domingo, 30 de enero de 2011

2955.- FERNANDO TREJO


Fernando Trejo (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México 1985). Premio Estatal de Poesía Eliseo Mellanes Castellanos. Ha publicado los libros de poesía: Circuito Amor, (Red Utopía Jitanjáfora, 2002), Raíces de un Sueño, (Viento al Hombro, 2002), Por las mujeres, hermanos, escribamos, (Viento al Hombro 2005), ¿A dónde van las palabras?, (UAEM, 2006) y Alba por los caminos (UNACH, 2006). Compilador y coautor de los volúmenes colectivos Antología Arbitraria de Poetas Jóvenes de Chiapas, (Edysis, 2005) y Porque algún día faltarán cuentos. Antología (otra) del cuento joven en Chiapas, (Ediciones de El Animal y Coneculta/Chiapas, 2007). Es becario del Programa de Estímulos para la Creación y el Desarrollo Artístico PECDA) en el área de Letras-Poesía del Coneculta-Chiapas 2008.




Tratado de libre muerte

No, si no se trata de esto. Debes esperar como yo espero. A la salida. A tu puerta. Esperar el trago del licor más caro del supermercado. Y aguantarse. Aguantarme las ganas de orinar para no dejar de soltar palabreríos. Porque uno no se da cuenta de cuánta carne compone su máscara la muerte. Podría ser la nuestra.

No, si te digo que no se trata de esto. Es más bien un par de crueles abismos negros rellenos de vapores sosegados. Humo del viento. Calandria sin destino o con destino a nunca. Te digo de estos pasos que siento tras de mí y de esa sombra a reojo larguísima que me muerde los pies. Podría ser “La Muerte” o “El muerte”. Yo no sé de qué vagina haya nacido y si su sexo fue creado por un Dios o lamido por un Diablo. Nunca La he visto a Él. Pero se que se llama a veces “Muerte”. Y descanso. Te digo que no sé de qué se trate esto, pero ayer Doña Ofelia me habló pidiéndome un poema filoso y puntiagudo para enterrárselo en el pecho. Sucumbe este poema antes de volverse redentor de cuerpos torpes. Agoniza al filo de la hoja. Tiembla. Se desvanece. Logra desaparecer









Bienvenida a la avenida

Bienvenida a la avenida
Nueva
recién limpia
Curada de espanto a marrazos
a mano de obra
a último borde de cemento

Dijeron en los diarios que el símbolo de la ciudad había sido destruido. Nunca encontré el símbolo de la ciudad. Me daba pena.
De los más de mil fragmentos, al menos uno partió mi corazón. Remontado a bosque para ser hachazos, cierra eléctrica. Sangre por la ciudad maldita de mi cuerpo, ahí, entre mis venas lazadas a mi cuello, existe la cal de las flores paridas debajo de las piedras. Alimentadas por la alcantarilla principal del pueblo migratorio de las ratas, del municipio fantasma de alacranes dispersos a otros lados.
Doy bienvenida a la avenida, nueva, recién limpia.
Asesinos los hombres que construyeron mis manos, estos ojos ciegos a ver las diferencias de tus nalgas. Muerto de ser, camino entre la caspa de las nubes mismas que han cubierto mi cabeza todo el tiempo. Me espero. Me subo al sol en colectivo y logro ver, ahora sí, el símbolo de la ciudad.






Mujer de entre mis bersos
-fragmentos-

A Flor Zambrano

Cuando no la conozco voy a mirar los árboles, trepado hasta las ganas de morder estrellas. Ahí miro su cuerpo que flota en el aire que me mira. Y parece un guijarro el tonto hecho de quedármele minutos a esperar su vuelta;
………………………………………..y no dormida ella se levanta a esperar que unos ojos le tatúen completa las axilas, y relamer, – como si el agua fuese lengua de mi lengua – las coyunturas de sus piernas. Tan así es, que la baba del mar no escupe su recuerdo y se la lleva a morir, ahogándola de mí.
Cuando no la conozco, comienzo a repasar los versos de sus
besos más bersos, que la verso en su boca.

Cuando no la conozco abro la voz de su recuerdo. Dejo instalarse en mi cabeza cada parte suya como para olvidar que existe algún olvido. En esa claridad de sus pisadas le siguen mis palabras versificando sus labios. Paso a paso mis pies siguen el peso de su ausencia, la sostengo entre las manos y toda se me escapa, toda ella se me escurre, toda se me va y me la pierdo.

de bérsame. (En imprenta).






