viernes, 11 de noviembre de 2011

CARLOS OROZA [5.146]


Carlos Oroza

Carlos Oroza (Vivero, 1923 - Vigo, 20 de noviembre de 20151 ) fue un poeta español.

Fue conocido principalmente por la interpretación y performance de su propia obra. Dicha obra es escasa, frecuentemente reescrita y basada en poemas de versos libres con un gran predominio del ritmo. Es poesía para ser escuchada ya que el poeta se declara a favor de la oralidad considerando a los libros "cementerios de signos".

En los años sesenta se hizo famoso en el ambiente literario-poético gracias a la realización de múltiples recitales por toda España, adscritos en forma y contenido a los de la Generación Beat. Son múltiples las entrevistas que le nombran el Allen Ginsberg español. Francisco Umbral escribió de él que "[Carlos Oroza] era el poeta maldito del café Gijón, el bohemio de los sesenta".

En esa época fundó, junto a Víctor Lizárraga y Victoria Paniagua, la revista Tropos.

Se le otorgó en Nueva York el premio internacional de Poesia Underground.

Después de vivir en Madrid, Ibiza y Estados Unidos residió hasta su fallecimiento en Vigo.

Fue galardonado con la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Obra publicada

Eléncar, (1974, Tres Catorce Diecisiete)
Cabalum, (1980, Ediciós do Castro)
Alicia, (1985)
Una porción de tierra gris del norte, (1996)
En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, primera edición 1997, revisada y ampliada en 2005 (Deputación de Pontevedra).
La llama prestada, (1998)
Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente, (2006, Raiña Lupa y Yves Rivière)





Ni un murmullo ni un ápice ni un atisbo
Solo el silencio -sin embargo el silencio espectante-

Contemplamos ilesos el accidente
Tal vez yo sea el error
El accidente
La estatua
La actividad
Corporativa la moral
En su obviedad lo neutro lo secundario
Los criterios formados en la era del múltiple

Y cuando todo nos falla sólo nos queda la poesía

Iluminada su presencia
Como un río que viniese a besar esta provincia enajenada
Cariñoso salvaje sometido corazón saciado encima de mi sombra
Qué difícil subir a tientas la escalera

Sin embargo la cordura -el estilo-
La austeridad que  goza del favor de la concordia

Preciso en lo inesperado
En los límites la lucidez
Una luz puntual donde nace la corriente -la palabra y el número-
La palabra que canta de la mar el amor que profeso
El tanteo el intento la ola
La madre en cuanto a distancia que nos da el origen

El cinco ha quedado atrás
No obstante las mareas se precipitan
El horizonte ase alarga y nos muestra el ocaso
El universo se convierte en vocales
La ascensión del cópul
Su itinerante -el ave- el alma -los reflejos-
Las simpatías de los opuestos y los embarques
Ellos van donde nosotros ya estuvimos
En el propósito de continuar
No cesaré en el empeño hasta convertir el territorio en mi estatura
Difiero de su parecer
No me gustan los adverbios
Sus adyacentes las estatuas
La impresión moral de su geografía restaurada

Pasa el viento lento
Y sus sombras se deslizan con suave complacencia en la corriente
Unívoca la voz
De encendidos tonos de color las mareas
Las maneras y el modo
La intuición
El estilo -el instinto- la gracia
En el lugar -no en la hora-
En el lugar estaré siempre atento
Pero no dejaré nunca que la forma llegue al fondo para que todo siga igual

El narrador divaga
Y se muestra con cautela ante lo inesperado
Preciso en la contemplación

En el sedal de fiebre hay una escalera blanca
Oscurece
Sube la temperatura y en los altibajos crece el fantasma.



Una línea que sueña

La unidad febril premonitoria
La palabra que canta de la mar el amor que profeso
El tanteo el intento la ola
La madre en cuanto a distancia que nos da el origen.

El cinco ha quedado atrás
No obstante las maneras se precipitan
El horizonte se alarga y nos muestra el ocaso
El universo se convierte en vocales

La ascensión del cópul
Su itinerante el ave el alma los reflejos
La simpatía de los opuestos y los embarques.

Ellos van a donde nosotros ya estuvimos
En el propósito de continuar
No cesaré en el empeño
Hasta convertir el territorio en mi estatura.

Difiero de su parecer
No me gustan los adverbios sus adyacentes las estatuas
La impulsión moral de su geografía restaurada.

Pasa el viento lento
Y su sombra se desliza con suave complacencia en la corriente.
Unívoca la voz de encendidos tonos de color las mareas
Las mareas y el modo

La intuición el estilo el instinto la gracia
En el lugar. No en la hora.
En el lugar estaré siempre atento
Pero no dejaré nunca que la forma llegue al fondo para que todo siga igual.



MALÚ

Parece entonces como si yo y yo fuésemos dos personas que se persiguen mutuamente.
Es en la evasión donde está el sentido de mi propia seguridad.
Oh eva
évame malú
évame malú

Hoy en ferragosto o julio triste prohibido e inasequible. Solo
Oh eva.
Évame eva.
Évame si me transito.

