miércoles, 14 de marzo de 2012

PAULA ABRAMO [6.141] Poeta de México


Paula Abramo 

Paula Abramo (Ciudad de México, 1980).

Estudió Letras clásicas en la UNAM y se ha dedicado a la traducción (del portugués), y a la docencia. Entre sus traducciones destacan El Ateneo de Raúl Pompéia, el Poema sucio de Ferreira Gullar y el relato “Manitas de seda” del escritor brasileño Raduan Nassar. Publicó Fiat Lux (Fondo Editorial Tierra Adentro 2012) libro que le mereció el Primer Premio de Poesía Joaquín Xirau 2013.


Faca

O dicionário é o universo. Baba-se (sic) de
esclarecimentos, mas atordoa, à primeira
vista, como a agitação das grandes cidades
desconhecidas.
Raul Pompeia


No quedaba claro
si se gababan o se
babeaban o se grababan, pero,
en todo caso,

aturdían.

Así,
a primera vista,
los tortuosos callejones de Léxico
City.

Yo
primero,
habité una casa llamada faca.

La palabra faca babeaba
por los extremos:
la lengua recién estrenada
asomaba por el tajo nuevo,
lamiendo
las comisuras de grasa tierna
y leche
y brincos en la cama. Era una casa
de plata, con filos que grababan, gateaban
babeaban
en un cuarto, a las siete
de la tarde, en la colonia
San Miguel Chapultepec.

Era una faca. No era un cuchillo corvo, era
una faca, no
un machete, era
una faca de desayuno, punta roma, faca
de untar miel en el pan,
pero cortaba,
la primera
palabra
que dije en otra lengua.
Era un filo serrado, la palabra
tenía
dientes diminutos,
de leche,
cortaba
como un arado marcando los confines
de una tierra:

del muro hacia adentro es faca (pero
por educación, no se esgrime
una faca
en presencia de los otros), del muro
hacia afuera están las calles están
sus petimetres y sus dandies y sus cholos,
están
las verdaderas facas, los
cuchillos de este mundo, la faca
se queda en casa.
Es
la casa: el libro en el estante, el cuento
por la noche, cortado
por la faca, por un muro
de silencio:
la faca untando el pan
de cada día.



Δαίδαλον

Nadie nunca me dijo vaca,
pero soy una vaca: me cosieron
al mito. Me cosieron la piel
con dolo
a los huesos de roble.
Ya no sé decir si tenía ruedas.
El cuero no era mío,
el cuerpo
no mugía,
o mugió tal vez
con un grito prestado.

Me metieron una reina
que, según, brillaba como luna,
pero yo no vi el brillo.
Le presté mis costillas
como amarres.

La reina caminaba
oliendo el cuero nuevo
de mi cuerpo;
mi cuerpo, en cambio, iba olfateando
matojos de díctamo
aplastados.
Mi morro sin dientes,
mi morro donde nunca hubo leche,
del que nunca
escurrió la baba fértil
de la alfalfa,
era un morro de vaca.

Con mis ojos de piedra yo también vi al toro blanco,
Lo quise adentro cuando se acercaba
¿a mí? ¿a la reina?
Se acercaba: yo fui
quien lo sedujo.

Res extensa, mi piel nueva,
recién curtida ἔξω τειχῶν
en tinajas de seso y orina
y alumbre y mierda,
apestaba hacia adentro.

Y, cuando el toro nos montó,
clavó su propio sexo en sexo doble:
la reina y yo acopladas.
Y era una el eco de la otra,
pero ¿cuál de cuál?
Me cosieron al mito.

La reina, luego, parió un monstruo;
su esposo eyaculó serpientes;
el toro enloqueció, arrasó ciudades.

Me cosieron al mito:
me escondieron
en un rincón del laberinto
y yo, autómata, sin reina,
recorrí, infinita,
galerías.

Yo soy una vaca
parí  quince novillos blancos
de miembro articulado,
parí
a los toros carnívoros de la India,
de cuernos giratorios.
Yo rodé lenta noches y noches,
me llevó el mar,
me pudrí a medias,
fui mascarón de proa en Salamina,
fui zapato en Marsella,
prótesis de brazo en Londres,
leña en Estambul.

Todavía mujo en algún claxon.



Collage

Del minotauro, no la sangre; no
las astas; no
Posidón inflamado. De la furia del minotauro,
Minos
y el tauro.

