lunes, 28 de noviembre de 2011

MARIO CONTRERAS VEGA [5.232] Poeta de Chile



Mario Contreras Vega


Hijo de Luis Alberto y Rosario, nació en Coyhaique, Chile, el 14 de octubre de 1947, pero ha residido en Chiloé la mayor parte de su vida.
Entre sus publicaciones se cuentan:

Raíces (1977),
Entre Ayes y Pájaros (1980),
Palabras Para los Días Venideros (1984),
La Gallina Ciega y Otros Poemas (1993),
Cancion para Jinetes y Caballos (1996),
Notas de Viaje (1999),
Chiloe, Última Frontera de los Sueños,
Pedro Ñancúpel, Pirata de Chiloé (2002).

Refiriéndose a su propia poesía, Contreras ha dicho: "(Mi poesía) es una especie de respiro metafísico. Un espacio que se abre en medio de mí, para poder coger el aire limpio que circula en aquel cielo que añoramos pero que no vemos. A ratos, en vez de coger aquel pedazo de cielo sólo cojo la basura con la que hemos cubierto el camino de acceso: deshechos, sangre, violencia, enemistades. De pronto, sin embargo, a pesar de mis limitaciones y el exceso de lastres que llevo conmigo, logro coger o tantear las plumas de los ángeles, arrancarles una o dos, de sus extremos más cercanos a los hombres. Ello ocurre cuando veo el mundo con los ojos del amor, de la inocencia toda, aunque en el amor no haya ningún grado de inocencia. Y escribo porque me fue dada la orden, antes de nacer, supongo, y ya nacido, aquel lejano pero siempre presente aciago día en que el mundo se nos dio vueltas, se nos puso patas arriba.
Carezco de la hondura y de la infinita paciencia que para construir mundos nuevos se requiere. Escribo, entonces, apenas para los más cercanos, para los más íntimos, para aquellos que puedan leer y entender. Y no pretendo nada especial con este oficio, sino dejar testimonio que es así como han sucedido las cosas. Que los hombres son fragilísimos instrumentos, hechos de blanda cera casi siempre, destinados a fallar una y otra vez, a equivocar y desandar sus pasos, pero que tienen la divina virtud de intentarlo de nuevo. Estoy, entonces, intentándolo una vez más, una vez más, una vez más."







INVIERNO EN CHILOÉ

Y no hay nadie.
No hay nada.

Salvo el sabor salobre del mar que esparce el viento
entrañas de cipreses galopando en la orilla
de la lluvia.

Y no hay nadie,
no hay nada
en este invierno nuestro.

(Agazapados los hombres admiran ese viento
los árboles que vuelan sin alas en la noche
los feroces alambres que silban alumbrando…)

Y los navíos roncos de mojarse los dedos
que en la muralla verde se hunden, dormidos.








EL CAMINO


No me preguntes como paso el tiempo.
Tal vez
no tengo tiempo propio. Mi tiempo es de los árboles
del río
que me cuenta la historia de la tierra
o
del humo
que azul recorre el cielo del verano
y otea
el camino por el que vienen
c o r r i e n d o
los verdugos.











OBSESIÓN

Alguna vez
caminaré de nuevo por la tierra llena de hojas
por la amarilla tierra donde se pierde el rastro de los ruidos
y el sol
no es más que un padre bonachón que nos mira
y nos bendice.

Alguien, en ese entonces, presidirá el almuerzo.

Será en septiembre —pienso—
será cuando los pájaros
den por acabado el invierno y sus concilios.










ANUNCIO

El Cielo nos busca —dicen— como los pájaros al árbol.

O más bien
el hombre busca el cielo premunido de pájaros
con sus discos a cuesta
con sus libros y árboles
porque
¿a qué viajar al cielo si no tenemos libros
o no tenemos música...?











TAREA

Rogar por la derrota de todos los ejércitos:
he ahí la tarea.
Rogar, de pie junto a los manzanos florecidos,
con las manos en alto, tocando las alas de los pájaros.

Rogar
mientras el río humano entorpece la batalla.

Tal vez
mientras permanecemos de pie junto a los árboles
el enemigo pase a ojos cerrados y no nos vea
o pase a ojos abiertos y vea a Dios que nos escucha.













DESOLACIÓN

Podría decir: “comenzó la música”,
pero ya nada hermoso comienza sin tu presencia.
“Ahora que estoy sin ti todo está desolado”.

Todo está desolado: observa, sino,
observa bien mis temblorosas manos,
las cicatrices que tu voz dejó en el aire que ocupaste
y nada nos consolará salvo nuestros fantasmas.

(Es cierto que alguna vez, en otra orilla del mundo,
mientras blanquean tus huesos bajo o sobre la tierra,
podremos conversar mientras los otros cantan,
ir de la mano, incluso, ya que no habrá pecado.

Pero eso no quita que hoy esté desolado
como manzana que ha caìdo del árbol
que pisarán los perros hasta que esté podrida.













