domingo, 4 de septiembre de 2011

4576.- AÍDA CARTAGENA PORTALATÍN

AÍDA CARTAGENA PORTALATÍN
Nació en Moca (República Dominicana), el 18 de junio de 1918 y murió en Santo Domingo el 3 de junio de 1994. Publica en La Poesía Sorprendida poemas breves que son impresiones íntimas y románticas llenas de gracia y plasticidad. Desde esa época se nota en Aída Cartagena Portalatín un afán de originalidad que se revela en su sintaxis, recurriendo con frecuencia al hipérbaton y contrayendo las frases para lograr mayor concisión.
Posteriormente expande sus poemas, predominando en ellos un hermetismo que cuando logra zonas de claridad se vuelve crudo y desafiante. En su libro de versos La tierra escrita recurre a grafismos, diálogos, técnicas periodísticas e imágenes cinematográficas, usando como centro aglutinante una preocupación por el hombre y por sus libertades conculcadas. A pesar de la actualización que ella ha dado al mundo circundante, lo mejor de su poesía se nos ofrece en sus primeras publicaciones y en Una mujer está sola, sobre todo en esta última, donde expresa con valentía su drama interior. Fue co-directora de «La Isla Necesaria», publicación creada por Manuel Rueda en 1953, siendo de ella todas las viñetas que embellecieron dicha publicación. Fue una de nuestras narradoras más despiertas, habiendo realizado una novela de técnica avanzada que lleva por título Escalera para Electra y por la que se le conoce en el extranjero. Posteriormente da a la luz Tablero, libro de relatos de gran originalidad. En diciembre de 1961 crea Brigadas Dominicanas (10 números que abarcan hasta marzo de 1963) y la Colección Baluarte (12 números) siendo la primera una revista y la segunda una serie de cuadernos individuales. Estas publicaciones estaban destinadas principalmente, a divulgar la literatura de combate que en ocasión de la dictadura ya se había empezado a escribir en Santo Domingo y constituyen la única fuente viva que reúne, en un período dado de nuestra historia, una literatura de circunstancias con calidad poética.
En medio de tiempos hostiles, Aída Cartagena Portalatín logra mantener sus publicaciones. En 1967 publica La tierra escrita, conservando el pie de imprenta de Brigadas Dominicanas, descontinuada años antes. Fue una gran conocedora de las artes plásticas y la decoración. Profesora de arte de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Escribió numerosos artículos para el suplemento cultural Isla Abierta, del periódico Hoy.

OBRAS PUBLICADAS:
Vísperas del sueño (1944), Del sueño al mundo; Llámale verde (1945), Mi mundo el mar (1953), José Vela Zanetti (monografía de arte, 1954), Una mujer está sola (1953), La voz desatada (1962), La tierra escrita (1967), Escalera para Electra (1970), Tablero (1978), Yania tierra (1981), Narradores dominicanos (1982), La tarde en que murió Estefanía (1984), En la casa del tiempo (1984), Las culturas africanas: rebeldes con causa (1986).






CÓMO LLORAR LA MUERTE DE UNA ROSA

«De todos los hombres que están vivos, ¿quién sabe algo?»
ECLESIASTÉS.

¿Cómo llorar la muerte de una rosa,
si los amaneceres han desdoblado el Mundo,
y en la hierba que tiembla cerca de los rosales
se han quedado las albas vueltas gotas de agua?

Sólo desde la tierra
tienen brillo de ámbar las estrellas.
A la tierra amarga vuelva
la lluvia del color de los rosales.

Sentir como los musgos se asen a las piedras:
hay un rencor en la brisa viajera!

Hombres no han llorado
porque caen los hombres.
¿Cómo llorar la muerte de una rosa?








ESTACIÓN EN LA TIERRA

I

No creo que yo esté aquí demás.
Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo.
No regreso hecha llanto. No quiero conciliarme
con los hechos extraños.
Antiguamente tuve la inútil velada de levantar las tejas
para aplaudir los párrafos de la experiencia ajena.
Antiguamente no había despertado.
No era necesario despertar.
Sin embargo, he despertado de espaldas a tus discursos,
definitivamente de frente a la verídica, sencilla y clara
necesidad de ir a mi encuentro.

Ahora puedo negarte. Retirarte mi voto.
y puedo escuchar y gritar conmigo
irremisiblemente viva,
porque viva es la voz de las verdades,
porque viva es la voz del luminoso
salón del casamiento del ángel con la estrella.

Ahora puedo negarte. Toda soy de ventanas,
limpia, libre y clara de frente al campanario
de los oficios de los vivos y de los muertos.
y siento la necesidad de las cosas pequeñas,
de esas cosas pequeñas que no trepan
como si tuvieran medido el sitio,
sino que se esparcen como los árboles ardidos.

Con esa pequeñez me desplazo por tu arquitectura
de galería sin fin,
-siempre sin novedad, ni rosa, ni luna en su camino y
llego al fondo donde te descubro
en esas generaciones de familias inmovilizadas
que terminan con la última viga anciana
cuando ya no hay otro dueño y el mueble está gastado.


II

Esa infeliz dignidad de la rutina
está en el término donde la tontería
tiene la voz de las caricias para llamar a las bestias
y no significa nada para la voz de mis verdades.

Pensarán que he llegado demasiado temprano,
acaso un poco tarde. Tal vez no hubiera
llegado a ningún otro tiempo
para reemplazar mi turno.

Pero no creo que yo esté aquí demás,
y además prefiero estar aquí ahora,
y desatarme a veces,
y recoger las negaciones
para volver con la resignación,
el grito,
y el paso de la muerte.

Esto es regresar al sitio
donde los árboles rechazan a los desconocidos
y se prolonga el conversar de algunas estaciones.
Esto es ser como los otros
y volver mi alma vecina
igual a las de los vecinos,
y perder el temor de atravesarme totalmente
con el recuerdo del libro del recuerdo.

III

Prudentemente he cerrado el camino
y he dicho: estoy en tiempo puro.
Un tiempo en que la vida ha perdido el sentido.
Un tiempo que revela que la naturaleza de las cosas
está al revés de su corteza
y el alimento consiste en el estímulo.

Estación de verdad que me incorpora
y rechaza el propósito de descubrir el Código
que sentencia la vida detrás de tu cortina.






UNA MUJER ESTA SOLA

Una mujer está sola. Sola con su estatura.
Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza.

Piensa que está en el bajel almirante
con la luz más triste de la creación.
Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
en fuga acelerada ante los ojos del amor.

Una mujer está sola. Sujetando con sueños
sus sueños,
los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.
Seria y callada frente al mundo que es una
piedra humana,
móvil, a la deriva, perdido en el sentido
de la palabra propia, de su palabra inútil.

Una mujer está sola. Piensa que ahora todo
es nada y nadie dice nada de la fiesta o el luto
de la sangre que salta, de la sangre que corre,
de la sangre que gesta o muere de la muerte.

Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
para vestir su voz que desnuda solloza
deletreándose.

Una mujer está sola. Siente, y su verdad
se ahoga
en pensamientos que traducen lo hermoso de
la rosa,
de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.



http://www.obsidianapress.com/aida_cartagena_portalatin.htm



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