domingo, 26 de diciembre de 2010

2669.- PAULO JOSÉ MIRANDA


Paulo José Miranda (Paio Pires, Portugal, 1965)

Paulo José Miranda es poeta, narrador y dramaturgo. Una de las voces más interesantes de la poesía literatura lusa contemporánea. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Lisboa. Ha recibido galardones tan prestigiosos como el Premio Teixeira de Pascoaes de poesía o el Premio José Saramago de novela. Ha residido en Portugal, Macao, Estambul y actualmente vive en Brasil. Es miembro del Pen Club y colabora en diversas revistas y periódicos internacionales.






SAUDADES DE CASA

Nas férias brinca-se ao que se poderia ter sido
se não se fosse aquilo que se é.
Há uma simpatia exagerada pelo que se vê:
uma mesquita, um pastor conduzido
pelo seu rebanho, os miúdos
que limpam os vidros do carro por uma moeda,
a solidão à beira da estrada

partilhada pelos legumes, as frutas e a vendedeira.
Ninguém paga o preço do que bebe,

do que come, paga-se o esquecimento
daquele que deveria ter ficado em de onde viemos
e teima, por vezes, em estar aqui connosco.
Há raparigas que escutam atentamente
as histórias mesmo que não oiçam,

e são ainda mais belas do que as suas gargalhadas.
Ao luar vêm-se como sonhávamos

à saída da longínqua infância.
Um postal escrito apressadamente
frente à ilha de Lesbos
tem tanto sentido para que o irá ler
quanto a vida em todos os dias do ano.
Mas escrevêr-lo é importante
para reforçar a distância para connosco mesmos.
É provável que alguém pense na sua própria mulher

de férias em outra parte do mundo,
e na possibilidade de estar a sentir o mesmo,
mas não sente medo.
Ninguém é que é, e quando
regressarem dirão só o pouco
que a educação permite.
Amar-se ão como se houvesse

alguna verdade nisso, para além
do acaso de viverem juntos e ser

muito tarde para deixarem de o fazer.
Nesse dia ouvir-se-á em uníssono
<
>.
Lisboa morre pouco a pouco sob os lençóis
e no outro dia é já trabalho.





SAUDADES DE CASA

En las vacaciones se bromea con lo que podríamos haber sido
si no fuésemos aquello que somos.
Hay una simpatía exagerada por lo que se ve:
una mezquita, un pastor conducido
por su rebaño, los niños
que limpian los parabrisas del coche por una moneda,
la soledad en plena calle

compartida con las verduras, las frutas y la vendedora.
Nadie paga el precio de lo que bebe,

de lo que come, se paga el olvido
de aquél que debería haber permanecido en el lugar de donde venimos
y se empeña, a veces, en estar aquí con nosotros.
Hay muchachas que escuchan atentamente
las historias aunque no oigan,

y son aún más bellas que sus carcajadas.
A la luz de la luna se ven como las soñábamos

a la salida de la infancia lejana.
Una postal escrita apresuradamente
frente a la isla de Lesbos
tiene tanto sentido para quien la va a leer
como la vida en todos los días del año.
Pero escribirla es importante
para reforzar la distancia con nosotros mismos.
Es probable que alguien piense en su propia mujer

de vacaciones en otra parte del mundo,
y en la posibilidad de estar sintiendo lo mismo,
pero no siente miedo.

Nadie es quien es, y cuando
regresen dirán sólo lo poco
que la educación permite.
Se amarán como si hubiera

alguna verdad en ello, más allá
del azar de vivir juntos y ser

muy tarde para que dejen de hacerlo.
Ese día se oirá al unísono

<
>.

Lisboa muere poco a poco bajo las sábanas
y el día siguiente ya es laborable.





O HOTEL DE BEBEK

Numa mesa do Hotel de Bebek,
A sua atençao dividia.se
entre os poemas
tristes, coloquiais, verdadeiros de Orhan Veli
e a escandalosa beleza do Bósforo.
Um poeta que odiava a literatura

e uma paisagem que era literatura
para qualquer um que não poeta.
Mas uma pergunta invadia
a sua dividida atenção: que faço eu aqui,
eu que vejo sempre o outro lado das coisas
quando elas se me deparam?
A música, popular e americana,

lembrou-lhe a adolescência portuguesa,
tão longe da realidade quanto a vida
pode estar do homem que a carrega.
Os barcos, assíduos como carros
numa transversal da Avenida da Liberdade,
transportavam tudo menos uma palavra.
Talvez uma palavra, sim,

não uma vida nessa palavra.
No poema de Veli,
que em outra língua se pode chamar “Suicídio”,
lia:
“Devo morrer sem dizer nada a ninguém.
Haverá um fio de sangue a um canto da minha boca.
Aqueles que me conhecem
Dirao:
‘Sem dúvida, amava alguém.’
(…)”

