domingo, 20 de marzo de 2011

DAVID ST. JOHN [3.550]


David St. John




Nacido en Fresno, California, EE.UU. en 1949, fue educado en la Universidad Estatal de California, Fresno, donde recibió su licenciatura en 1974, recibió un MFA de la Universidad de Illinois.

Sus libros de poesía: The Face: A Novella in Verse (HarperPerennial, 2005); Prism (2002); In the Pines: Lost Poems (1999) Study for the World's Body: New and Selected Poems (1994), which was nominated for the National Book Award; Terraces of Rain: An Italian Sketchbook (1991); No Heaven (1985); The Shore (1980); and Hush (1976).

También es el autor de un volumen de ensayos y entrevistas, (White Pine Press, 1995)





NOMBRANDO AL QUE NO HA NACIDO

Una vez más
la dulce leche llena
los pechos de mi mujer;

las lunas de sus pezones
se oscurecen, y yerguen.

Tu cintura se espesa
y la nube en tu vientre

gira alrededor de nuestro segundo hijo

Un pequeño frijol de carne
que flota hacia la vida;

se vacían en sus ojos
todos los ríos de tu cuerpo,

tu sangre tamborilea de su boca,

ya nosotros lo hemos nombrado.

En su tercer mes
se resolvió

en quietud,

su mundo cedió
y comenzó a ir a la deriva;

su silencio sangró desde tu vientre.

Más tarde,
su rostro surgió en nuestros sueños
como un planeta,

y dijimos:

tú,
lágrima cortada,

pequeña estrella de lodo rojo,

carne suave y lechosa;
tú, José.

(Traduccción:
Guillermo Teodoro Schuster
y Juan Carlos Prieto Cané)






La aurora del fantasma

Los apóstoles todos, los adivinadores, todos aquellos abocados
a los orígenes de la razón o de la fe... Cada uno de ellos ahora está perdido
en el murmullo

de una meditación cada vez más profunda. ¿Cuál sería el propósito
de los cantos que el trovador venido de Aviñón nos trajo en su morral
de cuero?

¿Qué significarían las marcas hechas por halcones verdes
sobre la tapa de su laúd en forma de calabaza? ¿Qué podría ser más útil
que un principio

de amor lentamente quitado de partículas, como la fronda de un helecho
desenrollándose al llegar el alba? Toma tu abrigo, toma la mañana.
Es esto lo que significa

atraer al fantasma para sacarlo de la oscuridad, hasta que ella nos alce
al espacio del canto.

Versión de Hernán Bravo Varela





Aurore Parisienne

Selene se volvió la piloto de su propia fe, vestida con brisas descuidadas
& pájaros veraniegos. El fuego le punzó sus sandalias & palomillas
veraniegas
le rondaron los dedos de sus pies. Se arrastraba en el caos & no podía, dijo,
evitar ingerir el veneno de su pasado, cada resto mortal, cada rastro
jovial. Todas

esas antiguas posibilidades hicieron eco cuando ella habló, cada una
en su propio estribillo pastoril,
como la luz que sale de un sepulcro, como el olvido de la lámpara
& su globo frío
que se levanta del iluminado pero perdido espíritu. Allí el abismo
& la tormenta
& su deseo se hicieron uno solo. Si el bosque se alzó más allá,
fue el bosque lo que ella
pudo entender. ¿Quién más podía moverse de esa forma sino alguien
perdido de antemano? Como ella misma dijo:

Piensa en mí al caminar por el Sena, como yo pienso en ti cuando llegan
el crepúsculo & el eco
del día, mientras pongo con mucha lentitud dos libros antiguos frente a ti...
sus canciones se alzan todavía,
incluso desde el tráfico y su fuego antiaéreo, aun cuando golondrinas
& martín pescadores se aglutinen amortiguadamente.

Versión de Hernán Bravo Varela







Père Lachaise

Los nombres que han sido desnombrados se levantan, fríos & claros
como las inscripciones sobre la piedra virgen. Allí brillaron los rubíes
contra el ónix. Allí, aquellos climas de osario & el amor
que debe revelarse como amor. Del otro lado del mundo, mi
mejor amigo se vistió únicamente con pequeños címbalos de latón. Tenían
el tamaño
de centavos y un alambre o una cuerda los unía. Él no tenía idea
de su significado. Tan sólo supo mientras se movía que cada movimiento
lo anunciaba
la nota más gloriosa, campanillas & traqueteos & una iridiscencia
en los oídos:
el clima dorado de su propia persona rielando por doquier. Cuando
después lo hallaron muerto, se habló de cuán pagano se había convertido
en esa desnudez,

en esa gloria suya.

Versión de Hernán Bravo Varela







El libro

¿Qué hay con los motivos de la noche? Todos esos amantes
que caminan por el lustre de sus pasados. Se tocaron las cuerdas
de la melodía
en la liviandad del sueño.
¿Qué hay del cuerpo
que despierta a tu lado y se tensa con el último fuego jubiloso?


