Vivian Lofiego (Buenos Aires, Argentina, 1964). Publicó en poesía: Obsidianas de la noche (1997); El árbol de Ariel (1999); Flor de letal (1999) y Naturaleza inmóvil (2003). Tradujo a Silvia Baron Supervielle, Bernard Nöel y André Velter. La editorial L'Atelier de brissants publicó en el 2005 su libro Pierre d'infini con prefacio de Bernard Nöel. También, ganó el concurso Julio Cortázar de cuento en España. Actualmente, radica en París y prepara la puesta en escena de su obra Ifigenia deus ex-machina.
NATURALEZA INMÓVIL
I
Un tiempo que hilan las mujeres
antiguo como la sal, la piedra, la serpiente
Tiempo que abre la puerta al teatro oscuro
con su complejo diagrama de muertos y de vivos
Convergiendo los hilos del futuro, del pasado
preparando ansiosas en la noche
la trama del mundo, la vida urdida
calculando el punto
ascendiendo y descendiendo
La experiencia y el sentido
olvidando los tapices
Polvo de las cunas vacías
Extraña verticalidad
hilvan en este tejido de palabras
enumeraciones minuciosas
suerte de confecciones hacia dentro
Cuando el tiempo se detiene
Cuando la aguja detiene su ritmo
y cada sombra toma posesión del cuarto
Concentración religiosa de la pequeña araña
que crea un nudo invisible en su lienzo
hecho de un río de venitas transparentes
Balanceándose como trapecista
Final del principio
Principio del final
Las causas coincidiendo
por errantes laberintos.
II
Orfeo en el sueño
me miraste a los ojos
Y caí roída las manos desprovistas
Antes de llegar al último vértice
Me hiciste despertar
a esta muerte de nosotros
III
Era la derrota de un signo, era la puesta en escena
de un crimen. Hamlet se sirvió de una rata para
acabar con la vida de Polonio. El viento frío de diciembre
a orillas del Sena no detenía tu monólogo de oscuridades
Miraba los residuos nublada de llanto. No me pertenecía
otra cosa, más que el dolor, incluso el tuyo que negabas,
se adhería a mi cuerpo como algas a la piedra
Decías estar en paz, ser olvido.
Me detuve en el vuelo inexacto de un cuervo
que miraba indiferente desde un barco.
PIEDRA LIBRE
Anhelo que declina
en su último cántaro
Tu ser la fuente,
yo la niña que bebía
del hueco de tus ojos
Fluyo desde la ausencia
como una ciudad griega
derrotada bajo malezas
Un luto a solas
La Samotracia sin cabeza
Un luto a solas
Quién puso el hielo?
La dureza al costado?
Y dónde están aquellos
rostros que amor nos trajo
con pico de bengalí?
Nuestro amor tuvo su aquelarre
cenizas caen sobre cenizas,
tu canto, solo en la memoria.
LAS HIJAS DE CIRCE
El padre les promete nueva patria
y patria es un espejo ciego donde
los rumores del parto se confunden
en la impecable tristeza que les cubre el rostro
No son flores. No es un jardín, son ellas
cortadas bajo un sol con cicatrices.
Sicilia está lejos de esos ojos de tierra
apretada de nervio inagotable
con unas trenzas de trigo ensangrentado
Circe las arrojó lejos para que
en las garras del aire, florezcan.
Bailarán las niñas en un patio
escoltadas por los grillos
El cielo del Sur
oculta sus heridas constelaciones.
EL CUARTO DE LOS RECUERDOS
Un halo de luz desnudo
el espejo cubierto de polvo
En octubre los jardines están expuestos
a la intemperie que los acecha
Las sonrisas y el té están servidos
en mesas que no ocupo
Las mujeres se alborotan, gallinas locas
los hombres regresaron del trabajo
y van a sus asuntos
Las mujeres tejen, escriben cartas
agitadas libélulas mecánicas
Un hilo de seda recorre los templos
sumergidos
Entré con pies descalzos a casa de mi madre
para ver los rostros que la muerte cubre
Decían Bahía Blanca y silbaban todos los vientos
en un puerto de escarchas
Brotan las hierbas centauras
en las extraviadas venas de los ríos.
BLANCA NIEVES
sentimiento de poseer la nieve
como único lazo esta sustancia pequeña
animalillo salvaje, en los huesos la humedad
del bosque. El cuerpo de la abuela desparramado
en la nieve. Sin ecos.
El miedo de la niñez huyó de un solo golpe.
Un sonido sin ruidos ni telones.
Naturaleza inmóvil. Ed. Alción. Buenos Aires, 2003.
ELECTRA
durante el libamen- unos cuervos azules merodean el palacio- ella con su pecho abierto- derrama odios- por la sangre vertida- entre plegaria y plegaria- musita su sed de venganza- ese dolor que arrastra y hace de su sombra- otro cuerpo- ella- una llama que ha dado ya su fuego- Clitemnestra arde y acecha llenando las cunas vacías de sus hijos con buitres-
en mi principio está mi fin- repite azorada frente al oscuro crepúsculo- mientras la sombra de Orestes se le dibuja en cada pesadilla- en mi principio está mi fin- repite- y el eco es una voz lastimera que no trasciende las cuatro paredes de la morada- Electra aguarda- con el pechoabierto- abierto y blanco cual una belladona.
El árbol de Ariel. Ed. Índigo, París 2000.
PLEXUS
Lanza en el plexo solar
abre los senderos claros
por donde las pléyades ofrecen
la luz que titila al compás
del tiempo de obsidiana.
Llegar a la costa de tu cuerpo dormido
y saberme derrotada en el abismo de tu memoria.
Obsidianas de la noche. París, 1997.
[http://www.revistasolnegro.com/sol%20negro/vivianlofiego.htm]
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