sábado, 21 de enero de 2012

5673.- MARILYN BOBES


Marilyn Bobes León
Poeta y narradora nacida en la Habana, Cuba, en 1955. Comenzó sus estudios en la facultad de Historia de la Universidad de la Habana, y continuó su vida profesional como periodista colaborando con la agencia Prensa Latina y en la revista Revolución y Cultura. A los 24 años de edad obtuvo el premio "David" de poesía por su segunda colección de poemas titulada La aguja en el pajar (1979). Sin embargo, no es hasta 1993 que logra su entrada en la arena literaria y esta vez gracias a su obra narrativa por la cual obtuvo diversas distinciones en México y Perú, llegando a la cima de todas ellas con el prestigioso Premio Casa de las Américas con su libro de cuentos Alguien tiene que llorar (1995). En Alguien está escribiendo su ternura (1978) rinde homenaje a sus predecesoras que sufrieron las consecuencias de ser mujeres y escribir: Sor Juana Inés de la Cruz, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gabriel Mistral, Alfonsina Storni, donde realza la figura de la mujer como el sujeto esencial de su poesía. Bobes asistió a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) como presidenta por un breve espacio de tiempo donde compiló y editó con Mirta Yáñez la antología de cuentos femeninos Estatuas de sal (1996).

Bibliografía Activa
La aguja en el pajar (poesía), 1980.
Hallar el modo (poesía), 1989.
Alguien tiene que llorar. (Cuento) Habana, Casa de las Américas. (1995).

Bibliografía Pasiva
Muchas (y muchos) tienen que agradecerlo. Zuleika Cruz. (1996)
A place in the sun? Catherine Davies. (1997)
Hacia una definición de la lírica feminista en Hispanoamérica. Eliana Rivero. (1997)

Crítica Literaria.
Fina García Marruz: elogio de la serena perfección. (1985)
Intervalos (Exégesis del capítulo X de Paradiso).(1992)
Estatuas de sal. (1996)
El esperado homenaje. Revolución y Cultura. (1998)





Donde Se Cuenta Hasta Que Apareciste 


Por delicadeza,
permití que los pájaros helados
calentaran sus picos en mi lumbre,
horadaran los leños de la noche
e hirieran con sus cantos mi silencio.
Ellos mancharon con sus plumas
mis sábanas
y picoteando sobre la pureza
me volvieron ceniza,
por delicadeza.
Por delicadeza,
consentí ser la amante de los héroes.
Alimenté mentiras y carencias
en hoteles de paso;
amordacé mi corazón de niña
y fui mujer fatal
para que nunca parecieran culpables.
Ellos se fueron
con mis mejores máscaras
y sus esposas, muertas de tristeza,
me dieron mala fama,
por delicadeza.
Por delicadeza,
pude resucitar en mis papeles
aquellos pájaros helados.
A mis tristes y efímeros amantes
con sus tibias y frívolas esposas
los transformé en metáforas.
Esparcí mis cenizas.
Hice versos
sólo para conjurar mi mala fama.
Y hoy que no creo en la delicadeza
te me apareces tú
que eres más que la delicadeza.
Estoy enferma de delicadeza
y no perderé mi vida por delicadeza
conmigo misma.
Por delicadeza.








Historia De Amor Contada Por Una De Las Partes 


Nos conocíamos bien
pero nos perdonábamos.
Tú decías amar mi pelo largo
y esta costumbre de leerte versos
que por entonces creía memorables.
Luego fui demasiado complicada.
Teorizaba mucho
y no aprendía a cocinar.
En una palabra:
te faltaba el cariño necesario.
Todavía pregunto de qué cariño hablabas.
Qué revisión de causa te hizo creer
que el amor tiene fórmulas
y leyes postuladas por refranes.
Todavía pregunto de qué cariño hablabas
y me duele cambiarte por palabras
en esta noche en que me siento
a teorizar conmigo
mientras afuera llueve
y tú
sentado ante la mesa de otra casa
esperas el café
que una mujer
de pelo corto
te prepara.










Los Amores Cobardes 


Ah los amores
cobardes
Son
como las canciones finlandesas:
deben tener su encanto.
Amables
instruidos
a veces hasta conversan.
Reciben los miércoles
de 7 a 10
y descansan
los fines de semana.
Guardianes de la cordura
piensan que hacen el bien
y son inteligentes
porque son incapaces.
Ah los amores
cobardes
con su carga de bienes gananciales
y esposas indefensas.
Se asoman a los balcones de la vida
ven pasar a los locos y no saben.
Ah los amores
cobardes
que no llegan
a amores
que se quedan
que se quedan
definitivamente
allí.










Memorias Del Magnífico 


Cuando tú eras magnífico
cientos de naves venían a estrellarse
en los desfiladeros de mi sombra.
Yo miraba en tus sueños
con la inquietud del náufrago
y jugaba a nombrarte monarca de las islas
mensajero del aire.
Cuando tú eras espléndido
mi cuerpo el cantil que frecuentabas
y yo una especie perseguida en vano
escuchaba en el viento encantadoras
músicas
levantaba mareas
y subía por la furia homicida de tus olas.
Sólo la claridad nos inundaba.
Ah, cuando tú eras magnífico.


(Epígrafe de Vicente Aleixandre)










Parte De Guerra 


No se puede matar a una muchacha
y acomodarse luego en los abismos de la vida ordenada
para vivir impune frente al vértigo de su último aroma,
de una cita larga, obstinadamente imaginada.
Aunque su muerte diera la alegría a los seres perfectos
y, al pie de su recuerdo, el homicida
los más turbios secretos recabara:
no se puede matar a una muchacha
que florece en los sitios despoblados de una última tregua
y en deuda con su luz
fomenta el caos
abierto el corazón. Como aguardando.










Triste Oficio 


Poetisas, dijeron.
Serán tibias
y falsas
y pequeñas.
Aunque seres livianos,
no tomarán altura porque son imperfectas.
Pero si alguna toca en la palabra
como el burro en la flauta
postulemos que es mucho hombre esa mujer
y no
que es mucha mujer un ser humano.
(No una mujer nacida de la sombra
donde seremos siervos o señores.)
Y pensemos después cómo callarla.



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