domingo, 23 de enero de 2011

2881.- ALFREDO VANÍN


Alfredo Vanín

El escritor y poeta Alfredo Vanín Romero (1950) nació en el pueblo de Saija (Colombia) y creció en Guapi, sobre la costa caucana del Pacífico. Se ha desempeñado como investigador cultural en comunidades urbanas y rurales, como profesor de idiomas, literatura e historia, y como periodista y editor.

Su obra creativa abarca la poesía, la narrativa, la crónica y el ensayo.

Poesía: Alegando que vivo (Popayán 1975; Cimarrón en la lluvia (Cali, 1991); Islario (Cali, 1998); Desarbolados (Facultad de Humanidades, U. del Valle, Colección Escala de Jacob, 2004). Cali, 2004); Jornadas del tahúr, Hoyos Editores, Manizales, 2005


Narrativa: El Príncipe tulicio. Cinco relatos orales del litoral pacífico (Centro de Publicaciones del Pacífico, Buenaventura, 1986); El tapiz de la hidra (relatos, Facultad de Humanidades, U. del Valle, Cali, 2003); Otro naufragio para Julio (novela, 2ª Edición, Ediciones Pájaro del Agua; Historias para reír o sorprenderse (Panamericana Editores, 2005); Los restos del vellocino de oro (Hoyos Editores. 2008).


Ensayo: La vertiente afropacífico de la tradición oral (coautor). Próximamente aparecerá el libro de colección de ensayos Las culturas fluviales del encantamiento.


Ha sido condecorado por el Congreso de Colombianistas y la Secretaría Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, invitado al Festival Internacional de Poesía de Medellín y el Festival Internacional de Poesía de La Habana, a la Feria del Libro de Guadalajara 2007 y al Festival del Imaginario de París 2008. En la actualidad desarrolla el taller de Escritura Creativa de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa (Renata) del Ministerio de Cultura, en Buenaventura y realiza conferencias y asesorías en diferentes lugares del país.







Anónimos

El futuro se reservaba a quienes no creían
en la resurrección
ni en la resignación de los muertos
que deben tener la piel muy dura
de tanto estrecho espacio sin sentido.
Todo pasó. Las cartas de la antigua esclava
los gritos del capitán en la maniobra
y hasta el fuego divino.
Pasará un brazo del viento y me borrará
pasará tu mirada y ya seré invisible.







Reinas

Aquellas bocas inusuales, de mujeres tan bellas como el arrecife,
reinas coronadas para el halago de los mercaderes,
con sus cabellos no siempre ondulantes al viento
o seducidas por los afeites de los catadores.
Las recuerdo como el campanear de la lluvia
que remonta la memoria más allá de los vientos
en que naufragaron tantos dioses.
Tenían apellidos extraños, tan extraños que ignoro
a dónde fueron a nacer con sus rostros de mestizas malíes o bejaras,
con sus sílabas rotas como caracoles o venganza de pájaros.
Tenían largos y ondulados los muslos y en ellos se podía repetir una guerra,
una alianza de fugitivos o nictálopes,
en sus ojos como almendras humedecidas podía cantar un golfo al mediodía,
en sus senos la madrugada parecía un juego
porque las canoas llegarían a remontar sus aguas para quedarse siempre.
Ellas, en medio de sus orillas,
algunas fueron reinas y sonreían fascinadas desde postales que las hicieron más olvidadizas.

Reinas de ríos fugitivos que no sabremos dónde se ocultaron.









Canto libre

Con ojos y con piel
con todo el tigre
con manos y con frente
con el miedo
con penas y confines
en tinieblas
con silencios buscados
y encontrados
con ruinas y con bárbaros
con rabia
con disturbio y madera
sin mañana
con mirada de ogro
con ternura
con adivinos y con dientes
con el tedio
con espadas y música
sin frío
con olvido y mareas
con el sueño
con broncas y poemas
con la sangre.








VIVIENTES

El viento pasa con guitarras ahorcadas
y despierta los gladios de la noche
entre hombres invictos que arrojaron los bares
Antes del último disparo










AL FILO DE MÍ MISMO

Eres afortunada como esquina
de juegos incendiarios
inventas en mi rostro
las marcas invisibles de la dicha
para que bese tu olvidado pelo.












SONIDO BESTIAL

Buscaba el sucedáneo del tiempo
la ardiente calle y su morada viva
trepidando en la fiesta y en la espalda.
El ánimo ardía en oleadas
el piano navegaba en ardua fuga
mordiendo el santo incinerado
con paciencia de rostro que se ahogaba
tan solo por timbales y staccatos.
Alerta a su manera dueño de un verde ajeno
sin volver el perfil de las viñetas
náufragas de ese viento
y una finta en la voz credo del diablo
yendo de espaldas esta vez y siempre
a las fauces del lobo como extraño
polvo de madreperlas
de tumbo en tumbo y a la nueva era
engasta sus arpegios
en este dejo de trombón herido
que llevo en el costado.











LOS RÍOS

Tu pelo con sus ríos de barro
nos acerca a la edad de los trompos
y las canoas mutiladas.
Ancianos que lloraron su guerra
anterior a ese río
deslumbrante
roto en el cauce
de la cruz del sur
soñando con las altas mujeres
que tenían tu edad cuando la ola.












LOS TRÁNSITOS

La calle inventa con Eduardo
la gloria del verano remoto
la hendija desmenuza los rostros
canoas singlando frente a mí
Milena el rostro que provoca
la cadencia de un mar de cascabeles
pasarán las esquinas
el río inevitable de Alfredo
y transitar será obra de vivientes.











CRÓNICA

la sangre es el océano de fuego
que hunde las memorias
en plena tregua
al borde de la pesadilla
la huella se ensangrienta.










PRIMERA INSTANCIA

Lo que nos espera en las terribles incitaciones
un largo día en los torreones
y estallarán bocas de gónfila
el vaho ascenderá con anunciadas suspicacias
y el antro será dado en subasta, la gruta
hirviente dédalo de muertos.













LA BÚSQUEDA

Dejarás atrás muy atrás para ser ignorados
el pánico de los renovados desastres
los espejismos que duplican la muerte
hasta que lleguen con sus garras de invierno
los ríos de la fábula
y sientas que cruzan por tu piel los faunos
que se creían derrotados
porque no muere el viejo cimarrón
de la lluvia.











ÉLIDA

Nos sobreviven
Élida
nos dejaron sin tiempo para desandar
los golfos de la mala fortuna.
perseguíamos cangrejos de mar
los cuerpos desnudos se abandonaban
sobre los troncos salpicados.
Aún el guardafaros sale de madrugada
al canal de san pedro
él que era tu padre
pero no envejeció.
Y el desconcierto es tu manera
de asediarme
de quebrantarme contra las escolleras
de dejarme entre redes de anémonas
y rayas submarinas y tú
no sobrevives.

2 comentarios:

  1. Estimado Fernando: gracias por incluirme en tu antología, tan completa. Un internacional abrazo poético. Agrego el link de mi blog: alfredovanin.blogspot.com
    Con todo aprecio. A.V.

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  2. un fuerte abrazo hasta Colombia, Alfredo,
    y a tu disposición siempre

    Fernando

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