domingo, 5 de septiembre de 2010

897.- NAZIK AL MALAIKA



Biografía de NAZIK AL MALAIKA:

Nació en Bagdad (Irak), en 1923 y murió en 2007 en el seno de una familia culta: su madre escribía poesía y su padre también era poeta, además de editor y profesor de árabe.

Aficionada a la poesía desde temprana edad, a los diez años escribió sus primeros poemas en árabe clásico y continuó escribiendo y publicando poemas en revistas y periódicos durante su periodo de formación en el Higher Teachers’ Training College de Bagdad, donde se graduó en 1944. A la vez, se interesó por la música y aprendió a tocar el laúd en el Fine Arts Institute.También estudió inglés y francés y obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Princeton.

En 1954 continuó sus estudios en la Universidad de Wisconsin, graduándose en Literatura Comparada. Posteriormente regresó a Bagdad donde se casó en 1961 y fundó con su esposo y otros compañeros la Universidad de Basora.

A comienzo de los años 70 se trasladó a Kuwait donde se dedicó a la docencia pero, como muchos iraquíes, se vio obligada a regresar a Iraq cuando Saddam Hussein invadió el país en 1990.

En 1991 se trasladó a El Cairo, donde permaneció hasta su muerte, acaecida tras una larga enfermedad el 20 de junio de 2007, a los 83 años de edad.

Pionera del movimiento del “verso libre” junto con Badr Shakir Al Sayyab, en 1947 publicó su primer libro de poemas: Enamorada de la noche, con influencias de los poetas árabes clásicos y otros poetas occidentales, como Shakespeare y Shelly, y en 1949 Chispas y cenizas, donde empleó el verso libre que continuó desarrollando en sus siguientes poemarios: El hueco de la ola (1957), El árbol de la luna (1967), Cántico de la gloria (1968), convirtiéndose en una de las principales figuras del modernismo y ejerciendo gran influencia, tanto con sus poemas como con sus obras de crítica literaria, en numerosos poetas de todo el mundo árabe.

Su estilo se caracteriza por la gran maestría de la lengua árabe, el original uso de las imágenes y la delicadeza y musicalidad de sus versos, siendo la melancolía una constante en su obra. Entre los distintos temas que aborda, destaca su defensa de los derechos de las mujeres, víctimas de una sociedad anclada en costumbres ancestrales.




LA BAILARINA APUÑALADA

Baila, con el corazón apuñalado, canta
Y ríe porque la herida es danza y sonrisa,
Pide a las víctimas inmoladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

Es inútil llorar.
Contén las ardientes lágrimas
Y del grito de la herida extrae una sonrisa.
Es inútil explotar.
La herida duerme tranquila.
Déjala y venera tus humillantes cadenas.

Es inútil rebelarse. Nada de cólera
contra el furioso látigo.
¿Qué sentido tienen las convulsiones
de las víctimas?
El dolor y la tristeza se olvidan
Y también uno o dos muertos, y las heridas.

Convierte el fuego de tu herida en melodía
Que resuene en tus labios anhelantes
Donde queda un resto de vida
Para un canto que no callan la desgracia
ni la tristeza.

Es inútil gritar. Repulsa y locura.
Deja al muerto tendido, sin sepultura.
Cualquiera muere... que no haya gritos
de tristeza.
¿Qué sentido tienen las revueltas
de los presos?

Es inútil rebelarse. En la gente, los restos
De venas no dejan circular la sangre.
Es inútil rebelarse mientras algunos inocentes
Esperan ser inmolados.

Tu herida no se diferencia de las demás.
Baila, ebria de tristeza mortal.
Los insomnes y los perplejos están abocados
al silencio.
Es inútil protestar.
Descansa en paz.

Sonríe al rojo puñal con amor
Y cae al suelo sin temblar.
Es un don que te degüellen como una oveja,
Es un don que te apuñalen el corazón
y el alma.

Es una locura, víctima, que te rebeles.
Es locura la cólera del esclavo cautivo.
Baila la danza del fuerte, del feliz
Y sonríe con la felicidad del esclavo a sueldo.

Contén el dolor de la herida:
es pecado gemir,
Y sonríe complacida al asesino culpable.
Regálale tu corazón humillado
Y déjale cortar y apuñalar con placer.

