sábado, 10 de marzo de 2012

TONY HOAGLAND [6.080] Poeta de Estados Unidos



Tony Hoagland

Nació en 1953 en Fort Bragg, Carolina del Norte, EE.UU. Ha publicado tres libros de poemas: What Narcissism Means to Me (2003), Donkey Gospel (1998) y Sweet Ruin (1992). En 1992 fue seleccionado por Donald Justice para recibir el Brittingham Prize in Poetry y el mismo año fue ganador del premio Zacharis del Colegio Emerson. Entre sus muchos reconocimientos y becas destaca el premio de la fundación Mark Twain 2005, por su contribución al humor en la poesía americana. Actualmente es profesor de la Universidad de Houston en el departamento de creación literaria.



ACOSTARSE CON UN HOMBRE

En aquellos días pensaba que tenía que
hacer todo aquello que me daba miedo,
así que me acosté con un hombre.
Era un punto más de una lista
dormir en un cementerio, bajo la luna llena,
no apartar la mirada de la cara golpeada y quemada de la chica,
atarme en la catapulta
de alguna píldora azul y eléctrica.
Eran los setenta, toda nuestra generación
estaba más que dispuesta a cortar con una sierra
la rama sobre la que nos sentábamos
para ver cómo era aquello de caer -bump, bump, bump.
Conocer lo peor de uno mismo
parecía como una auto-mejora entonces,
y el sufrimiento era una aventura.
Así que me acosté con un hombre,
lo cual no recuerdo muy bien
excepto que no fue divertido.
Las cortinas se agitaban en la brisa
proveniente de la parilla de una radio negra. Van Morrison
llenaba la habitación como un aftershave astral.
Acosté mi masa de engaños
al lado de su masa de engaños
en una habitación oscura en la que luchaba
con ese viejo adversario, yo mismo
-con la forma, esta vez, de un cuerpo-
en algún sitio entre el cielo y la tierra,
dos cosas a las que tenía miedo.




Suerte

Si tienes suerte en esta vida,
llegarás a ayudar a tu enemigo
de la misma forma en que ayudé a mi madre
cuando estaba demasiado débil como para decir no.

En la gran tina de porcelana
con agua a la mitad,
preparada a la perfección,
bajé el infantil esqueleto
en el que se había convertido.

Parpadeaba mientras enjabonaba
su estómago y su pecho,
la lúgubre ruina de sus costados
y la deshecha nube gris
de su entrepierna.

Algunas noches, sentado junto a su cama
con un libro abierto yaciendo sobre mis rodillas,
mientras escuchaba el movimiento grueso
del ir y salir del aire
entre sus pulmones oscuros,
mi mente se llenaba de alabanzas
tan suntuosas como la música,

asombrado ante la simetría y la suerte
que me ofrecería la oportunidad de pagar
mi pesada deuda de castigo y amor
con amor y castigo.

Y una vez la sostuve escurriendo
en el incómodo aire
entre la silla de ruedas y la tina
hasta que me imploró como una niña
que parara.

Un acto de crueldad que comprendíamos
era el antiguo irresistible regocijo
del poder sobre la debilidad.

Si tienes suerte en esta vida
podrás levantar la cuchara
de prístina y helada nieve
a la boca confiada de la criatura
que es tu viejo enemigo

porque al menos las papilas gustativas no se han roto
porque existe un lazo entre ustedes
y lo dulce lo es en cualquier idioma.

Traducción: Nancy Robles



GRAMÁTICA

Maxine, que viene de pasar el fin de semana con su novio,
sonríe muy felina al asegurar
que toda ella es un verbo conjugado.
Ha estado siendo el complemento directo
de un pronombre de segunda persona llamado Phil,
y cuando entra en la habitación,
todo el mundo se vuelve para mirarla:

su rostro irradia alguna clase de luz.
Incluso los geranios parecen observarla con curiosidad,
y las abejas, si aquí las hubiera, rumorearían
maliciosamente alrededor de su pelo, buscando
la manera de acceder a su resplandor.
Todos nos hallamos atraídos por el perfume
de la fermentación de la alegría,

hemos intentado alguna vez empezar un incendio,
y quizás el día menos pensado la llama se encienda sola.
Hoy, mientras tanto, ella es la única de todos nosotros
capaz de sobrellevar la idea de su propia belleza,
y cuando lo advertimos, hacemos lo habitual en estos casos:
sacamos las manos quemadas
de nuestros bolsillos,
y aplaudimos.

