lunes, 13 de febrero de 2012

5855.- LUIS PÉREZ DE CASTRO



Luis Pérez de Castro. Historiador, abogado, poeta, narrador y crítico cubanos, natural de Pinar del Río, Cuba. Profesor adjunto de la Universidad Central de Las Villas
Nació en Pinar del Río un 6 de mayo de 1966. Aunque nacido en Pinar del Río, ha desarrollado su obra literaria en Villa Clara, provincia a la que se trasladó posteriormente.
Graduado de Licenciatura en Historia, en la Escuela Interarmas “General Antonio Maceo”., La Habana; y de Licenciatura en Derecho, en la Universidad de La Habana.
Comienza trabajando en Cultura en el año 2005, allí realiza las funciones de Director de la desaparecida Casa Onelio Jorge Cardoso; posteriormente se desempeña como auditor de la Empresa provincial del libro de Villa Clara.

Premios y menciones
Mercedes Matamoros, cuento, 2003;
Poesía de Amor de Varadero, 2004 y 2008;
Batalla de Mal Tiempo, poesía, 2004;
Nosside Caribe, poesía, 2005;
Farraluque, narrativa erótica, 2007;
Hermanos Loynaz, cuento, 2004 y poesía, 2006;
Eliseo Diego, poesía, 2005 y 2006;
Francisco Mir Mulet, poesía, 2006;
Raúl Ferrer, poesía, 2006;
Regino Boti, poesía 2007.
Faz de tierra”, 2010.
Está incluido en las selecciones de poesía ``“Neruda, 100 años"``, Australia, 2005. Trabajos suyos aparecen en el Boletín cultural Cartacuba y otras publicaciones nacionales e internacionales.

Libros publicados
Nostalgia del cíclope, Editorial Libre Idea, México, 2004: historias contadas de una forma amena que dan una muestra de la realidad cotidiana.
Confesiones del Abad, Ediciones Matanzas, 2005: constituyó premio ``Amor de Varadero 2004``. La obra del mismo nombre junto a obras de otros tres escritores dieron lugar a la publicación que enaltece el amor, sentimiento eterno de toda creación humana.
Mientras arde en silencio mi voz, Editorial Capiro, 2006: narran historias de amor que ocurren en el recuerdo de los protagonistas, en sus sueños e ilusiones.
Mientras arde en silencio mi voz. Luis Pérez de Castro, 2006
Rapsodia del erudito, Editorial Capio, 2007: muestra personajes disímiles que tienen en común la necesidad de testificar sus relaciones con el presente.
Epístolas de un loco, Editorial Mecenas, 2007
Testimonio del pagano, Editorial Unicornio, 2007: el poeta transforma los versos en historias perfectamente contadas, donde aparecen personajes bíblicos, seres mitológicos, héroes legendarios, filósofos, escritores y gente común.
Último e-mail inédito de Faukner, Editorial Matanzas, 2009: poema lírico en el que a través de una prosa clara y a la vez incisiva, canta al amor. Constituyó Premio de amor Varadero, 2008.

En proceso de edición
Como un manso animal, Editorial Capiro. Poesía.
Bendecidos por el silencio, Editorial Madrid. Novela




Reflejo de un horizonte sumergido I
la ciudad donde vivo carece de historia, del sosiego de los espíritus y el insalvable perdón de los perros que custodian sus calles. en ella nada es verdad y la esperanza es frágil, como el eco de los coches y el grito de sus habitantes tras el pan ofertado por un extraño. mi ciudad crece, aparentemente crece bajo el bisturí de un cirujano y la voz de los muertos que la mantienen pura, unos dicen que virgen, otros dicen que débil, infortunada como el resto de los animales que fornican, comen en las puertas de las casas y se masturban recostados a las paredes.
mi ciudad crece bajo el dolor de los días y la codicia que muerde.
ambiciono los parques, el pretexto de los baños públicos y la transitada suciedad de una intimidad en solitario. permanezco lejos de mi infancia y la rendida costumbre de los que me rodean, del lienzo pegado a la piel, en blanco y negro o tal vez incoloro, pero que cubre el dolor, el reflejo inequívoco de los que rondan la vida con las manos en los bolsillos.
ambiciono las tardes, su rumor.
ha llovido, la humedad perdura y la ciudad, simulando la noche, es el manojo de hechos que me hace existir.
apuesto mi dolor, la codicia y la redención de una ciudad que intenta sobrevivir.
quedo a la deriva.












