viernes, 1 de julio de 2011

4056.- DAVID VEGUE


David Vegue (Talavera de la Reina, 1980), es licenciado en filología hispánica. Tiene publicados la plaquette Metamorfosis del límite de las pasiones y el libro en coautoría con Eduardo Hernández Microísmos. Como poeta ha colaborado con diversas revistas especializadas como Nadadora, Anémona, Mombasa o REC, entre otras. También trabaja en otras disciplinas como la poesía experimental y forma parte del grupo musical Deseo de ser piel roja.. Mantiene el blog personal Metamistica.





[Hago cosas pequeñas…]

Hago cosas pequeñas que equivalen
al verano. Elegante
con el tiempo. Tranquilo
con aquello
que llaman noche en todos los idiomas.
Cultivo la hermosura con las manos.
Espero con paciencia a que germine
porque así está escrito.
Me doy al que merece el honor de lo simple.
Mentiría si afirmo que ya no espero a nadie.
No afirmo. No niego. No deseo
nada indigno de mi.
Nadie habla en mi nombre. Ni si quiera yo mismo.
Ante el mar me desdoblo
como si fuera yo de pronto su pasado.
No niego la mirada a quienes son mirada.
Ignoro qué es la muerte pero sé
que algún día
y no necesariamente
después de abandonar
mi sitio, al fin, sabré lo que ella sabe.
Sé que puedo ordenar
aquello que la gente no es capaz de ordenar:
las luces sobre el suelo,
los leones invictos del instante
y todo el tiempo
aquí en el corazón.
Soy cada pensamiento
que puedas realizar sobre la tarde.
Pero también soy todo aquello que no esperas.
Soy la literatura.
El primero y el último de los libros escritos
aunque esto ya nada signifique.
Sé hablar con el agua.
Sabré cambiar el tiempo. Sé besar.
Ya nada puede avergonzarme ya
puedo decir que nadie quiso ser mi maestro
sin vergüenza. Lo acepto.
En secreto concibo
todo aquello que un día
te pueda devolver
eso que los más sabios llaman alma.
No exijo la verdad. Exijo la belleza.
No exijo que te quedes pero exijo
que aceptes la hermosura
como el amor acepta todo aquello que tocas.
Duermo vestido. Como
desnudo y quizá sueño
de la misma manera que soñaron los árboles.
Con tres palabras simples he levantado un reino
de días y de noches y de aquellos momentos
que aún ignora el hombre.
Le doy mi intimidad a aquel que inventa el aire.
Humildemente evito declararme feliz
aunque a veces lo sea.
La gente no comprende a los hombres felices.







Antes de dormir he pensado en Einstein

Antes de dormir he pensado en Einstein.
Me sea perdonado este acto
involuntario de sensualidad
de atrevimiento simple contra el sueño.
Quizá otras cosas hay que merecieran
más dignamente este íntimo lugar.
Pero yo soy naturaleza justa.
Tengo con este hombre algunas deudas.
La forma de la luz o el instante muy simple en que me amo.
No son menos mis deudas con el sueño.
Por eso es justo ahora,
como quien juega al tiempo, que permita su diálogo.
Porque él sumaba números
sé sumar yo ahora el horizonte.
Antes de dormir he pensado en Einstein,
en esa vela que él quizá nunca vería,
en la forma en que hablaba
secreta, hermosamente con las piedras,
en los días que sufrió igual que yo
su manera directa
de combinar el barco y la llanura,
en su descripción justa de las cosas,
en su descripción límite de todo el universo:
I prefer pi.
Antes de dormir he pensado en Einstein,
en sus duelos al alba con el vino
(que él nunca tuvo pero yo sí tuve),
en las olas que acaso él describiera
por mi boca, de forma parecida
a ésta: el infinito saludando.
Por su manera de llegar directo
(sin parecerlo) al alma.
He recordado el día en que nos encontramos
ya solos él y yo
por dentro de un segundo al concebir
el teatro sagrado de los mares.
He pensado que amo a hombres que no existen
como amo la belleza que será.
Antes de dormir he pensado en Einstein
de la misma manera que se abrazan los hombres muy hermosos.
He pensado en su limpia, humilde forma
de dominar el tiempo contándose los dedos.
He pasado muy cerca
de esta frase que bien podría haberla dicho
él alguna vez:
el sueño es la verdad del horizonte.
Antes de dormir he pensado
sincera, humildemente, en Albert Einstein.
Le debo a este hombre algunas cosas:
el sonido del sol, el círculo del alma,
el geométrico rezo de la lluvia.
Acaso a este hombre también le deba alguna
de las formas secretas del amor
y él nunca lo sabrá.







