrado sombrero de las tinieblas,
reconozco el pecado,
el arduo azar sangriento que transitó mi vida,
el otro enigma que fue burla de amor
daga inclemente con la que me batí
por amantes cuyos rostros se están borrando ahora,
o quizás por la muerte que tanto procuré
y que en este momento me aguarda tras el viento.
Yo era entonces inmortal,
por sobre las triviales miserias de mis días
me tejí un gran Legado
los versos de mi vida y mi muerte,
el miedo domesticado mientras la horca espera
el bamboleo final de mis designios,
mis horrores que ahora son imágenes,
mi cuerpo endurecido como bandera al aire
regresando en silencio de algún asombro.
Condenado a la horca y al olvido,
por la ya cierta víspera del fin,
como viejo tahúr, hago mi guiño al tiempo,
y cuelo en el silencio de este pueblo de espejos
la mueca inhabitada que habrá de perpetuarme.
Más que un fulgor de acero,
más que un mármol dormido,
acaso como el fuego o el odio, o el amor,
la memoria que escribe es un jardín borrado
que un remoto poeta escarbará en silencio,
y me hallará encorvado, lento en el alba,
y lento en el destino,
escribiendo el testamento-burla
la sobrevida del vagabundo, del truhán,
que con la dura mano que robó
garabatea en esta noche de 1461,
en un tugurio piojoso de condenados,
para que otro poeta venidero
escriba un poema con mi nombre,
con mi nombre porfiado por los cuervos,
mi nombre de ladrón abovedado.


http://www.obsidianapress.com/andres_mateo.htm


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