viernes, 22 de julio de 2011

4226.- SANDRA RUBIO




SANDRA RUBIO (Jerez, 1983) Estudió Técnico Superior de Diseño Gráfico Publicitario en Escuela de Artes de Jerez (Cádiz), además de su formación complementaria con pintores como Luís Grajales. Como artista plástica, ha realizado más de una veintena de exposiciones, tanto individuales como colectivas. Dos de sus obras se exponen permanentemente en la Delegación de Juventud de Jerez. Ha publicado poemas en la Revista Literaria Amalgama, y en su blog literario El cuartito de pensar. Ha realizado diversas lecturas poéticas. Actualmente imparte clases de pintura en su estudio de Jerez.
POÉTICA: Pintamos porque la vida no basta, sentenciaba Barceló, y yo pinto y escribo porque la vida no basta, porque cuando lo hago, respiro mejor, me invade, una extraña sensación que me emociona, y es entonces cuando intuyo el latido profundo de la vida.




La bañera

Mientras me baño en el invierno de tus años
se me enredan las algas, australes, de este recuerdo;
ya me vienen a llevar, como llovizna ingrata,
las morenas oscuras del arrepentimiento

a donde el verdín es dulce y dulcemente se fusila
el dolor desnudado en su nebulosa nacencia;
me acompañan peces muertos, y el balar de esta oleada
que narcotizan mis pasos, harapientos,

y una ahogada que me intuye, con el agua de los ojos
y muñecas de suicida en afluente ensangrentado;
el volumen del verdugo, como sombra que atraviesa
a castrarme la palabra, a tullirme el pensamiento.

Mientras me baño en el invierno de tus años
temblando en el letargo de tu cauce asilvestrado,
se me enredan las ganas, malsanas, de esta miseria
y me dejan mojada sin toalla ni argumento.







Poesía

Está echada, entregada a mi cama, y de sus cabellos
un efluvio ensalitrado que en mi edredón se derrama
como un ejarbe, excitativo, en el ecuador de mi ventana
como evohé emputecido, enramada a mi almohada
y yo, me pierdo… en la esfericidad enfundada de su pecho de estío
una burbuja de estro, evanecida, efervescente, pende errátil
en eternal sueño. Yo grito: me muero, si te alejas
como decirte que eres la balsa que me faltan espacios
y sábanas extendidas y años y bocas para taparte,
cuando el búho cante, y el miedo me busque…
y yo de rodillas, contemplándote.










Mendiga inminencia del invierno

Con tu boca de levante consentida
me besas y me sabes a cenicienta retama;
son tus ramas maldiciones de gitana
marabunta farisaica en letanía,

y tus pómulos la excusa al lirismo en demasía,
y tu cuerpo es un exceso, que me cubre, me amalgama,
busco en ti el sentido de la lluvia de mañana,
a través de la marea de tu entraña amanecida.







Desfundación de la inocencia

Quoth the Raven: Nevermore.
Edgar Allan Poe

La intuí de repente, bajo el viburno esclarecido
por letárgicos rayos de pretérita luna,
a lo lejos, y más allá del espejo
y más aún de la verja que celaba la infancia,
blanquecina y descalza,

se columpiaba.

Y entre las matas, el viento, terral, se revolvía,
se enredaba en su pelo ensortijado longevo
de terracota primitiva; y era mentira,
la risa encenizada en el vendaval de un momento,
rodante y serena,

se deshacía.

Aunque algo ventral nos unía; tenue vestigio vertical
en balanceo etéreo, era el columpio
en soledumbre, mucho más tierno,
y veteaba el olvido por la vereda su ausencia que llaga,
telúrica y perenne,











te esperaba.

(Me llamaban niña desguarecida, y tú,
no regresabas.)


Conciencia

Pasar frío, y temblar.
Saber que se acerca el dolor.
Y mascarlo.
¿A dónde te llevó la evolución
y la revolución,
mi pequeña rumiante?

Mirar al cielo.
Tal vez.
Y la vaga conciencia
de que te cercan las sombras.
Y esperar.
Y esperarte.

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