Agarrar al toro por los cuernos.
Ante la bestia ignota, un copy paste milenario
dice yo y recorta
al leopardo, las manchas; al camello,
la giba cognoscible:
camelopardo,
robachicos,
rinoceronte,
urogallo,
chupacabras.

El chupacabras:
víctimas cruentas entre magueyes y milpas,
Tlalixcoyan y Nanchital ensangrentados,
y las presas vertiendo,
por un solo, inquietante orificio,
el valor nominal
del peso mexicano.

Del chupacabras, no el escalofrío,
no el avistamiento alienígena.
Del chupacabras, el chupar
y las cabras.
No el colmillo de narval.
Sí los dígitos multiplicados
como cáncer,
en el precio del taco de arenque rojo.

Del minotauro, Minos:
el mezquino fautor de la desgracia.



Invocación bastante abstrusa

Que venga el gesto deíctico
enhiesto de hierba hipotética,
hirsuto de oxitonísimas iotas
e índice enfático. Que diga:
mira despacito, observa
el mar que todavía no es,
pero será,
sin duda será,
iterativamente oleando,
goteando en cuerpos de bañistas,
casi casi como si el gerundio no fuera suficiente.
Que venga y diga como sin querer:
mira
la mañana de gatos que vuelven
a su diurna máscara de sueño.
Y que luego se vaya el gesto deíctico,
agotado hasta la ronquera
de tanto indicar ése, allá, que se vaya
diciendo yo, aquí, yo,
hasta saciarse.





De Fiat Lux 


[Presentación del panadero anarquista Bortolo Scarmagnan]


.prende el cerillo
.ya lo enciendo


Ríspido,
el cerillo enciende el horno.
El siglo está acabando; para el alba
faltan unas cinco horas más o menos.
No importa la hora, sólo importa
el gélido rodar del cielo
por los ríos. Hoy es algún lugar del Véneto.
Y el horno.
Y sólo importa hoy la bóveda del horno.
La harina se hace pan, el pan es carne.
El pan son estos muslos que despiertan
muy noche adentro, al roce de otras piernas,
para luego salir antes que el día
a iluminar el horno y la madera.
Y en cuanto brota el sol, el pan no basta.
No brillan las constelaciones cernidas sobre el suelo
si todo está astillado de gendarmes
y es necesario huir sobre un vapor.



[Bortolo juega a las cartas]


Pero ¿qué consumía
Bórtolo
en las noches apenas sugeridas,
cuando la espuma del vaivén diurno
chocaba
con otra espuma
entrelazada de retintín de botellas,
polcas, lundús de insólito impudor,
mesas destartaladas bajo el chismorreo
sin fin
de todos
los serenos?
Consumía
cachaça tal vez,
pero, ante todo,
devoraba como vapor de amplio calado
las ranuras de su tiempo,
que aún olían a mantequilla
y a masa hecha migajas
tempraneras
de azúcar y de huevo.
Y el tiempo
se volvía azaroso, un enemigo
punteando en sangre y tizne
el abanico ingrato
de los naipes.
Una noche, el juego,
ruidoso, manilargo,
se llevó el sombrero y la leontina,
y, otra, tres meses de bollos de melaza
crepitante
para la sonrisa de la niña del señor doctor,
y, otra,
el horno, y los carbones, y la anhelada América
de café y polenta fácil con gorriones,
y de niños copiosos y rotundos,
que aliviaba los sueños
de ultramar,
y, otra,
- Llévese a mi hija, don Abramo.
Es flaca, pero tiene
ojos de lechuza,
ancas firmes.
Cámbiele el nombre, que está cazada.
Llévesela, don Vincenzo,
y hágala bien feliz
con sus telares.
Pero los telares
de don Vincenzo quebraron
poco tiempo después de la gran guerra,
y de esa historia de disabores quedó una camada de hijos
con gallinas en el patio, ropa vieja,
nombres de elevada rimbombancia clásica
que no pudieron estudiar la secundaria,
pero, en cambio,
le leían al viejo panadero, cuando ciego,
las obras de Kropotkin.








