miércoles, 1 de febrero de 2012

5744.- CELSO AMIEVA

Celso Amieva
José María Álvarez Posadas, que firmaba sus obras con el seudónimo Celso Amieva, fue un poeta español perteneciente a la Generación del 36. Nacido el 19 de marzo de 1911 y falleció en Moscú en 1988. Además del seudónimo por el que es recordado también utilizó los seudónimos Lino Serdal, Elías Pombo, Fideal y Corsino Urriel.
Aunque su familia era asturiana y asturiano siempre se consideró él, nació en la cantabra población de Puente de San Miguel donde su ejercía la profesión de maestro de escuela. Siguió los pasos de su padre y se convirtió en profesor, ejerciendo en los pueblos de La Franca, en Sotres, en Barro, en Panes y en Colombres, en Asturias. Durante la guerra civil militó en el bando republicano, por lo que acabada la contienda tuvo que ir al exilio, marchando primero a Francia en 1939, y más tarde a México. En el país azteca retomó su trabajo como profesor dando clases de lengua castellano. También trabajó como traductor de poemas franceses y fue colaborador de numerosas publicaciones de toda América. Su participación en el guion de la película Pueblo en armas le valió la condecoración Medalla Artística de la Revolución Mexicana. En 1969 marchó a la URSS, cuyo Soviet Supremo le premió en 1985 con la Orden de la Amistad de los Pueblos, allí falleció en 1988.

Su Obra
Comenzó en el mundo de la poesía a una edad muy temprana, a los catorce años publicó poemas en el periódico El Eco de los Valles y en los seminarios El Pueblo y El Oriente de Asturias. Todas ellas publicaciones del ambito asturiano. Los elogios que estas primeras publicaciones recibieron de la crítica local le impulsaron a seguir publicando y a hacerlo en periódicos más importantes de la región. La guerra interrumpió su progresión como poeta, y el exilio le hicieron volcar en sus poemas la nostalgia de la tierra. Finalmente agrupó sus poemas en el volumen Poemas de Llanes que es un auténtico cante de amor a su patria.





A MIGUEL HERNÁNDEZ


Miguel éramos jóvenes cuando vino la guerra.
Cantábamos de amor con voz estremecida,
húmedas las palabras de jugos de la tierra.
Y amábamos la vida.


Miguel, éramos jóvenes y no éramos eunucos,
pero nos atraía la gloria más que el mando.
y la guerra nos dieron los otros, los caducos
de uno y del otro bando.


Tú y yo, venir la vimos;
no éramos gobierno la juventud…
si entonces hicimos de Casandras,
hoy cruzamos vivientes las llamas de este infierno,
como las salamandras.


Unos por no impedirla y otros por sí encenderla,
los viejos de la tribu nos la impusieron juntos
y a los jóvenes todos nos toca sólo hacerla
“hasta caer difuntos”.


Miguel, ¿pues a ganarla!
ya que haciéndola vamos
y aunque ni a ti ni a mí nos quepa culpa de esto!
no sé si somos héroes, pero si sé que estamos
cada uno en su puesto.


Ganaremos la guerra Miguel…
Aunque de nieve se nos vuelva el cabello,
nos lo beba la llama,
Y así pasen más días
que gotas de agua mueve
noche a noche el Jarama.














MADRE


Más que madre espartana.
Más que madre romana.
Mi madre fue
asturiana.


Bable su arrullo fue,
bable su nana.
Bable me habló
y háblame bable


y, siempre que me hable,
bable me habrá de hablar
su voz anciana.












IMPRESIÓN PARA UN RETRATO 


Alfonso Camín (“Momentos” México, 1958)


Sobre la roca, el robledal llanisco;
La Torre, como adusto centinela
La mar, el viento, el pescador, la vela,
Y el manantial en el pulmón del risco.


Pastor con el rebaño en el aprisco,
Molino al fondo, resonante muela;
Nudo a la diabla, en el portal, la abuela
Y, aroma y sol, en la heredad el prisco.


Más que maíz en flor, grano en la criba
La moza, aire de danza en el refajo
Y, en ojos de hontanar, el agua viva.


El castaño, el nogal, hacha en el tajo;
El oso que va lento monte arriba
Y el torrente en espumas monte abajo.












La Virgen de Guía vino por el Mar


De Irlanda lejana, de la Verde Erin
la Virgen de Guía vino por el mar.
Vino por el mar
como vino el Santo Cristo de Candás.


Desbravando vientos, domando galernas
vino por el mar
hace cuatro siglos, cuatro siglos ya.


Vino como vienen los vientos mareros,
vino por el mar,
vino en la marea del buen marear.


Vino de la mano sabia de la luna,
vino por el mar,
vino como el ocle con yodo y con sal.


Vino por el mar
la Virgen de Guía, vino por el mar.












LAS COSTAS DE TOR


Desde Cabo de Mar hasta Tinamayor
extiéndanse las costas escarpadas de Tor.


Sin duda el dios del Norte tiene un solio en sus brumas
y es quien del mar exige tanta ofrenda de espumas
que ascienden a los cielos en la marea llena.
Su majestad gravita, fatal, sobre la arena
de las playas sagradas? Le he comprobado yo
en Torimbia y Toranda, en Troenzo y Toró.
Su sombra amenazante muchas veces la veo
proyectada en el alto litoral de Toreo
y él es el que golpea toda la crestería:
la montaña en Benzua y el cantil en Bendía.
Los bufones marinos le rinden homenaje
de sus frémitos hondos en un coro salvaje.
¿No lo oyes, doncella la del blondo cabello
que en la noche medrosa te abrazas a mi cuello?
Son San Tiuste y Vidiago, son San Martín y Pría:
el dios del trueno truena encima de Tronía.


Desde Tinamayor
hasta Cabo de Mar,
el martillo de Tor
golpea sin cesar.












El Gran Mansolea


Este apóstol famoso, natural de Pimiango,
que en un siglo menguado se llamó José Cué,
filósofo y labriego, detestó el ringorrango
y, cual buen mansolea, por el mundo se fue.


Odió la hipocresía. Bajo el oro vio el fango.
A los Picos de Europa remontó con su fe
y, empuñando en Tresviso la sartén por el mango,
dijo sus rudas misas y puso a Cristo en pie.


Fue un gran cura, sin serlo, y emuló a Don Quijote:
con su lezna por lanza, con paciencia y cerote
logró que los urrieles rezaran su latín.


Profesor de energía y de misericordia,
después de haber sembrado la luz y la concordia,
subiendo hacia Jesús perdióse en el confin.







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