[Versión al castellano: Jesús Jiménez Domínguez]



 PERSONAL

 No es nada personal, dijeron;
 pero yo lo hago, tomo todo de forma personal—

 la brisa y el río y el color de los campos;
 el precio del pomelo y las marcas,

 el pelo húmedo de una mujer bajo la lluvia—
Y maldije lo que más me duele

 y alabé lo que me da alegría,
 la más ingenua de las posibles respuestas.

 El gobierno me recordó a mi padre,
 con su sordera y su ley,

 y el tiempo me recordó a mi mamá,
 con sus chubascos tropicales.

 Disfrútalo mientras puedas, dijeron de la Felicidad
 Piensa primero, dijeron de Hablar

 Para superarlo, dijeron
 en la Escuela de los Corazones Rotos

 pero no pude y no lo hice
 y no creo en el corte limpio;

 creo en fracturas complicadas
 servidas con una salsa de remordimiento malicioso,

 Creo que diciéndolo todo
 y tomándolo todo de nuevo

 y diciéndolo otra vez para entenderlo
 mientras el aire se llena de Disculpas

 como pájaros volando
 y árboles mareados por el viento.

 ¡Oh vida! ¿Puedes culparme
 por hacer una escena?

 Tú eres como el vagón amarillo, la luna
 desapareciendo sobre una cresta de nubes.

 Yo fui un perro, encadenado en el patio trasero de los animales;
 ladrando, ladrando:

 Tratando de convencer a todas las demás cosas
 de que lo tomen también como algo personal.

 Versión de Carlos Alcorta





America

Then one of the students with blue hair and a tongue stud   
Says that America is for him a maximum-security prison

Whose walls are made of RadioShacks and Burger Kings, and MTV episodes   
Where you can’t tell the show from the commercials,

And as I consider how to express how full of shit I think he is,   
He says that even when he’s driving to the mall in his Isuzu

Trooper with a gang of his friends, letting rap music pour over them   
Like a boiling Jacuzzi full of ballpeen hammers, even then he feels

Buried alive, captured and suffocated in the folds   
Of the thick satin quilt of America

And I wonder if this is a legitimate category of pain,   
or whether he is just spin doctoring a better grade,

And then I remember that when I stabbed my father in the dream last night,   
It was not blood but money

That gushed out of him, bright green hundred-dollar bills   
Spilling from his wounds, and—this is the weird part—,

He gasped “Thank god—those Ben Franklins were   
Clogging up my heart—

And so I perish happily,
Freed from that which kept me from my liberty”—

Which was when I knew it was a dream, since my dad   
Would never speak in rhymed couplets,

And I look at the student with his acne and cell phone and phony ghetto clothes
And I think, “I am asleep in America too,

And I don’t know how to wake myself either,”
And I remember what Marx said near the end of his life:

“I was listening to the cries of the past,
When I should have been listening to the cries of the future.”

But how could he have imagined 100 channels of 24-hour cable
Or what kind of nightmare it might be

When each day you watch rivers of bright merchandise run past you
And you are floating in your pleasure boat upon this river

Even while others are drowning underneath you
And you see their faces twisting in the surface of the waters

And yet it seems to be your own hand
Which turns the volume higher?





A Color of the Sky

Windy today and I feel less than brilliant,
driving over the hills from work.
There are the dark parts on the road
                     when you pass through clumps of wood   
and the bright spots where you have a view of the ocean,   
but that doesn’t make the road an allegory.

I should call Marie and apologize
for being so boring at dinner last night,
but can I really promise not to be that way again?   
And anyway, I’d rather watch the trees, tossing   
in what certainly looks like sexual arousal.

Otherwise it’s spring, and everything looks frail;
the sky is baby blue, and the just-unfurling leaves
are full of infant chlorophyll,   
the very tint of inexperience.

Last summer’s song is making a comeback on the radio,   
and on the highway overpass,
the only metaphysical vandal in America has written   
MEMORY LOVES TIME
in big black spraypaint letters,

which makes us wonder if Time loves Memory back.

