lunes, 15 de septiembre de 2014

SERGIO MUÑOZ ARRIAGADA [13.322]


Sergio Muñoz Arriagada – Gabriel Cereño


Gabriel Cereño (Sergio Muñoz Arriagada) nació en Valparaíso, Chile  en 1968. Es profesor de Música por la Universidad Católica y dirige el Taller de Poesía de La Sebastiana. 
En el Centro Cultural La Sebastiana ha organizado, entre otros, los ciclos: “Poesía en Valparaíso”, “Voz de Mujer”, “Encuentro con la Poesía Chilena”, “50 Años del Canto General”, “A 30 Años del Premio Nóbel”, “Literatura en Pareja”, “Neruda: 30 Años de Ausencia”, “Poesía Prisionera”, “Al Encuentro de Neruda” y “Escritores del Alma”. En 1998 dirigió el “Taller de Encuentro con Poetas Chilenos” y al año siguiente recibió la Beca del Consejo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura. El 2003 fue uno de los ganadores del Concurso de Publicaciones del Gobierno Regional de Valparaíso. Ha participado en diversos encuentros de poesía y recitales de su obra en Chile, Argentina y Perú. Desde el 2003, dirige talleres literarios y musicales en la Cárcel de Valparaíso y otros recintos penitenciarios de la región. Desde el 2004 co-dirige el Seminario de Reflexión Poética en el Centro Cultural La Sebastiana.
Ha publicado los siguientes libros individuales: “LENGUA MUERTA” (Ed. La Trastienda, Santiago de Chile, 1998); “27 POEMAS – LENGUA EN BLUES” (Imprenta Herrera, Valparaíso, 2002) y “LENGUA ÓSEA” (Edición del Gobierno Regional de Valparaíso, 2003).
Poemas, reseñas y artículos suyos aparecen publicados, entre otros, en los libros y revistas LIBERTAD 250 (Sociedad de Escritores de Chile, Viña del Mar, 1996); EL ESPÍRITU DEL VALLE (Santiago de Chile, 1998); METÁFORAS DE CHILE (Lom Ediciones – Corporación Altamar, Santiago de Chile, 1999); ALCHEMY 2002-2003 (A Magazine of Literatura and Art – Portland Community Collage, Portland, Oregon, USA); LOS POETAS DEL 5 (Mérida, Venezuela, 2004); AS DE COPAS (Santiago de Chile, 2004); AÉREA (Santiago de Chile, 2005); PENSAR Y POETIZAR (Instituto de Arte PUCV 2004 – 2005); ANTÍTESIS Nº 2 Y 3 (Valparaíso, 2006 y 2007); EL MAPA NO ES EL TERRITORIO / Antología de la joven poesía de Valparaíso (Ismael Gavilán, Agencia Editorial Fuga, Valparaíso, 2007).
Desde 1994, ha participado en innumerables conferencias y charlas sobre poesía en Colegios y Universidades chilenas y extranjeras, antologías, recitales y presentaciones de libros en librerías, cafés, pubs, ferias del libro, programas radiales y televisivos regionales y de Santiago.




Gabriel Cereño enfrenta a Sergio Muñoz

por Juan Cameron

Desde 1994 el Taller de Poesía de La Sebastiana es dirigido por Sergio Muñoz Arriagada, quien trabajara además para la Fundación Neruda, propietaria del inmueble turístico; en esta labor formativa lo ha secundado su amigo y colega Ismael Gavilán.

Muñoz entrega su primer libro, Lengua muerta, bajo este nombre; libro que recoge su producción entre 1988 y 1998. A partir de 27 Poemas/ lengua en blues esta mención aparece tachada, a lo Juan Luis Martínez, agregándose al lado “Gabriel Cereño”. Nada tiene que ver con el Benito de Moby Dick; se trata del apellido de su padre biológico, aclara después en Lengua Ósea, edición entregada el 2003.

