viernes, 17 de diciembre de 2010

2479.- JOSÉ ELGARRESTA


José Elgarresta nació en Madrid en 1945. Su infancia transcurre entre Madrid y San Sebastián. Estudia Derecho y Administración de Empresas en I.C.A.D.E. pero pronto descubre que la literatura es su verdadera vocación y en 1977 publica su primer libro de poesía Monólogos, que irrumpe con fuerza en el panorama de la poesía española a finales de los años setenta. A raíz de esta publicación comienza a colaborar con varios medios escritos, destacando su colaboración en “Cuadernos para la Libertad”, del periódico YA. Dos años después publica Grito y Piedra, al que siguen Raíces en la niebla (1980), Párpado y Hierba (1982) y en 1987 el poemario de amor La peligrosa ternura, que aparece en la prestigiosa editorial de Ángel Caffarena, como número 100 de su colección Guadalhorce. En 1990 publica Fugas, y en 1991 El Rey, una de sus obras con mayor difusión. En 1993 se le concede el Premio Europa por el conjunto de su obra y viaja por primera vez a Argentina donde ofrece varias conferencias y lecturas. En Argentina se reedita El Rey y publica Poemas Porteños (1995), obra que lo convierte en el primer poeta español editado en la prestigiosa editorial Tierra Firme. El gran poeta argentino Esteban Peicovich lo describe como "animal furtivo y cazador de si mismo. Ejemplar encapsulado que, en medio del tormento, emite señales de amor y anuncios de vuelo". De regreso a España publica Tierra de nadie, un libro que algunas revistas sitúan entre los mejores del año. En 1997 aparece T, obra compuesta por sólo tres poemas pero que Elgarresta considera fundamental en su trayectoria poética. En 1997 publica Confesiones de un ventrílocuo, y un año más tarde Poemas a pesar de mí mismo, ambas en Ediciones Vitruvio. Editorial que en el año 2000 publica sus obras completas, Poesía (1975-2000), prologado por Miguel Galanes y que le ha situado entre los poetas más respetados de la actualidad. Ha sido traducido al Italiano y al Inglés. En manuscritos.com, se ha editado una edición bilingüe de Monólogos. En Febrero de 2004 publica su libro Derecho de asilo, del que ya pueden leerse poemas en esta página web. En octubre 2.004 publica Lo que no somos, del que tambien se incluye un poema. En 2009 publica El sacerdote Invierno

Su obra en prosa comenzó en 1979 con El suplantador de personalidades y otros cuentos, al que siguió en 1984 El país de ninguna parte, y en 1991 la novela infantil Luz en la niebla. A finales de 2.004 publica Cuentos ejemplares. En 2005 publica Cutrelandia, la republica de las letras y en 2006 Cuentos ácidos y Cutrelandia II. El diario del Sepulturero. Estas cuatro últimas obras han sido publicadas por la Editorial Sial.
La poesía de José Elgarresta, definida por Miguel Galanes como "una continua lucha contra la nada y la muerte" y por Manuel Rico como la escrita por "un poeta que duda e interroga al mundo", es siempre un hallazgo de ironía e intensidad. En su texto "El poema rebelde" escribe: "tengo en el corazón un poema que quisiera olvidar/ pero no puedo, es demasiado rápido con el cuchillo". La poesía de Elgarresta es demasiado rápida para ser olvidada y tiene un cuchillo demasiado afilado para no herirnos.

Pablo Méndez

WEB DEL AUTOR

Bibliografía:

Obra poética
Monólogos. Libros Dante, 1977. Madrid
Grito y piedra. Ed. Sala, 1979. Madrid
Raíces en la niebla. Ed. de Participación, 1979. Madrid.
Párpado y hierba. Edit. Anthropos, 1982. Barcelona.
La peligrosa ternura. Ed. Guadalhorce, 1987. Málaga.
Fugas. Ed. Libertarias, 1990. Madrid
El rey. Ed. El Caldero, 1991. Buenos Aires. 2ª Ed. Rialp. Adonais, 1991. Madrid
Poemas Porteños. Ed.Tierra Firme, 1995. Buenos Aires.
Tierra de Nadie. Ed. Libertarias. Col. Los libros del egoísta, 1995. Madrid
T. Ed. Vitruvio. Col. Minus, 1996. Madrid
Confesiones de un ventrílocuo. Ed. Vitruvio, 1997. Madrid.
Poemas a pesar de mí mismo. Ed Vitruvio, 1998. Madrid.
Poesía (1975-2000) Ed. Vitruvio, 2000. Madrid
Derecho de asilo. Ed. Vitruvio, 2004. Madrid
Lo que no somos Ed. Fundacion Marcelino Galatas, 2004. Madrid.
El sacerdote Invierno Ed. Vitruvio, 2009. Madrid