Baila con el corazón apuñalado, canta
Y ríe: la herida es danza y sonrisa.
Di a las víctimas degolladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

Del poemario: El hueco de la ola (1957)






NOCTURNO

La noche se desliza por las estepas,
Las manos de las nubes pasan
por el horizonte
Y las tinieblas duermen,
En impresionante calma,
Bajo las alas del silencio.

Sólo se oye el zureo de las palomas,
El murmullo gimiente de los arroyos
Y un ruido de pasos en la oscuridad
Que caminan suavemente.

Me siento, entregándome a la calma
de la noche,
Contemplo el color de las tristes tinieblas,
Lanzo mis cantos al espacio
Y lloro por todos los corazones ingenuos.

Oigo los susurros de las palomas,
La lluvia que cae en la noche,
Los gemidos de una tórtola en la oscuridad
Que canta a lo lejos en las ramas
Y la queja lejana de un molino
Que gime en la noche y llora de fatiga.
Sus gritos atraviesan mis oídos
Y va a morir detrás de las colinas.

Escucho... sólo se oyen las plantas.
Miro... sólo se ve oscuridad.
Nubes, silencio y una noche triste.
¿Cómo no sentirme afligida?

La vida para mí es como esta noche:
Tinieblas, melancolía, desesperanza,
Mientras los demás sueñan con claridad
En una profunda e impresionante noche.

Llanto continuo de la naturaleza,
Silencio de las tinieblas, gemido
de los vientos,
Suspiros de la brisa vespertina,
Lágrimas del rocío en los ojos
de la mañana.

Veo en las riberas de la desgracia
A la multitud de afligidos,
El cortejo de los hambrientos
Ahuyentados por los aullidos del destino,
Sin poder pronunciar palabras
de despedida.

Escucho: sólo los sollozos
Mandan su eco a mis oídos
Por detrás de las fortalezas
y sobre las praderas.
Entonces, ¿quién puede cantar conmigo?

En el futuro portaré mi lira,
Lloraré la desgracia del universo
Y declamaré mi compasión por su infortunio
A los oídos del cruel tiempo.

Del poemario: Enamorada de la noche (1945)



CALENDARIO

Para nuestros pasos había un pasado;
está muerto
Desde hace cientos de años.
Los años han borrado su recuerdo
Y lo han colocado entre los muertos.

Durante mucho tiempo hemos buscado
Sus astros desaparecidos,
Hemos recurrido al imposible
Para devolverle la vida.

Hemos intentado, traspasando los siglos,
Hacerle volver a sus comienzos,
Esperando recobrar nuestros sentimientos,
Y hemos regresado con las manos vacías.
Hemos atravesado las tinieblas,
Franqueado lo impasible, inmóvil,
Excavando los huesos amontonados,
Y no hemos encontrado lo extraviado.

Hemos visto, allí, frentes
Que no veían porque estaban ciegas,
Ojos ensimismados en la vida
Silenciosa, porque estaban mudos.

Hemos visto restos de corazones
Embalsamados con el recuerdo.
En vano habían intentado encontrar
El sentido... eran restos.

Hemos visto labios vacíos
Que no emitían quejas ni sentían hambre
Y manos marchitas, plegadas,
Cuya desgracia no provocaba lágrimas.

Nos preguntamos por nuestro pasado
Y tropezamos con un ataúd.
Allí, sobre la tumba, yacía el tiempo descolorido.

Regresamos al calendario:
¿Se puede engañar a los días?
Y oímos gritar a los restos
Tras el sarcasmo de las cifras.

Vimos el mañana esperado
Arrastrando su mitad paralizada,
Arrastrando su mitad despreciada,
Su mitad congelada, inerte.

Allí, un libro se cerraba
Y finalizaba el antiguo canto.
Mañana, la vida germinará
Sobre las heridas del doloroso tiempo.

La voz del ayer se perderá
En el torbellino profundo del tiempo
Y sentiremos en nuestras copas
La palpitación del sueño que se despierta.

