sábado, 18 de diciembre de 2010

2504.- SUJATA BHATT


Sujata Bhatt 


Ahmedabad, India, 1956. Poeta y traductora. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos internacionales, entre ellos el Commonwealth Poetry Prize. Ha publicado seis volúmenes de poesía en el Reino Unido y su obra, traducida a más de veinte idiomas, está incluida en varias antologías poéticas y ha sido difundida en los canales de radio y televisión de la BBC de Londres. Ha sido escritora visitante en la Universidad de Victoria, en British Columbia, en Canadá y también en Dickinson College, en Carlisle, Pennsylvania, Estados Unidos. En febrero de 2004, la UNESCO publicó su poema Search for My Tongue, como parte de la celebración del Día internacional de la lengua madre. Otras obras: Brunizem, 1988, Commonwealth Poetry Prize; Monkey Shadows, 1991; The Stinking Rose, 1995; Nothing is black, really nothing, Augatora, 2000; y A colour for solitude, 2002.



Poemas de: Sujata Bhatt (India)


Las voces

Primero el sonido de un animal
inimaginable.

Luego: el susurro de un insecto, el silencio de un pez.

Y después las voces se tornan más y más altas.

La voz de un ángel que recién ha muerto.
La voz de un niño que se niega
a convertirse en un ángel con alas.

La voz de los tamarindos.
La voz del color azul.
La voz del color verde.
La voz de los gusanos.
La voz de las rosas blancas.
La voz de las hojas arrancadas por las cabras.
La voz de la escupida de una serpiente.
La voz de la placenta.
La voz del latido del corazón del feto.
La voz del cuero cabelludo del cráneo
cuyos cabellos cuelgan detrás de una vitrina
en un museo.

Solía pensar que había
sólo una voz.
Solía esperar
pacientemente a que esa voz regresara
y volviera a comenzar el dictado.

Estaba equivocada.

Ahora ya no puedo contarlas.
Ya no puedo
tomar nota de lo que quieren decir.

La voz del fantasma que quiere
morir una vez más, pero esta vez
en un cuarto mejor iluminado y con fragantes flores
y con otros parientes.
La voz del lago congelado.
La voz de la niebla.
La voz del aire mientras nieva.
La voz de la niña
que aún ve unicornios
y conversa con ángeles cuyos nombres conoce.
La voz de la savia del pino.

Y después las voces se tornan más y más altas.

A veces las oigo
reírse de mi confusión.

Y cada una de las voces insiste
y cada una de las voces sabe
que es la única y verdadera.

Y cada una de las voces dice: sígueme
sígueme y te llevaré de la mano –









De Marie Curie a su esposo

Las ecuaciones son luminosas ahora.
El brillo tenue a lo largo de mi página,
a lo largo de las paredes
a lo largo de la almohada
donde tu frente debería estar.
Habrías sonreído al ver la forma de tu gráfico,
el que completé tubo de ensayo por tubo de ensayo.

Te las ingeniaste para deslizarte dentro mío,
te las ingeniaste para enrollarte todo, apretadamente en mi pecho.
Quiero que te acuerdes
de las vincapervincas, los narcisos,
la glicina, los lirios, el codeso;
de las vacas que caminaban con lentitud para olfatear,
de los manubrios que torcimos mientras montábamos en bicicleta a través de tantos árboles,
de tantos cielos y hierbas.
Hallando protección en la oscuridad, cada noche íbamos
a inspeccionar nuestras luces mágicas, fosforeciendo en brillantes
amarillos y verdes, amarillos y azules,
atrapadas en hileras e hileras de botellas.

Ahora se me antoja el gris,
se me antoja la lluvia: días como aquél
que te mató me mantienen
en el laboratorio y en las salas de clase.
Pierre, esta tarde a la una y media
continué tu curso en la Sorbonne.
Esta tarde
te sacudiste en mi pecho.
Tu barba corrió por mis venas, por mi sangre. Te agitaste,
tus piernas golpeando contra mis costillas
mientras analizaba el progreso
que se ha alcanzado en la Física.
Pero a la noche, aún cuento en polaco.