CAMINAR A TU LADO

Se está bien caminando a tu lado,
en cualquier dirección, no importa qué colina
qué empedrado, qué hiedras te detengan.
El helecho es la cama natural de los dìas,
el viento es el sol que cae a pique en las aguas
el sol es esa agua turbia que beben enceguecidos bueyes.

Se está bien caminando a tu lado,
hacia arriba hacia abajo, la tierra ahì está
la tierra
mientras seguimos avanzando al lado uno del otro
sin nada que nos separe o que nos destruya nada
somos apenas dos amigos que caminan muy juntos.












PARA ENTRAR EN MATERIA

Poseemos
una pulgada de tierra y ya nos creemos
casi igual a los dioses.
Todo se debe al esfuerzo de nuestra propia mano
nos decimos
y henchidos
a la mesa nos sentamos para que el mundo nos lo diga.

Nos olvidamos
que en medio del hartazgo hace su entrada muerte
que la mìsera tierra se nutrirá de nosotros
y lo que luego nos sobre
si es que algo sobra una vez cubiertos
nuestros huesos
volverá a florecer para otro hombre
que sentado a su mesa
dirá –alguna vez-
que todo se debe al esfuerzo de su mano












A MANERA DE EPÍLOGO

Pues bien: yo creo
que si Dios me necesita él sabe donde buscarme.
El lugar exacto en que me encuentro.

Estoy seguro que lo sabe.
Con su misterioso ojo que observa /
como si todo fuese suyo /
tal vez peinando su barba como un padre benévolo
como quien dice —"bien hecho"— está ahí, silencioso.

Repitiendo mi nombre.
Pensando —"en dónde lo he visto a éste..."—













A MODO DE PROEMIO

“Soy, me digo,
no la cuarta carabela de Colón,
que no la tuvo,
sólo la quinta...”

Cuando llegó Ercilla la tierra estaba descubierta.
Cuando llegó Ruiz de Gamboa ya era tarde.
Hace tiempo que estos pueblos escribían su historia.

Todos sus hijos hacían esa historia.
—“En pequeñas piraguas volaban, dice Rosales,
mercando en sus caseríos sus cholguas o sus ovejas...”—

Pero ahora,
por lo que toca a sus costumbres,
casi nada sabemos a no ser por los periódicos
que sólo hablan de drogas y ebriedad todo el tiempo.
Eso digo,
que nada más dice el blanco de los indios
aunque
no más de un par he visto bien vestidos/alimentados...

“y después, en un palo de la plaza,
(sigo leyendo),
después de haber sido degollados
como carneros en la plaza de San Pedro / digo de
Accla
La cabeza de Balboa
El magnánimo, el magnífico, el yerno de Pedrarias

(...mientras las naves de este mismo
entre ellas las islas australes descubiertas
iban quedando a la deriva
en los mares del sur y yo no invento la historia
apenas la recuerdo porque así nos conviene...)

Y entonces entramos a la historia.
Con letras de sangre, así fue como entramos

Porque así es como se hace toda historia.
Los que nada poseen en sus mares pobrísimos
En sus tierras pobrísimas de oro
Se nos llevan lo nuestro;
En libertad sin duda,
Bajo el amparo de las santas leyes patrias.

Así es como se hace, me repito.
Qué curiosa manera de reiterar el pasado
Que Pedrarias, Cortés, que Pizarros furiosos,
Que Stroessner y Batistas

Y todos tras lo mismo:
Tras los mismos placeres que hoy se llevan los Morgan,
La Bethlehem o el Fondo...











BREVE RELACIÓN DE ALGUNOS DÍAS

El sol se hundió en el mar como un doblón de oro.(*)
Y salió la luna
y cantaron los grillos
mientras nosotros nos echamos a dormir
o a pensar en la suerte y jugar a las cartas
envueltos en nuestras mantas como niños de pecho
en aquel pedrerío.

El sol se hundió en el mar y apareció en el mar
al otro día
aunque del otro lado
casi sin fuerza en medio de aquel páramo
que luego recorríamos
a golpes de afiladas hachas
a golpes de...

Hasta mediar el día.
Hasta saber que el sol –ese antiguo doblón
cubierto aún por la real efigie—
no pasaba de ser una estatua inclemente
en el inmenso piélago.

Así pasaron los días
y pasaron los meses
preñados de marchas y sones de conquista
de airadas voces que en medio de la escarcha
con saña nos herían.












PERO NO FUERON ARROLLADOS NUESTROS SUEÑOS

Sólo que aprendimos a ocultar la voz para llamarlos;
a reconocerlos
por palabras cruzadas que no todos entendían,
(pues aferrados estábamos al débil junco de los ríos
mientras el agua hacia el abismo intentaba arrojarnos...)

Así sobrevivimos:
puliendo piedrecillas para ahuyentar las horas
y por dentro deshechos como leño en la ciénaga.




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