domingo, 4 de septiembre de 2011

4571.- OTILIO VIGIL DÍAZ


Otilio Vigil Díaz. República Dominicana
Nació en Santo Domingo, el 6 de abril de 1880. Poeta y narrador. Hijo de Francisco Vigil e Isabel Díaz. Cursó su educación primaria y secundaria en San-to Domingo, pero no siguió estudios universitarios. Su paso por New York y Cuba y estadía en París durante las pri-meras déca-das del siglo XX, marcó su producción literaria. La literatura france-sa del momento despertó en él un in-quietante espíritu de renovación artís-tica. De regreso a la República domini-cana fun-dó el Vedrinismo, primer in-tento de movimiento literario de van-guardia en la República Dominicana que abogó por la introducción del verso libre a la poesía nacional. A pesar de ser el único representante del Vedrinismo Vigil Díaz logró, con la publicación del poe-ma "Arabesco" en 1917, que la poesía dominicana diera sus primeros pasos hacia la modernidad. Sus poemas y en-sayos de opinión fueron difundidos en las revistas Cromos, Letras, La Cuna de América, Renacimiento, Cosmopolita, Baho-ruco, El día estico y Blanco y Negro. Durante varios lustros man-tuvo la columna Fatamorgana, primero en el periódico Listín Diario, luego en La Opi-nión y finalmente en La Nación. En el inicio de su carrera literaria estuvo liga-do al Postumismo, pero las diferencias estéticas con los postumistas lo obliga-ron a distan-ciar de dicho grupo. Murio en Santo Domingo el 20 de enero de 1961.

BIBLIOGRAFÍA

POESIA. Góndolas. Santo Domingo: Imprenta Vda. Roques y Cia., 1913; Miserere patricio. Santo Domingo: Imprenta Vda. Roques y Cia, 1915; Galeras de Pafos. Santo domingo: Edición libre, 1921. Del sena al Oza-ma. Santo Domingo: Imprenta Vda. Roques y Cia., 1922; Música de ayer. Santo Domingo: Editora Montalvo, 1925.

CUENTO. Orégano. Santo Domingo: Imprenta Dominicana, 1949.

ANECDOTA. Lilís y Alejandrito. Santo Domingo: Editora Montalvo, 1956.




PROFESIÓN DE FE

Cansado de alambicar mi arte y mi vida, aspiro a
simplificar mi vida y mi arte;
quiero realizar este milagro sin reducir mis
desequilibrios ni suprimir mis carcinomas interiores;
hacer la cifra sin contarla;
tener lo mismo:
uno,
cien,
mil,
que un millón o nada;
vivir cerca de los animales, y muy lejos de los
hombres;
tener por música, la música del mar, la música
de las estrellas y la música de mis clavicordios interiores...



TÍMPANO DE LA MONTAÑA

Mi querida,
que es una negra retinta,
dulce y armoniosa como el cuello de una cítara
de ébano,
con pulpa de coco en la sonrisa
y esencia de mandrágora en los dobleces,
me aguardó en la talanquera
para decirme:
«el cabrón ha muerto».
En un lecho de piedras,
junto a los corrales,
pulido por su cuerpo velludo y rijoso,
está tendido el padre
y señor
del aprisco.
La luna de anoche amortajó su cadáver,
y el sol de esta mañana,
calentó las esponjas de sus barbas patriarcales.
En los libros de amor de Publio Ovidio Nasón
aprendió el arte de amar,
y conquistó mil borregas
con la siringa de Pan.

Para que no coman de su lúbrica carroña
famélicos canes,
le haremos exequias griegas en la sabana.



VISIÓN LUNAR

Señora luna yo te he visto:
sobre las cumbres altivas;
sobre las cataratas bravías;
sobre los ríos musicales y errabundos;
sobre el mar veleidoso y pérfido;
sobre las lagunas extáticas;
sobre las envergaduras de las naves perdidas;
Señora luna yo te he visto:
sobre los caminos polvorientos y sabios;
sobre las ruinas solitarias;
sobre el plumaje de los cisnes dormidos;
sobre la pampa inmensa;
sobre las tristezas de la necrópolis;
sobre los campamentos bárbaros;
sobre el marfil de los cadáveres;
sobre los charcos de sangre;
sobre las carroñas de las bestias;
sobre los jardines solitarios;
sobre el espejo de las fuentes olvidadas;
sobre el dolor de los hospitales;
sobre el arabesco de los frailes;
sobre los pámpanos de las fiestas;
Señora luna, yo tengo un anhelo exótico y profundo:
quiero verte dormida, sobre las gemas de sus
ojos y sobre las pálidas ojivas de sus manos
góticas.



RAPSODIA

Árboles de la villa blanca de San Carlos:
uno,
dos,
tres,
cuatro,
cinco;
cinco aortas llenas de sangre;
cinco basílicas de misteriosas sombras donde descansa
mi ánímula desgarrada por las zarpas atorrantes de la hora;
cinco ánforas de perfumes que lactan las blancas y
azules serpientes de mis sueños y mis quimeras;
cinco jarrones de verdes y perfumados aceites de
frescura;
lámparas piadosas, jocundas a veces y a veces tristísimas;
estáticas a veces, y a veces movibles como velámenes;
a veces repujadas de oro de estrellas o de plata lunar;
estradivarios metafísicos, simbólicos violoncellos!... al
pasar el viento sus crines por la urdimbre de vuestros
ramazones, he sentido el misterio de las selvas solitarias;
las arengas de Matatías, el guerrero bíblico;
las quejas de Leopardi;
las lágrimas de Kosciusco;
los siete sellos de Emerson y las crueldades
de Marte;

Árboles de la villa blanca de San Carlos;
en la armonía pitagórica de la alta noche,
he sentido los festines de Nínive y Babilonia;
he visto los estercoleros de Job y los círculos candentes
del Dante:
a Mercurio y Shylock pesando oro;
a Moloch y Nemrod bebiendo sangre;
a Ariel y el Marqués de Lafayette estribando
el Pegaso alado...
Árboles de la villa blanca de San Carlos;
cipos fantásticos de mi nostálgica necrópolis ideal,
yo he cincelado en vuestras cortezas y en mi
alma: no hay que perder la esperanza...






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