Traducciones de Jorge R. Sagastume

REVISTA PROMETEO


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Años después volveremos a esa tina


Años después volveremos a esa tina
la posición
de las llaves,
el agua resbalosa
como una cubeta
de anguilas entre nosotros...
ya viejos y con hijos crecidos
recordaremos la caída
del agua,
el jabón inútil,
la montaña húmeda de toallas.
"¿Recuerdas la bañera de Belfast?",
nos diremos, coquetos.

Traducción de Emmanuel Caballero







El Kama Sutra contado de nuevo

Entonces Roman Svirsky dijo
“es ilegal en Rusia escribir
sobre sexo
de tal manera que
para Vasily Aksyonov
es importante escribir sobre ello”

Te ríes
pero yo quiero saber
cómo romperíamos el largo silencio
si estuvieramos bajo esas mismas reglas.

No basta con decir
le besó los huevos,
le lamió toda la verga,
su lengua no podía parar.

Y es que él piensa en el primer día:
ella mira hacia otro lado
mientras se quita la camiseta
los blue jeans, las bragas, el brasier.
Ni siquiera voltea a verlo
hasta que ya está en el lago,
con el agua clara hasta el cuello
pero inacapaz de ocultar su piel.

Nadan
hasta las islas
pero él no recuerda haber nadado;
sólo rozar su pierna
una vez, y después sumergirse
bajo sus muslos y estar bajo el agua
lo suficiente para echar una buena mirada,
salir a respirar y observar
su pelo negro flotando liso,
y observarla después
escalar
las piedras, para salir del agua.

Ella no sabe qué decir,
Él desearía que fuesen cisnes,
los cisnes de Yeats
que no tenían necesidad de hablar
y podían deslizarse siempre
por otros mundos;
mágicos, aunque rozando carrizos de verdad.

El sol le da a ella en los ojos
por eso se acrecan a los pinos.
Al tocar sus pezones
él no sabe
quién de los dos está más sorprendido
(años después él recuerda esa mirada,
el modo en que sus ojos se agrandan).
A él le sorprende
que ella quiere que le bese
una y otra vez los pezones
porque ella tiene apenas diecisiete años le sorprende
que sus pechos están tan llenos.
A ella le sorprende
lo rico que se siente
porque él apenas tiene diecisiete años le sorprende
que pueda ser tan tierno
y tan duro dentro de ella,
así como agujas de los pinos
pueden ablandar la tierra.
¿En dónde termina la tierra
y empieza ella?

Debió haberse tragado el cielo
el lago, y todos los bosques
veteados de senderos marrón ámbar;

ya que ahora una enormes alas blancas
van descendiendo entre
sus muslos, aleteando más fuerte
por su pecho,
el pico
acariciándole la columna
las plumas hormigueándole la piel,
la sangre adentro
de sus ingles se hincha

mientras unas alas arremeten por salir,
arremeten.








Nachiketa

para mi hermano


El pájaro era plumas lacias café grasicnto,
ado y opaco café lacio,
y parecía que sudaba
todo el tiempo. Y Nachiketa lo traía
de aquí para allá en un sombrero de paja guango,
con listones naranjas que le revoloteaban, y adentro
la mascada de seda de su madre, verde
como un arrozal soleado, un nido para las pegajosas patas
y los ojos entrecerrados medio en coma.
Sí, Nachiketa, de cinco años y ceñudo,
cargaba todo el día con el sombrero nido, andaba
por toda la casa de balcón
a balcón, de arriba a abajo,
de la terraza al jardín y de regreso.
¿Sabían que Nachiketa visitó hace mucho
al gran Yamaraj?* Sí, hace mucho
Nachiketa viajó por pastos amarillentos,
dejó atrás vacas con cólera, caballos de pulmones ennegrecidos
parados debajo de árboles leprosos.
Y el gran Yamaraj no estaba en casa.
Así que Nachiketa esperó. Hambriento. Nachiketa
se sentó a la puerta, oscura, en un calor sin sol.
Nachiketa esperó durante tres días.
Hambriento.
Entonces, llegó Yama encantado
por la paciencia de Nachiketa,
y llegó Yama apenado
de haber sido un anfitrión ausente.
Y por supuesto que entonces hubo tres favores
que dar, y tres deseos que pedir.
Toma tus tres deseos y por favor vete,
éste no es un lugar para niños curiosos,
no es un lugar para los vivos con un karma no cumplido.
Pero Nachiketa se quedó quieto.
No queriendo sino preguntando.
No queriendo nada sino preguntándolo todo.
Y el gran Yamaraj cedió
y dijo, bueno, está bien, está bien te contaré.
La primera vez que Nachiketa regresó
de la casa de Yama, su piel estaba amarilla
y durmió en una incubadora durante un mes.
La segunda vez que Nachiketa regresó
de la casa de Yama,
encontró al pájaro dando resoplidos y graznidos
junto al camino de tierra.
La octava vez que Nachiketa visitó la casa de Yama
yo lo seguí, maldiciendo a todo dios, a todo ser
a todo espíritu que pudiera existir.
Lo seguí maldiciendo hasta que Nachiketa regresó
a salvo de nuevo.
Cada vez Yamaraj le da a Nachiketa
un dato distinto, nuevos secretos...
¿Pero qué le daba de comer a Nachiketa?
¿Qué bebía Nachiketa
con el gran Yamaraj?
Aveces sueño con la mano de Yama
restregando la camisa de Ñachi
cuando éste intenta alcanzar un plato de algo.
Paseo aburrida, paseo
con el deseo de tener tales secretos.
Mientras Nachiketa se sienta en el jardín
junto a los girasoles
con el sombrero de paja en su regazo.
Canta toda la tarde
mientras el pájaro le contesta con resoplidos
y sigue cantando
incluso cuando el pájaro no se mueve.








