lunes, 11 de julio de 2011

4135.- ANTONIO QUINTANA



ANTONIO QUINTANA
Nació en Iznájar (Córdoba), el 6 de diciembre de 1943. A los dieciséis años se trasladó a Madrid con la ilusión de aprender a pintar. Asiste al Círculo de Bellas Artes, poco después se matricula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que abandona para aprender en el estudio del pintor santanderino Antonio Quirós, que ha sido muchos años su maestro. A partir de los años 70 realiza varias exposiciones individuales y colectivas en Córdoba, Madrid, Santander, Oviedo, Bilbao, Caracas, Atenas, etc. En 1977 colabora junto al Premio Nobel Vicente Aleixandre en una carpeta de grabados sobre poemas de este sevillano universal con una edición limitada y numerada. Animado por poetas de su círculo de amigos en Madrid (Carlos Bousoño, José Hierro, Francisco Brines, Claudio Rodríguez) se presenta al Premio Adonáis de poesía de 1973, recibiendo un accésit por su libro El ojo único del unicornio. En 1981 es accésit del Premio Gules (Valencia). En 1988 el Ministerio de Cultura le concede una beca a la creación literaria para su tercer libro Y convertido en lluvia de oro osó posarse en los ojos de los gatos (poemario surgido de un viaje a Grecia). En 1990 el Ayuntamiento de Iznájar publica una antología de su poesía. Durante varios años ha pertenecido al Grupo La Ortiga. En 1991 ilustra una edición de la obra poética completa del poeta griego C.P. Cavafis, edición bilingüe traducida por Alfonso Silván. En el año 2000 el Ayuntamiento de Iznájar patrocina una nueva edición actualizada de su Antología Poética, ampliándola con poemas de sus últimos libros: A la víbora del amor y Poemas de la India, donde plasma sus vivencias en este mágico país. Desde principios del 2003 fija su residencia en una aldea de Iznájar (Los Juncares), desde donde edita dos nuevos libros de poesía infantil, el primero El Canto del Gallinato, editado por el Ayuntamiento de Iznájar en colaboración con la Excelentísima Diputación Provincial de Córdoba, y El Color de la Alegría. Desde su regreso a Iznájar colabora asiduamente con el Centro Andaluz de las Letras con lecturas de su obra por pueblos de toda Andalucía.

Publicaciones
"El ojo único del unicornio". Poesía. 1974.
"Tirar el pájaro a la piedra". Poesía. 1981.
"Anatomía de los sueños". Poesía. 2006.

Otras publicaciones
"Y convertido en lluvia de oro osó posarse en los ojos de los gatos". Poesía. 1990.
"Poemas de la noche en punto". Poesía. 1994.
"El canto del galligato : poemas y canciones para niños". Poesía. 2004.

Premios
Accésit del Premio Adonáis. 1973. Poesía. Rialp.
Accésit Premio Gules. . Poesía. Editorial Prometeo y Ayuntamiento de Valencia.
Beca a la Creación Literaria. . Poesía. Ministerio de Cultura.




La Escalera

La escalera está hecha para resistir.
Resiste el peso de esa oscura señora que sube y baja.
Resiste el peso del que sufre y también resiste la alegría.
La escalera tiene quebraderos de cabeza y se queja.
Si se la pisa mal.
La escalera tiene altos y bajos, como los hombres.
Por la escalera suben los gatos.
Cuando suben los gatos se esconden los ratones.
La escalera es cómplice de los ratones. Y a veces de los gatos.
Es versátil como los gatos mismos.
Algún día, la escalera tuvo que estar planchada,
doblada y guardada en el cajón de la cómoda.
Por eso tiene pliegues rigurosamente paralelos, como los acordeones.
La escalera, acordeón disecado, es mi amiga porque comprendo
a los acordeones.

Acaso tiene música escondida debajo del último peldaño.

(del libro: El ojo único del Unicornio)











Retablo de la mujer planchada
(Cirugía estética)

Un cirujano experto,
Descosiendo los días, la convirtió en pasado.
Cual minucioso hacedor,
descompuso su piel en mil jirones.
Planchaba comisuras, zurcía desengaños,
y la vimos de pronto atravesar de espaldas
la misma puerta por donde un día entró.
Volvían a sus ojos, una a una,
las mismas lágrimas que un día derramara por un amor fugaz.
Rápidamente el tenedor retiraba la carne de la boca
hasta llenar el plato con justamente su ración.
Devoraba la risa.
Retrocedía en vez de avanzar, dejando muy atrás aquel
paseo matinal en el bosque.

Todas las horas danzaban al revés.
Veloces la alejaban de lo vivido ya,
y llegaban, una vez más, al principio
del todavía no.
Y así perdió de pronto la luminosa tarde que tanto amó.
Los ríos del desvanecerse se alejaban deprisa, muy deprisa hacia atrás,
y replegaban, en su retroceder, las tardes venideras.
Sus hijos y su casa, y su quehacer, después de retornar
a su principio, se esfumaban paradójicamente
en el olvido del no recuerdo.