Aquí dentro en el raro, el rarísimo hostal a la orilla del bosque
ocurre el sacrificio de las hojas, ya abandonados todos los atuendos.
Toda la falsa punzada de la heráldica que cuelga, aquellos estandartes de
la muerte en los muros. Yo no lo sé de cierto, pero allí afuera
se cerraron las manos & los sabuesos suspendieron sus cabezas, & fue
en el cuarto

de arriba del hostal, de la calamidad ruidosa del hostal, al lado de la cama,

donde quedó desnuda, vestida únicamente con el conocimiento
de sí misma,
consciente de la araña que cuelga del rincón, entre las vigas de madera
cruda
& el armario era una cosa tan extraoficial como el fin. & allí,
desnuda, redolente de las llamas del fuego, con todas esas brasas que dan
luz como lenguaje... Era, ella misma, un mito emocionante, autoanunciado
como cualquier emblema de una vida que se desenrolla sobre el aire, la
[luz,

aunque el libro
que abrió, ese único libro conocido por ella, se mantuvo tan plano
como un mundo, con páginas

que convirtió la mente en luminosas.

Versión de Hernán Bravo Varela






Aurora oscura

Pero qué hermosa carta me escribiste. Estaba tan madura
como un planeta, y casi tan al grano. Estaba llena, según pude ver, no
con revelaciones o esperanzas. Era espacio expandido
como espacio. Todo cuanto podía era responder con el pobre reflejo
de la inteligencia,
o sea, lo insuficiente de un erizo & y el léxico modesto
de un santo. Oscuridad, oscuridad. Lo que se desenrolla vuelve a enrollarse
lejos de nosotros.

Si la muerte posee una forma, es la forma de una partida. Si la muerte

posee una forma,
está encendida por la oscuridad. Lo que buscamos todos estos años,
lo que llamamos juntos una necesidad de invento, cualquier
sílaba o símbolo, cada deseo penetrante & luminoso o pleno de prodigios,
cada línea tallada en cada página se ha vaciado dentro de este foso,
este foco
de la revelación, esta forma que no es memoria alguna, nuestro
oscuro, la forma

de lo oscuro & la última forma de la oscuridad.

Versión de Hernán Bravo Varela



Dolls

They are so like
Us, frozen in a bald passion
Or absent
Gaze, like the cows whose lashes
Sag beneath their frail sacks of ice.
Your eyes are white with fever, a long   
Sickness. When you are asleep,
Dreaming of another country, the wheat’s   
Pale surface sliding
In the wind, you are walking in every breath   
Away from me. I gave you a stone doll,
Its face a dry apple, wizened, yet untroubled.   
It taught us the arrogance of silence,
How stone and God reward us, how dolls give us   
Nothing. Look at your cane,
Look how even the touch that wears it away   
Draws up a shine, as the handle
Gives to the hand. As a girl, you boiled   
Your dolls, to keep them clean, presentable;   
You’d stir them in enormous pots,
As the arms and legs bent to those incredible   
Postures you preferred, not that ordinary, human   
Pose. How would you like me?—
Leaning back, reading aloud from a delirious   
Book. Or sprawled across your bed,
As if I’d been tossed off a high building   
Into the street,
A lesson from a young government to its people.   
When you are asleep, walking the fields of another
Country, a series of shadows slowly falling
Away, marking a way,
The sky leaning like a curious girl above a new   
Sister, your face a doll’s deliberate
Ache of white, you walk along that grove of madness,   
Where your mother waits. Hungry, very still.   
When you are asleep, dreaming of another country,   
This is the country.




Elegy (“Who keeps the owl’s breath?”)

If there is any dwelling place 
for the spirits of the just; 
as the wise believe, noble souls 
do not perish with the body, 
rest thou in peace ... 

—Tacitus

Who keeps the owl’s breath? Whose eyes desire?   
Why do the stars rhyme? Where does
The flush cargo sail? Why does the daybook close?

So sleep and do not sleep.

The opaque stroke lost across the mirror,
The clamp turned.
The polished nails begin the curl into your palms.   
The opal hammock of rain falls out of its cloud.

I name you, Gloat-of-
The-stalks, drowse-my-embers, old-lily-bum.
No matter how well a man sucks praise in the end   
He sucks earth. Go ahead, step
Out into that promised, rasp gratitude of night.

Seeds and nerves. Seeds

And nerves. I’ll be waiting for you, in some   
Obscure and clarifying light;
I will say, Look, there is a ghost ice on the land.

If the page of marble bleeds in the yellow grass,   
If the moon-charts glow useless and cold,
If the grains of the lamp outlast you, as they must—   
As the tide of black gloss, the marls, and nectar rise

I will understand.

Here are my gifts: smudges of bud,
A blame of lime. Everything you remember crowds   
Away. Stubble memory,
The wallpaper peeling its leaves. Fog. Fog
In the attic; this pod of black milk. Anymore,

Only a road like August approaches.

Sometimes the drawers of the earth close;   
Sometimes our stories keep on and on. So listen—

Leave no address. Fold your clothes into a little   
Island. Kiss the hinges goodbye. Sand the fire. Bitch   
About time. Hymn away this reliquary fever.

How the sun stands crossing itself in the cut glass.

How the jonquils and bare orchards fill each morning   
In mist. The branches in the distance stiffen,
Again. The city of stars pales.
In my fires the cinders rise like black angels;
The trunks of the olives twist once towards the world.

Once. I will walk out into the day.




From a Bridge

I saw my mother standing there below me
On the narrow bank just looking out over the river

Looking at something just beyond the taut middle rope
Of the braided swirling currents

Then she looked up quite suddenly to the far bank
Where the densely twined limbs of the cypress

Twisted violently toward the storm-struck sky
There are some things we know before we know

Also some things we wish we would not ever know
Even if as children we already knew      & so

Standing above her on that bridge that shuddered
Each time the river ripped at its wooden pilings

I knew I could never even fate willing ever
Get to her in time






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