Interrompeu a leitura com um sorriso,
a língua turca, que não conjuga o verbo
ser, era-lhe mais familiar
do que a paisagem,
do que as pessoas que entravam e saíam,
mais familiar do que a rua onde crescera
mais familiar do que as palavras
na boca dessa rua.
Sentimo-nos mais perto
da solidão do que da cidade.
Que faço aquí, perguntava,

como se estivesse ainda em Lisboa
e não soubesse mais nada do que dizer mal,
de um amigo,
de um novo livro,
dos políticos,
de alguém que nos entretém num jornal
e julga ser mais do que isso,
dos homens que não fazem senão dizer mal.
Sentado no hotel de Bebek,

diante da beleza das mulheres de Istambul
já nem sabia como amar a sua mulher.
Em breve, o sol
abandonará este território do mundo.
Começará aqui o tempo,
de entretenimento,
começará o tempo do emprego,
começará o tempo do passado
à secretária do jovem que atenta
num poema antigo,
ainda que seja para prover mais tarde
o entretenimento ou o emprego.
Uma vida como acertar

o despertador e acordar com ele.
Uma vida como um hotel
que regista, quase sempre para nada,
os seus hóspedes.
Uma vida como uma mulher,
jovem e bela, com quem alguém se deita
como um hotel.
Veli terminava o seu poema:

“Aqueles que me conhecem, irão dizer,
‘Ainda bem para ele. Pobre homem, sofreu tanto’
Mas a verdadeira razão não debe ser nenhuma delas.”

O Bósforo, como um príncipe,
mantinha todo o seu decoro.
E as gaivotas, sempre que conseguiam,
de peixe na boca.
O outro lado das coisas.




EL HOTEL DE BEBEK

En una mesa del Hotel de Bebek,
su atención se dividía
entre los poemas
tristes, coloquiales, verdaderos de Orhan Veli
y la escandalosa belleza del Bósforo.
Un poeta que odiaba la literatura

y un paisaje que era literatura
para cualquiera que no sea poeta.
Pero una pregunta invadía
su atención fragmentada: ¿qué hago yo aquí,
yo que veo siempre el otro lado de las cosas
cuando ellas se me presentan?
La música, popular y americana,

le recordó la adolescencia portuguesa,
tan lejos de la realidad como puede estar
la vida del hombre que la carga.
Los barcos, asiduos como coches
en una transversal de la Avenida Liberdade
transportaban todo salvo una palabra.
Tal vez una palabra, sí,

no una vida en esa palabra.
En el poema de Veli,
que en otro idioma se puede llamar “Suicidio”
leía:
“Debo morir sin decir nada a nadie.
Habrá un hilo de sangre a un extremo de mi boca.
Aquellos que me conocen
dirán:
‘Sin duda, amaba a alguien’
(…)”

Interrumpió la lectura con una sonrisa,
la lengua turca, que no conjuga el verbo
ser, le era más familiar
que el paisaje,
que las personas que entraban y salían,
más familiar que la calle donde había crecido,
más familiar que las palabras
al inicio de esa calle.
Nos sentimos más cerca
de la soledad que de la ciudad.
Qué hago aquí, preguntaba,

como si aún estuviese en Lisboa
y no supiese más que maldecir,
de un amigo,
de un libro nuevo,
de los políticos,
de alguien que nos entretiene en un kiosco
y cree ser más que eso,
de los hombres que no hacen más que maldecir.
Sentado en el hotel de Bebek,

ante la belleza de las mujeres de Estambul
ya ni sabía cómo amar a su mujer.
En breve, el sol
abandonará este territorio del mundo.
Comenzará aquí el tiempo
del entretenimiento,
comenzará el tiempo del empleo,
comenzará el tiempo del pasado
en el escritorio del joven que reflexiona
sobre un poema antiguo,
aunque sea para proveer más adelante
un entretenimiento o un empleo.
Una vida como poner en hora

el despertador y levantarse con él.
Una vida como un hotel
que registra, casi siempre para nada,
a sus huéspedes.
Una vida como una mujer,
joven y guapa, con la que alguien se acuesta
como un hotel.
Veli terminaba su poema:

“Aquellos que me conocen, dirán,
‘Mejor para él. Pobre hombre, sufrió tanto’
Mas la verdadera razón no debe ser ninguna de ellas.”