Cercano a la ciudad II
mi ciudad era como un cuchillo bajo la lluvia, como un tatuaje en la vaina donde se enfundaba la humedad, las voces de los niños en los charcos y el llanto de las madres sin sombra.
yo creía en mi ciudad hasta que la vi derrumbarse y pasar por su arteria principal un arría de mulos con los ojos tapados y una campana fastidiosa y un hombre ciego con un látigo en la mano.
yo creí en mi ciudad hasta que presentí su viaje postrer.
ya no quedaba nada que se pudiera ocultar, una pregunta, la ausencia redimida del hastío, la vaga impresión de no saber a quién servir y el letargo de lo imposible latente detrás de las paredes.
no quedaba nada que ocultar y una adivinanza creció.
los signos de una muerte bochornosa se adueñaron de mi ciudad y nada fue posible, el discurso, el político condenado a extinguirse como las lágrimas, las ansias de un pueblo vulnerable y el reflejo de una luz perdida en las evocaciones.
nadie vuelve el rostro para no reconocer sus culpas.
mi ciudad yace en los escombros, sin secretos y repleta de angustias. a duras penas reconozco la vigilia de los niños y las madres y los animales que en un solitario rincón disculpan sus remordimientos, sus propias traiciones, el odio y el dolor sitiándoles la memoria, la sensación perenne de no ser dueños de nada.
con igual desdén intentan caminar, repetirse hasta el cansancio.
mi ciudad y yo dejamos de ser íntimos amigos.












Cautivo del filoso trazo de la noche


(otra forma de decir que adjunto a la paciente espera de mi ciudad)


I


una ciudad se adormece bajo las sábanas,
en medio de un océano y una isla en desecho.
nadie sabe de su abandono,
del subterfugio y la eterna promesa
que confunde a los transeúntes.
soy Robinson atrapado por la soledad,
hijo único valiéndose del salto,
hacia el fondo de un hechizo y sus máscaras.




II


crecí en la palabra,
en las extendidas sobre la ciudad
como un pedazo de mármol bajo el vértigo de la sábanas.
crecí en los diccionarios, en las enciclopedias,
en todo cuanto dictaban los noticieros
haciéndome creer que yo, Robinson,
era el hijo único,
el agraciado para entonar las notas de la patria,
encendidas notas que no se detendrán ante el recuerdo,
ante el tristísimo gemido del aire
y de esta luz (pasión soberbia de la isla)
negada a dejarse atravesar por un disparo.




III


prevalecen los criterios,
el salto, el hechizo y las máscaras,
el reflejo de una isla diferente y yo,
Robinson, atrapado por la luz,
por el eco de la nada.




Imágenes extendidas en la ciudad de Santa Clara, principio de diciembre del dos mil siete
ya los tiempos no son los mismos,
el milagro frente a los espejos,
la satisfacción de una virtud contra los arrecifes,
contra la invisible mueca de una herida
y el mal tiempo anunciado por un alcohólico.
son ilegibles las coordenadas,
el diálogo de las mujeres
abogando por la magnitud de sus recuerdos,
por existir en otra realidad
donde la duda no entorpezca su figura
y los héroes,
más allá de la tristeza grabada en las nubes,
puedan recordar que ya nada será igual,
permanecer como extrañas formas salidas de la nada.
los tiempos no se asemejan a Dios,
a las manos quemadas
sin un corazón que ocultar.
mujeres, niños y ancianos
comen del mismo fruto,
se sumergen en una densa oscuridad,
en guerras, espléndidas guerras
que prometen tiempos mejores,
pan horneado para todos,
sin igualdad, pero para todos.
los tiempos convergen
y un extraño decide la vida de los que deben morir.
los tiempos,
las mujeres,
niños y ancianos,
la verdad de los inocentes,
la duda,
las guerras que no ceden su sitio,
la satisfacción frágil del diálogo,
la imagen estupefacta del alcohólico,
ahora se sirven de la misma fatiga,
cantan y ya no hay mañanas ni silencio
ni expresión que los diferencie.
entre la noche y el tiempo hay un espacio.
ya nada será igual.










Otras imágenes de la ciudad de Santa Clara, final de un año muy parecido a los demás, dos mil siete
algo simula penetrar el amanecer,
algo así como la muerte picotea
en la íntima vibración de mi ciudad,
en el silencio sin espacio para rostros escurridizos,
para la idea envejecida alrededor del universo,
de un paraíso golpeado por otra idea alucinante.
caminamos encandilados por la luz,
torpemente perseguidos por imágenes intrascendentes,
por frustradas estaciones de discursos,
plazas desiertas y verdugos sin memoria,
amantes del fango y la extraviada actitud
de un payaso al borde de la locura.
la dicha era poca,
no obstante los pájaros venían a morir a la ciudad,
ahuyentaban a los transeúntes del parque,
defendían su destino:
pronunciar un canto apasionado,
esperanzador.
todo es un simulacro,
los coches anegados de personas
mutiladas por el desaliento de un precio agonizante,
sólo al alcance de Dios que mira y sonríe,
sereno, frívolo, alejado de todo estupor.
ya nadie escucha el picotear de la muerte
y se camina con los ojos cerrados
para no ver la noche demasiado larga,
las ideas como enemigos,
en filas por las calles de la ciudad.
todo es un simulacro.
me invento otra historia menos culpable,
menos repetida y donde alguna vez crecí.

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