lunes, 21 de marzo de 2011

3596.- DAVID HIDALGO


David Hidalgo Vernalte (Albuñán, Granada, 1977) es profesor de Lengua y Literatura Española en Enseñanza Secundaria y realiza su tesis doctoral sobre la literatura del exilio. En los últimos años ha resultado ganador del "IX Certamen Literario de Benagalbón", otorgado en colaboración con la Fundación Cultural Generación del 27 de Málaga. Además ha recibido varias menciones de honor en Argentina y Cuba. Ha participado además en la antología Cuéntame y ha colaborado en revistas literarias como El coloquio de los perros, La plaza humana, Letra Clara o Ademar. En 2006 crea el blog drinkinggaseosa (drinkinggaseosa.blogspot.com). Algunos de sus poemas han sido musicados en el disco La plaza humana de Pedro Soriano.





FINAL DEL JUEGO
(WILLIAM BURROUGHS SHOOTING HIS WIFE)

El azar vuelve a veces con su vieja
costumbre de acordarse de olvidar
los finales felices, sin dudar
un momento, sin mover una ceja.

En la siguiente historia una pareja
muerde el riesgo, sabiendo que fallar
es un lance más del juego. El azar
es así. No busquéis la moraleja.

México. Sexto día de septiembre
de mil novecientos cincuenta y uno.
Bill prepara el revólver. Joan celebra

la ocurrencia. No espera que le siembre
con semillas de plomo inoportuno
la muerte bajo un vaso de ginebra.








NIÑOS LUCHANDO

Disfrutan de una turba callejera
con voces infantiles los chiquillos,
que gritan, juran, muestran los colmillos
haciendo de sus puños su bandera.

La mugre entre las uñas, la voz fiera,
el tacto de la carne en los nudillos,
la mano que rebusca en los bolsillos
la piedra que sutil vuela certera.

Coronados de sangre entre las greñas,
haciendo sus verdades más pequeñas,
perdiendo el primer pulso con la suerte,

ignoran que, con puños de futuro,
las hostias de la edad pegan más duro,
las hostias con la edad duelen más fuerte.







CARPE NOCTEM

Despereza, chiquilla, tus andares,
recoge las ofrendas
sencillas de lo oscuro, los acentos
secretos de la copla, las almendras
dulcísimas del beso,
una jarra de vino en la taberna.
Apresúrate, niña,
acomoda tu trenza,
acompaña de ritmo
cada risa, los dedos, las caderas,
la discreta labor de las enaguas.
Alegra esa cintura... Quién tuviera
veinte años y ese culo vigoroso,
las teticas despiertas.
A ver ese meneo... Más sosiego,
... así, definitivo, con más fuerza,
el gesto definido, altivo el seno.
Anda, vive, mozuela,
abandona la perra mansedumbre,
conserva el cuerpo alerta
y asalta cada labio con un labio,
mientras dure la noche, mientras puedas.
Porque yo ya no soy yo
la misma que solía... Se contentan
las carnes con el tacto de los ojos,
que la edad envenena
aquellos fueguecillos lisonjeros.
Cuando moza, si vieras,
los mancebos se bebían los vientos
a mi paso. Y ahora..., quién pudiera
remendarse las canas y pellejos,
remozar galas viejas
y rasgar esta noche en carne viva.
Asómate a la reja,
la noche se desata, corre, mira,
la luna contonea
su claridad encinta.
Se acercan los gañanes y sus bestias,
con los lienzos sudados
de sus camisas pardas, la promesa
en los muslos, las bocas
restallando palabras sin corteza:
un cojones bien dicho,
voto a tal, juramentos, imprudencias.
Porque llega el momento de salir
a soltarse las riendas
y beberse la noche a borbotones,
dibujando puñales con la lengua,
concediendo al deseo sus caprichos.
Porque llega el momento de la siembra
de caricias rotundas,
de regar de salivas las quimeras,
del abono tranquilo de las manos
y obsequiar a las tierras
con vendimias de besos y susurros.
Que los cuerpos apenas se detengan
convirtiendo su lumbre en movimiento,
levántate y revienta
las entrañas del goce a dentelladas.
Que los labios retornen, que se beban
los tragos diminutos de tus pechos,
la flor de piel que muerde entre tus piernas.
Disfruta de la noche, delirando,
sin aliento siquiera,
recibiendo en cueros la mañana.
Disfruta de la noche, Melibea





ANATOMÍA DEL BOSTEZO

“...el vacuo ayer dará un mañana huero”
A. MACHADO

Paréntesis de labios, puro hueco,
torpes maniobras del silencio a pares,
rutina de ejercicios maxilares
con que grita la nada en sordo eco.