Era de noche por tus ojos de fiebre - ómnima por tus manos que me acarician.
Era extraño cómo subsistía por la noche cada noche deviniendo por mis pasos
para encontrar dormido el cuerpo enfermo en la otra casa.

Mi cuerpo contra mí - Tu boca caliente y sofocada -
conflúyete
abrázate
no rompas el silencio no toques la pared
me conforto en tu aliento
miro por tus ojos empujo por tus ojos
y me encuentro con las últimas cenizas.

Me dejo en libertad - ómnima mis pasos
y corro - corro por la playa hacia la casa abandonada.

No sé que hacer si estoy detrás de mí
tengo miedo tropezar tu cara
mirar tus ojos y verme divisado
aspirar tu aliento y verme subsistido
tropezar tus manos y verme aderezado
cariño eva évame.

Ómnima si mi pálpito se pierde por los trenes y pulula por los gemidos
mi pálpito pegado al viet dolorosamente ernesto a tu cintura nati
mismo
cuando me dejo en libertad
y corro corro - corro por la playa hacia la casa abandonada
ómnima
ómnima
ómnima
mientras subsisto extraño por la noche deviniendo por mis pasos
para encontrar dormido el cuerpo enfermo en la otra casa.

Oh eva
évame eva
évame si me transito

Intento translucirme malú para llevar contigo
Y no hay apoyo vital para afirmarme
Y es como llegar a mí malú contigo
Madre por una sola vez si me transcurres
Mientras subo o me adelantas la luz para llegar arriba
Por una sola vez una vez dos veces tres veces golpeándome en las sienes
Tus brazos retenidos en las sombras
Tu mano y tu latido
Tu voz poderosa desde abajo – contigua hacia el balcón
Para decir que ha muerto alguno en esta casa
Pudo haber muerto alguno en esta casa
Y es como llegar a mí malú contigo
Inmersa
Golpeando fuertemente desde abajo
Golpeando en la escalera
Metiendo tus manos tus codos tus brazos por los huecos
Golpeando la pared
Tremándome en la vértebra
Demorando mis pasos por las sombras.

Una vez me escupiste cenizas en los ojos
Y yo te dije
Sigue sigue sigue
Te me adelantas. Tengo miedo. Estás golpeando al mundo.
Pero tu me das malú – malú – malú
Malú para llegar arriba.

Oh eva - Evame - Eva - Évame si me transito.




El sentimiento se mueve allí con soltura

Tembloroso y triste el vegetal
En el ambiente parpadean las sombras
El oro empeño el otro
El deseo paulatinos los turnos
Interminable la cuestión la causa el cerco
El ojo que nos confina




Todo elemento disperso se reúne en una estancia
Donde se configura la dimensión en recíprocos e íntimos acentos.

Nada por tanto ha de ser como ahora
Porque si ahora se considera el momento preciso
Se hace después urgente en las conclusiones concertadas.

Pero es hoy cuando tiembla
Porque sabe que sólo de su acervo permanecen los fragmentos y peligra su memoria
Se intensifica en su hacer
Y hay una apreciación de gusto y de forma.

Estar en el lado oculto dice y sentir el placer por lo abismado
Ser un añadido más o una vuelta por el entramado de las sombras
Si aún es posible en el espacio el sombrero
La mesa
Los velos
El cero confirmado por unanimidad.

Ascender
Ser a lo lejos sin fin el silencio que toma la forma en el cero
Su estímulo por la circunvalación
Su cerebro
El cero




El punto de partida
El regreso
El eterno retorno de aquellos que van a donde nosotros ya estuvimos
Situarse
Ser simplemente en la pura conciencia del ser que me apresa al regreso
Un suspense
Una nota olvidada
U otra vuelta por el entramado de las sombras.

Abolir todo lo que esté puesto sin previo aviso
Comprobar en la longitud de las aceras la incursión de las aves
De sus sombras que oscilan.

Todo está puesto con la misma intención de parecidos propósitos
Aquí ahora no hay nadie
Nadie ahora niega a alguno que se sitúe en un punto
Y compruebe que todo está como si nada hubiera sucedido.

Pido que se cambie el acto
Que se dé el desenlace
Hágase lo posible y que suceda el cambio por si mañana nace una canción
Comparezco por si ahora o después
Pasa un tren que precise en el instante el deseo de ser
El fulgor que ilumine en el rostro del otro la ansiedad.




La energía que me desplace en la gravedad de los otros sentidos.

Siento un temblor Titubeo
Veo el semblante de un país borroso tratado en las lluvias
No abandero la senda ni me opongo a la causa
Pero no dejaré nunca de asistir
No cesaré en el empeño hasta convertir el territorio en mi estatura.

No hay razón para más.

Es el efecto mismo sin duda de una causa anterior
De un deseo
Solo en la luz capaz de crearse.

El instinto en el vuelo no es entonces a dónde
Ni tampoco es el orden
Ni se ordena el principio en la fiebre
Ni en la esfera
Ni en la superficie.

No es la norma
Es el riesgo es el juego tal vez
En tal caso es el verbo la energía que provoca en el otro el mayor
de los peligros




El impulso en un acto que nos da placer
Su pureza
La blancura o el negro que proyecta en el mar las vocales
sin contenido lírico.