Muñoz Arriagada, ahora Cereño, intenta establecer en su primer trabajo algunas relaciones con el idioma, forzando a veces el vínculo entre lo narrado (su personal percepción del mundo, la amada, etc.) con la forma escritural. Sus notorios quiebres y aliteraciones se presentan como ejercicios retóricos y el excesivo conocimiento de la técnica, a ratos perjudica la lectura. Paradojal resulta que, al evadir la natural musicalidad de las palabras (es profesor de Música) entre, en casi todos sus versos, con el acento en tercera sílaba.

Su forma de negociar con la palabra -como diría Pound- continúa en Lengua en blues. El texto fugaz resulta entonces una declaración de principios más que una simple poética: y aunque la muerte entra en esta cicatriz/ tibias de memoria           desnudan el juego de palabras/ con su carácter y símbolo/ lo significan  le dan color y eufonía/ deletrean sus labios  lo retocan de infancia. Aunque más adelante rescata la experiencia como fuente de este decir. Así, en vuelo, declara: yo hablo de lo que sé// y lo que sé        se reduce apenas a la noche (...) al tiempo errante de una lengua desnuda.

Fiel a esta convicción, en Lengua ósea da cuenta del cambio de nombre y del estrecho vínculo entre poesía y vida. Lengua ósea muestra, a primera vista, un desarrollo importante en la escritura de Cereño. Sin embargo, esta sensación se debe al tema central de su estructura y al profundo sentido lírico aportado por la veintena de textos que lo conforman. Pues, de ellos, dos pertenecen al primer libro, ocho al segundo y uno aparece en la muestra colectiva Metáforas de Chile, cuyo editor es el poeta Pedro Araya.

La historia del poeta deja aquí de ser personal y se convierte en la anécdota literaria. Cereño es hijo natural de Alicia, su mamá tía, y ha sido inscrito como hijo de Sergio, tu tío materno. El padre verdadero resulta un mero signo extraviado. A la muerte del abuelo Muñoz, y de su madre, el tío demanda la venta de la propiedad natal del poeta, expulsándolo del paraíso familiar. Allí se produce el quiebre. Gabriel reclamará entonces no sólo su legítimo derecho hereditario, sino también el de llevar el nombre del pater familias, ese pariente del novelesco personaje que habrá de dar razón a la lengua que parla y a su existencia; para que haya comercio entre la realidad y el mito. Gabriel Cereño (Sergio Muñoz Arriagada) nació en Valparaíso, en 1968. 


SELECCIÓN DE POEMAS 

Fragmentos del poema Nuevas aliteraciones para un ojo crítico, del libro
“lengua muerta” (Editorial La Trastienda, Santiago de Chile, 1998)



las luces -lumbres leves-
levantan líquido lejano
los labios liberan lucidez
las letras luchan
limpiando las lágrimas

los lunares -latiendo-
llevan llamas lentejuelas

lasciva lectura los lamo





catalejo carajo
como cuando carraspeas
ciñes cañerías certeras
ciegas crines
cumbres caídas como cantinas
cálidas caballerizas colmadas
centellean como cálamos
cubriendo cada centímetro
con cuerpo con cadera





abra sus ojos mire estos signos unidos
robándose -oscuros- su tiempo

retroceda orille esta nueva música
imagine páginas invisibles
eléctricas llagas

asome su rostro en mi piel





mientras imagina
recorra este ademán sobre un único llanto
trueque intimidad minutos o alas

los relojes errarán dulcemente
esplendor de oscuro ritmo

mire a su último alrededor




postdata

aconsejaría malgastar el olvido
es decir soplar sobre las caras de los otros
como si fueran las velas intactas de algún festejo

porque además se es feliz soplando así
yendo a buscar algo de comida para la noche
que es tan larga en sí misma
y nos duele por ser tan honda y negra como es

