sábado, 22 de febrero de 2014

GUILLERMO MORALES SILLAS [11.046]


Guillermo Morales Sillas 

(Aldaia, Valencia, 1986) 
Estudió Filología Clásica y ha ejercido como docente, se define a sí mismo en su blog como “filólogo, barbudo, propenso al sabañón”. También escribe. Y sus poemas, reunidos bajo el título de Ellos son mejores, obtuvo el sexto Premio de Poesía Joven Pablo García Baena, que entrega La Bella Varsovia en colaboración con Cosmopoética.





Pam

Donde peinetas y fajines
pasan la vida caminando
detrás del chunda chunda de platillos;

donde el aire agruma,
donde el aire trombo;

donde el humano —un churro
mojado— se hace más presente,
más cansino el regocijo ajeno, tan de aceite,
charanga y brillantina;

donde lo que se ve desde el balcón
es purga dura
y es fácil vomitar con varias acepciones;

donde los perros no entienden
este ruido, pero aguantan;
donde todos los pájaros se han ido
y nadie recuerda las acequias, el abono;

donde el pasodoble maldice
tu desánimo
y te palpa el hombro con el dedo

allí tu morada.








Tienen ojos, no pueden separarse

Llegaron allí en el santo agosto día diez
—tiempo de que moscas pontifiquen—
como leños río abajo
de donde se discurre a lo Sansón
y los años componen mandíbulas de burro.

Al hato echaron sus invocaciones,
las hambres a punto y un salterio
que recalcular preciso.
Buscaron ver grandes ciudades y un verdor prieto,
abandonar la sillería o la argamasa,
que les cubrieran las rajolas, habitaciones
llenas de mosquitos de acequia. No hay nevera.

Saltarse la virgen bien vale una colocación,
a lo mejor llevan razón los tiempos
porque para eso son
y porque no son más
que ese balido que oye nadie. Una somanta
de viento en los carrillos.

Cogieron bien en esa casa
con vistas parciales de uralita, barrios sin enjalbegar,
mucho surco, esos árboles extraños,
pero siempre compararon nubes con guedejas
peritas en peines y espulgues
y si es que llueve llueve adaza.

Ahora aquí también es diez de agosto,
el cangrejo de río está diezmado
y del río quedan las hipérboles
que solo crees gracias a las noticias,
      de lo que agosto fue
fiestas y melones, el fresco languidece
—Dalmacio y Primitivo están finados—
      pero ellas aquí
mirando estrellas
dieron forma aritmética a la rabia
días antes de partir
y a lustros pasados comprenden
que el mundo es pisar este paisaje, aviadas,
mirar lo alto con contentamiento,
que hay aire vinculado entre los ojos,
un divertimento antes de la hora llegada,
antes de separarse
      porque hay perros ladrando pasado,
                 lluvia
                 alrededor
                 haciendo
                 sogas.

Saber trepar es suficiente.







Odiseo y Mowgli están de nuestra parte

I

La Antigüedad a martillazo limpio
enseña que la vida no es un plato de lentejas.
Ahora es verano y tu corazón hormigonera
sabe que perros y gatos
no pueden tirarse de bomba.
Tienes el feedback tuerto
y has rellenado ya el impreso
de eremita a largo plazo.
Has aguantado la cháchara y el aluvión
de tropos
por ver flotar el polen.
Temes que la muerte no te coja políglota
y empático y con curriculum global.
Todo es «sí, sí, arriba, arriba»
pero tú traduces un responso y contemplas
la eficiencia de los juncos cuando oscilan.
No tributas cuando en silencio,
la sangre grave allá bajo tu cráneo
revisita el locus amoenus.



II

La cólera te sigue
pero ser yesca
te atufa de vacío.
Para ser pico de mirlo,
rama de sicomoro,
horma y sonido de campana,
necesitas purga dura: vomitar con varias
acepciones,
saber que el sol suena a pandereta,
que este autobús lleva al solsticio.



III

Nadie lo sabe
pero en la oscura cavidad del universo
hay abierta una calzada
que están pavimentando de astracán.



IV

Un relincho predica y no legisla.
Hay una piel de mulo —una chispa
que te hace arder los ojos.
Algo mueve y vincula más allá
de la retina
al rabo y los escombros, el para mi prodigio.
Este día ¿cuánto te reveló una grupa?
Eso significa que el mundo
se ha hecho ajeno.
Somos
el unigénito,
y hemos desconocido la herradura.
Después de días de sofrito y poza,
el humano círculo y las atenciones al menisco,
los más guapos pueden aburrirme,
la hartura pone el foco en el hinojo
y en cuanto le rodea.
Sólo digo que me hubiera bastado
con ver a la bestia, la golondrina
comiendo de la mano.
Puedo jurar que un galgo me ha guiñado el ojo.








EL PAN MOJADO COMO INJURIA 

Migajas de mandil,
talle de miriñaque, ¿tanto importaba el pan?
Hábitos:
renegar, condenar, despotricar.
Con mandobles de garrote
golpeabas
            el perímetro de la postración.
Así empleabas el remanente articulado.
El aire no padece,
           tu ira en vano.

Siempre te servía cena, tajadas,
latillas, sobras que apurar,
te traía las cosas del ganchillo,
el peine, los yogures, los smacks,
tu neceser de hidratantes.

En cada losa un rastro urético.

Desaprendí la primera lección
sobre el cariño.
             Afortunadamente.
Quien ignora es más amado, pero mejor
quien ama a todo pecho.

            Las viejas reglas
se quedan donde quedan tus peticiones de
sangre.
Aposté por la orchata más dulce.

Tus palabras sonaban
a derrape tras derrape.
Especialmente
rechazaste un cedé laserado de copla.

Asegurabas que mi configuración
de tonto y mi cara de hogaza
iba a costarme palos,
que mi glotonería era risible.

Aposté por amar con todo el pecho
y ahora las chinas me hacen trenzas en los bares
y tengo amigos
y una novia muy guapa.
Conozco a americanas con tu nombre
y me hacen hacer este poema
que gasta toneladas de rencor.

Te anegaste sin beso, expiraste sin beso.

Mi palma
no guardará tu tacto.

           No nos quisimos bien.

Hoy
ambos manejamos la indulgencia

con efusión de nubes y tapetes. 




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