Un valor sin destino de infinitos pies de universos que convergen
en una vuelta fluvial.

La parodia es la nube.

Porque abajo señala
Bajo el cielo hay una turba precoz de iluminados
Una multitud de engendros de parecidos de pequeños hombres
Las visiones de un cuadro dantesco de un instante fugaz.

Un elemento extraño que se asoma como un ser que se mueve en la duda
Que se niega
Que se mueve sin ver en el valor de los significados
Su presencia en el sentimiento activo de su yo expresado en la fiebre
El instinto que separa en el vuelo el disfraz de la lluvia
Del amor lluvioso en el cristal como un sueño que suplica el poema.

Que se aleje le digo.




No me inquiete
No me perturbe pues
No me halague con suaves complacencias
No me mienta
No me cuente la historia que profesa
Le sugiero que me deje en paz Que se aleje le digo
Que penetre con fuerza la música en su vientre y lo ilumine.

En la víspera sucede lo inesperado
Si piensas mientes mientras imagino
Una hora después el universo se pone en crisis
Las monstruosidades humanas se levantan
Cuando se levantan acarician con sus pies
Y se convierten en un animal extraño.

Es cuando piensa que se encuentra turbado
Cuando siente el deleite El dolor los deleites de la imperfección
Sus alas atrofiadas
Las monstruosidades humanas
Los dolores
Los contornos de las orillas.

Pero hoy no se puede andar
Ser un lugar no se puede ir a donde Londres Nada
Se han tumbado los espejos en el suelo
Para ver si había más ojos en el techo



En el mármol tiembla la sospecha

Sus concitadas lunas La sospecha.

Me despierto
Oro
Abro los ojos para evitar tanto imposible
Y compruebo que hay otro que piensa por mí
Me identifico con el parecido
Y rendido ante el hecho y aunque sin ser un síntoma
Me apresuro y pongo un telegrama urgente.

En el norte hay un mar que es más alto que el cielo.

Todo es vértigo y sombra
¿Quién es? ¿De dónde y hacia dónde? Me pregunto, ¿dónde?
De quien tanta locura. Tanto invierno abrazado
"¿Quién entonces dio fuerza a las fuentes y refrescó los manantiales enfrió la roca seca y afirmó la arena en su azul de espuela de caballero azul de color de María?".

El fue quien creó en el sistema la asociación de ideas
En la rectitud de las estatuas el sentido común
La asociación de ideas que provocó en el sistema el desconcierto.




La introducción de un principio en la fiebre o la materia que formó
la causa.
Del fulgor de su azul más profundo Suave De longitud aproximada
Se estilizó en la forma
Y estableció la diferencia entre los otros sueños
Y los sueños amarillos anteriores.

Su cabeza es un templo de color de extrañas magnitudes
La reacción activa en los medios su clamor
Las palabras son pues los objetos de humedades concéntricas La sensación de estar conformando en el otro el modelo
Su palidez transitoria de apreciación sensible en el rescate.

Nada es blanco
Ni es incierto en lo oscuro
Tan sólo en la proximidad el azul es intenso
Todo ha quedado en blanco dice
Todo es blanco después si es copioso al sentir
Cuando la proporción es blanca

El sentimiento se mueve allí con soltura
Dilucida
Se manifiesta en solitarios y extraños argumentos
Menudea




Da una vuelta
Se multiplica en vano
Divaga
Paraliza por un instante los miembros del conjunto
Y declara por tiempo indefinido en la ley de gravedad la llanura.



*

Una porción de tierra gris del norte

... Blanquísima su presencia.


Sus temblorosos dedos
Buscaban en las hojas de un libro el femenino del ojo.


Más allá de lo escrito o lo nombrado
No hay más bondad que la que emana de la inteligencia
Lo que tomó fuerza en nosotros cuando la incertidumbre.
Cuando en la incertidumbre
En la enumeración caótica
Reunidas las palabras que componen el discurso
Los caracteres se van formando.


Del universo es el mar una sombra
Una luz temblorosa en la piel
Una línea que sueña
La unidad febril premonitoria
En el espacio creado para la música

En el cambio de súbito el lugar se convierte
De su materia indemne la luz
Un territorio transgredido por la poesía
Un poema abierto in situ en la memoria
Como la voz que disfruta en el proceso elaborada En el calor humano
En el ánima
En todo lo habitable
Como el amor embriagado de proximidad.


El valor de su acción transmitida
Que aflora en lo que está oculto.


Del placer concertado
Nosotros
Los que somos cómplices
"No amamos porque tengamos el hábito de vivir
Sino porque estamos habituados a amar".


Anda Ven Bendice Canta Cuéntame.
Haz tú de mí
Si celebrado el concierto me identifico
Aprenderé a saber


Seré suave y sensible
Traslúcido en el color
En el placer acaso
Tembloroso y lírico en la visión.


Cuando se habla de ti
Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente.
Escrupulosamente delicada
La belleza crece por intuición.
Liberado de sí De su yo impreciso
El sujeto extrañado de su territorio canta y deduce
Que de un conjunto de sonidos se forma el arpegio
La memoria ante el blanco acude con presteza y corrige el compás En la orilla la línea divisoria.