aconsejaría correr por los peldaños de uno
caer por ellos cada noche
mirar los perfiles del mundo
tocarnos hasta perdernos
como si fuéramos la sombra de algo
más intenso y pleno que nosotros

basta decir que el cielo
no nos tuvo entre sus elegidos

y esto es digno de los condenados





Jadis

Jadis, si je me souviens bien, ma vie était un festin
où s’ouvraient tous le coeurs...
arthur rimbaud

antes mucho antes de ser
antes de hablar de esa mitad de uno
que anda suelta que se hunde hasta el cuello
del festín fetal del arrullo de esas yeguas aladas
del llanto veo labios partidos veo sangre
a lo largo y a lo ancho del mundo
y una hermana impensable
vuela a los brazos feroces del verbo
y no hay oxígeno no hay luces
en la nueva placenta y su cuerpo
cae lejos del mío antes mucho antes de ser
cuando soplaba el uno en la violencia materna del vértigo
y alcanzamos aún a tocarnos como animales que fuimos
como estrelas que fuimos en el tren familiar de los beijos
de algún plazo escrito en los labios mal escrito
en los guiños del sueño alcanzamos a unir
nuestros dedos sólo eso escuchamos el canto
de unas venas veloces que se desvestían
y la sangre corriendo y unos hilos
colgando hacia el suelo sólo eso
antes mucho antes de ser
antes de hablar de esa mitad de uno
que anda suelta





huenún

a jaime luis huenún

fue así como ocurrió cabezas cayeron bajo los puentes
y el acero se impregnó de ciénaga y de flores
sin desnudez los caballetes estallaron de olor y muerte
y en el alcohol de cada párpado
se escondió el oído intacto de un metal que florecía al viento

el cabello suelto del mar fermentaba en la risa opaca de las olas
y la arena la arena devoraba a los cuerpos
que detenían el silencio del rapto

fue así los columpios de la memoria -quietos aún-
fueron recogiendo el vaivén de su infinita cautela
y caídas las carnes de su desolación
los cuchillos y las crines los cisnes temblorosos de su niñez
galoparon tristeza de un papel sonámbulo en sus dedos
en la muda mirada de yugos oblicuos
de cicatriz de aquella voz tatuada en el río
como en espejo y memoria

huenún jaime luis sietemesino feo
cada vez hay más preguntas y oídos que quisieran ser piel
en tus papeles de origen y destello página
y metro rapto en el vientre del lenguaje
temblor y furia huilliche pétalo efímero
como esos días de lluvia o de cisnes
en esta ribera tan fugaz
donde te escribo






lengua en blues

a vicente y francisca

“soy, pero soy también el otro, el muerto,
el otro de mi sangre y de mi nombre”
jorge luis borges

escuché tiernos pétalos tristes
navegando por rieles que cercaban mi voz
galopé en la piedra imaginé una lengua
que desangraba sus máscaras e indagué en la sombra
del espejo y no me vi sino en la síncopa ciega de mi tacto
que no es sino lo que es y lo que la noche me dice que es

recordé la luz intacta y errante
desnudé esa piel oscura que huía y traté de atarla
a su límite le ordené caí bajo su manto
la asemejé a mi mano e intenté dibujar el vuelo
del colibrí que se oculta que la trae y la lleva
que la entrega y la quita con su zumbido y su prisa

porque para mí la idea es el hecho la idea
es la imagen concreta del vuelo -pero no su figura-

la idea es el recuento de esas alas que zumban
como élitros locos como aspas que me comunican
y me alejan del sangramiento del parto como voces
que salpican videncia y se mueven de un lado a otro
en el éxtasis de morder un alfabeto
que se descascara y se ahueca
se relumbra y se inflama y vuelve a arder en la sombra
del torrente sin fin del río que nos llama
por nuestro nombre bastardo y ciego

por ese nombre que aletarga el ala
y misteria la sangre de los hijos
y nos obliga a vivir heridos
la mirada