Redondo, te persigue en su embeleco
el vacío con gestos circulares,
hoy más cero que nunca, ausencia a mares,
agostado, desierto, estéril, seco.

Es mejor que sentir sentar cabeza
-sentado el caminante, no hay camino- :
y, a boca abierta, traga sin criterio

esa España inferior que ora y bosteza
y comulga con ruedas de molino
del beato sillón al cementerio.






FÁBULA DE SUSANA Y EL HIELO

I

Viene el frío esparciendo
sus semillas de piedra
sobre el vientre del agua,
maternal y violenta.

El amor rompe aguas,
la preñez se congela
y nace el hielo niño
y el niño hielo juega.

Aunque niño, ha sembrado
de canas su cabeza,
de silencio su boca,
tan voraz como ingenua.

Ha vestido de blanco
su desnudez pequeña.
Travieso, se ha escondido
tumbado en la pradera.


II

Asomando su piel tras la ventana,
el invierno le busca las cosquillas
a la niña, que sale en zapatillas
a recibir el frío. Es Susana.

Feliz, desabrigada, tan lozana
que diciembre se pone de rodillas
y dibuja el color en sus mejillas
imitando el rubor del labio grana.

Caprichosa, la escarcha la provoca
y en sus manos el hielo queda preso
dejando entre la hierba su escondite.

Y al probarlo, llevándolo a su boca,
el hielo, que se muere por un beso,
al calor de los labios se derrite.


III

Afortunado y maltrecho,
suavizando su puñal
con el calor de su pecho,
con los labios al acecho
solicitando su mal,
ríe el hielo y se lamenta
por encontrar su sosiego
poniendo su vida en juego
cuando Susana lo tienta
con nuevos besos de fuego.

Y aunque viene su guadaña
temblando en cada caricia
y cada roce lo daña
arrastrando hasta su entraña
el dolor y la delicia,
el hielo tiende su espalda
sobre la charca vecina
y busca su medicina
mirando bajo la falda
de la niña, que patina.


IV

Retando al equilibrio en las cuchillas
que sumisas le sirven de calzado,
Susana va clavando sus astillas

sobre la piel del hielo enamorado
y va tejiendo un doble tatuaje
labrado con los pies en su costado.

Este rumor de acero al abordaje
embelesa a la niña y la convida
a volver más feroz su patinaje;

y cada giro, amable y homicida,
se desliza estrechando un nuevo abrazo
que hace más hondo el surco de la herida.

Erizando su pálido espinazo,
el hielo se estremece y, sin embargo,
no se queja del áspero arañazo

que recorre sus miembros a lo largo,
y es que tiembla en su piel cada fragmento
cuando mira salir de su letargo

la flor de la belleza en movimiento,
que nace de la nueva pirueta
como un ciclón de luz girando al viento.


V - Pirueta Bielman

En la veleta,
mudando su figura
va la belleza

Y se desnuda
si mueren por cogerla
de la cintura.



VI

Pero Susana ofrece sus encantos
a la opinión, que suelta su melena
y llevada del viento cambia el rumbo,
calmando los antojos de la niña,
que, sin mirar atrás, se hace pequeña
mientras se aleja riendo en bicicleta.
Y viene así, con aire repentino,
el final de esta fábula de invierno,
donde la ausencia, perra y enfermera,
lamiendo las heridas cura el daño
y es su daño mayor que el de la herida.

El hielo queda solo y sólo queda
romperse el pecho, hacerse transparente,
dorar al sol el cuerpo quebradizo,
deshacerse en lágrimas sin duelo.
Sólo queda marcharse poco a poco,
despedir gota a gota el tiempo frío.
Sólo queda el silencio. Sólo queda
arrancarse lo blanco para el luto,
el olvido, la muerte en movimiento,
dejar la flor del llanto sobre el río.
Sólo queda esperar la primavera.

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