Del azul febril que proyecta
Del ojo que me persigue imagino la flauta
La llama prestada
Los reflejos
La cadencia en la acción El ritmo.


En la visión creciente la belleza actuando silábica
Haciendo lo que hice yo tantas veces en tanto papel concluso


¿Es el verbo tal vez la tristeza?
En la luz la materia también se envilece.


El misterio es el número.


Del proceso advertido su presencia en su actitud sin tregua
Sucinto en el periplo de lucidez
En el ambiente unánime de sentir
Las palabras que cantan como el número exacto que nos habla.


Las palabras que cantan
Cuando a la vez en el espacio ausente sonámbulo
Que al despertar el fenómeno de un deseo expresado
En el inicio como en el desarrollo
Restaurando el alma en su estado original.


Sólo somos nosotros entonces
Presuntos en la hora
En el inicio de un ciclo liberal
De un pensamiento que mora en la tristeza
Que se ensancha en la fuga
Convicto en el placer
En su ansiedad el otro.

En el número diez de la calle en que vive se aventaron las aves
Y se declaró innúmero en el evento el edificio


Sólo el rumor del fenómeno que nos acontece se hace culpable
Y edifica en el aire la sospecha.


Fugitivo de los que aún perdura
Permaneció inmóvil como la estatua ante el milagro
El amor trémulo en su venturosa anchura.


El sentimiento prolongado en vano en el eco
Ora en esa hora
En el instante mismo en que se sucede
Simulando en su expresión el deseo
En esa hora íntima de estar
De ser el índice de nuestros sueños
Sin saberse allí contemplado.


Persuadido de su fuerza en el espacio augural de un tiempo
Detenido en su estancia
Su energía
La lucidez que se pierde en la consideración de un valor sin destino Cuando de mí se trata.
¿A dónde puedo ir?


Si despierto en la duda me pregunto
¿Hacia donde?
¿Dónde puedo encontrar al hombre que hoy ha olvidado mis palabras?


Coronado en la cumbre en su función capaz
El sentimiento se trasluce originario
De una infinita sed de ser en sí mismo
De su hallazgo el temblor
Su vaporoso aliento
La humedad transitada.


*


Alicia

He venido a verme. Quiero salir y no puedo entrar.
Paso de lado simplememe y no me llaman.
Y veo a Cátin. La ciudad en sus números y la luz. La calma.


Era en un sexto de un seis de una calle que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
Y vino un desconcierto. La calma. Vino la calma.


La calma y mirarás. La mirarás decía
Y sus ojos tenían la precisión táctil de su boca
La calma. Vino la calma.


Y Alicia había declarado al mar calamidad sentimental
Y en el interior había vibraciones incrustadas
Manchas que se reproducían en latidos
Y se esparcían manifestantes y mu1titudinarios por los escaparates
Donde permanecían horas y días
Con la cabeza apoyada en los cristales.


Alicia tenía la sonrisa. La alegría del que pierde la respiración
Alicia era una mujer que se confundía en principio
Desde la primera escalera de un sexto izquierda
Un séptimo izquierda que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
O a través de sus gemidos en el estado íntimo de su soledad.


Y en la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Alicia buscaba alivio
Alicia había quedado sola
Porque las lunas de los escaparates estaban todas ocupadas
Y no había ni un milímetro para apoyar su frente.


En los grandes edificios habían puesto andamios
Y en la parte de la ciudad alta
Todas las ventanas estaban ocupadas
Por los delirantes que tenían las frentes agujereadas.


Los hombres estaban suspendidos en el aire
Sobre los andamios con las frentes inclinadas en las ventanas.


Alicia fue a apoyar su frente a los stops
A los coches que habían quedado aparcados
Y los coches estaban también ocupados
Y las ventanas de los coches Los cristales
Estaban pegados en los frentes que deliraban de dolor.


Alicia fue a refugiarse en la púrpura de los ángeles
Y la púrpura de los ángeles estaba pegada en la frente dolorida
de los místicos
Y fue a buscar la cera de los laboratorios eclesiásticos
Y no había solución


La ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Estaba totalmente ocupada.
Alicia anduvo recorriendo toda la ciudad
Y fue a los stops y a los anuncios publicitarios
Y todos los anuncios
Y los stops
Y la luz piloto de los coches
Estaban ocupados por las frentes que deliraban de dolor.


Alicia fue a ver los ojos abiertos de los animales muertos
Y los ojos abiertos de los animales muertos
Estaban ocupados por las golondrinas
Que se apoyaban contra el ojo derecho de los animales muertos
Del interior de la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.


Alicia fue a la estación
Donde estaban los coches de los ferrocarriles
A ver si había una posibilidad.


Mirar si había una rendija de luz
Que se introdujera por debajo de las puertas de los trenes
Para apoyar su frente
Pero no era posible
Porque aquella luz que bajaba por debajo de las puertas de los trenes Estaba ocupada por las frentes de los animales


Que antes se habían nutrido de los enfermos neurálgicos de los trenes.
Que viajaban a la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.

Alicia andaba sola
Y se perdía buscando un espacio en las ventanas
En las lunas de los museos
En los escaparates
Y no había ni un minuto para apoyar sus latidos
No había llanto
Y no era posible inclinar la cabeza sobre la humedad de una lágrima.


