sábado, 24 de julio de 2010

PEDRO ARTURO ESTRADA [274]



Pedro Arturo Estrada Z. 


Nacido en Girardota, Antioquia, Colombia en 1956, ha publicado los libros: Poemas en blanco y negro (Editorial Universidad de Antioquia, 1994); Fatum (Colección Autores Antioqueños, 2000); Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, 2006) y Suma del tiempo (Universidad Externado de Colombia, 2009). Es además, narrador, ensayista y coordinador de talleres literarios. Premio nacional Ciro Mendía en 2004 y Sueños de Luciano Pulgar en 2007. Hizo parte de las revistas poéticas Maya, Fuegos y fue miembro de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob durante algunos años. "Sus poemas, en los cuales aflora el vacío existencial, la desesperanza, la muerte, el desamor y la soledad, han sido recogidos parcialmente en diferentes revistas, periódicos y antologías del país y del exterior." (Wikipedia).

En Pedro Arturo Estrada la escritura es señal de un límite, una dureza, una imposibilidad. No hay en ella abundancia, fluidez verbal, destreza del estilo. Pero marca, incomoda, incluso incordia el ánimo. Es una escritura seca, sin artificios que, sin embargo, da cuenta de una experiencia del mundo, de la vida a veces precaria, desesperanzada y burda que le ha tocado hacer. Pero algo en ella nos retiene, mantiene cierto atractivo por la sobriedad y contundencia de sus imágenes, por la belleza de lo que dice sin pretensiones. Desde sus Poemas en blanco y negro, Fatum, hasta Oscura edad y otros poemas como también en Poemas de Otra Parte, un mismo aire de incertidumbre y lucidez, soledad y vacío, insatisfacción y silencio se mantiene visible tras el lenguaje parco y riguroso con el que están escritos. (W. Valencia, Crítico literario)


TRÁNSITO DEL SONÁMBULO


1

Es de nuevo la noche que rebrilla estrellas viejas. Cruzo los predios desiertos de sus dominios mientras cae algo definitivamente sombra abajo de mí, tal vez lo poco que aún sustentaba una forma, un modo de estar en el mundo.

Vuelvo después al día, la rutina que restablece límites, el familiar cotilleo de cosas que son la medida de mi propio vacío. Un nombre, la cómoda sumisión a los espejos, los ojos que me reconocen o creen reconocerme.


2

El tiempo que al fin no es más que una bomba pasando de mano en mano. Y ningún lugar cierto para salvarse. Pero entonces, la callada certeza del olvido, el último y verdadero lugar.

Animales de costumbre, qué otra cosa sino ese lento y persistente roer, lamer, mascar, deglutir el mundo a pedacitos. Echarse a la sombra de las palabras mismas, confiados, esperando que ellas nos confirmen, nos salven al fin.


3

Hasta agotar la cuota de espanto correspondiente y morirse tranquilo, libre de coerciones y esperanza. Hasta ser por fin el que viene de regreso de todos los miedos, el que sabe con qué cuenta, con quién vive verdadero dentro de sí.

Un territorio limpio de huellas y muros. El viento desparramando las páginas de la pequeña historia de tu vida.


4

Un día un mundo, una sola y definitiva experiencia. Ser afuera de toda memoria. Reír en mitad de la extrañeza. No querer, no poder entender, no saber nada de la vida. Abandonarse a la fuerza de la oscuridad o de la luz que también es abismo.


5

Sólo la mano que toma el borde de una puerta, el ojo que recibe directa la luz, la boca que devora la fruta, la piel que se anuda a otra bajo la noche, el cuerpo que reposa lejos del día allá afuera.

Pudiera ser esto. El gesto perdurable. La eternidad.


6

Pero es el cansancio lo real. Volver a acunar toda la baba bajo la lengua. No hay más que el siguiente paso, el siguiente latido, el siguiente respirar.


7

Y ser apenas una arena más en la playa. Fragmento infinitesimal. Un punto en el espacio. Ir luego. Ir al borde mismo. Asomarse allí. Arrojarse como quien se abraza en sueños.


8

Pues al fin, la vida es lo que no se ve más allá del borde mismo del yo. El que se arroja es el que empieza realmente a vivir.

En tanto, la mayoría nos quedamos temblando y aferrados al borde, lo único sólido en apariencia. Lo único.


9

Temblor y misterio, sí, espanto de ser sin saber por qué, para qué. Y deleite, delirio, demencia febril de hallarnos expuestos al aire, al sol, al goce, al embate de los elementos y…la muerte, posibilidad también terrible y seductora al final.


10

Como un regreso. Quedarse con la ceniza de la carne, con el calor del amor en los huesos, con el eco interior de las palabras que no nos traicionaron. Quedarse con el espasmo, la punzada, la náusea. O despojarse incluso de eso. Merecer y aceptar la fortuna de renunciar a toda fortuna. A todo. Hasta el propio deseo de no tener nada.