Last night I dreamed of X again.
She’s like a stain on my subconscious sheets.   
Years ago she penetrated me
but though I scrubbed and scrubbed and scrubbed,   
I never got her out,
but now I’m glad.

What I thought was an end turned out to be a middle.   
What I thought was a brick wall turned out to be a tunnel.   
What I thought was an injustice
turned out to be a color of the sky.

Outside the youth center, between the liquor store   
and the police station,
a little dogwood tree is losing its mind;

overflowing with blossomfoam,   
like a sudsy mug of beer;
like a bride ripping off her clothes,

dropping snow white petals to the ground in clouds,

so Nature’s wastefulness seems quietly obscene.   
It’s been doing that all week:
making beauty,
and throwing it away,
and making more.





Arrows

When a beautiful woman wakes up,
she checks to see if her beauty is still there.   
When a sick person wakes up,
he checks to see if he continues to be sick.

He takes the first pills in a thirty-pill day,   
looks out the window at a sky
where a time-release sun is crawling   
through the milky X ray of a cloud.

   * * * * *

I sing the body like a burnt-out fuse box,   
the wires crossed, the panel lit
by red malfunction lights, the pistons firing   
out of sequence,
the warning sirens blatting in the empty halls,

and the hero is trapped in a traffic jam,   
the message doesn’t reach its destination,   
the angel falls down into the body of a dog   
and is speechless,

tearing at itself with fast white teeth;   
and the consciousness twists evasively,   
like a sheet of paper,
       traveled by blue tongues of flame.

   * * * * *

In the famous painting, the saint   
looks steadfastly heavenward,
             away from the physical indignity below,

the fascinating spectacle
    of his own body
                     bristling with arrows;
he looks up
as if he were already adamantly elsewhere,   
    exerting that power of denial
         the soul is famous for,
that ability to say, “None of this is real:

Nothing that happened here on earth
and who I thought I was,
and nothing that I did or that was done to me,   
was ever real.”





Presentamos, en versión de Gustavo Osorio de Ita, algunos textos del poeta y crítico norteamericano Tony Hoagland (North Carolina, 1953). Ha publicado los libros de poesía Sweet Ruin (1992, Brittingham Prize), Donkey Gospel(1998, James Laughlin Award), What Narcissism Means to Me (2003), Rain (2005) y Unincorporated Persons in the Late Honda Dynasty (2010). También publicó el libro de ensayos sobre poesía  Real Sofistakashun (2006). Hoagland es uno de los críticos fundamentales para entender la poesía contemporánea.



No hay palabra

No hay una palabra para ese salir caminando de la tienda
con un garrafa de un galón de leche en una bolsa de plástico
que debería haber llevado doble bolsa

– para que así antes de salir por la puerta
no sintieras el peso de la garrafa jalando
la bolsa hacia abajo, estirando las delgadas

asas de plástico más y más
y sabes que sólo es cuestión de tiempo
para que el fondo súbitamente se separe.

No existe ninguna, irreprochable palabra
para aquella vaga sensación de que algo
se aleja de ti

mientras excede su capacidad elástica
– lo cual es muy malo, porque esa es la palabra
que me gustaría usar para describir el estar parado en la calle

platicando con un viejo amigo
mientras la certidumbre crece en mí de que él es
no más un amigo, sino sólo un conocido,

una persona con la que nunca hice el esfuerzo –
hasta este momento, cuando mientras nos decimos adiós
pienso que compartimos un sentimiento de  alivio,

un reconocimiento de que hemos alcanzado
el fin de un fingimiento,
aunque para ser honestos

en lo que ya estoy pensando
es en mi gratitud con el lenguaje –
cómo se estirará justo lo suficiente y no más allá;

cómo existen algunos huecos que nunca podrá cubrir;
cómo se moverá, si no por dentro, entonces
alrededor de la circunferencia de casi cualquier cosa –

cómo, a lo largo de los años, me ha regresado
todas las horas y los días, todo el lento
amor y la pesada fe, todos

los malentendidos y los secretos
que voluntariamente le he vertido adentro.




Cómo se va sumando

Está el día en que nadé en un río, un lago y un océano.
Y el día en que renuncié al trabajo que me había conseguido mi padre
Y el día en que me quede parado afuera de una puerta,
y escuché a mi novia hacer el amor
con alguien, obviamente no yo, adentro,

y me sentí extraño porque no me importó.