a través de la cicatriz retorné a las raíces
relajé el reflejo del relámpago en el río
tendí la mano lenta en el agua
y el oleaje respondió mi ruego
me colibrí en el animal que zumba en su talón


me hice hélice del tiempo y traje la aurora y su aullido
me hundí -arena- en su llama y aplaqué el lenguaje de la sangre

me vertí en la luz del espejo y grité
grité de nuevo nombre gemí de nuevo signo
lamí las manos y la sombra
me aletargué tras el último vestigio de la noche
fui directamente a la ceniza y me hice hueso
detalle óseo del que era y del que fui

busqué mi reflejo en los jardines idénticos del fuego
miré mi rostro por última vez
y me reí me reí me rehice
cambié la faz de esas sílabas fugaces
las llené de verdad me revolqué en el filo de mí
me revolqué en el olor de mi nombre
me revolqué en el color de mi sangre
me revolqué en el mirar de los míos
me nombré
y fui Cereño



467

me apego al tránsito del cielo en su retraso
veo una cicatriz que deambula por el margen
por la orilla de mi apego al espejo
por el río -en fin- de oscura terquedad que aún me habita
y que es mi hábito y mi pérdida y mi ser

por albricias que al aleteo se fijan
en los vértices de mi recuerdo
por lámparas que cuelgan con infinito hastío
de tablas que no puedo alejar por la prisa
de esta materia sangrante
que ya nace y no yace dentro del reflejo que fui
por la máscara errática
que fue mi faz por la sombra que idealicé
y no era más que un despojo
en la inmediatez de la noche y el parto

ahí cuando el filo aúlla su terquedad
y la mano trepa en el laberinto líquido
que huele a sangre

ahí cuando despierto
en la penumbra que me nombra
solo suave apaciguando la imagen
de unas horas que aletean su fijeza
la imagen que proyecta mi voz
en las amarras de un oído ebrio
intacto definido
como en los límites de su volumen

ahí cuando la mezcla de tanta ceguera
enluta la errancia y su goce
cuando simplemente soy y aúllo
como un cascabel erizado por su sombra

cuando te veo venir sin luz
y huelo la tristeza del aire

cuando te veo ir hacia otra luz
y destilo esta mitología que me salva

y me asemejo al humo
que es más y es a la vez algo más que más
me asemejo a todo lo que siendo
es más de lo que es
enloqueciendo en el registro inmóvil
de este ser sin ser
que mira al espejo
y fija la atención en la memoria

pues yo no soy más que el frágil simulacro
de este aleteo transparente
que no perdura en la unidad de la llama

alterno con la fugacidad del ropaje
pero no soy ni la fugacidad ni el ropaje

apenas me hundo en lo digital extraño
lo volátil de este templo que no existe
araño el otro rostro

doy vueltas por la piel que está en mi piel sin ser
buscando lo sagrado que habita esta pared de adobe
y vuelvo a unos dedos que me marcan a labios
a figuras que no concluyen con la noche
a un forcejeo de sombra contra sombra

repito mi nombre y por terquedad o por rigor
deslizo la simetría del alba en las paredes de lo idéntico

rasguño entre los puños de la memoria
digo un número
y perduro en lo remoto de esta exactitud sin voz

hablo por ella que anuda en mi rastro
tercas condenas de silencio
-amarras que dibujan lo que no sabría decir-
y escapo de este laberinto que no es
que a nadie aguarda
que huye a la velocidad de la noche





fuga

guardo mi lengua natal en cavidad de troncha angosta
y a veces cuando hay lluvia o cuando hay río
me tiendo a enumerar las gotas
de un lenguaje fantasma que es y no es
que emociona y fastidia cuando arrulla su arrullo

trazo el eje
me encaramo sobre rieles que apenas recuerdo
pero a la memoria a veces le inventamos su redondez

cuando calza en el oído la simetría imperfecta de su roce
una a una llamaradas de una época que no se deja ver

