lunes, 22 de septiembre de 2014

FRANCISCO MATOS PAOLI [13.395]


Francisco MATOS PAOLI

Lares (Puerto Rico), 1915 - Río Piedras, 2000. Codirector del Colegio E. S. Hostos. Secretario General del Partido Nacionalista; fue prisionero político. Miembro de la Academia Puertorriqueña. Miembro Honorario de la A.P.P. Poeta Residente, Universidad de Puerto Ric. Presidente de Honor de la A.I.P. (1992-1993). Premio Vasconcelos (1986). Escribió más de cien poemarios; entre los publicados, Signario de lágrimas (1931), Cardo labriego y otros poemas (1937), Teoría del olvido (1944), Habitante del eco (1944), Canto a Puerto Rico (1952), Luz de los héroes (1954), Criatura del rocío (1958), Canto de la locura (1962), El viento y la paloma (1969), La marea sube (1971), La semilla encendida (1971), Cancioneros (desde el I, 1971, al X, 1983), Rostro en la estela (1973), Variaciones del mar (1973), El engaño de los ojos (1974), La orilla sitiada (1974), Testigo de la esperanza (1974), Unción de la tierra (1975), Rielo del instante (1975), Dación y milagro (1976), Ya se oye el cénit (1977), Loor del espacio (1977), Rapto en el tiempo (1978), La caída del clavel (1979), Jardín vedado (1980), Los crueles espejos (1980), Sombra verdadera (1980), Canto nacional a Borinquen (1982), Hacia el hondo vuelo (1983), Vestido para la desnudez (1984), Los senderos ocultos (1985), Tradición del silencio (1985), Las pausas blancas (1986), Razón del humo (1986), La frontera y el mar (1987), Sonetos sin rima. Ya se oye el cénit (1987), El acorde (1988), La última polvareda (1989), Contra la interpretación (1989) o Las pequeñas muertes (1989). Entre sus premios, Inst. Cultura Puertorriqueña (1978 y 1981), Prometeo de la Poesia (1988), Ateneo de Puerto Rico (1949). 



¿POR QUÉ DESAPAREZCO?

Después de la sutil locura
se agranda mi Dios en los lirios,
empiezo a darme luz en las esquinas
y se paraliza el polen de los muertos
en lo que de mí está sellado.

Me llaman.
¿Qué hacer si los brazos ahuecados
aún repiten el aroma?

¿Qué hacer si la desnudez no es completa
y los narcisos vuelan
desde el gozoso ocaso
hasta mi humilde aurora?

(De Canto de la locura)





¿QUÉ VOY A HACER CON EL HECHO, con el praxista desconsiderado
que no cree en mí?
Alguien desea ardientemente acortarme las alas,
seccionarme en el objeto desnudo,
volcarme en la refriega del que empieza siempre
a no interpretar . . .
No es tan válido el útil que me ofreces
a cambio del suicidio de los astros.
No insistas, camarada,
yo no debo callar ante la madrépora gigante
cubierta de algas. No debo callar ante los corales primigenios
que conocí cuando era niño,
no debo callar.

(De Contra la interpretación)




MI VERSO

Mi verso es un misterio indefinible
un enigma sagrado e inmortal,
el ensueño de un amor imposible
el suspiro de un tímido cantar.

Es cual el ave que cruza impasible
por el cielo azul y el zafir del mar;
tras quimeras y sueños asequibles
y fantasías de un opiado soñar.

Envuelto en una niebla de dulzura
desgrano los cantares de mi verso
para el consuelo y ocio de mi ser.

Y sigo el sendero de mi ventura
esparciendo por todo el universo
las notas de mi verso rosicler.

Signario de lágrimas, 1931.




MI VOZ

Porque el montón la paseó en el cieno,
bulle en la vena comunal y pobre.
Porque la vida le vedó la vida,
ella es motín de cruentos corazones.

Motín del corazón que es pulpa amarga
fenecida en un llanto de ilusiones.
Motín del pecho hirsuto
y de la carne deshauciada,
y del semblante tajeado
de ardores.

Ella es motín
y no
bienvenida de pájaros
y flores.

Canta el delirio gris
y el remolino gris
que desolla la frente de unos hombres.

Lleva sayal de hambre por los pobres.
Y repudia la feria trajeada
donde la luz se compra por dinero
y la paz en un cielo de ladrones.

Mi voz se hace grieta
en las bocas
que son hostias de hiel,
y balido de niebla
y rigidez de cobre.

Porque el montón la divorció del ocio,
es sangrienta su cuna,
cuna de la montaña,
cadáver verde,
páramo de temblores.
Y ésta mi voz será la mecha
que asustará la seda
y quemará la melodía
de los seráficos señores.

Por ella los relapsos
y las sombras honradas
encontrarán albergue
y yantarán un pan de resplandores.

Cardo labriego y otros poemas, 1937.



PORQUE SOY EL POETA…

Porque soy el poeta,
befa mayor de la palabra,
debo tener el cielo dispuesto al mundo vano.

Y cuando chocan los seres,
qué impasible evasión, qué pábilo de lumbre
enterrada,
qué decisión baldía
hacer que todo poema se levante del ruido
y pueda representar la idea,
el fantasma infinito de los vuelos,
la eucaristía que se reconoce
en el modo de partir el pan.

Sé que el vecino hace un esfuerzo
grande
por ser hombre,
sé que debo hablar con armonía,
apaciguar el león que se come el crepúsculo.

De momento me enternezco,
me suelto en la corriente noble,
apabullo los astros con la mano y digo:
es mejor el silencio cuando se está tan muerto
y no podemos mejorar el día
común
prendido a nuestra lágrima.

Pero tengo que luchar y luchar.

Luzbel es la incomunicación,
el fácil deletreo que idiotiza,
el sedicente que
por abundancia de atmósfera
echa a perder el llanto,
ese tatuaje del olvido
que aún queda al encarnado.

Yo quisiera vivir
sin tener que ser profeta,
estar abierto en el agua como la flor de loto,
perder la huella de la noche,
no sostener más la perla del abismo,
huir hacia el cafeto florecido
que en simplicidad alaba.

Pero es imposible, Dios mío.

Si no enloquezco ahora,
¿qué será del semen de la imagen?

¿Para qué deseo el tieso
símbolo de los grandes congelados de la historia?

¿Para qué soy el patán
que se desvive en la memoria inasible,
todo rodeado de orillas,
todo poblado de insustancia,
todo clamante en el desierto?

Canto de la locura, 1962.



POÉTICA

Flor silvestre que busca dúctil llama,
sencillez pulsada en armonía.
No el misterio sufriente que confía
negar la lumbre abierta al panorama.

Tampoco el claroscuro que, sin trama,
queda exánime y torpe en la poesía.
Tal vez el árbol con fluencia ansía
mudarse al cielo donde se proclama

la inocencia selecta con fervores.
Ese traje tupido en sinsabores
no me menciona ya, no me pelea.

Yo vibro en consonancia decidora
con el ángel virtual que se colora
dentro del arrebato de la idea.

Dación y milagro, 1976.



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