Del poemario: Chispas y cenizas (1949)




LAVAR LA DESHONRA

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura.
La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla,
El pelo ondulado se ensucia de barro.
¡Mamá! Sólo se oye al verdugo.
Mañana vendrá la aurora,
Las rosas se despertarán
A la llamada de los veinte años
Y la esperanza fascinada.
Las flores de los prados responden:
Se ha marchado... a lavar la deshonra.
El brutal verdugo regresa y dice a la gente:
¿La deshonra? –limpia su puñal-
Hemos despedazado la deshonra.
De nuevo somos virtuosos, de buena fama,
dignos.
¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos?
Llama a esa indolente belleza
de aliento perfumado
Por cuyos ojos daría Corán y destino.
Llena tu vaso, carnicero,
La muerte ha lavado la deshonra.
Al alba, las chicas preguntarán por ella:
¿Dónde está? La bestia responderá:
la hemos matado. Llevaba en la frente
el estigma de la deshonra
y lo hemos lavado.
Los vecinos contarán su funesta historia
Y hasta las palmeras la difundirán
por el barrio,
Y las puertas de madera, que no la olvidarán.
Las piedras susurrarán:
“Lavar la deshonra”
“Lavar la deshonra”

Vecinas del barrio, chicas del pueblo,
Amasaremos el pan con nuestras lágrimas,
Nos cortaremos las trenzas,
Nos decoloraremos las manos
Para que sus ropas permanezcan
blancas y puras.
No sonreiremos ni nos alegraremos
ni nos giraremos
Porque el puñal, en la mano de nuestro padre
O de nuestro hermano, nos vigila
Y mañana, ¿quién sabe en qué desierto
Nos enterrará para lavar la deshonra?

Del poemario El hueco de la ola (1957)





Yo

La noche se pregunta quién soy yo.
Yo soy su secreto profundo, inquieto
y negro, su secreto rebelde.
He escondido mi esencia en el silencio.
He envuelto el corazón en conjeturas.
Y me he quedado aquí, pálida, inerte,
viendo cómo los siglos se preguntan
quién soy.

El viento se pregunta quién soy yo.
Soy un soplo asombrado, renegada
del tiempo,
y, lo mismo que él, no tengo sitio.
Seguimos caminando sin final,
pasando eternamente, y al llegar
a la cumbre,
encontramos tan sólo el fin de la miseria;
entonces, el vacío.

El tiempo se pregunta quién soy yo.
Como él, una orgullosa que devora las eras,
y las dota de vida nuevamente.
Creo el lejano pasado
de una esperanza fácil, seductora,
para volver yo misma a sepultarlo.
Y así poder forjarme un ayer diferente,
y de helado mañana.

La esencia se pregunta quién soy yo.
Como ella, marcho fija en las tinieblas,
sin que nada la paz me proporcione.

Yo sigo preguntando, y la respuesta
sigue siendo también un espejismo.
Y aunque la creo cercana
—como siempre—
al llegar a su lado, se ha disuelto.
Desaparece. Muere.






Extraños

Apaga la vela y déjanos aquí desamparados,
somos dos partes de la noche ¿Qué significa el destello?
Cae la luz sobre quimeras en los párpados de la tarde
cae la luz sobre algunas esquirlas de esperanza,
llamada por nosotros, llamada por mí, cansancio.
Somos aquí como la luz
extraños.

El encuentro es el estupor, el frío como el día lluvioso
fue una muerte para mis canciones y una tumba para mis sentidos.
Las horas llaman en la oscuridad,
las nueve, las diez,
desde mi dolor escucho y cuento
Preguntaba perpleja al tiempo:
Tú que sabes más, ¿para qué mi alegría
si hemos pasado las tardes como
extraños?

Pasan las horas como el ayer, cubriéndose marchitas,
como el ignorado mañana desconoce si será o no puro.
Pasan las horas,
y el silencio como el aire de invierno
les concede inundar mi sangre y ahogar mi aliento
les concede susurrar en mi alma:
Bajo el remolino de la tarde sois
extraños.

Apaga la vela y los espíritus en la noche densa.
Cae la luz como el color del otoño
¿No lo ves? Nuestros ojos están marchitos y fríos
¿No lo oyes? Nuestros corazones están parados
y la extinción de nuestro silencio
es el eco de un temeroso aviso,
burlón de que nos volvamos
extraños.

¿Somos unos que traen el día?
¿Desde donde empezamos?
El ayer no nos reconoce como amigos... y nos rechaza.
Saltamos el recuerdo como si no hubiera un día de juventud
en que algún amor precipitado nos recorriera
y nos olvidara después.
¡Ah! si volvieramos de donde somos antes de perecer
aún seríamos
extraños.


