martes, 6 de septiembre de 2011

JUAN LAURENTINO ORTIZ [4.646] Poeta de Argentina



Juan Laurentino Ortiz 

Poeta argentino (Puerto Ruiz, 11 de junio de 1896 - 2 de septiembre de 1978, Paraná). Pasó su infancia en las selvas de Montiel, un paisaje que marcó su poesía para siempre.

Realizó estudios de Filosofía y vivió un corto tiempo en Buenos Aires. Allí participó de la bohemia literaria de los años 20. Volvió pronto a su provincia. Aunque integró movimientos políticos, entre otros un comité de solidaridad con la República durante la guerra civil que dividió a España en los años 30, vivió aislado del ambiente cultural de la capital argentina; sólo viajó una vez al exterior, invitado por el gobierno de China comunista.
La leyenda de su figura alta, flaca, concentrada en la observación del paisaje fluvial, trascendió más que su extensa obra, de una "espléndida monotonía", en la que identifica su espíritu con el paisaje que lo rodeó durante toda su vida.
Juanele, como comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital, fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la edición, característica que tiende a ser respetada en las ediciones actuales.
Los simbolistas franceses y la poesía oriental influyeron en su obra, caracterizada por la delicadeza y la disposición contemplativa, que alude siempre al río, los árboles, las inundaciones, los cambios climáticos, sin eludir la historia social de su provincia natal (sede de importantes frigoríficos desde comienzos del siglo XX), mostrando siempre una especial sensibilidad por el drama de la pobreza y, en particular, por los niños que la sufren en su inocencia.
Un largo poema suyo, "El Gualeguay", es a la vez una narración del paisaje y de los sucesos históricos y económicos que se produjeron en las riberas de uno de los ríos de la provincia.
Ortiz murió en la ciudad de Paraná. La tensión de su obra entre la comunión con el paisaje y el conflicto social fue magníficamente descrita por el propio autor en estos versos: No olvidéis que la poesía, / si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, / es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin, / cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin / y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor...



Obras



• "El agua y la noche" (1924-1932)
• "El alba sube..."(1933-1936)
• "El ángel inclinado" (1938)
• "La rama hacia el este" (1940)
• "El álamo y el viento" (1947)
• "El aire conmovido" (1949)
• "La mano infinita" (1951)
• "La brisa profunda" (1954)
• "El alma y las colinas" (1956)
• "De las raíces y del cielo" (1958)
• "En el aura del sauce" (Obras completas 1970-1971, incluye "El junco y la corriente", "El Gualeguay" y "La orilla que se abisma", hasta entonces inéditos)


DEJA LAS LETRAS


Deja las letras y deja la ciudad...
Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...
Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas
en la azucena del azul...
Yo quiero ser, amigo,
uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal...
o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume...
No estás tú también
un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?

Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla
de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...
Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,
ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla
en celeste de agua...
Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,
invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...
Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias
que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,
apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...
El sol ha bebido sus propias perlas
y hay apenas de ellas una memoria por secarse...
No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...
Viste alguna vez la melodía de los brillos?
La viste ondular, todavía de gasa,
desde tus pies al cielo, sobre el río?
Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca
con unos silencios amatistas...
Y ahora, ahora, torna la vista alrededor...
Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,
capaces, sin embargo, de atraer hacia sí
a las abejas todas del día
y de volver de margaritas a la melancolía más flotante...
No las sientes curvarse bajo un amor transparente
en un hálito de alas?
O es sólo la cortesía más misteriosa
entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,
ante algo que al parecer es la respiración de un dios?
Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:
qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,
sobre un rastreo de tases, serpentino?
Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:
pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...
Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,
pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...
Y ah, a las más sin nombre que se van
con los alambres libres
en una fuga preciosa de piedritas...
Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,
increíblemente miniado de sol en primores casi íntimos
pero que extenúan a la brisa...
Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:
oh, la más dulce sangre labrada por los misterios
para los misterios de las hierbas.. .
Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos
mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...
Y a esos recuerdos de la luna,
aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo
que se busca, a su vez, en su infinito todavía...
Pero no olvidemos, mi amigo,
a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,
delante no se sabe qué sacramento etéreo:
no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...
Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales
con su "pasión" de cielo sobre el susurro trepador:
rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?
Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..
Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso
que van estrellando, se diría, todos los minutos
con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?

Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?
Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo
con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines
sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,
con las navecillas de cita. ..
Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin
de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,
dando no sé qué números de no sé qué otra noche
o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo...

Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?
Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,
se deshace dulcemente?
O qué llamado para el sacrificio, di
de campanillas de humo?
Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar
es el mismo amor que no teme perderse
como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de
corolas...
Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá
de las lianas que tejiera para vencer su abismo,
asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?
Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor
o el otro lado de esa flor,
llama, serena llama, que viviría de su sombra...
Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?
Aquí, lo que llamamos "horror", o lo que llamamos
"amenaza",
sonriendo desde la semilla, se diría,
o equilibrando a las mariposas, si quieres,
con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...
Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,
algo como los honores de un ángel...

Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,
terriblemente dividida, y expedida a la ventura...
Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?
Allí y aquí, a la vez, la condena "de la rueda",
desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...

Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..
Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?
Hay que perder a veces "la ciudad" y hay que perder a veces
"las letras"
para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras
en las relaciones de los orígenes...
O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo
y en esa fantasía que serán...
Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad
para que el poema, deseablemente anónimo,
siga a la florecilla que no firma, no, su perfección
en la armonía que la excede...
O para ser el arpa de Lungmen
eligiendo ella sola los temas de su música,
lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos
o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas
ni lo que dice el viento...
ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..
Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,
con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..
Y el rostro de Ella no escrito,
oh, recién nacido, con unos signos por hallar
y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia
como las mismas, las mismas letras de tu alma...
Pero la viste a Ella,
amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,
Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,
virgen profunda ésta toda aún de cabellos?

*

Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...
Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún fríos,
o no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de los
cultivos.
Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria e
indecisa,
lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía de tu
sueño
y estás solo. solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus
criaturas.
Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.
Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de
desesperación.
Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto a los
ranchos transparentes.
Veríamos sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre la
cima de la loma.
Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de
Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,
oh, campos de Entre Ríos hechos para la dicha
de los que os evocaron esa aurora florecida que aún no canta y que
es extraña al día.
Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.
Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con mesas,
ah , seguras y con libros y músicas.
Como de la noche de su alma del sueño de los campos el hombre
extraerá toda la maravilla.
No más dividido, no, con el hermano, ni consigo mismo, ni con la
tierra, el hombre.
Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la gracia
más alta de la criatura,
y sonreír al rostro cejante de la sombra.

(de El álamo y el viento, 1947)




A LA ORILLA DEL RÍO


A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo

terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.

(de El aire conmovido, 1949)





EL AGUARIBAY FLORECIDO


Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
En la sombra exhalada -¿de qué su dulce hálito?-

los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

Arde de abejas el aguaribay, arde.

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules
a través de la cortina
de los racimos
pálidos.

Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o es
la tenue sombra ebria
y bordoneada
que se alucina de muselinas claras
y de otras flores vivas –extrañas flores vivas-
riendo, riendo, riendo hacia las islas?

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

Arde de abejas el aguaribay, arde.

(de La mano infinita, 1951)





A PRESTES


(Mi galgo)

Has muerto, silencioso amigo mío, has muerto...
¿En qué prados profundos te hundiste para siempre cuando llovía

oscuramente?
- Marzo, anoche, apagaba la sed larga...

Tu cabeza, tras el último suspiro, quedó más fina aún en la línea
final.
Y era como si corrieras acostado un no sé qué fantástico que huía,
huía...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, has muerto...
Cuántos minutos claros, cuántos momentos eternos, contigo,
compañero de mis mañanas cerca del agua, de mis atardeceres

flotantes...
en el dulce calor, en el viento de las hierbas, en los filos del frío,
en la luz que se despide como un infinito espíritu ya herido...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, cómo nos entendíamos ...
Esta tarde hubiéramos salido a mirar los oros transparentes, casi
íntimos...
¿Qué veías allá, sobre las islas, cuando enhestabas las orejas?
¿Y te tocaba el blanco alado de la vela lejana?
Oh, los perfumes de las gramillas y de la tierra, qué ríos de éxtasis!
Y tu tensión cuando algo corría abajo...
Duro para mí, estúpido de mí, que te contenía sobre las traseras patas
sólo,
Vibrante en tu erguida esbeltez posada apenas...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, compañero de mi labor...
Echado a mi lado, las horas lentas, alzabas de repente tus ojos
largos,
ay, llenos de signos sutilísimos, y a veces,
una tenue luz que venía no se sabe de dónde humedecía su
melancolía sesgada...
¿En qué secretas honduras sentías entonces mi mirada?

.................................................................................................

Larga fue tu enfermedad y tu latido profundo se hizo delgado, casi una
queja ya...
Oh, esta queja, oh, tu llamado débil, cuando sentías acaso que “la
sombra” venía
y requerías a tu lado las familiares presencias queridas...
Duro de mí, estúpido de mí, que a veces no prestaba suficiente atención
a tu llamado
ni lo entendía en su miedo de la rondante noche absoluta, de la
marea definitiva,
miedo de hundirte solo, sin la luz del “aura” amada junto a la ola
fatal,
tú, el de la adhesión plena, el de la estilizada cabecita beata sobre la
falda, sentados a la mesa
o leyendo yo sin haberte mullido el sueño fiel al lado de la silla...