No eran posibles los extraordinarios Las horas fuera
En los relojes no había siquiera una hora
Que penetrase contra el punto neurálgico de la cabeza
Habían desaparecido los pinchazos exteriores
Para luchar contra el dominio interno de la cabeza.


Pero ahora ya no hay nadie en los andamios
Nadie está con las frentes en las lunas de los escaparates
Ya no hay más frentes acariciando la púrpura de los ángeles
Ya no hay más gente rociándose la frente
Con la cera derretida de los laboratorios eclesiásticos


Ya no hay más
Nadie
Nadie está mirando a los altares


Aproximando la frente a los monumentos
Nadie está suspendido en esta ciudad.


Nadie está de pie buscando el frío de los escaparates
Buscando el frío el viento de las alturas por el cráneo
Nadie
Absolutamente nadie.


Porque todos los que estaban suspendidos
En la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Habían descendido
Se habían desplomado contra el suelo boca abajo
Y habían desocupado todas las estancias
Y sucedía entonces que por el suelo no se podía andar Porque el suelo estaba repleto de bocas boca abajo
Y el espacio aéreo fue ocupado por otras formas de animales.
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SINT3
miércoles, 28 de julio de 2004 by Carlos Mosquera
Un panorama como el aire que al andar hace pliegues.


Exacta en su dimensión la voz. En su anchura sin desniveles los ecos.
Al caer el rumor por detrás de estos muros
Las señales se ponen en estado de alerta
Si me nombran no utilicéis las mayúsculas
Se declaró por tiempo indefinido en la ley de gravedad la llanura.


Todo ha quedado en blanco
Oriundo de la luz es el ojo arrebatada la cabeza
Altos con los brazos abiertos los árboles cuando a la vez el deseo
El vuelo la oleada el beso en el horizonte los ecos
La belleza como si hubiera sido puesta para celebrarse.


Sus concitadas lunas el otro
El ojo que nos confina
Tembloroso y triste el vegetal
Un territorio trémulo Un país
En los hechos consumados la derrota
Del conjunto de datos obtenidos se determina la causa
La aflicción El alma El deseo Los trámites
Paulatinos los turnos La alteridad
Interminable la cuestión La causa El cerco
El ojo que nos confina minimizándonos
El error es el resultado de un raro invento.


*




SINT1

En los límites la lucidez
De singular impulso los hábitos
Solícita en esa estancia la belleza ecuánime
En cada verbo los contenidos que describen idéntica la visión.


El deseo se extiende en el ánimo
Mientras permanece la conjura
Los criterios formados en la era del múltiple
En su obviedad lo neutro lo secundario
La actividad corporativa la moral en el templo la prédica
La conjura de los grandes propósitos.


En el acontecimiento a celebrarse si me nombran
No utilicéis las mayúsculas.
No abandona el lugar quien está cerca del milagro.


El sueño ha llevado el calor
En el cambio el lugar se convierte
Lo natural se compone
De elementos esenciales de azar e irreversibilidad
El pensamiento no determina
No se descarta la emoción
La palabra es un deseo inquietante de profundas lejanías
Iluminada su presencia como un río.
Que viniese a besar esta provincia enajenada
En el silencio que nos reúne y nos separa
El sentimiento sin embargo nos convoca y nos hace cómplices
En el momento concebido se levanta a conjugar los verbos
Su afinidad se alumbra
El panorama en su quietud se entrega
Es inherente en él caminar y dar en lo contemplado las almas.

Pero hoy no se puede andar
No se puede ir a donde si ponemos en cuestión los argumentos
Se han roto las distancias.
Hoy han caído tres puentes considerados idénticos
Se desconoce la causa
No hay evidencia de ningún signo
Es un error dar por hecho lo que fue contemplado
No ha lugar
No es evidente jamás
Que haya habido tres puentes considerado idénticos.


Se declaró por tiempo indefinido en la ley de gravedad la llanura.
Todo ha quedado en blanco
Oriundo de la luz es el ojo arrebatada la cabeza
Altos con los brazos abiertos los árboles cuando la vez el deseo
El vuelo la oleada el beso en el horizonte los ecos.
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América
martes, 30 de marzo de 2004 by Carlos Mosquera
Me he despertado en este trozo oscuro y estoy inmerso en esta oscuridad y es más inmensa aún la noche inmensa y casi muerta la noche arrastro con su voz tremando

Por eso cuando ibas por la carretera y te desviaste hacia el mar
y me contaste que habías visto salir de debajo de las aguas brazos. Brazos trepando Trepando hacia la arena
Comprendí que eran seres Miles de seres que el mar había rescatado. Miles de años de seres de América escapada

América estaba al Iado del mar tratando de subir por una inmensa
cuesta blanca arriba
De arena blanca hasta llegar al blanco fronterizo con la carretera

Era toda América crucificada a la orilla
Toda la América insalvada y fija.
Brazos saliendo del mar crucificados avanzando
brazos pájaros sin cabeza
Brazos voces sumisas en la orilla

Y Poe estaba americando
y Poe llevaba un bicho que había
salido por su boca
Y era Poe Poe Poe
Poe haciendo ruidos con el agua
Poe besando por el alma de la playa

Y toda aquella gente que venía suspendida por la carretera
No se daba cuenta de nada
porque no tenían la costumbre de mirar la oscuridad
Ni en sus ojos estaban habituados a la noche
Eran los ojos oriundos los ojos de una infinita estepa sedienta y soleada

Y fue horrible enfrentarse con "aquello"
Enfrentarse con la carretera y bajar al mar.