Está la mañana en que nací,
y el año en que fui un perdedor,
y la noche en que fui el ganador del premio
por el cual la audiencia aplaudió.

Después está alguien más a quien conocí,
cuyo rostro y voz no puedo olvidar,
y el recuerdo de ella
es como una cárcel en donde estoy atrapado,

o quizás ellas es sólo algo que uso
para mantener a mi vida real a cierta distancia.

La felicidad,  dice Joe, es una roja flor salvaje
arrancada de un río de lava
y sostenida en alto por una cuerda tensa
colgada entre dos escuálidos árboles
sobre un cañón
en una tormenta de viento maniaco-depresiva.

No la sueltes, No la sueltes, No la sueltes –,

Y cuando lo hagas, seguirás buscándola
en todas partes, por años,
mientras que detrás de ti,
las huellas que vas dejando

parecerán notas
de una loca canción.




Verano en un pueblo pequeño

SÍ, las madres jóvenes son hermosas,
con toda esa auto aceptación del cansancio,
aún aturdidas por su gran desahogo,
empujando sus carriolas a lo largo del camino público de la rivera.

Y el día también es hermoso – la réplica del barco a vapor
del siglo 19
perpetuamente atracado en el muelle de la ciudad
con su bar y su parrilla tras cristales
para aquellos que buscan merienda con coctel
aquellos que llegan para la Hora Feliz de Mark Twain
que es tan larga como el Mississippi.

Este es el tipo de pueblo donde a la hora de más trafico los autos se detienen
para dejar a tres pavos salvajes cruzar el camino,
y cuando el maestro de música de la secundaria se retira
tras treinta años

la carpa de película dice, “¡Gracias Sr. Biddleman!”
y el pueblo entero llega para escuchar
los solos de tuba de viejos estudiantes.

Verano, cuando el vivir es fácil
y almacenamos placer en nuestros cuerpos
como grasa, como helados,
para la estación de estrechez que se avecina.

Todo agosto la rueda de la fortuna girará
en el pequeño parque de atracciones,
y las adolescentes entre gritos saltarán al río
con sus ropas puestas,
justo al lado del letrero de No Nadar.

Intentando disipar el calor dentro de los pequeños pueblos
de sus cuerpos
para el cual no tienen palabras;
obedientes a las voces internas que les dicen,
“Ahora. Roba el Placer.”




La memoria como una prótesis auditiva

En algún lugar, alguien hace una pregunta,
y yo me levanto dando un vistazo al salón de clases
con una mano ahuecada detrás de mi oreja,
intentando encontrar de dónde viene esa voz.

Puede que sea ya un hombre viejo,
tratando de recordar la noche
en que su audición se perdió,
fila del frente, al centro, en la batalla de las bandas,

donde muchos músicos de segunda mano, vestidos en cuero,
amplificados a proporciones de dinosaurio,
hacían prueba de manejo de su equipo a través de nuestros oídos.
Cada vez que el tamborero lanzaba una rabieta,

el guitarrista daba vueltas y nos rociaba con riffs de ametralladora,
como si deseasen dejarnos en el piso
literalmente muertos.
A eso le llamábamos diversión en 1970,
cuando no estábamos seguros de que valiera la pena sobrevivir nuestras vidas.
Estoy aquí para decirles que si lo valieron,
y muchos lo hicimos, a pesar de  nosotros mismos,
a pesar de que el camino de aquí a allá
esta pavimentado con células cerebrales muertas,
padres conmocionados hasta el silencio,
y coches patrulla pintando todo el vecindario
del tembloroso tono y textura de la gelatina roja.

Amigos, deberíamos de tener marcas en la frente
para mostrar dónde hemos estado;
deberíamos tener orejas puntiagudas, o piel con lunares
para mostrar aquello en que estábamos pensando

cuando hacíamos arrancones en el patio delantero de Dios,
y la Muerte permanecía pestañeando.
Pero aquí estoy, un hombre de aspecto promedio
mirando fijamente una recámara

donde alguien rubia y con trenzas
con una hermosa creencia en las respuestas
aún hace preguntas.

A través del silencio en mi oído muerto,
casi puedo escuchar al futuro susurrarle
al pasado: dice que esto no es un examen
y todos pasan.