Estelles i cendra, 1948
Traducción de Manuel Jiménez Lucena





Enigmas

Déjame en mi silencio con mi frustrado sentimiento
No preguntes por los enigmas de mi incertidumbre callada

Déjame con mi enigma sin buscar mis profundidades
Conténtate en comprender mis sentimientos con los secretos

No preguntes, pues a veces yo soy un enigma entre ellos
Deja en lo invisible los secretos y no entiendas

Que mi alma no anhele vivir como la gente
Que a veces yo olvido, humano sentimiento,

Incluso tu amor... incluso tus horizontes que me torturan
Y soy un espíritu que se extiende como espectro enamorado

Mi corazón anónimo tiene grandes misterios
Diferentes, sin consciencia humana

Por eso te siento como algo humano e inquieto
Del que la cumbre de mis sueños rechaza cualquier destello

Por eso te siente mi alma como la de algunos muertos
Diciendo tu eres amor, nada queda sino yo misma

En tu rostro miro pero sin verlo
En mi alma busco algo que me lo recuerde

Recuerdo, sin saber qué, ¿qué éramos?
Algo sin forma que lo defina... sin color

La oscuridad en mi alma permanece en su oscuridad
Déjala sin preguntarme sobre ella, sobre sus melodías

Déjame con mis grandes misterios, mis secretos,
Mi silencio, con el balbuceo de mis pensamientos

Hay en mí una parte de eternidad que no comprendes
Hay en mi corazón un gran sueño que no conoces

Déjalo, ¿qué es lo que te preocupa para preguntar con insistencia?
El amor se muere si no lo cubren los secretos

Soy como la noche: callada, profunda, horizonte
Soy como las estrellas: incertidumbre, lejanía, destello

Compréndeme si la noche se comprende, comprende mis
sentimientos
Y tócame, tócame si las estrellas pueden ser tocadas.

Estelles i cendra, 1948
Traducción de Manuel Jiménez Lucena




Raíces extinguidas

¡Oh, amor! no nos dejes recuerdos que no esconda la muerte
Tuvimos un pasado y con amargura lo cubrió el silencio

Somos dos ilusiones, sin color, sin voz, ni forma
El espejismo de la nada, sin expresión, sombra ni sentido

Nos rechazaron los suspiros y las tristezas, no tuvimos refugio
¡Ojalá encontráramos el olvido y se nos concediera alivio!

Lloramos sin la compasión de una tierna caricia
Estamos sin ayer y sin mañana, inexistentes

Nuestros ojos son horizonte sin luz, sin reflejo alguno,
Nuestros labios, carne sin habla; despojos, nuestras almas

Al encontrarnos, la conversación se calló y contuvimos el aliento
Y a una risa que parecía inútil, le faltó el sentimiento

Al encontrarse las manos, ¿dónde estaban el deseo y el escalofrío de la pasión?
Dedos muertos, nervios sin alma

Ojos de vacía mirada, sin corazón
En ellos el amanecer fue negro horizonte y agonizó el ocaso

Brazos sordos, inmóviles como las piedras a las que abandona la pasión,
Que no despìertan aunque el fuego los toque

Al encontrarnos algo nos faltó tras el alma
Nuestros labios fueron ignorados por la luz y nuestra noche fue herida

Al encontrarnos el dolor nos alejó y las lágrimas enmudecieron
Se nos hizo difícil que nos reunieran los días, entre el ayer

Y entre el abismo de los recuerdos se derribaron los fantasmas
En vano quiso la otra orilla que naufragase el marinero.

Estelles i cendra, 1948
Traducción de Manuel Jiménez Lucena




Elegía de una mujer sin valor

Imágenes de un callejón de Bagdad

Partió sin que palideciera ninguna mejilla ni temblara ningún labio
las puertas no oyeron la historia que contaron de su muerte
no se levantó la cortina de una ventana ni se derramó la tristeza
las miradas fijas vieron desaparecer el ataúd
sólo los restos de un esqueleto hizo temblar su memoria
una noticia errante en las callejuelas sin hallar morada
se refugió en el olvido de algún agujero
y la luna lloró su pena.

La noche indiferente se recogió, la mañana
trajo la luz, la voz de la vendedora de leche, el ayuno
el maullido de un famélico gato hambriento
y la discusión de los vendedores; con la amargura,
con la cloaca de agua sucia por la calle, con los olores,
fue abandonada de las puertas de las azoteas, sin amigos,
casi en un profundo olvido.

El interior de la ola, 1957
Traducción de Manuel Jiménez Lucena

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