Ay, oigo todavía tu llamado, tu llanto débil, impotente, de una
imploración seguida...
Las voces no estaban lejos pero las querías alrededor de ti contra el
silencio que llegaba...

Ay, oigo todavía tu llamado, tu súplica latida como desde una
medrosa pesadilla,
mientras mi corazón lo mismo que tus flancos, sangra, sangra, y
Marzo, entre las cañas, sigue lloviendo sobre ti...

(de La brisa perfumada, 1954)





PASÓ A TRAVÉS DE LA NOCHE


Pasó a través de la noche

Qué mujer o niña
pasó...?
Pasó con unos ojos de algas que querían
desprenderse de la profundidad
para flotar sobre la noche, sobre las vías de la noche?

Y de dónde esos ojos?
Venían, ciertamente, de las “veigas” que los vieron
mojar sombras de “paxariños”,
allá
y abrirles otras “follas” al rocío,
allá,
entre pestañas de “herbiñas”?

Pasó a través de la noche y bajó, ay, de la noche...

Sobre las vías del sueño,
unas algas...


Dejó, pues, ella, los ojos, sobre las vías del sueño?

Y qué hará, ella, por ahí,
qué hará,
sin esas niñas, propiamente, de verdín, que le daban el agua,
y daban agua?

O vendrá al sueño, vendrá, antes de que se sequen, ellas,
sin el agua, ahora, de ella?

Niña o mujer...
niña


que atravesó la noche y le abandonó para su viático
unas algas de sueño
por las que teme, ya, el sueño...

Vendrá, ella, vendrá, antes de que las queme
el mismo sueño?

Vendrá?

(de La orilla que se abisma, 1970)





Dios se desnuda en la lluvia


Dios se desnuda en la lluvia
como una caricia
innumerable.
Cantan los pájaros entre la lluvia.
Las plantas bailan de alegría mojada.

La tierra
como una hembra
se disuelve en los dedos penetrantes
con una palidez de mil ojos desmayados.

Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando,
hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.

¡Lluvia, lluvia!
Desnudez del dios
primaveral,
que baja danzando, danzando,
a fecundar la amada
toda abierta de espera, quebrada ya de ardor
amarillo y largo.




FUI AL RÍO


Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!



ELLA

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
-ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito. ..




La danza profunda.
poemas de Juan L. Ortíz



EL MUNDO ES un pensamiento
realizado de la luz.
Un pensamiento dichoso.
De la beatitud, el mundo
ha brotado. Ha salido
del éxtasis, de la dicha,
llenos de sí, esta tarde,
infinita, infinita,
con árboles y con pájaros
de infancia ¿de qué infancia?
¿de qué sueño de infancia?


****

Un canto solo

Un grillo, sólo, que late el silencio.
A su voz se fijan
los resplandores
errátiles
de las estrellas
que tienden hilos vagos
al desvelo
de las flores, las hierbas, los follajes?
O es una tenue voz aislada
junto al arpa que forman esos hilos
y que hace cantar la noche
con su último canto
secreto?
No oigo
ya
el grillo.
Vibra un canto
sutilísimo, profundo,
hasta cuándo…?

Los cantos de los gallos
quiebran metales tristes, irisados,
que no son de este mundo,
de qué tímida alba
que aún no ha tocado las estrellas
pero que sienten ya
el río
y las alas?:
pálido serafín que se asoma a los cielos
con un agudo, casi desgarrado, heraldo.



****


ROSA Y DORADA
la ribera.
La ribera rosa y dorada.

Febrero,
y ya estás,
belleza última, en el cielo y el agua.

Etérea,
pero ya estás,
vapor flotante de un sueño
que parece de flor y es de un lúcido pensamiento
que se busca
y se suspende
mientras el cielo es un ardor sensible.

Por los caminos pálidos, entre la hierba oscura,
El alma es un olvido hacia una orilla eterna.


****


La noche en el arroyo

Infinito, Noviembre, tiembla, tiembla en el agua. 

Escucháis la voz de la noche?
De qué es la voz de la noche?
Es de agua o es de flor?
Es de flor y de agua a la vez.

Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras
para escuchar esta voz innumerable y tenue.

Seamos vagas orillas de silencio inclinado
o los oídos de la misma noche
abiertos a qué hálito de flor y de agua juntos?



****


NO TE DETENGAS ALMA sobre el borde
de esta armonía
que ya no es sólo de aguas, de islas y de orillas.
¿De qué música?

