martes, 4 de febrero de 2014

MABEL CUESTA [10.884]



Mabel Cuesta 

(Matanzas, CUBA 1976) es ensayista, poeta y narradora. Graduada de Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad de la La Habana en 1999 y Doctora en Literatura Hispánica por la Universidad de la Ciudad de Nueva York en 2011. 

Ha publicado Cuba post-soviética: un cuerpo narrado en clave de mujer (Cuarto Propio, 2012); Inscrita bajo sospecha (Betania, 2010); Cuaderno de la fiancée (Ediciones Vigía, 2005), y Confesiones on line (Aldabón, 2003). 

Sus cuentos aparecen en Las musas inquietantes (Ediciones Unión, 2003); La hora 0 (Ediciones Matanzas, 2005); Havana Noir (Akashic Books, 2007); Two Shores: Voices in Lesbian Narratives (Grup Elles, 2008); Dos Orillas: Voces en la narrativa lésbica (Grup Elles, 2008); Nosotras dos (Ediciones Unión, 2011); así como en las revistas Words Without Borders, Conexos y Surco Sur. 

Poemas suyos han sido recogidos en Antología de la poesía cubana del exilio (Aduana Vieja, 2011) y en las revistas Linden Lane Magazine, Literal y Ars. 

Ha publicado recientemente: Bajo el cielo de Dublín (Ediciones Vigía, 2013), el poemario obtuvo el Premio Digdora Alonso 2012 que convoca la casa editorial Vigía y Ediciones Matanzas.

Sus trabajos de crítica literaria pueden leerse en publicaciones especializadas de Cuba, Estados Unidos, México, Honduras, Canadá, Brasil, Colombia y España. Es profesora de Lengua y Literatura Hispanocaribeñas en la Universidad de Houston. 





Fuera del diván

Porque esta vez no morirás,
María García Granados
vengo a llevarte pequeña en el regazo
a explicarte algunas cosas
que fuera del diván fueron dictadas
en mi oído
ese placer ignoto al morir infante
para ser rescatada después
por ti misma
cuando te haces adulta
y entiendes
que ningún amor
absolutamente ningún amor
es infinito.

Vengo a llevarte,
María García Granados,
a otras tierras más amables
tierras con mar
con flores amarillas
que saben de la lluvia
y la gracia
de no esperar
de no compadecerse
en la imagen del espejo
ese único amor
que eres tú misma
hija del presidente
o del villano
crustáceo
o centauro
fundidos los dos
en la más brutal iniciación
allí donde pierdes
unidad
sanidad
sentido del matiz.

Vengo a recordarte
que has muerto en vano
que ya no dependerán de ti
los sábados de gloria
ese minuto en que bajas al abismo
para alzarte después
sacudido el polvo
el innecesario dolor
con que helaron tus vísceras.
Vengo a decirte,
María García Granados,
que sólo los niños mueren
y es tuya la misión
el deshacer el lazo de la historia
no ser más de Guatemala o Matanzas
no el maltrecho sujeto del deseo
para poeta alguno
sino simplemente
María
la que te lleva y me lleva en su regazo
la que protege y vela
la que no vuelve
a desandar el infinito vacío
de los pechos
o los ramos de lirios
que no pondrán en tu tumba
ni obispos ni embajadores.







De alguna guerra o enfermedad aberrante todos íbamos a morir
María Elena Hernández Caballero

No pude decir que no sabía de dónde
vendría el golpe
-lo supe siempre.

Quieta lo esperé por meses
años para descomponer mi cuerpo
abierto exclusivamente a tu deseo.
La enfermedad de la que hablaste
ya había llegado
puño en el vientre de nosotras dos.

Sucedería alguna mañana de misa.
Tu madre y la mía lo habían pactado un siglo atrás.

Tu madre quería matarte
verte fundida contra aquella pared
-no sacarte más-
condenarte a mi rabia
mi desamor suyo.

Mi madre en cambio lo escribió
sobre mis pechos
andaba acariciándome
cuando súbita paró la mano
dijo basta de este amor que me negaron

Fui
ese día y muchos otros
niña descalza a la orilla del río
bofetada gratuita
canto que salía a por ti
-tan febril estabas.

De alguna guerra o enfermedad aberrante todos íbamos a morir.

Todos menos tú y yo.
Nosotras moriríamos de un golpe
-en la madre o en la sien-
un golpe que quietas esperamos

Estos dos poemas pertenecen al libro en preparación Fuera del diván






Cristo mira en Cusco a Pachamama

Desciende herido
es la sombra del puma
parece decirle
burlona
la serpiente
el pájaro que no será
la estación imposible de la lluvia
Cristo viste faldas
y al centro de su cena
un cuy se dispone
también inerte
al sacrificio
tiempos de animal
parecen fundirse
Patas arriba
Pizarro
lava sus manos
apostólica coartada
esquina
lienzo frutal
tiempo repetido de Conquista
Cristo olvida
promesas de luz
regresos inservibles
Cristo negro
piel de llama
electro-cirios para cuidar su eternidad
protegiendo del viento
útil aún en su espesura
Cristo oro
lejos al fin de Nazareth
Roma o Basilea
no mira atrás
nuevo es el camino
nueva la destrucción
también la temblorosa maravilla
Cristo  joven
desentraña
solo
ese malentendido que llaman
su palabra:
sangre del Inca que no tendrán
sangre eterna
recogida y fértil
en cualquier templo del sol
a mediodía
Cristo vientre
Canta  feroz
la Pachamama.








ENCUENTRO
                                   a Elegguá
                                   a Maya

yo era una piedra,
una forma sobre ti en el camino
arista afilada
cuchillo del guerrero
que fui
de una vez

sangrando
la mano
quiero decir
el borde
con que arrastré tu corazón hacia mi abismo
negro en la noche de Cuba
que era en ti memoria

donde puse
cicatriz
dedo en la llaga
y un trago de aguardiente
tras mi puerta
tuya

abre el caramelo
con que Elegguá
abrió el camino
ponlo en mi boca
no será de hambre que muera el cuerpo
que un día entregaré
sin que importe el fatum repetido

recorre con tu dedo el cráter
alísalo con la lengua
recuérdalo después

yo era una piedra
un trozo de roca que esperaba

tu paso o la zancada
pequeño dios
garabato
enseñáme a rodar
finamente por su espalda
pequeño dios
no permitas
que  olvide en qué trozo del camino está mi casa
el claro de luz donde me hallaste



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