Obra en prosa
El suplantador de personalidades. Ed. de Participación, 1979. Madrid.
El país de ninguna parte. Ed. Orígenes, 1.984. Madrid.
Estudio del I.G.T.E. Ed. Civitas, 1985. Madrid.
Luz en la niebla. Ed. Rialp, 1991. Madrid.
Cuentos ejemplares. Ed. Sial, 2.004. Madrid.
Cutrelandia, la republica de las letras. Ed. Sial. 2.005
Cuentos ácidos. Ed. Sial. 2.006
Cutrelandia II. El diario del Sepulturero. Ed. Sial. 2.007



Derecho de asilo

DESHABITACIÓN

Despoblada la piedra de recuerdos
¿Aún te aferras a ella?
¿Cuánta agua
ha tenido que resbalar sobre tu corazón
hasta dejarlo pulido y redondo
como un canto de río?
¿Y cuánta más tendrá que pasar
hasta que te arrastre?



ANCIANO EN LA PLAYA

¿Dónde fue ese vigor tumultuoso?
¿Ese romper las olas con el pecho?
Y al mismo tiempo esa sutileza,
ese oler la hierba mojada
que tras de sí deja la tormenta,
antes incluso de que ésta llegue.
A ningún sitio, sino aquí,
a este cuerpo cuya respiración ansiosa
cada vez más se confunde con el viento.
Unos lo llaman Dios,
otros la muerte.



LA CARAVANA

También de mañana
salen todos los días las caravanas
de Madrid, de Londres, de Nueva York,
de todos los centros de poder del mundo,
en busca de la tierra prometida
que, una vez hallada,
resulta no ser la que buscaban.
Los hombres entonces
se reúnen a deliberar junto a la hoguera
y comprueban que la tierra ambicionada
es, para unos, una cifra,
para otros un rostro o un recuerdo,
para otros simplemente una quimera,
lo inalcanzable, para todos, siempre.
Apagan, pues, el fuego y se van,
sin sospechar que lo que están abandonando
es lo que realmente anhelan:
un instante de calidez bajo la luna
mientras el infinito los espera.







Monólogos

EL DIRECTOR DE LA SALA DE FIESTA

Me parece estupendo
que los jóvenes bailen y se emborrachen.
Al fin y al cabo
ellos son los que pagan.
Con su dinero
compraré una casa en la sierra
y mis hijas estudiarán
en un colegio de monjas.







Grito y piedra

XXX

Eco:
un hombre sólo grita,
un hombre sólo responde.

XLIX

Los peces voladores,
aún brillantes,
en la cubierta del barco.








Raíces en la niebla

Ahora comprendo al hombre de negocios.
El rito de la soledad.
Asomarse a la venta de su habitación.
Sofocarse.
Llamar a una mujer.
Ese deseo paradójico
de olvidarse de sí mismo
y de que le recuerden
haciendo lo que hizo,
no lo que hace ahora.
Un sustituto tras otro,
nunca el original.
Así un año tras otro,
hasta que las primitivas imágenes quedan borradas.
Y queda una fortuna consolidada
en el vacío, en la nada,
de forma que los herederos no notan la ausencia.








Párpado y Hierba

Salmo I


Pájaros.
¡Detened vuestro vuelo!
Arboles.
¡Cantad la canción de las hojas!
Gusanos, todos los que habitáis bajo la tierra,
¡Pronto
erguías!
Ved que mi amada viene a visitarme
y yo no puedo abrazarla.
¡Acompañadla y alegradla!








La peligrosa ternura

VII

He caminado tan lejos
con el amor
y he llegado tan tarde...
El viento insomne de la noche
acaricia los árboles y silba,
yo me inclino sobre ti
y, para fijar tu imagen,
te beso lentamente.
Dentro de mí
un furioso torbellino
chisporrotea en silencio,
miles de rostros se agitan
fundiéndose en el recuerdo.
No te vayas, amor, no te vayas...
De pronto
un grito estridente me sacude,
la luz del amanecer
se ha detenido en tu cara.
Te contemplo largamente y al fin veo
que, por no salir de ti,
he caminado tan lejos.








Fugas

IV

Todo momento no es
sino ocasión de otro momento.
Toda realidad no es
sino ocasión de otra realidad.
Por eso un ciego
comprende mejor las estrellas
que tú,
en quien sólo aprecio la sonrisa.
Cuanto se oculta
tras ella
es cuanto busco
en mí.
¡Maldita sea!
Esto decía mi amigo
perdido en la noche profunda de las copas
y todos asentíamos,
pues nos dábamos cuenta
de que la vida es un asesino insobornable.