Jet

A veces desearía seguir allá afuera
en el pórtico trasero, tomando combustible de jet
con los muchachos, haciéndonos más y más ruidosos
mientras las latas vacías caen de nuestras zarpas
como cohetes a propulsión cayendo de regreso a la Tierra

y nosotros nos elevamos hacia las estrellas del verano.
Verano. El gran río estelar corre sobre nuestras cabezas,
llevando consigo asteroides y bruma, peces ciegos
y viejos trajes espaciales con esqueletos dentro.
En la Tierra, los hombres celebran su vellosidad,

y es bueno, una forma de dejar a la vida
salir de la caja, destapar la botella
para dejar que el borbotón de efervescencia
salga a través del angosto, usualmente constreñido cuello.

Y ahora los grillos conectan sus aparatos
al unísono, y después las luciérnagas destellan
en puntos y rallas en el pasto, como puntuación
para el laberinto, cuentos falsos de sexo
alguien está contando en la obscuridad, aunque

nadie en realidad escucha. Miramos fijamente en la noche
como recordando al brillante e intacto planeta
del cual alguna vez llegamos,
al cual nunca
se nos permitirá regresar .
Estamos sorprendidos por cuán lastimados estamos.
Daríamos cualquier cosa por aquello que tenemos.




Desde esta altura

El viento frío viene de las blancas colinas
y se restriega contra las paredes del condominio
con un esofágico ruido de vocal,
y una soledad trepa
a la conversación por la bañera.

No merecemos placer
así como tampoco merecemos dolor,
pero es pura brujería la forma en que  las plumas de caliente niebla
siguen alzándose de la superficie del agua
para envolverse sobre una esculpida
clavícula o muñeca.

No es sólo que estemos en
el octavo piso del mundo
viendo a través del vidrio y el acero
con una visión tan clara
en donde el café importado y
un conocimiento de la pintura francesa
se combinan,

sino que estamos en la cima de una pirámide
de todos los hechos que hacen esto posible:
la caldera que caliente el agua,
el camión que transportó el combustible,
la arteria de la carretera
irrumpiendo a través de las montañas,

el infarto del anterior dueño,
la historia de la medicina Occidental
que fracasó en salvarlo,
el exitoso desarrollo del turismo,
las lociones blancas como la nieve que contravienen la química
del cloro en la piel – nuestra piel.

Adentro en el cuerpo de la historia,
los esclavos aún cantan en la oscuridad;
los caminos aún se construyen;
el viento sopla y el edificio se afianza de sí mismo
en anticipación de la siguiente ráfaga de viento.

Así que un enorme acto de olvido es requerido
simplemente para besar a alguien
o para abrir tu boca
para el tenedor del altamente calórico paté
que alguien alza hasta tus labios,

y el cual, considerando el precio,
sería un pecado
no disfrutar.




No le digas a nadie

Habíamos estado casados por seis o siete años
cuando mi esposa, parada en la cocina una tarde, me dijo
que grita bajo el agua cuando nada –

que, de hecho, ha estado gritando por años
en el agua clorada y azul de la piscina comunitaria
donde da varias vueltas cada tantos días.

Poniendo mantequilla en su pan, no como si hubiese estado
ocultando algo,
no como si debiese considerarme a mí mismo

como la causa de sus gritos,
ni tampoco como si estuviese llevando a cabo un acto de terapia
justo en ese instante en la mesa de la cocina,

– casualmente, me lo dijo,
y pude verla girar su rostro cuadrado hacia arriba
para tomar un trago de oxígeno,

y después otra vez hacia abajo al agua fría y húmeda de la máscara del inconsciente.
En cuanto a lo que sé, quizás todos están gritando
mientras van por la vida, silenciosamente,

educadamente manteniendo el gran secreto
de que no todo es diversión
para ser arrancada por el corvo pico

de algo llamado psicología,
para ser sumergida
una y otra vez en el tiempo;

que el más verdadero, más íntimo
placer que a veces puedes encontrar
es el húmedo beso

de tu propio dolor.
Ahí va Kath, a la 1 PM, a nadar sus veintidós vueltas
de ida y vuelta en la piscina comunitaria;

– ¡cuánta disciplina tiene!
Veintidós vueltas como veintidós páginas,
que nunca serán leídas por nadie.








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