El peso de tu ausencia
-fragmentos-

Entre la finitud del día, entre la languidez del tiempo, no hay casa más opaca que esta casa donde tú, Carolina, no colocas tus manos en la puerta de entrada. Aquí no hay nadie más que esta pesada ausencia de tu boca, de tu voz que alumbraba los pasillos, de tu sazón inmaculado a las doce del día. Ya es tarde para esta luz endeble que extenuada, sin ti, se mete a derretir entre tus sábanas.


Cuánto pesa la ausencia. De dónde su tamaño viene tan de golpe. A qué lugar hay que mudarse para salir de sus entrañas. Cuánto pesa tu ausencia Carolina. Mira cómo la casa se cae pedazo por pedazo. Mira cómo las lágrimas se nos devuelven enteras por sólo mirar tu habitación.

de bérsame. (En imprenta).








Y te me quedas viendo

Y te me quedas viendo y
es en el corazón una batalla para salir a saludarte.
Miles de soldaditos se abaten esta guerra.
Todos ansían con ganas aferradas salir a descubrirte.
Y cuando te me quedas viendo
es una multitud de pasajeros picándome los ojos,
mojan con su lágrima redentora esta risita
que se dibuja en mi boca.
Y es en el corazón una batalla a muerte,
hay dentro de mí, trescientos míos queriendo ser yo
por sólo mencionarte, por sólo pronunciar
tu nombre del que extraigo todas las posibles
conjeturas para no mover las líneas en que dibujo
tus ojos.
Y cuando te me quedas viendo, es en el aire
tu voz la que sostiene todas las moléculas,
vienen y van felices festejando su infinito recorrido;
sólo ellas saben a dónde se dirige el mundo
en estas vueltas de las que nadie se percata;
y todos sin pensar en ello,
hacemos el oficio diario de dormir,
de caminar sin rumbo fijo.
Y cuando te me quedas viendo,
el mundo se detiene
y no sé, entonces, si esta gravedad
dejará elevar mi corazón como un globo aerostático,
eterno por los aires.








La ciudad es un repeat

A Diana Barrera y a mi amigo Jorge Páramo.

Después de que se fueron comenzó a llover horrible…
Diana del Mar

Parecía derrumbársenos el suelo con todas sus oquedades.
La ciudad en un repet deliberadamente deambulaba,
ella desaparecía entre la multitud y su belleza resonaba
en cada campanada de la catedral.
En cada paso, el corazón rodaba,
enunciaban los vagones del metro la triste despedida,
saber que jamás verla pudiera ser la realidad.
Llovía, el letargo de la lluvia se acomodaba en los bolsillos del alma,
alzar los brazos para atraparla toda,
para saber que cada lágrima aparecía en precipicio,
……….(una constelación de toda ella derramándose en el cuerpo,
………..sacudiendo cualquier indicio del recuerdo),
soltar los golpes como golpeando algún fantasma,
-como si reventar los puños ante el aire
calmara esta impaciencia al no tenerla-.
Llovía en la ciudad de México
y aquí en el corazón sigue lloviendo, triste, eternamente.









Los años de mi prepa

A Ana Karen Mendoza

Recordé lo años de mi prepa, ahí, en el colegio
donde ahora mi madre es profesora.
Recordé cómo las ventanas de los salones
se me hacían chiquitas y mi cuerpo no podía atravesarlas.
Uno quería salir corriendo, levantar el vuelo,
las alas que se nos van quedando con los años.

Recordé ahí los años de mi prepa.
Esperaba a mamá, de pie, frente a un salón
donde varios alumnos dibujaban quién sabe qué recuerdos.
Y ahí, justo en el momento menos esperado, un ángel apareció
dejando a su paso el halo que emiten, únicamente,
los ángeles más bellos.

Recordé ahí los años de mi prepa,
recordé ahí a Silvio Rodríguez: su canción que suena:
y pasa un ángel, se hace leyenda, y se convierte en amor,
[…] ahora comprendo en total, este silencio mortal,
Ángel que pasa, besa y te abraza, ángel para un final.

Y fue como si en ese momento, todo,
se detuviera de pronto. Y sólo ella, sólo sus ojos volando
cerca de los míos, sólo su cabello orillándose como cuando
la playa no sabe decirle adiós a los oleajes,
sólo sus manos rompiendo el viento y sus pasos.

La prefecta quiso anunciar con el radio entre sus manos
alguna declaración de fe.
Los avioncitos de papel suspendidos en el aire, mi madre
profesora sonriéndole a mi hermana la profe Carolina: estáticas.
y era en el silencio entonces, que pude percatarme a ciencia cierta
de la mirada que logra sin que ella lo pretenda.

Recordé ahí los años de mi prepa,
pero nunca como ahí, había sido el recuerdo
un montón de sentimientos queriéndose salir,
fugaces,
increíbles,
de mi cuerpo.




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