miércoles, 7 de marzo de 2012

6047.- HEBER SORTO



Heber Ernesto Sorto, nació en la ciudad de Olanchito,Yoro,Honduras el año de 1973. Actualmente es el director de la Casa de la Cultura de esta ciudad.
Ha representado a Honduras en diferentes cónclaves literarios en paises centroamericanos: Participó en Costa Rica en el "Festival Internacional de las Artes" 2008. En el Festival de poesia 2004 en Granada Nicaragua. y en el Festival de Poesia Proyecto 118 en Guatemala el año 2005.
Obra publicada: Canto nuestro (1994), La última mejilla del horizonte (1997), Arte poética (2000), La ventana (2003), Caballos marchitos (2004) y Todos los días (2006).
Ha obtenido los siguientes premios¨:
Primer lugar, Flor de oro en los Juegos Florales de Poesia en Santa Rosa de Copán,Honduras durante 4 años consecutivos (2001 al 2004)
Mención honorifica en el Premio de Poesia "Victor Hugo" promovido por la embajada de Francia en Honduras y la Alianza Francesa.
Primer lugar en el Encuentro de valores culturales "Clementina Suarez" el 2007.
Destacada participación en el 4º Encuentro Internacional de poetas "El Turno del Ofendido", el 2007 en El Salvador.
Sus obras han aparecido en las Antologias de poesia siguientes :
"Honduras poesia politica" compilada por el poeta Roberto Sosa.
"La Hora siguiente" compilada por el poeta Salvador Madrid.
Antologia "Papel de Oficio" compilada por el Ministerio de Cultura.
Antologia " De nosotros y los otros" ensayos de literatura hondureña y extranjera.
Antologia "Poetas Centroamericanos para lectores Argentinos" compilada por la crítica literaria Amalia Heichen
Antologia "Estudio de la poesia Hondureña" compilado por la escritora y critica literaria Helen Umaña.









La ventana


Nunca pensé en sacar el rostro
a la calle,
una lluvia desafiante como un árbol
cerró las ventanas dentro de mis ojos,
el presente entonces, era sólo un chorro de palabras
que goteaba de la fuente de mi mano.
Siempre amé las ventanas aunque nunca
tuve una para compartirla,
pero alguien me habló, que de a ratos el paisaje se mira
a través de paredes o de lágrimas,
que el horizonte llora de espaldas como el océano,
que los niños golpean el río para deshacer las tormentas,
que hay que cruzar muchas calles para legar a otros ojos,
que el silencio se hace de borrones,
que el espejo de pronto se abre y nos traga,
pero yo, siempre abrí la ventana que no tuve
y tengo árboles y calles y lunas
y también tengo aquello que siempre quise encontrar;
la ciudad que no conozco donde recojo mis pedazos.








Historia


No derribé el único árbol del mundo
para poner el sol en tus ojos.
primero hice figuras con las sombras de mis manos
imitando el pájaro de madera exhibido en la sala.
Fue después que cultivé la poesía
sin entresueños ni asombros.
La poesía debe ser como la flor de los jardines públicos.
Antes la miraba en el horizonte,
hundida, calumniada, separada de mí y de los barcos de papel
que los niños ponen en las aguas de la calle.
Pero hoy, un pájaro se detiene en todas mis esquinas
y la niña tímida en un laberinto de espejos, sonríe.


Bienaventurada sea la poesía.










Recuerdo


Crecí
imaginando mariposas
en las bisagras de mi casa.


Ayude
en las cosas cotidianas
y viví como un barco muerto entre veraneantes.
A veces
soplaba sobre los ojos de mi hermana,
cuyas pequeñas pupilas
conocían ya el peso de una montaña sobre un ojo dulce.


Era el tiempo
en que los madreados
estiraban los brazos y lloraban
hasta que yo
lograba dormirlos.








Fotografía


Viendo
caer
las hojas de un mismo árbol,
resistiendo palabras,
palabras punzantes,
papá siempre encontraba la sonrisa,
los gestos.
El viento de oriente se retenía en su mano,
hasta que un día
sin oxígeno abandonó la casa
como un niño que viaja en su cometa,
pero su mano sobre mi cabeza
aun permanece en la fotografía.










Autopsia


He cruzado esta calle
con la ilusión de llegar a otro mundo,
por lo que digo:
aquí no hay nada,
no existe nada.
El paisaje se hace camino en las alturas,
el horizonte regresa a su lejanía,
la fábula es lo que he vivido
y el lado roto de la vida, lo que crece.










Del cansancio


Esto de mirarse en los peatones que pasan
con la herida planta del amor,
con promesas,
con silencios, como frutos de un tiempo perpetuamente construido.


Esto de querer esconderse debajo de las lámparas
o levantar con desahogos
la única defensa contra los reflectores.


Esto de quebrarse como un plato de porcelana,
apoyarse en las paredes,
visitar ciertos rincones,
quedarse hasta tarde debajo de una bombilla
pensando en cómo se van las horas entre lo que no se sabe.









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