El Rey

Almoacid, llamado luz de Alcaria por la profunda sabiduría con que el Altísimo le había distinguido, deseaba desde hacía mucho tiempo recorrer la ciudad y hablar libremente a sus subditos sobre cuentos temas tuvieran a buen plantearle, pues la felicidad del reino estaba en sus manos, y opinaba que si la hoguera de la palabra, terminaría destruyendo a todos con sus llamas siempre insatisfechas.
Aquella mañana luminosa se dispuso a contemplarla desde el punto más alto de la muralla, y le pareció como si fuera una prolongación de sus brazos, que se extendieran hasta fundirse con los lejanos campos en un abrazo de dulcísimo dolor y serena alegría.
Dio gracias al Altísimo por la paz que, por su intermedio, había concedido a su pueblo, pero también sintió el mordisco del fuego, pues su propio ser era un horno, en el que las llamas templaban su violencia para que sobre ellas pudiera cocerse el pan de la felicidad.
Le llegaba el resonar lejano de una algarabía y, mirando hacia abajo, vio que la gran plaza estaba llena de gente por ser día de mercado; entonces, sintiendo la necesidad de compartir su soledad, se dirigió a ella, sin séquito ni acompañamiento y vestido con una túnica sencilla, pero al llegar fue reconocido, de forma que todos se apiñaban en torno suyo como hojas atraídas por un remolino.
Les hizo una señal con las manos, y todos se sentaron.








Poemas porteños

Contemplando el Río de la Plata

Mar terroso del Río de la Plata.
Uno espera ver
la silueta de un ombú y un gomero en el horizonte,
pero no ve nada.
El mar fluye hacia dentro,
y uno con él,
arrastrado por el sumidero.
¿Qué parte de mí
yace bajo su cielo sombrío?
¿Qué grito o qué entrechocar de huesos
asciende hasta mí
desde su barro primigenio?
¿De qué hervor suyo
mi sangre?









Tierra de nadie

Nube
¿Qué sería de ti sin el ojo?
Ojo
¿Qué sería de ti sin la forma?
Forma
¿Qué sería de ti sin la nada?
Nada
¿Qué sería de ti sin el todo?


A La muerte de mi madre

Querida amiga.
Si no somos dioses
nada es suficiente,
nada es amable,
y entonces convendrás conmigo
en que es inútil sonreír,
y, a pesar de ello,
sonrío y amo y peleo cada segundo
como un boxeador borracho.
Querida,
querida amiga,
cuando nos volveremos encontrar
en la galería de los signos,
cuando aprenderemos a amarnos
sin nada más que el vaho de una respiración
en el invierno de la pregunta.







T

Oigo el tambor
cuya vibración despierta la danza de la vida.
Está dentro y fuera de mi y en todas partes,
hace que mi corazón se inquiete con la presencia de la Primavera
y duerma cuando llega el Invierno,
alinea a los andaos que luchan en la guerra
y los reúnen en la clásica pantomima de la paz,
enfrenta a los amantes como las olas del mar
y de su choque obtiene sus descendencia,
hace brotar el grito de los recién nacidos
y sella los labios de los moribundos,
impone su ritmo al lenguaje del universo
y confunde a los hombres con sus notas imprevisibles.
Era, en fin, el mismo son con que se extinguían,
padre, tus pulmones fatigados
entre los estertores amplificados
por los aparatos del hospital
en aquel último día, apenas comenzado,
de lo que pudo ser mi primer diálogo con el mundo.
Desde entonces he bailado solo.








Confesiones de un ventrilocuo

El hotel


Vacío
de nave espacial
prolongado
en el interior del cráneo.
Abismos
de palabras
en cada frase.
Teléfonos individuales
para comunicar directamente
con la depresión colectiva.
¡Y sin embargo es el hotel más caro!









Poemas a pesar de mi mismo

Carta abierta a un poeta

Hoy un amigo me ha regalado su último libro
y lo que dice el libro es que, en definitiva,
sólo querría volar alto en el cielo,
pero se ve reducido a arrastrarse por el fango
que es la vida cotidiana, la de todos los días,
y lo más terrible es que uno se acostumbra
y termina pensando que eso es lo bueno,
chapotear en el barro, y lo otro realmente
no deja de ser una bobada, fantasías infantiles.
Tiene razón mi amigo, hay algo llamado supervivencia
y en su nombre la especie sacrifica al individuo,
la estrella devora a la estrella y el universo se fagocita a sí mismo,
pero como ninguno de nosotros es el universo
nadie sabe de qué va todo eso y pasa de saberlo,
uno se conforma con hallar un hueco y allí,
sin sacar la cabeza del fondo, por si se la pisan,
aguantar mecha hasta la consumación de los siglos,
que es como algunos optimistas llaman
a los pocos momentos que nos quedan de vida.
Bien, tal vez esto sea así y hasta pueda considerarse
un resumen cabal del pensamiento humano,
al menos en cuanto a sus efectos en la mayoría de la gente,
pero debo señalar que un poeta, como mi amigo,
es un grano de arena en la máquina del mundo
y no se contenta con hacerla chirriar,
lo cual es bastante incluso para muchos sabios,
sino que necesita salir de su agujero
y cagarse en los engranajes de la máquina
y saber si, cuando muera, su cabeza reposará en otra cuna
o en la cesta del verdugo, segada por la guillotina de la nada.
Está claro que a los poetas,
aparte de deleitar a la concurrencia con armónicas estrofas,
lo que nos gusta es incordiar,
dar un toque desgarrado al sonido del arpa,
en una palabra: aguar la fiesta.
Es así y nadie tiene la culpa de ello.
Además, si fuera de otra forma,
es posible que incluso hubiera fiesta,
pero no invitados.









