lunes, 27 de diciembre de 2010

ADRIANA SERLIK [2.683] Poeta de Argentina



Adriana Serlik 


(Avellaneda, Argentina, 1945) ha estudiado música y magisterio, especializándome en la enseñanza artística y bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Su carrera poética comienza en 1968, con la publicación del libro Improntus 6, al que seguirán Los espejos (1972), Desde nosotros, los niños (1978), La Silla de paja (1984) y Poemas del amor y la soledad (1996). En 1968 organiza la Biblioteca del Hospital Municipal “Cosme Argerich” de Buenos Aires, con ciclos semanales de cine y audiovisuales para médicos y pacientes. En 1970, organiza la colección de libros y manuscritos de la Fundación “F.V.”, tarea que desempeña hasta 1972. Ha escrito artículos para diversos medios de Buenos Aires, Asunción y Madrid, y trabajado como correctora y traductora para diversas editoriales españolas. En 2001 crea la web “La lectora impaciente” (www.lalectoraimpaciente.com), de literatura y arte, organizando Certámenes Internacionales de Poesía y Relato Breve, cuyos trabajos premiados publica en libros con formato electrónico. Nacionalizada española en 1985, actualmente reside en Simat de la Valldigna (Valencia).



He salido hace días
y no he vuelto.
Me espero en todas las estaciones
en cada una de las esquinas de las calles
entre los negocios
en la parada de los autobuses
pero no llego.
No sé dónde hallarme
a quién preguntar por mí
quién me habrá visto ayer
o antes de ayer
o la semana pasada.
¿Quién puede darme datos sobre esa que soy
y no encuentro?
A ésta no la quiero
trato de destriparla
pero nada obtengo.
Tengo que seguir buscando
y mientras tanto
soportar
sus debilidades,
sus malas posturas
porque la otra no llega,
no me trae sus fuerzas
su caminar tranquilo.
Es un desdoblamiento de mi ser
y acepto
este grado de locura.
¿Quién soy,
quién es la que camina llorando por la calle
que no resiste la mirada
o el silencio?
¿Quién es esta mujer
que no socorre el tiempo?
Lo deja pasar sin respirar,
se angustia frente al retorno,
no sabe vivir el sol o la luna.
¿Cuándo podré recobrarla?
Esta hace una vida normal.
Se levanta todos los días
a las siete de la mañana
va a trabajar
se lava los dientes
desayuna
saluda al jefe
lee las galeradas de Minerva
recoge alguna palabra mal escrita
recibe una carta.
Es una persona normal,
se levanta a las siete
va a trabajar
y cuando sale...
el grito se acomoda en la garganta.
Se levanta a las siete
se lava los dientes
toma el metro
llega a la oficina,
el grito va instalándose...
—La libertad es como un grifo
abierto en la cabeza.
Busca en el diccionario.
—La libertad es...
Aquella otra que no está aquí
que espero todos los días,
en las esquinas de las calles
en la puerta de las estaciones
en la llamada telefónica
en la carta.
—La libertad es...
Un grito que no sale
que se hace nudo,
dolor,
silencio en la garganta.
que se hace...
Y no volverás
Si no te sigo buscando.

De “La silla de paja”




LAS TRIBUS PERDIDAS

I

Cerca del río
de los ríos
que bordearon
mil y uno espejos olvidados
se levanta inexpugnable
la residencia
de las tribus perdidas.
Algunos dijeron
que eran diez
podrían haber sido mil,
doscientas,
o
sólo una
pero cerca del río
de los ríos.
Mantuvieron el murmullo
de las oraciones.
La tentación de detenerse
un instante a creer
que esa
sería su última residencia.
La oración
les contaba diariamente
que ya volverían
al paraíso perdido.
Y por eso
Creyendo
siempre creyendo
aceptaron
viajes
más viajes
como esclavos
como guías
de cuantiosos imperios,
como augustos compañeros
de otras vidas
de otros amaneceres
nunca suyos.
Cerca del río,
de los múltiples ríos
de las vidas
siguieron esperando
volver a una patria
nunca conocida.



II

"Llegando a un río mayor que el Duero, dijo el indio,

"Aquí has de ver a tus hermanos" 
Relación de Aharón Leví, alias Antonio de Montezinos

en Esto es esperança de Israel de Menasseh Ben Israel

Cuando llegues al encuentro
recuerda
que podremos hablar
de la reunión
indio y blanco
blanco e indio
indio blanco
blanco indio.
Que sólo el silencio
permitió el olvido
y alargó el ensueño
hacia el momento
donde todos
indios blancos
blancos indios
blancos e indios
llegarían.
Oh! Sepharad...
fuiste rama dulce
encanto de las frutas
dadivosas y perfumadas
pero tuve que dejarte,
alejarme con dolor
de tu cielo.
Oh! Sepharad...
viajé solitario
con el Libro,
oculto entre mis paños,
largas noches
lloré por ti,
y por los míos,
dispersos por los caminos
hacia tantas tierras
lejanas.
Y llegué al final del mundo
para escuchar la shemá
en la boca de ese indio
después de partir
de Cartagena de Indias,
caminando una semana,
descansando el sabbat,
en este año de
mil seiscientos
cuarenta y cuatro.


Poema XXIII

Me apasiona la idea.
Abriré la carta
la puerta
la ventana
y me sentaré a rezar.
¿Qué digo?
No es un rezo religioso
compasivo,
compulsivo.
Me sentaré a rezar.
Meceré suavemente el cuerpo
encenderé la vela
cerraré los ojos,
soñaré.
Ese es mi rezo.
La fusión con mi yo.
Me sentaré a rezar
sellaré los ojos,
la música invadirá
y los oídos
serán el pórtico del mundo.
Ese es el rezo.
Extenderé las manos
hallaré tu cara,
la descubriré.
Ese es el rezo.
Los ojos te contemplarán.
Amaré cada poro tuyo,
cada arruga
cada lunar.
Ese es el rezo.
Y cuando la música
mis ojos, mis manos
mis oídos
mi movimiento
se unan contigo
y la dicha nos invada
recordaré a Dios
y ese
es el rezo.

De “Poemas del amor y la soledad”. Madrid, Endymion, 1996.



Andaremos

Andaremos amor
andaremos.
Tú, desde la penumbra guiándome suavemente.
Yo, algo desmembrada
empujando este dolor que sigue ahora,
silenciosa por los cuartos vacíos
cocinera ya de sólo un plato.
Leyendo las noticias y escuchando tu respuesta
oyendo la música e imaginando tus oídos,
andando por la calle
y sintiendo en mi palma tu mano acariciante.
Pero andaremos amor
andaremos.
Todavía me cuesta dejar de extender mi mano
sobre tu hueco en la cama.
Me cuesta ignorar el doble,
ignorar la cantidad
ignorar tus comentarios
sobre la máquina mágica o maldita.
Pero es con ella que puedo ahora
depositar este peso,
esta descarga que me deja respirar
sin dolerme tanto el pecho.
Me dicen que me durará mucho,
me cuentan otras experiencias,
me dan el pésame por las esquinas
vecinas y vecinos que no conozco.
Andaremos amor
andaremos.
Prometido estuvo desde un principio
porque era ley de vida irnos
pero de este dolor por qué nunca hablamos.

De “Andaremos, amor andaremos”. Pontevedra,
El taller del poeta, 2005.





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