América estaba crucificada a la orilla.
Toda la América hundida.
La América errante y los brazos se alzaban Se alzaban y se hundían
se hundían y se alzaban
Se alzaban gateando hasta llegar al blanco fronterizo entre la
carretera y el mar
Era América crucificada América hundida que trataba de llegar
a la carretera.

Aquella noche en la playa cruzaste. Tocaste aquellas manos
y las manos se soliviantaron. Empezaron a levantarse y a rechazarte Empezaron a golpear en el mar a sublevar las olas
A devolver al aire al cielo al techo la lluvia que había secado
y tú has tocado Has dado con las manos en el aire
Has dado con las manos en el agua y estás golpeando Golpeando de nuevo en el agua

y Poe estaba americando. Y Poe llevaba un bicho que había salido
por su boca
Poe haciendo ruidos con el agua
Poe besando por el alma de la playa.

y América ya no recibía calor. América estaba crucificada y no había conseguido avanzar ni un milímetro tan solo.

Penetraste aún más. Llegaste al pie del agua te transformaste
y querías atraer las cosas. Atraerlas a la carretera y llevarlas a la noche
Inmensa y seca
y había miles y miles de kilómetros y ellos estaban estancados Estaban estampados por la espalda y por el pecho
Estaban estampados en la arena y contra el agua.

y Poe estaba americando. Y Poe llevaba un bicho que había salido por su boca.

y era Poe Poe Poe
Poe haciendo ruidos con el agua Poe besando por el alma de la playa.




y América estaba crucificada a la orilla
y no había conseguido avanzar ni un milímetro tan solo Desesperadamente de amaramer mi alma se multiplicaba
y se engendraba buscando canales para salvarse
y no podía ser. Tropezaba contra la carretera y no podía avanzar y volvía formando círculos a incrustarse en los dedos de América.

y Poe estaba americando. Y Poe llevaba un bicho que había
salido por su boca
y era Poe Poe Poe
Poe haciendo ruidos en el agua
Poe besando por el alma de la playa.



SINT2

Exacta en su dimensión la voz. En su anchura sin desniveles los ecos.
Al caer el rumor por detrás de estos muros
Las señales se ponen en estado de alerta
Si me nombran no utilicéis las mayúsculas
Se declaró por tiempo indefinido en la ley de gravedad la llanura.

Todo ha quedado en blanco
Iluminada y pródiga
Envuelta en su fervor la imagen en el ambiente se desvela
Crece en el lugar se alumbra
Oriundo de la luz es el ojo arrebatada la cabeza
Altos con los brazos abiertos los árboles cuando a la vez el deseo
El vuelo la oleada el beso en el horizonte los ecos






Carlos Oroza, que te levantas del suelo

El poeta gallego fallecido en Vigo  fue un superviviente, un cantor de especie única

Carlos Oroza vivía de no tener hambre. Manuel Vicent lo recuerda seco como un sarmiento, con la carne pegada a sus huesecillos de ave y sin una peseta en el bolsillo. Pero como no comía, no bebía y lo único que hacía era subirse a las cosas a piar como un pájaro, parecía habitar en un paraíso.


”Yo vivo de mi propia austeridad”, aclaraba el poeta Oroza (Viveiro, Lugo, 1923-Vigo, 2015). En el Café Gijón de los 60 y 70 Oroza no era de los sablistas sino de los dignos. “No se humillaba. Había alguno de esos que te pedían dinero y cuando se lo dabas te insultaban”. Ese dandysmo moral lo demostró la tarde en que Oroza enamoró a una francesa y ella pagó noche en el Hotel Nacional. Cuando estaban en la cama escucharon a través de las ventanas gritos de manifestantes, sirenas de ambulancia, las carreras de los grises y las lecheras bajando por el Paseo del Prado. La francesa se asustó tanto que el poeta tuvo que descorrer la cortina y ver lo que pasaba. Desde allí anunció: “No te preocupes, son cosas de pobres”.

En el Gijón pasaba tanto tiempo que parecía un mueble más. Para Vicent tenía un estatus fijo en el café como el de la Sandra, que decía ser hija de Negrín. Cuando alguien de provincias entraba deslumbrado al Gijón y le preguntaba a ella si era poeta, la Sandra les contestaba que era puta. El verdadero poeta, sin embargo, conseguía hacerse pasar por sombra hasta que saltaba sobre alguna mesa y ponía el café a temblar: “¡Dejad que el trigo crezca en las fronteras!”.