Todos amamos la noche

Gutiérrez

Era un empleado
que parecía más igual al resto
que, entre sí, cada uno de los demás
y por ello era calurosamente felicitado.
Es curioso: de aquella época
sólo recuerdo un largo corredor desierto
y a él,
pero no sé si es sólo una pesadilla
ni lo sabré nunca,
pues me dicen que murió hace pocos meses
y pensándolo bien
ni siquiera esto es seguro,
ya que nadie fue al entierro
y su gabardina sigue colgando del mismo perchero,
o al menos una gabardina igual que la suya.
¿Tal vez nuestros jefes eran hipnotizadores?
Tal vez...en todo caso
la leyenda del empleado modelo
les servía admirablemente
para convertir la oficina en un hormiguero,
donde nadie se relacionaba con sus pensamientos
y menos todavía con sus semejantes.
Sólo los expedientes importaban,
mejor dicho: no los expedientes sino su número,
siempre inferior al realizado
por ese héroe llamado Gutiérrez,
del cual, ahora me doy cuenta,
ni siquiera estoy seguro de recordar las facciones
a causa de su mimetismo
con las de cualquiera que me abra una puerta
y luego desaparezca.
Sin embargo, se comentaba que le gustaban las quinielas.
Entonces ¿Quién, o qué, era Gutiérrez?
Si le gustaban las quinielas
tal vez también las mujeres,
tal vez estaba casado.
Sus hijos lo mirarían con desdén,
su mujer con disgusto por ser la suya una vida tan gris...
y él se refugiaría en la oficina
para hacer de los expedientes su familia.
Si así era, pensé, mejor que nunca se haya sabido.
Al fin y al cabo ¿quién podría haber sobrevivido
sin fusilar a Gutiérrez en su mente
cada vez que terminaba un expediente?
A pesar de ello, una turbia obsesión me dominaba
y una mañana me fui al cementerio,
pero fue inútil: en el lugar indicado
había muchas lápidas y en todas ellas
el mismo nombre: Gutiérrez.
Principal | Arriba

Lo que no somos

III

No puedo prescindir de la televisión
porque estoy solo,
no puedo prescindir del ruido
porque no me oigo a mi mismo,
no puedo prescindir de lo que no soy
porque no sé lo que soy.
Los remolinos de otoño
se llevan las hojas prendidas de su cintura
a conocer los únicos lugares que yo desearía conocer,
a bailar con quien únicamente querría bailar.
Si fuera viento u hoja
sería también mi propia melodía.
Si no tuviera que inventar el mundo
tal vez me reconocería en él






La verdad sobre Ulises

-Y no era el ojo del cíclope- confesó Ulises a su hijo muchos años después, antes de perecer asesinado- el que quise traspasar con mi estaca, sino el de Zeus. Pero él no quiso acompañarme en mi ceguera.







Un premio cargado de futuro

Al lenguado, que había declarado que la única literatura que podría sobrevivir sería la revolucionaria, la que cambiase todo a cambio de nada y a partir de menos que nada, debido a la inanidad de sus planteamientos le dieron el Nobel, en vez de quemarlo en la hoguera. Cuando lo supo el arqueólogo, le dedicó un capítulo completo de su colosal obra inédita, titulado "Cúpulas y cloacas de Cutrelandia", en la que sostenía que ambas eran la misma cosa.







Rosa

Las alas de este poema
son para ti, Rosa,
el aguijón para mí,
que te creía sincera.







El sacerdote Invierno

Era mentira

Me dijeron
que el amor y
la fragancia de las rosas
eran para siempre.
Pero no eran las mismas rosas.

1 comentario:

  1. E-L-G-A-R-R-R-E-S-T-A. Lo escribiré cien veces si hace falta. Quería felicitarte a ti también por contribuir a que los menos hazversos pudiéramos disfrutar de los maestros. Pudiéramos ir llenándonos de emoción y sentir la magia de la poesía en cada verso.
    Mi felicitaciones una vez más.

    ResponderEliminar