Presente

Mi cultura, mi época,
como todas aquellas
que antes que ella fueron,
es convulsa y está
llena
de símbolos vagos.
Pero he aquí que también posee
unos pocos símbolos forjados
con lo mejor del tiempo y del espacio.
Así es que en mi lengua se utiliza
la palabra presente para indicar la franja
más o menos precisa que va desde
aquí hasta aquí y desde ahora hasta ahora
y simultáneamente
en mi época en mi lengua en mi cultura,
donde lluvia y silencio son bienes ya excasos,
reservados tan sólo a unos pocos,
presente significa
un regalo que alguien le hace a otro alguien.
Naufragio o nueva vida,
la luminosa mercancía de los tiempos,
siempre nos llega algún resto de maravilla.
Como presente en el presente
suceden cosas simples –únicas- como ésta:

Hoy he leído varios libros
(ignoro si ya escritos o aún por escribir)
antes de tocarte.







En términos de belleza

Quienes afirman que la hermosura debiera
tener límites justos no conocen la causa
de las cosas que tienen
aseguradas este mundo.
Quienes afirman que la hermosura debiera
tener límites justos, ser algo que no es,
no escuchan a su cuerpo que se cumple de instantes y de siglos.
Por eso yo he llegado
hasta la noche como aquel que llega
sereno a su destino.
Quizá valga decirlo así:
descifrando los astros con los pies.
Escucho hablar de libros
para leer con una sola mano
y ante estas palabras movidas a deseo
alguien se ofende. Alguien
no entiende que la forma más sencilla del orden
pueda ser compatible
con mañanas de mármol
y mañanas de tigre por igual.
Cree el juicio injusto, deshonesto, alguien
cree que el arte es algo que no debe
confundirse jamás
con otras maravillas,
con aquello que libra al hombre de
sus límites inciertos. Alguien juzga
los cuadrados de amor, la coordenada única
de dos torsos desnudos
y entregados a todo
lo que capaces son de involucrar,
medida intolerable. He entendido al fin que
los hombres deben entenderse
de una forma justa.
Deben entenderse en términos de belleza. De otro modo
no es posible. No somos
posible. Alguien se ofende. Yo
no.
Escucho hablar de libros
para leer con una sola mano
y sé que se refieren
a una sola mano intraducible,
que no concibe el Génesis,
capaz de soportar los símbolos del fuego y de la lluvia.
El invierno, el verano
son formas que requieren una sola
mano.
Oírte hablar del pié de las estatuas
merece una sola mano.
Unos ojos luchando contra el cisne del hombre
merecen una sola mano.
Hay días que están hechos para una sola mano
en su belleza, igual que algunas artes
cercanas y lejanas de los hombres.
Hay ríos que reclaman el honor
de una sola mano.
Algunas estaciones, esos puntos de encuentro
insólitos y breves que anuncian al que sueña
que es posible el milagro
serían imposibles de asumir
si no se entrara en ellas con una sola mano.
Cuántos hombres, cuántas mujeres
jamás igualaríamos
al orden natural de la poesía
si no supiésemos luchar
con una sola mano verdadera.
Qué postura en los sueños prohibidos, qué rigor
cuando descubres que están hechos,
como el tiempo, sin más para el amor,
cuando descubres, íntimo, crisólito,
sus posturas con una sola mano.
Qué decir del aplauso concebido
para una sola mano. En tu rostro
habitan los caminos
que han de llevarte a una sola mano.
La arquitectura es una sucesión de momentos
de una sola mano.
La escultura hace del vacío una
mano, una sola mano para tocar el mundo.
Una sola mano, encontrar un camino.
Algunos sueños sólo sobreviven
en una sola mano.
Hay palabras que fueron concebidas
para ser escuchadas con una sola mano.
Jamás verás la muerte tan bien hecha
(y puede que lo esté)
como la forma simple de morir que tenemos
sobre una sola mano.
El viento se comprime en una sola mano
y muestra los viajes
que llevan a morir al ciervo sobre un rostro.
Los hombres se conocen, se saludan, expresan su respeto
o sellan su alianza
con una sola mano.
Y una sola mano levantará tu almohada
de árboles y días hechos a la medida
de todo aquello que no tiene fin.
Hay lugares que sólo podríamos vivir
con una sola mano.
Tesoros que se entierran, que se encuentran
con una sola mano, porque así está escrito.
Los mitos y los templos se levantan con una sola mano
igual que la escritura del hombre y de la nieve.
El mundo es más sencillo
para aquellos que escuchan la belleza.
Hay libros que están hechos
para leer con una sola mano,
y lo celebro, igual
que celebro tu cuerpo junto al sueño del mío.

Lo celebro. Eso es todo. Escrito está.
El tiempo nace en una sola mano.
La otra la reservo
para conservar tu mirada.



[http://www.revistakafka.com/node/132]

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