viernes, 25 de marzo de 2011

3645.- ELVIRA ALEJANDRA QUINTERO



Elvira Alejandra Quintero nació en Cali, Colombia.
Ha publicado los libros de poesía:

Las memorias de Alejandrina (Córdoba-Argentina, 2011),
Los nombres de los días (Bogotá, 2008),
La mirada de sal (Cali, 2005),
La ventana-Cuaderno de Ana Ríos (Cali, 2003),
La noche en borrador (Chiquinquirá, 2000)
y Hemos crecido sin derecho (Cali,1982);

y de ensayo literario:
El pozo de la escritura - Enunciación y Narración en El pozo,
de Juan Carlos Onetti (Cali, 2010).

Por su obra poética recibió el Premio de poesía Antonio Llanos (1984), el Premio Nacional de poesía Ciudad de Chiquinquirá (1999) y el Premio de poesía Jorge Isaacs (2004). Fue finalista en el Premio Nacional de poesía Héctor Rojas Herazo (1983) y en el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura (1998).

Pertenece a la generación de poetas y escritoras colombianas que hacia finales del siglo XX inician la exploración de nuevas poéticas para nombrar su realidad actual y cotidiana.

WEB DE ELVIRA ALEJANDRA QUINTERO




5 PM: El goce

Ella habita el mundo que le dejó su padre.
Su padre recio y tierno,
cuando se levantaba en la niñez a jugar frente al espejo,
Haciendo muecas para que ella riera.

Parece que se hubiera detenido la vida.
Los días de la pasión en el bosque, con su amado, están tan lejos.
Tan lejana la gloria y la dicha, el deseo de correr en las calles desocupadas.

¿Hace cuánto sus labios no besan?
¿Hace cuánto no recorre la electricidad su cuerpo?
Y los pasos,
¿Hace cuánto la llevan nada más que a los sitios permitidos,
bajo toda la luz del día, en qué obediencia?

Del libro Los nombres de los días








5 y 30 AM: Todos los días

Me levanto y no rezo.
Me repito que no volveré a lo mismo de ayer.
Reinicio el desordenado ritual de preparar cuerpo y ánimo para mostrar al mundo:
La prenda apropiada busco en el armario, la frase que taladra silenciosa mis oídos pronuncio en el silencio de mi boca.
No sale, se guarda, se recoge. Se unta maravillosamente
de otros gritos que también quieren salir.
Todos los días me digo que no puede ser más esto.
Que no lo volveré, que no lo haré, que lo diré.
Y después de haber gozado en el sufrimiento de intentar aclarar
mi pensamiento en la escritura, repito el desorden, la ambición,
la locura, la codicia, y me digo que mañana será por fortuna otro día,
en que habrá tiempo para los buenos propósitos.

Del libro Los nombres de los días








Cali

En este Cali abierto, entregado a los vientos
Repetido en los pasos calientes de la rumba
Repetido en el río que atraviesa los días
En este Cali hemos nacido.
Nosotros
Con el amor detenido en el cambio de un semáforo
Los tantos fantasmas de este Cali disperso
De este Cali revuelto a las seis de la tarde
Hemos vivido aquí.
Donde agosto fue el tiempo paseado de cometas
Y después la ternura tomados de la mano
Donde octubre miraba nuestros gritos en coro
El fútbol de la calle
Los besos de prisa.
Nosotros
Veranos repetidos en cada cigarrillo
Hemos querido a veces fugarnos por las calles
Y atravesar la tarde en los juegos de los niños
En este Cali impávido, caliente
Contado en los globos de colores del parque
Repetido en los pasos calientes de la rumba.

Del libro Hemos crecido sin derecho







Hemos crecido sin derecho

Estamos en esta locura
Vos y yo
Solamente.

Hemos perdido el cielo.
Hemos perdido el derecho de asombrarnos
Vos y yo
Solamente.

Hemos crecido sin derecho
Vos y yo
Solamente.







El olvido . Poema 3

NADA de vértigos astrales y desconocidas piedras preciosas. Nada de forzosos extrañamientos poéticos, de falsos ritos.
Hablaré de la tierra consagrada por el abuelo en el centro de mi infancia. De su olor a lluvia o a vida cuando el amanecer me llama a la ventana, y el brillo del mundo me devuelve su frase:

Písala con los pies descalzos. La energía que asciende por tu cuerpo te hermana con el resto del universo.

Y aún, cuando recorro los andenes solos y oscuros y el viento acecha en mis oídos refrescando el acalorado monólogo, un lejano olor a peces me recuerda el mar.

Y busco un pedazo de camino y quiero olerlo.

Y quiero pisarlo.

Y aunque no es de tierra, la piel de mis pies toca el mundo.

Y mi sangre vuelve a ser parte de la sangre del universo.






Las mañanas son dos palomas que olvidaron volar para abrazarse
.






(a Sara)

Las mañanas son tu nombre y tu dolor que me llegaron juntos,
y hasta tu voz que me derribó en silencio.
Las mañanas son tu boca
llena de versos sin vocales,
llena del color de tu sonrisa.
Las mañanas,
las descubrí cuando lloraste un día
y tus lágrimas reconstruyeron
el mundo en tu figura.
Las mañanas yo las ví
junto a tus pies desnudos..

del libro: Hemos crecido sin derecho. 1982.





Genealogía
.
En enero los pastos amanecieron húmedos, entregados a la sensación de nuevo comienzo que devoraba las flores, los hombres y las casas, no obstante la desesperanza, en boca de todos ahora que pasa el tiempo y todos vemos que pasa. Lo vemos pasar en las sombras de las paredes de las tardes, extendido como un enorme lagarto y su mirada plana; como un joven amor: Disperso. Fresco. Terrible.

*

Ondeaban bajo el viento de la tarde y gritaban domesticados bajo el asombro de la medianoche los pastos verdes y amarillos como los cuadros de Van Gogh y de Millet, allí afuera, entregados a ser todo color, largo, delgado y extendido sobre el mundo.

*

Y más allá, donde me acostumbré a imaginar tu ausencia de tanto mirarla, las cañas que sembraste nombraron su nacimiento, como una premonición, o una despedida a todos los tiempos del pasado.
Pienso en Julia. Pienso en Enma. En Ofelia.
Pienso en las abuelas que se cansaron de tanto amar calladas una imagen de su propio ser. Inalcanzable, loca, absurda.
O de imaginar que nunca sería el tiempo de su dulzura, y Su pasión, contenida en los labios más apretados que el beso del abuelo.

*

Pero no imaginemos más su desesperanza
Aquí la nuestra vuelve a afincarse en la genealogía de los gritos del cielo.



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