Y planchada por fin,
doblada y recosida minuciosamente su sonrisa de niña,
desde un retablo soñoliento se miraba en el mundo, y pudo ser la perfección,
si no hubiera dolor en su mirada clara.
Descuido imperdonable de una mano maestra.

(del libro: Tirar el pájaro a la piedra)













Viejas de Creta

Y me dieron hierbas de lomalotira
las viejas de alambre.
Que peinan la capa de polvo que cubre
sus sienes de lata.
Que barran la capa del tiempo que escapa,
que empuja y estruja;
que quema, que abrasa y arrasa la casa.
En el braserillo quemaron tomillo,
picón de tarama, harapos del vino, frescor de una rama,
la flor del romero, suspiros de rana.
Escupió la luna por una ventana.
Y me dieron hierbas de lomalotira
La viejas de alambre.
Que barren los sones del tiempo...
Que barren y barren.

(del libro: Y convertido en lluvia de oro osó posarse en los ojos de los
gatos)












Nana para no dormir

Por la noche de la mandrágora
pasan los malos sueños
devorando a las rosas que preguntan;
corazones de palomas temerosas
laten en las rubequias.
“Ea”. No duermas
pues la noche zurea y zurea sobre las jacarandás
con la insistencia de un palomo ladrón.
La noche ladrona
roba las horas consumidas
y las esconde.
Ten los ojos abiertos;
mira,
oye,
escucha
la luz de los insomnes.
“Ea”. Más vale que no duermas;
que a la orilla de algún sueño
nace la mala flor.
Escucha a la lechuza en su borrachera de aceite
disparatada en la sombra,
la sombra que ronda;
en la que el hombre y el tiempo lentamente
se esfuman.

(del libro: Zureos de la noche en punto)










Sobre una lágrima

Yaces sobre una lágrima
en el anegado mausoleo de mi disgusto.
Nunca gocé contigo el placer de una noche,
ni siguiera una tarde;
arde en el crepúsculo del recuerdo

el deseo de una hora de ventura
que no fue satisfecha.

(del libro: A la víbora del amor)













Dolores que baja y sube

La hermosa Dolores
subía y bajaba
poniendo a contraluz
la impertinencia de su desacato;
subía,
reclamando una lumbre de ojos;
bajaba,
los nubiles muchachos
la llamaban por su nombre;
subía,
insinuando
dónde había de alojarse el dardo;
bajaba,
las envenenadoras abrían sus puertas
con alfileres emponzoñados en sus pupilas.
Subía,
bajaba,
bajaba,
subía;
con una escolta
de arcángeles cansados.

(del libro: A la víbora del amor)









El tonto

Al tonto no le gusta otro trabajo sino el suyo: ser tonto.
Ser tonto cuesta mucho trabajo; por eso sólo hay un
tonto en cada pueblo.
Si hubiera dos tontos en cada pueblo podría hablarse de
superpoblación incluso de estallido demográfico.
Pero no os asustéis: ser tonto cuesta mucho trabajo.
Ser tonto es tan bonito como un río, como un árbol o
un pájaro algo tonto que sólo mira luz y bebe agua. Un tonto se parece también
a un barquito en la mar que mueve el viento, o a una gaviota
atolondrada, extraviada o tonta, a una espuma de mar, o a
una gota de lluvia
hecha de plata transparente.
El tonto sonríe con manos tristes y llora por que los pájaros
no cantan o por que la luna tiene brisa de sueño.
Pero no os preocupéis: hay sólo un tonto en cada pueblo
y es muy difícil ser tonto.
El tonto es un ángel barbudo con inocentes ojos muy abiertos.

(del libro: El canto del Galligato)









Mujeres

Mujeres pasan en su aparente fragilidad
marcando el equilibrio
con un gran cesto de piedras sobre la testa;
otras arrodilladas sobre el bajo viento,
dobladas las espaldas, los senos contra la tierra;
segando el trigo, el arroz, taladrando la acera
a pleno sol, a plena humedad, a plena sequía,
a pleno monzón,
con los saris al viento y los hijos atados a la espalda.
Ellas, amarradas al mundo.

(del libro: Poemas de la India)











Con el consentimiento de los heliotropos.

Rimbaud

Mayo:
la campanilla y el pipirigallo.

Ágiles como ardillas
los niños se han subido
al limbo del cerezo
y desde la inocencia mean tieso.

Se abren las portañuelas
y empinan el hisopo,
apuntan a la luna
arremetiendo contra el cielo, sin fortuna.

Compiten quien con más arte y más tino
alto y lejos orinan.
¡Comían en el árbol cerezas
y pamplinas!

(del libro: Anatomía de los sueños)


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