- ecos
- erratas
- manchas que la lengua evapora

calzan como calza el laborioso ser de lo que viene

su quejido sangre que en el oráculo no se alcanza a descifrar
por más geometría que uno intuya en el borde

transpiración y lágrimas faenas destinadas al olvido
que corre tercamente por el labio del que susurra sus nombres

aún así tengo la certeza de que el tiempo es sólo esto

- un monólogo infinito plagado de heridas
- el guiño indecible de otras cosas
- un torrente que no se domestica ni se muestra
- el túnel que atraviesa una montaña ausente
- algo de lo que no podremos decir nada

tengo la certeza de que el tiempo es la ausencia de certezas

el límite donde lo que somos parece hilar cada instante

la hoja que se abre para esta letra y su fuga





dorsal

en lo ancho quince líneas que cuelgan
de mis párpados a tus párpados
líneas que trizan los trapecios de tus ojos en los míos
dibujos que en la hoja de izquierda a derecha
van llenando de signos un capítulo blanco de memoria

yo extraigo su olvido arranco el vacío de ese árbol
le entrego frutos de diversas texturas
agrieto el hábito de tanta sombra
y aleteo en la penumbra de un jardín
que empieza a llenarse de sol
luego en el estricto límite que el verso deja atrás
desato oblicuo el rito que llevo dentro
muevo las alas y tras ellas
veo cómo el jardín se empequeñece
hasta ser más estrecho que mi pie




el tiempo

a antonio colinas

se sabe que es también una derrota
un hilo de invisible filamento corroído
por la estela que en el agua se apaga

y aunque siempre recordemos a los muertos
y bailemos tristes rondas sobre pisos florecidos de silencio
algo late en las íntimas esquinas de una calle devastada por la sed y la sombra
algo late en la desolación que al fin pareciera decirnos

acaso las señas del tejido umbilical que alguna vez nos retuvo?

acaso la evidencia de un paisaje que destiñe dolor?

yo sé que el río es el río
y que su curso me cambia irremediable del que he sido al que soy
que me limpia de esos trozos de muerte que se adhieren sin remedio a mi piel
que me encuentra el descanso de una lumbre agrietada en el número exacto
y maltrecho en que voy malherido en la cuenta que en el día se esfuma
en efímera estela que se hunde en la memoria que aún late en el torrente

espejismo infame el de la noche
como si el tiempo fuera algo más que el límite que es
dictando en su filo la simetría del adiós
en los idiomas transparentes de todas las edades
en su arameo polvoriento en su chino que destila inmediatez

yo sé que en venecia en ramo corte querina hay una luz que no se apaga
que parece ventilar el ajetreo del verano lúcida y cautiva
por la extensión de sus errores con ronda y cántico
con magia y fuga para la especulación de lo que fuimos

se sabe que es también una derrota
un hilo de invisible filamento corroído
por la estela que en el agua se apaga





De la presente selección de poemas:

Lengua muerta (Ed. La Trastienda, Santiago de Chile, 1998)
- Fragmentos del poema “Nuevas Aliteraciones para un ojo crítico
- Postdata

27 poemas – lengua en blues (Imprenta Herrera, Valparaíso, 2002)
- Jadis
- Huenún
- Lengua en blues

Lengua ósea (Ediciones del Gobierno Regional de Valparaíso, 2003)
- 467

Las lenguas del jardín (Inédito)
- fuga
- dorsal
- el tiempo






Lengua ósea de Sergio Muñoz: tachadura, identidad y biografía

Por Andrés Urzúa de la Sotta 

Más allá de los criterios formales que podrían emparentar los versos de Lengua ósea con una poesía de la melopeia (en el decir de Pound), lo que me llama poderosamente la atención es la radical relación entre escritura y biografía que se plasma en el libro. 

