jueves, 23 de junio de 2011

LUIS LLORENTE BENITO [3.973]


Luis Llorente Benito



Segovia (España), 1984
Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca. Ha publicado los poemarios La rutina de la nieve (Huerga y Fierro, 2010) y El vuelo y la mirada, 2015. 



Es autor de muchos otros poemarios, inéditos, de los cuales uno está pendiente de publicación. Una selección de su etapa poética de 2003 puede encontrarse en la web posei.as. Sección Autores siglo XXI: Luis Llorente Benito.


Eres un sueño

Eres un sueño.
Yo un tigre llorando.
Ella una habitación vacía,
un reloj atravesado en la garganta,
y se cubre de niebla la memoria, y sordamente escribo
con el pulso desatado,
y vienes tras la noche apresurada,
y extrañamente desmedida, y escucho el fuego
de tus manos en mi regazo árido,
en mi cabaña muerta y de silencio,

y el mar tiene todos sus barcos hundidos
y yo estoy en mi blanca habitación vacía.

(de La mirada ebria, inédito)




Un teléfono…



Eres el dios reciente y amarillo.
Alberto Girri


Un teléfono sonando en el vacío
es el enjambre más preciso de la muerte.
O la vida que desata su indecisa permanencia,
su celeste aurora
restallando en los metales oxidados
como dientes ácidos
clavándose en la lluvia.
Solemne nitidez de la memoria
disparando espejos en la ciudad vacía,
donde el cuerpo nace y se acuerda de la tierra.

Los que conocen
el fulgor de esa palabra
han mirado más allá de las ruinas,
han visto madrugadas llenarse de raíces,
y los ojos afilando sus cuchillos,
y la vida rebuscando en sus refugios:
la celeste aurora
de nuestra desolada podredumbre.

(de Casa muerta, inédito)



Ilumina…

Ilumina palabras esta nube,
inmensa lengua que profana.
Lengua larga de la tarde.
Flor desenvainada, árboles antiguos.

Son criaturas en la aurora. Aleixandre
entregada tiene su mano.

Cernuda en Ciudad de México
escribe un verso en este instante.
El océano Pacífico es demasiado triste, para él y para todos.
Su muerte en el D.F. se extiende hasta Acapulco.

Un poeta debe conocer su cuerpo.
Un poeta debe no ser recordado.
Un poeta debe
conocer las leyes implacables,
caer en la desgracia,
sepultar sus versos
y renacer desde el olvido.

Escribir para la inmortalidad
desde instantes inmortales.

Caminar bajo la lluvia
como un fantasma.

Tener su casa aquí,
nombrar la noche y el poema,
apagar su sed y reafirmar sus desperdicios,
encontrar los papeles que hablaban de la aurora,
inventar una mirada triste,
posar con su noble calavera,
parecerse al fuego,
leer bajo la lluvia con la lámpara ebria,
murmurar la oración del despertar,
desnudarse ante el asombro,
profanar sus propios ojos en espejos alterados
por estados alterados de conciencia,

tomar café con lluvia y sin azúcar,
encerrar sus manos en la noche,
escribir en los instantes olvidados

para que un lector, cincuenta años después,
olvide cada verso en un instante.


Qué poema…



Amor, terror de soledad humana.
Luis Cernuda
Qué poema es éste. Cuántos he dicho
para tiritar, para salir, para cerrar el frío
y esta casa de recuerdos áridos.
Profunda la memoria canta, se abre aquí
su nombre
y este surco me recuerda a otro lugar,
a otra casa, a otro cuerpo.

Era otro poema
dictado por la misma luz.

Un poema distinto tras las cortinas antiguas.

En esta casa el llanto se dibuja
en sus paredes agrietadas,
y tiene su olor
otro silencio desgastado.
El polvo en la madera,
los años van royendo dulces a su oído,
y quién se esconde
en el rellano, quién oculto en la escalera,
qué sueño se desteje
para mirar el agua en estas manos frías
—región sin nombre, desolado páramo—,

qué ojos los del tigre aletargado,
en el césped marchito de ponientes afligidos,
su lugar más ebrio y desolado,

alto el desierto en la llama que estremece,
oyendo estoy a la espuma como garganta quejarse

y tú sólo vienes en el sueño
como diosa ebria.







 “El vuelo y la mirada”. La Isla de Siltolá, 2015.


Esa hora de la noche en que engendramos
la oscura luz de lo dormido.
La muerte un sortilegio,
implacable teatro que trasciende,
testimonio que ya habita
la ardida plenitud de la frontera.

Rebelión al viento,
ascendencia
sorda de los pájaros.

Desnuda posesión
para quien sabe amar, y comprender su bosque.
¿Quién puede entre los labios
darle al viento su caricia,
su pequeña muerte que permite
la labranza naciendo de la luz?

Golpead la aldaba,
decidme que las calles
ante esta puerta no son mías,
y queda el residuo en lo sagrado
sobre tanta piedra en la ciudad que canta.


*


Es la flor a la deriva,
su pensamiento entre las cosas.
La desnudez eterna que se extiende
hacia el sonido de lo muerto.
Y el prodigio. Y el tesón en lo que nace.

Nube de juventud para estos labios
que en soledad se muestran y comprenden.
Rumor del ojo, rasgo hacia otra edad,
alzar la suerte y ver el mundo.
Como tiemblan, cuando comen, los gorriones.
El cuerpo del misterio, buche que ha quebrado
su alimento. ¿Estas sílabas de luz
resumen la apariencia?
¿Este canto en cada tarde
de surcos y de mieles?

Has visto
los arados brillar. No te sorprenda
esta alegría, trigo en tu memoria
y en la guarida limpia del verano que se incendia.

Eres la luz de lo aprendido,
la savia que ha regado
la inocencia de la noche.











No hay comentarios:

Publicar un comentario