Oroza resolvió su vida entre misterios transparentes. Nadie sabe cómo acabó en Madrid, ni por qué desapareció un día para regresar a Galicia. Abominó siempre de la palabra escrita y no quería verse en libros. Sus poemas circulaban por las facultades de Filosofía y Políticas, por los cafés literarios, por las calles, porque la gente los memorizaba de su boca, no porque los leyese. Rafael Cid transcribe en la revista Ollaparo unos versos dedicados a José Antonio Primo de Rivera que los estudiantes coreaban con furia: “Los hijos de Juan Ramón Cireda S.A. / mataron al padre a puñetazos y lo vistieron de payaso / Las hienas lo hubieran devorado / pero la ley tiene un servil descaro y lo metió en el tren de la ternura / Lo unieron al paso de los otros”.

A Oroza lo trataron en Madrid el pintor José Luis Fajardo y su hermano Julio. Con el pintor llegó a vivir tres meses en su piso de Doctor Fleming. Un verano se fueron los tres a Canarias. Esas semanas calurosas los pasó Oroza subido a lo alto de las palas de los tractores recitando sus poemas, parando las calles, agitando multitudes. Nativel Preciado era la musa del poeta, dice Fajardo. También lo escribió Vicent en el prólogo a un libro de Preciado: “Había que ser progresistas a toda costa aquellos años cuyas noches olían a gas de almendra y para eso se utilizaba el eje del café Gijón, Oliver, Carrusel, Bourbon, Piccadilly y en esos santuarios había periodistas que estrenaban barba, poetas que tomaban coñac con media tostada, pintores que ladraban a cuatro patas. Entre ellos un vate maldito con rasgos de bereber reinaba abriendo su sombra en el humo: Carlos Oroza recitaba yambos contraculturales y fue el quien consagró a Nativel Preciado como musa de aquellas barras y veladores donde la libertad era un pepito de ternera compartido con Marcuse. “Nati… Nativel… Vietnamita… Surnamita…” clamaba el bardo mientras en la cocina iba marchando también una de boquerones”.

Por culpa de Nativel a Oroza le partieron la cara. Fue en un recital en el que le cantó a Preciado sus versos: “Nati… Nativel… Vietnamita… Surnamita…”. Entre el público estaba un americano, Rick. Vivía en Madrid con su mujer, Patsy, amante de un famosísimo político español. Rick, al escuchar los “vietnamitas” de Oroza, fue hacia él y lo tumbó de un puñetazo por creer que estaba recitando un poema antimilitarista.

No sólo Preciado fue su inspiración artística. Hace años, ya instalado en Vigo, se enamoró platónicamente de Uliana Semenova, la jugadora soviética de baloncesto que medía 2,13 metros. La convirtió en su musa y la defendía con uñas y dientes: decía que las críticas probaban el mal gusto de la gente, entregada a las barbis sin entender “la belleza guerrera de las walkirias”.

A su amigo Pepín Calaza, vigués y parisino, Oroza le propuso atracar el Banco de España. Le dijo que no por el dinero, que despreciaba, sino porque había soñado que en las cámaras acorazadas se guardaban los mejores vinos del mundo. Años después Calaza, economista y matemático, hizo un informe con Edmond Malinvaud para el Banco de España. En Faro de Vigo contó que terminado el trabajo fue invitado a comer en un salón del banco con Luis Ángel Rojo y Mariano Rubio. Le sacaron botellas de un vino insuperable y Calaza preguntó si era cierto, como había soñado el poeta, que lo guardaban en una cámara acorazada. “Lo guardamos”, contestó lacónico el gobernador Rubio, “en una cámara en la que sólo hay vino y telarañas”.

La primera vez que Calaza vio a Oroza fue en el Gijón: el poeta estaba persiguiendo una aceituna en la barra. Prueba de su relación distante con el dinero fue la invitación de Antón Castro, entonces director del Cervantes en Milán, a dar un recital allí. Castro sabía que Oroza siempre estaba sin blanca, y que el poeta se alejaba de cuestiones terrenales hasta conseguir olvidar el hambre. Con aquel recital un tipo como él podría vivir varios meses. Pero Oroza empezó a poner pegas (el viaje es largo, necesitaba un acompañante para que no se perdiese –le pagaron uno- y en Milán hacía mucho frío –era mayo). Finalmente, rendido, dijo que no iba porque en Milán no había mar y a él lo que le gustaba todos los días era mear en la orilla del océano.

El poeta sin libros, que despreciaba los signos del lenguaje y cantaba como Holderlin, seguía a Withman, a Rimbaud y a Lorca (que era la música pura pero “las dictaduras tienen la afición de matar poetas”), apareció un día en el Gijón con un libro de tapas de acero. Lo recuerda Vicent: “Una cosa que yo no sé cuánto podía valer ni quién se la hizo, una edición de superlujo”. Oroza a duras penas podía levantar su propio libro. En los últimos cuarenta años siguió publicando cosas espaciadas, sueltas; Cabalum, Alicia, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo... Es autor de frases que a fuerza de repetirlas se quedan a vivir dentro de quienes las escuchan. Un chamán, resume el periodista Ramón Rozas: “Una pureza ancestral exiliada de cursis contaminaciones, como su poesía”.

Julio Fajardo escribió en Diario de Tenerife que Oroza sucedió demasiado pronto. “Los que se dedicaron a hacer la crónica no habían llegado (…) Si Carlos hubiera asomado en el Madrid de los ochenta habría sido una figura rotunda e incontestable pero, para su desgracia, se adelantó unos veinte años a las cosas que tenía que decir”.