INVOCACIÓN BASTANTE ABSTRUSA


Que venga el gesto deíctico
enhiesto de hierba hipotética,
hirsuto de oxitonísimas iotas
e índice enfático. Que diga:
mira despacito, observa
el mar que todavía no es,
pero será,
sin duda será,
iterativamente oleando,
goteando en cuerpos de bañistas,
casi casi como si el gerundio no fuera suficiente.
Que venga y diga como sin querer:
mira
la mañana de gatos que vuelven
a su diurna máscara de sueño.
Y que luego se vaya el gesto deíctico,
agotado hasta la ronquera
de tanto indicar ése, allá, que se vaya
diciendo yo, aquí, yo,
hasta saciarse.








Lupus eritematoso


Qué manera de llamarle a esto mariposa,
como si aleteo, destello esquivo de sepia, azul o plata;
como si de pronto amarillo en un resto efímero de lluvia.


Ninguna
mariposa
tiene este tinte de carne casi abierta, pero virgen
de sol, de campo libre.


Te dicen: mariposa.
Como si acto seguido hubiera que embutirlo todo, todo de algodones,
cerrar todas las ventanas, la luz
está proscrita
desde ahora
y para siempre,
hasta que los huesos se disuelvan en sal blanca,
y la piel en retorcidos laberintos de eritema.


Qué ganas de correrte las cortinas, de sacudirte la niebla persistente
en la pupila y enseñarte los penachos de un fresno inaugurando el año,
allí,
justo en la esquina
de tu casa.
Pero ya estás toda cruzada de pespuntes,
llevas encima un amplio mapa histórico
que indica
la migración de la fístula,
el orto rosáceo del mezquino,
la neuritis que boreal, metálica, se embute en tu cadera.


A esto
le dicen
lobo.


Pero bueno fuera, mejor al menos una mordedura
que esta geología imprecisa,
demasiado acelerada
de úlceras y aullidos,
de torrentes de sangre corrosiva desbordándose
en la sordina permanente de tus cócleas.


Sacar, sacarte todos esos algodones,
dejar que entren el polvo, las palomas, el salitre,
abolir las gasas y el silencio,
susurrarte: mantequilla, Samarcanda, esmerilado.
Mostrarte el fresno
de la esquina.







[En memoria de Anna Stefania Lauff, fosforera]


La palabra alegría no dice
salto al centro del charco sol abierto
no dice inmersión matutina en tu iris
flores de jacaranda arriba y abajo no dice
mira ahí esta el mar no hunde los pies
en la arena cada tanto
no sabe al primer sorbo del café de cada día
la palabra dolor
tendría
que prohibirse
quien escribe dolor se obliga
a aclarar
dónde y cuándo y por qué y si irradia
punza corta hiede o raspa por adentro o por fuera
o ambas
o si desemboca por ejemplo en unas ganas locas de
/romperse
todo contra un muro
o en discreta náusea
o en el absoluto pasmo reptil que siente al gato
de lo contrario
es caligráfico desagüe de la culpa
fácil justificación del verso
en cambio
la palabra cerillo
algo tiene de breve y fricativa
dos o tres dedos que se unen a la palabra
fósforo
algo dice de incendio pequeñito
pero ninguna de las dos explica verbi gratia que:


In principio creavit deus caelum
et terram. Terra autem
erat
inanis.
Dixitque deus:


Produtos tradicionais da Companhia Fiat Lux
de fósforos de segurança,
há mais de veinte anos fabricando
e distribuindo
fósforos
em todo
o Brasil.


Dixit quoque deus:
Por la niña, la mitad: salario del menor,
menor salario,
y en una de esas, si persevera
y paga
un cursito de dos años
se convierte
en aprendiz de fosforera.
No cualquiera.


Dixit verso deus:
Marca Olho
Pinheiro
e Beija-flor
Refratários à humanidade
do nosso clima
traiçoeiro.


Tum ait:
Además
no habla
portugués,
y el país del que viene
quién sabe
si existió alguna vez.


Dixit quoque:
Confie na mais alta
qualidade
da indústria suíça.


Atque dixit:
¿Fosfonecrosis?
Tonterías
Antimonio,
clorato de potasio
y alotropías
rubicundas
del elemento
mas fundamental.
Su hija sólo va a moler
un poco
de cristal.


Ait etiam:
Palitos de embaúba
varios portes.
Caixinhas com belos
desenhos
colecionáveis.


Dixit vero:
De ocho a seis
que traiga su comida
o dinero.


Dixitque deus:
Fiat Lux:
pensando sempre
nas nossas meigas
e faceiras
donas de casa
brasileiras.















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