¿Temes alma que sólo la mirada
haga temblar los hilos tan delgados
que la sostienen sobre el tiempo
ahora, en este minuto, en que la luz
de la prima tarde
ha olvidado sus alas
en el amor del momento
o en el amor de sus propias dormidas criaturas:
las aguas, las orillas, las islas, las barrancas de humo lueñe?
¿O es que temes, alma, su silencio,
o acaso tu silencio?
Serénate, alma mía, y entra como la luz
olvidada, hasta cuándo?
con este canto tenue, tenuísimo, perfecto.


****


El aguaribay florecido

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
En la sombra exhalada – ¿de qué su dulce hálito?-
los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

Arde de abejas el aguaribay, arde.

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules
a través de la cortina
de los racimos
pálidos.

Ríen los ojos, los labios. ¿Véis las muchachas o es
la tenue sombra ebria
y bordoneada
que se alucina de muselinas claras
y de otras flores vivas – extrañas flores vivas-
riendo, riendo, riendo hacia las islas?

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

Arde de abejas el aguaribay, arde.


****


¿PARA QUÉ EL VINO, amigos míos,
si allí la luna, en las aguas, ebria, se despliega?

Id a la orilla y sed de ella, dulcemente enajenada
en su propio vals antiguo
de velos de silencio que se igualan al fin, tenues, a la arena…

Sed de ella que ya el eucaliptus está en ella, más pálido.
Y acaso, acaso, un momento perdidos, amigos míos,
os encontraréis de la mano, luego, en el centro de la danza profunda,
figuras intercambiables e increíblemente ligeras, al cabo, de la danza…

¿Para qué el vino, entonces, si así seríais más ligeros?



****


DULCE ES ESTAR tendido
fundido en el espíritu del cielo
a través de la ventana
abierta
sobre los soplos oscuros…

Dulce, dulce…
El pensamiento amarillo de allá
es nuestro mismo silencio casi póstumo
libre
sobre los abismos…

Dulce, ulce haber en alguna manera muerto
hasta el primer jazmín de arriba
que titila de súbito
en la misma brisa del poema que leemos…

Dulce, dulce…
¿Pero has olvidado, alma, has olvidado?
Dulce, dulce, bajo el vértigo
de las enredaderas celestes
estar solo con Keats,
bajo Keats, mejor bajo otra liana eterna…

Oh melancolía, oh melancolía que se enciende como un jardín
sobre la terraza que flota en una luz pequeña…

¿En qué urnas etéreas, alma
olvidaste tu tiempo y tu piedad?

Bajo la breve dicha algo en el aire:
las ramas de la angustia, alma, que llaman…

una angustia que quiere dejar de ser en todas partes,
en todos, en todos los grados de la soledad…
desde la piedra, acaso, alma,
hasta el ángel que se contrae herido…
La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los suplicios…
¿No oyes los gritos profundos del edén que quieren ser
con la lucecita desvelada, sí pero tierna, sin el fruto de la muerte
y libre al fin de sí misma?

Alma, dulce es el sueño,
pero no se roba ahora, ahora, a la memoria del amor?

Ay, el amor, ahora, con los ojos abiertos sobre el infierno,
sin poder alzarlos, serenos, hacia el cielo de todos,
o bajarlos, serenos, hacia su cielo íntimo para más puramente devolver…



****

ELLA ANUDA HILOS entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
-ala del paisaje y del alma de un país, con su polen…

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume…
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito…

Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín…

Más es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y los latidos
para el encuentro en los abismos…

Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, “como se da una flor”, en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…

Y no busca nunca, no, ella…
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche…


****


SÍ, MI AMIGA, estamos bien, pero tiemblo
a pesar de esas llamas dulces contra Junio…

Estamos bien…sí…
Miro una danzarina en su martirio, es cierto,
con los locos brazos, ay, negando la ceniza
y el crepúsculo íntimo…

Estamos bien…Cummings que se va, muy pálido,
al país que nunca ha recorrido,
mientras Debussy enciende el suyo, submarino…

Estamos bien…Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia
que trae más agudamente aún la noche
para las preguntas que se han tendido como ramas
a lo largo de la pesadilla de la luz,
con la vara que sabes y la arpillera que sabes,
en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…

Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…

Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,
cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?



****


AH, MIS AMIGOS, habláis de rimas
y habláis finalmente de los crecimientos libres…
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas…

Pero habéis pensado
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio de crecida,
desnudo casi bajo las agujas del cielo?

Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde “la división”,
despedido del “espíritu”, él, que sostiene oscuramente sus juegos
con el pan que él amasa y que debe recibir a veces
en un insulto de piedra?
Habéis pensado, mis amigos,
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,
de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
a no ser una escritura como de vidrio?

Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto…
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquellos que mueren de silencio,
corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento…
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía
igual que en un capullo…
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor…






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