Si Enrique Lihn se propuso en algún momento establecer una suerte de poesía situada, lográndolo de manera definitiva en su agónico Diario de muerte, aquí encontraría un ejemplo tan radical como aquel, pero inverso: el de situar el origen y la identidad. Pues Lengua ósea es un doloroso y dolorido recorrido por la biografía más íntima de ese otro Sergio Muñoz que es Gabriel Cereño (o de ese otro Gabriel Cereño que es Sergio Muñoz). 

En este sentido, la tachadura del nombre sergio muñoz, la cual se vislumbra desde la puerta de entrada del libro que es la portada, no alude a aquella oposición al concepto de autor propia, por ejemplo, de Juan Luis Martínez (ni a sus intenciones progresivas de propender a la anonimia), sino que hace referencia a una constatación identitaria del autor: el rechazo hacia un nombre y apellido que le sirven de identidad (Sergio Muñoz), mas de los cuales quisiera poder renegar o desprenderse (Sergio Muñoz). 

Lengua ósea, entonces, asume abiertamente su calidad de testimonio, sumergiéndose en la intimidad más medular de la persona que hay detrás del autor, y exhibiendo sus llagas abiertas desde el inicio. Así, al lector se le ofrece lo siguiente: un libro abierto que combina confesiones en prosa, documentos testimoniales (como un acta de nacimiento, un informe de ADN y una demanda, entre otros) y poemas que aluden metafórica, lírica y cadenciosamente a aquellas circunstancias (los cuales por momentos se convierten en puro significante, quizás espejeando la distancia entre materialidad verbal y significado, del mismo modo como el nombre del autor (Sergio Muñoz) no refleja su identidad (Sergio Muñoz, Gabriel Cereño)). De esta manera, la oposición entre la cadencia de los pasajes en verso y la opacidad de la biografía exhibida, es un componente que apunta a tensar aún más la relación entre escritura y biografía.

Ahora bien, ¿qué situación se expone en el libro? En resumidas cuentas lo que se narra es la muerte de una hermana innominada en el parto del autor, la cual cifrará inexorablemente la identidad del mismo. A su vez, se revelan una serie de sucesos desafortunados, como la carencia de un padre biológico, llamado Gabriel Cereño, y la traición de su tío, Sergio Muñoz Alarcón (el cual es su padre ante la ley). De ahí en más, el poeta trazará una urdimbre que a partir de la mitad del libro va a dejar atrás los componentes testimoniales para devenir exclusivamente en poesía en verso, revelando la estrecha e incomprensible relación entre las circunstancias biográficas de la persona (Sergio Muñoz) y su transformación en poeta (Sergio Muñoz). 

En este sentido, Lengua ósea es, probablemente, junto a Purgatorio (Raúl Zurita, 1979), Diario de muerte (Enrique Lihn, 1989)y Veneno de escorpión azul (Gonzalo Millán, 2007), uno de los libros chilenos que más lejos ha llegado en el tema de la famosa ecuación arte-vida, extremando la relación y tensión entre la biografía y la escritura, y dejando al lector en evidencia, como un voyerista morboso o un obsceno lector de diarios de vida.     




Ida y vuelta

Vuelvo sobre mis pasos 
en la ciudad que me prestaron. 
Caminata desde la Universidad 
cruzando el puente sobre el Amstel, 
para seguir hacia la Plaza Reembrandt 
y luego la feria de las flores, 
una pasada por las librerías, 
errabundo por 
estrechas calles de adoquín 
casi siempre húmedas, 
desemboco en el bulevar que 
hormiguea de compradores 
y continúo hasta 
la Central Station y 
los tranvías.

Yo no tenía intención de 
encariñarme con lo ajeno; 
Aquello debía ser 
circunstancia pasajera, 
exilio solamente. 
Pero la nostalgia no hace caso. 
Va y viene 
como una sombra pegada a los talones.