Reencarnación

Los viejos sabios
de la India dicen que hay ciertas reglas. Por ejemplo, si quisiste demasiado a tu perro, en tu próxima vida vas a ser un perro pero lleno de recuerdos humanos. Y si la hija favorita del Rey
amaba al jardinero de palacio de una casta inferior que se ahogó al cruzar el río
en un pequeño bote durante las grandes inundaciones, ellos van a renacer, y tendrán una segunda oportunidad. Los viejos sabios de la India dicen que muchas veces uno sueña con la vida que tuvo antes.
Un león está echado
junto a sus cachorros.
Su espesa melena enredada con pasto seco,
cabecea: una polvosa dalia reclinada.
De pronto con un respingo,
una súbita sacudida de la cabeza se queja y gruñe
a los cuatro cachorros que lloriquean. (Si sólo no estuviera tan hambriento habría dejado
que se le subieran por el lomo.) La leona se halla ya muy lejos de caza en la parte más profunda del valle: una selva alta y oscura. Lianas de rojas flores, serpientes veteadas de oro enrollándose en cada árbol.

Altos helechos,
mechones de cabello de Venus que bordean las anchas hojas.
Pero ahora la leona se topa
con un enorme claro.
Levanta la cabeza hacia el este, el oeste:
olisquea, olisquea. Sus ojos miran fijamente,
aprisa, camina como si sus adoloridas e hinchadas ubres,
rosas y no secas del todo, le picaran y le ardieran
y la empujaran a avanzar.
Está ya muy flaca, temerosa
de que sus cachorros puedan morir.
Ahora hay agua fresca que corre con rapidez,
salta sobre las piedras, la leona se detiene, bebe,
su rápida y larga lengua lame, bebe a lengüetazos el agua.
Ahora la leona va vadeando, nadando,
su larga cola dorada ondea en el oleaje,
chapalean las lastimadas y heridas garras.
Una ligera brisa
como si la tierra apenas respirara. Hojas caídas, aún verdes y lianas enroscadas en el agua,
la leona hace círculos. Los monos cercanos, las ardillas, incluso los pájaros permanecen escondidos, silencio. Muerto, se pudre un elefante macho:
balaceado, sin colmillos.
Tú me abrazas, me sacudes,
me sacas de mi sueño,
(¿o es que te soñé?)
el pelaje se demora en tu piel,
tu cuerpo no ha olvidado
moverse como un gato.
Mira, el sol derrama oro sobre las paredes,
con el amanecer te vuelves más leonado.
Las ancas se relajan con un escalofrío,
el lento lamer comienza
suavemente sobre las heridas.

Traducción de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano

[http://www.otrolunes.com/hemeroteca-ol/numero-09/html/cuarto-de-visita/cuarto-de-visita-n09-a01-p01-2009.html]


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