El Bósforo, como un príncipe,
mantenía todo su decorado.
Y las gaviotas, siempre que lo conseguían,
con un pez en la boca.
El otro lado de las cosas.





CHIPRE REVISITADA

Chipre nao é uma ilha, mas duas
Penínsulas. De um lado
Os Gragos, do outro os Troianos,
Que, como na Ilíada,

Sao apenas dois modos
De se olhar Helena: os trabalhos
De a ter e o castigo de a ter
Perdido. O aviao

Chega como a faca no porco.
Ulisses, o artífice
Do engenho, aterrou
Perfecto no seu fato azul

Mediterrâneo. Nestor
Conduz-nos até ao hotel
Pela paisagem desértica e Helena,
Esse Nome nos lábios

Como livro decorado para exame.
(Ou será antes como as putas
A que nos feriados se paga?)
Depois das montanhas, o mar

A origem de todos os crimes
Sobre a terra. À cegada
Aos muros da cidade
(há muito mais vento

Do que árvores, muito
Mais vento do que almas,
Muito mais do que qualquer
Outra coida)pensamos

Em Aquiles, em tudo
O que nao trouxemos.
Se Fosse só para sofrer, pela vida,
Nao se tinha vindo

Aquí. A felicidade fica
Para os turistas, às maos
De Ulisses e da culinária
Abyecta onde gastam as suas

Economias. Nestes séculos
Quem morre mata. Por isso
A vida é uma cor,
Nao tem significado.





CHIPRE REVISITADA

Chipre no es una isla, sino dos
Penínsulas. A un lado
Los Griegos, al otro lado los Troyanos,
Que, como en la Ilíada,

Apenas son dos formas
De mirar a Helena: los trabajos
De tenerla o el castigo de haberla
Perdido. El avión

Llega como un cuchillo clavado en el cerdo.
Ulises, el artífice
Del ingenio, aterrizó
Perfecto en un traje azul

Mediterráneo. Néstor
Nos conduce hasta el hotel
Por el paisaje desértico y Helena,
Ese nombre en los labios

Cual libro memorizado para un exámen.
(¿O será antes como las putas
a quienes se paga los festivos?)
Más allá de las montañas, el mar

El origen de todos los crímenes
Sobre la tierra. La llegada
A las murallas de la ciudad
(hay mucho más viento

que árboles, mucho
más viento que almas,
mucho más que cualquier
otra cosa) pensamos

en Aquiles, en todo
lo que no trajimos.
Se fuera sólo para sufrir, por la vidam
Se habríamos venido

Aquí. La felicidad está reservada
A los turistas, en las manos
De Ulises y de la culinaria
Abyecta donde gastan
Su economía. En estos siglos
Quien mueres mata. Por eso
La vida es un color,
No tiene significado.


Textos originales extraídos del libro O tabaco de Deus,
Lisboa, Cotovia, 2002






LISBOA SÓ

Bebo café numa esplanada da Alexandre Herculano,
a tarde aproxima-se do seu fim.
O dia de amanha, feriado e sexta-feira,
fez com que neste momento só veja a ausência das pessoas,

a sombra da azáfama.
Na esquina com a Duque de Palmela,
um mendigo aproveita para revirar libremente
o contentor do lixo.

Quanto ao homem que aqui faz de poeta,
para se nao sentir sozinho
vai lá dentro pagar a despesa.
Aguarda um poema que o salve.






LISBOA SOLO

Tomo café en una explanada de la rua Alexandre Herculano,
la tarde a punto de caer.
El día de mañana, festivo y viernes,
hace que en este momento sólo vea la ausencia de las personas,

la sombra del ajetreo.
En la esquina con la rua Duque de Palmela,
un mendigo aprovecha para revolver libremente
el contenedor de basura.

En cuanto al hombre que aquí hace de poeta,
para no sentirse solo,
entra a pagar la consumición.
Aguarda un poema que lo salve.


De A voz que nos trai, Cotovia, Lisboa, 1997




No hay comentarios:

Publicar un comentario