miércoles, 22 de junio de 2011

3959.- HORACIO PRELER


Horacio Preler, La Plata (Argentina), 1929. Abogado, poeta. Es autor de “Institución de la tristeza” (1966), “Lo abstracto y lo concreto” (1973), “La razón migratoria” (1977), “El ojo y la piedra” (1981), “Lo real, nuestra casa” (1991), “Oscura memoria” (1992), “Zona de entendimiento” (1999), “Silencio de hierba” (2001), “Casa vacía” (2003) y “Aquello que uno ama” (2006). Recibió el Premio Consagración de la provincia de Buenos Aires y el Premio Academia Argentina de Letras correspondiente al trienio 2001-2003, por su libro Silencio de Hierba. Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías, tales como: "Poetas Argentinos Contemporáneos" (1993) y "Cinque poeti argentini" (1997).




Esquinas

La ciudad tiene esquinas
en la distancia exacta, esquinas diagramadas,
hechas para contar las calles,
para saber por dónde pasamos,
dónde han quedado los objetos perdidos.
Sirven también para obtener recodos,
simetrías, espejos,
para seguir de largo o esperar
mirando el umbral, la vereda,
el agua que se pierde.
Luego, cuando la noche le pisa los talones
la esquina se duerme en cualquier parte,
debajo de algún árbol, en una plaza sola,
en una habitación, en algún cementerio.

(De “Lo real, nuestra casa”, 1991)








Penurias Personales

Cuando las penurias personales son una compañía
definitiva hay que despertar sonriendo
en la mañana. Siempre los aposentos
han cautivado la imaginación
y han demorado la ternura.
A veces descubrimos que existe la verdad
y el misterio. Entonces asoman los mendigos
del alma
poniendo la mano sobre la coyuntura
de los párpados.
El ojo desnudo empieza a verter una lágrima,
una sola y enorme lágrima que cae al piso,
corre hasta la puerta y continúa por la calle
donde algún transeúnte, fugazmente, se detiene
sin creer lo que ve, pensando que el dolor
es una extraña criatura que se devora todo.

(De “Lo real, nuestra casa”, 1991)









La hierba

Hierba, hermana,
te vi crecer en el invierno y el otoño,
en la primavera y el estío.
Tu color era desigual
y tu costado, leve.
Había un hoyo en nuestra casa
y en él ahogábamos a los visitantes.

Hierba, hermana de la noche,
crecida hacia el mismo lugar,
forma de amar,
tiempo donde la semilla húmeda,
fustigada por la mentira,
soñaba hasta la madrugada.

Hierba, hermana mía,
lo oscuro te pertenece.

(De “Silencio de Hierba”, 2003)










Cerca de mí

Cerca de mí,
todo está cerca de mí.
Los libros de la vitrina,
las hojas en blanco
y las reminiscencias de la noche.
Cerca está la vida despojada,
los recuerdos que estructuran el alma
y la mirada que partió.
Cerca, muy cerca está la lluvia,
la solitaria lluvia.

(De “Aquello que uno ama”, 2006)







Símbolos

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.


(De Lo abstracto y lo concreto, 1973)









La natural mediocridad a todos nos concierne,
nos acompaña en las extrañas actitudes
con que desarrollamos una idea.
Es el atuendo insospechado del concepto,
la libertad del incipiente ser
que elude su propio fundamento.
Es más aún,
la posibilidad de morir sin estridencias.

(De Lo abstracto y lo concreto, 1973)









Un poeta muere como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Abandona entonces a sus hijos,
sus afectos y sus pequeños lujos:
su infancia,
la carta de un amigo
y algunos libros que lo encallecieron.
Además,
los poemas que nadie escribirá por él.

(De La razón migratoria, 1977)









El señor Gianni

Todas las tardes junta las hojas
que el viento ha volteado
y las mete en un hoyo.
Enciende una fogata y espera.
Después riega las plantas,
va de aquí para allá
atento a cada extraño brote,
cuidando que todo crezca en orden,
que nada perturbe su labor,
como un dios que no ha perdido la esperanza.

(De La razón migratoria, 1977)











La rejilla

Limpiamos el agua que ha caído
la noche anterior
y con ella viene la basura
acumulada en el patio.
El agua sucia corre
y en la rejilla queda la resaca,
los focos de infección,
la hierba ya podrida
mientras otra agua
desciende sola hacia la tierra.

(De La razón migratoria, 1977)









Casa vacía

Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.

(De Lo real, nuestra casa, 1991)










Países

El viaje es a la medida del dolor.
Entregar la mano, sentir los dedos,
las huellas digitales, la sangre que llega
desde triste frontera.
Sentir el peso del esqueleto madurando,
dibujando círculos para obtener un punto de partida,
un leño navegando en un extraño río. Respirar
con la boca entreabierta, mirar hacia delante
y hacia atrás, hurgar en los bolsillos,
secarse las lágrimas, quitarse los zapatos
para crear una frase común.
Hay esquinas que parecían países, murmullos, ecos,
países que no tenían ciudades, llanuras
ni mares interiores, vacíos por dentro,
países, en fin, hechos sólo para morir.

(De Lo real, nuestra casa, 1991)










Cuerpo y alma

El alma soporta la idea de la muerte
sola en su misión,
apenas apoyada en la fragilidad del cuerpo.
Un incipiente calendario
le arroja algo de esperanza,
le insinúa la penumbra del ojo
por la ventana entreabierta de la realidad.
Nada le ofrece protección
y la idea desciende como el rocío
sobre los techos de las casas.
Cuerpo y alma suspendidos sobre el vacío,
colgando de una soga,
materia descreída,
ojo lisiado enfrentando la oscuridad..

(De Zona de entendimiento, 1999)










Las llaves

La tarde resta a la vida
semanas de silencios.
La niebla confunde al viajero
en la vía muerta de una ciudad cercada.
Es poco para un desconocido que ve la aurora
desde la morada del llanto.
Las preguntas apuran al desprevenido,
casi sin equipaje,
casi al borde de la muerte,
empeñado en abrir puertas
y buscar las llaves sin retorno
de la sabiduría absoluta,
llaves que el viajero había perdido,
sin saberlo,
en el momento de partir.

(De Zona de entendimiento, 1999)










Zona de entendimiento

A veces pensamos que la soledad
es una cosa que podemos manejar
como si fuera una materia inerte.
Vemos la claridad desde la ventana
mientras la brisa mueve las cortinas.
El perro duerme debajo de la silla
y las horas pasan
como un ciego tanteando las baldosas.
En la mesa se amontonan libros y papeles.
Entonces nos acomodamos en un rincón
y buscamos imágenes de un paisaje ignorado.
Todo el silencio regresa de la calle
y se sitúa en la casa.
Nada se mueve, nadie habla.
La tarde es un atajo,
una zona de entendimiento
que nos mira desde la eternidad.

(De Zona de entendimiento, 1999)










Cerca de mí

Cerca de mí,
todo está cerca de mí.
Los libros de la vitrina,
las hojas en blanco
y las reminiscencias de la noche.
Cerca está la vida despojada,
los recuerdos que estructuran el alma
y la mirada que partió.
Cerca, muy cerca está la lluvia,
la solitaria lluvia.

(De Aquello que uno ama, 2006)










El invierno llega

El invierno llega
y se arrastra por la memoria.
El corazón de un viejo
llama a las puertas de las casas vacías
y no encuentra respuesta.
El frío penetra hasta los huesos
y el desamparo se dispersa en el viento
como el celo de una mariposa.

(De Aquello que uno ama, 2006)





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