Esquizoide

Me vigilo de cerca 
sin perderme pisada. 
Me pido cuentas. 
Me apruebo/desapruebo. 
Me miro en el arroyo. 
Me doblo y desdoblo. Hago 
juego diversionista. 
Me simpatizo en algunas ocasiones. 
Me agarro ojeriza frecuentemente. 
Me soy indiferente más de 
una vez por semana. 
Me tomo en serio. Me 
doy risa. 
Me engaño a sabiendas. 
Me doy explicaciones que no creo. 
A mí no me vienes/vengo con 
esos cuentos. 
Me ataco por el lado flaco que 
conozco bien. 
Me saco de quicio. 
Me condeno sin apelación. 
Me perdono con indulgencia. 
Yo soy tú soy yo. 
Me recrimino ciertas conductas. 
Me tiendo una mano en 
situación desesperada. 
Y sin más alternativa, 
me quedo conmigo.







Sombras

A veces, 
en la esquina menos pensada, 
creo reconocer 
al torturador que 
aquella noche, 
sin trascender a su faena, 
cumpliendo solamente 
los deberes cotidianos, 
fue capaz de arrastrarme 
hasta el borde 
de la metafísica.






El lado de acá

El sol me da de lleno en el rostro 
mientras paseo cerca de 
los faldeos de la cordillera. 
Parecen dilatarse mis sentidos. 
Hay un aroma de malvas en la calle. 
Suena la campana de una escuela, 
voces de niños. 
Desde el verdor intenso de su jardín 
una linda muchacha me sonríe.

Entonces, 
despierto entumecido, 
con los pies amarrados al camastro, 
teniendo que mirar sin querer mirar 
la sucia cara de la realidad. 
Un nuevo amanecer en la celda de Villa Grimaldi. 
Es invierno. 
Estoy solo. 
Un temblor profundo me llega 
hasta los huesos.

El mundo se ha vuelto al revés. 
La vida estaba al otro lado. 
Despertar es la pesadilla.







Tres Alamos

Lo difícil era 
sobrellevar los atardeceres como 
hombres solos. 
caminábamos lentamente 
los pocos metros del patio 
conversando en voz baja, 
hasta llegar al muro y 
nos devolvíamos, una 
y otra vez, sombríos. 
Desde la caseta alta, 
un carabinero nos vigilaba inútilmente. 
De todos modos, 
nos empeñábamos en sobrevivir. 
Ya entrada la noche, 
recordábamos a nuestras mujeres 
y cantábamos tangos.









Aprendizaje

En los peores momentos, 
cantábamos el Himno a la Alegría,






Derecho de propiedad

Existe constancia documental de que 
importantes señores 
han tratado de 
inscribir el país a su nombre 
en el Conservador de Bienes Raíces.






Gente distinguida

Dueños de sí mismos.

Dueños de los medios 
para ser dueños de si mismos.

Dueños de la parte ancha del embudo.

Dueños de las páginas de 
"Vida Social" de El Mercurio.

Dueños de los nueve décimos.

Dueños de la parte del león.

Dueños de Chile.

Y sin embargo, 
ciertas noches despiertan asustados 
después de soñar que han perdido 
sus bienes muebles e inmuebles. 
títulos bursátiles, 
cuentas bancarias, 
especies valoradas, 
etc., 
y tienen que caminar por las calles 
confundidos entre la multitud. 
opacos, 
insoportablemente iguales a los demás.







Estado de Sitio

Los pasajeros del Metro 
miran con desconfianza hacia 
los lados, 
temerosos del puñal que 
puede esconderse bajo cualquier poncho, 
hablan bajito, 
ponen cara de apolíticos.





Francamente

Si, 
un sentimental es lo que soy, 
y allí está la clave de 
las razones que sigo considerando 
valederas, los 
motivos de fondo, algo 
de filosofía, 
allí están las 
explicaciones aceptables, los 
únicos argumentos que me convencen, 
el impulso de todos los días, 
allí radica mi debilidad, 
pero también 
mi fuerza.




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