Diez años después de desaparecer desastrado y piojoso del Gijón, Manuel Vicent se lo encontró de golpe en el restaurante Gades de la calle Conde de Xiquena. Oroza llevaba una corbata Hermés, chaqueta de cachemir, zapatos de tafilete y una maleta Samsonite. “Me voy a Milán”, le dijo.

Vicent cuenta que era la única frase que podía salir en ese momento de su boca. Y la única que él podría creerse viéndole las pintas. Fue corriendo al Gijón a dar la nueva: Oroza estaba vivo. Los rumores le colocaron rápidamente enamoriscado de una marquesa. Como con Oroza era casi imposible hablar (recitaba todo el rato, era inconcreto, decía que las respuestas las tenían los bosques, que había que ir a plantar trigo a las fronteras), la sospecha amenazó con quedarse en el limbo, inaprensible como él. Lo cierto es que se casó con una aristócrata de la que se separó no se sabe por qué. Con ella tuvo una hija guapísima que fue a visitarlo a Vigo hace unos años.

Una entrevista en Diario de Pontevedra en 1964 lo sitúa respondiendo a las preguntas con versos de poemas.

-¿Usted qué es?

-Yo soy cliente del hambre y la desdicha. Lo siento, pero digo la verdad: tomé aguardiente y anduve por el lado de las bestias. Y me alimento de mi propia muerte.

En Vigo tenía algunos mecenas, Calaza y su hermano entre ellos. Él no pedía. Cada mes iba a fumar un pitillo al despacho de estos amigos y ellos, cada uno a su estilo, le daba un sobrecito con billetes diciéndole: “Mira, Carlos, una admiradora me dejó una carta de amor para ti”. Le acompañaron hasta el final amigos como su último protector, el editor Javier Romero y familia, que lo cuidaron como si estuviese en su última juventud, y Uxío Novoneyra, hijo de sus grandes amigos el poeta Uxío Novoneyra y su mujer Elba Rei. En la casa del Courel de los Novoneyra vivió Oroza en épocas intermitentes entre los 70 y los 80. En su lecho de muerte el poeta Novoneyra, figura central de las letras gallegas, dejó dicho a su mujer que la casa familiar estaría siempre abierta para Carlos Oroza. El poeta tenía en Elba a su alma gemela; a Branca, hija de los Novoneyra, le encargó su biografía autorizada.

Siguió recitando hasta su fallecimiento y arrastraba gente: llenaba teatros en Galicia y podía llegar a cobrar el espectáculo a 3.000 euros. Hace un año recogió la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes. A él se acercó el poeta y periodista Antonio Lucas, y antes de que Lucas dijese nada Oroza le preguntó cuánto podría valer aquel oro. Porque aquella medalla, le dijo, bien podía convertirse en unas centollas que le arreglasen a él un año. Vivía de no tener hambre, pero tampoco había que ponerse histérico.

Pepín Calaza recuerda que Oroza, un alfeñique, decía que era poeta porque no podía ser boxeador. “A mí lo que me hubiera gustado es ser muy fuerte, temido en todas partes y andar arreando leches a diestro y siniestro. Eso de andar repartiendo leches sí que tiene que dar placer”.

Levitó dos veces en Madrid. Una en Gran Vía, a la altura de Chicote. Era de noche y Oroza se elevó unos veinte centímetros ante unos amigos boquiabiertos. La siguiente vez que levitó fue al salir del Café Gijón, acompañado entre otros por Raúl del Pozo. Se levantó del suelo algo más, unos treinta centímetros. “Se asustó mucho. Raúl también se asustó mucho, de hecho ahora niega que Carlos levitase”, dice José Luis Fajardo. En la primera ocasión ocurrió por el repentino golpe de aire del respiradero de la boca de metro, tan violento que levantó al pequeño poeta. En la segunda, por un majestuoso vendaval que casi se lo lleva por los cielos, de ahí el susto morrocotudo. “Carlos debía de pesar veinte, treinta kilos”, resume Fajardo.

De esas dos experiencias viene uno de sus poemas más célebres, que da título a la antología de su obra: Évame (Elvira, 2013).

Parece entonces como si yo y yo
fuésemos dos personas que se
persiguen mutuamente.
Es en la evasión donde está el sentido
de mi propia seguridad.
Oh eva
évame malú
évame malú

Hoy en ferragosto o julio triste
prohibido e inasequible. Solo
Oh eva.
Évame eva.
Évame si me transito.

(…)

Una vez me escupiste cenizas en los
ojos
Y yo te dije
Sigue sigue sigue
Te me adelantas. Tengo miedo. Estás
golpeando al mundo.
Pero tu me das malú – malú – malú
Malú para llegar arriba.

Évame, dice Julio Fajardo, era una contracción de Elévame. “En referencia a una ascensión celestial, como la fuerza que fue capaz de levantar las faldas de Marilyn Monroe”.

Carlos Oroza solía decir con frecuencia: “Todos los hombres de valía tienen algo en la mirada o en la boca”. Ese algo lo tenía él en ambas partes.



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