11

Es de nuevo la noche que rebrilla estrellas viejas. Abandono los dominios de mi propio silencio mientras algo salta definitivamente luz arriba de mí, tal vez lo poco que aún se repliega, lo poco que todavía se resiste al vacío.


12

Vuelvo al día, la costumbre restablece sus leyes. La voz, el murmullo ajeno de los otros recobra en mí (lo que se repliega en mí), el curso natural de cuanto pienso o creo pensar y ser: un nombre, la cómoda sumisión a los espejos, los ojos que me reconocen o fingen reconocerme.

(Poemas de Otra/parte, 2004)



PAÍS DE SILENCIO

Alguien se atreve a preguntar por el que no ha vuelto.
Y las sombras le contestan: nada, nadie, ninguno.
Alguien deambula husmeando los últimos pasos,
los ayes que dejó en el aire, las voces que aún
se cuelan por debajo de las puertas. Alguien
bajo las sábanas húmedas de la medianoche
no logra conciliar el sueño, espera hasta la alta
desolación del alba esa noticia, ese ya, ese basta,
ese grito final que restablezca el curso de los días
y desate la voz sobre el vacío
excavado por años de silencio
y miedo.


PAÍS DE NADIE

Bienaventurados los que pierden toda patria
porque de ellos será la luz de su propio dominio.
Pero la patria no es de nadie cuando cualquiera
debe negarla tres mil veces ante extraños.

La patria ha sido confiscada en aeropuertos,
bancos, multinacionales, se arruga inútil como el billete
sin valor que la exhibe; la patria se va apagando
en la fotografía guardada —se deshace
con el aroma del último café.

La patria va quedando tirada
por las calles de todas las otras patrias
adonde un día huimos.



PAÍS DE PALOMAS

Cada día menos país, cada noche más sombra.
Los días aquí son palomas que se cansan
a medio vuelo. Aunque aprieta a fondo el sol
y hay una continua atmósfera de inquietud en todo.

Las noches suelen ser sofocantes y demasiado largas.
Nuestros sueños se vuelven más tortuosos
y el tiempo cae sobre los hombros en finas capas de ceniza.

Sonreímos para no perder la costumbre
mientras la sangre fluye pesada
por los cuerpos que esperan el golpe solapado del viento
o la caída abrupta en la fisura que —por lo regular—
se abre en medio de la vida.

El país, quizá,
somos sólo este vuelo ciego de palomas
en un cielo tormentoso.



CARTA

Desde estas montañas el verde
todavía es de todos los colores, incluso el rojo.
Qué exuberancia de la tierra. Qué exuberancia de los frutos.
Qué exuberancia de la muerte.

En estas montañas los árboles también
son el motivo lírico por excelencia,
además de los muertos —claro.
Además de los crímenes.

Árboles cortados a su pesar, como cabezas,
troncos, manos, ojos cegados,
muchachos que no verán el nuevo día.

—Tanto follaje pasto de la nada.

(De, Oscura Edad y otros poemas, 2006)



LOCUS SOLUS

20

Se disipa tu aliento
en el metal del día,
en su espejo.

La tierra asciende
y resplandece
mujer
curvada y dulce
en el éxtasis blanco,
mientras giras también,
alucinado,
solo,
último niño de la noche
de repente desnudo,
de repente heredero
de todos los vértigos
sobre el oscuro centro
sin bordes,
sin palabras.

Otra vez sin palabras.


21

En las cimas de la desesperación
también el silencio,
la ebriedad del silencio.

En las cimas de la lucidez
también la alegría
de no ser nada.

En las cimas de la soledad
también la risa,
la máscara de la risa.

En las cimas del vacío
la rotundidad de un cuerpo,
el deseo.

En las cimas del deseo
también la rotundidad
de su vacío.


22

Voces del día insidiosas
otra vez te reclaman.
Giras también
y se diría el éxtasis,
la primera mañana,
el vibrante fulgor
de esa palabra.

Déjate llevar como un niño,
te susurra el ángel,
la voz del árbol cercano.

Déjate ir,
asciende también
dicen de arriba.

Pero tú resistes
aferrado al último hilo
de incertitud,

—insalvable.


26

Bienvenida, perfecta irrealidad,
dilución de la certeza en humos angélicos, espejismo,
claridad mutante hacia la tiniebla absoluta.
Bienvenida inconsistencia del tacto, visión dudosa
que nos salvas del dogma,
de creer que creemos.

Bienvenida, refracción íntima de la luz
en el núcleo seroso del cáncer que aniquila
la fe, el confiado vigor del músculo
y el impulso sensual.

Bienvenida, fatiga sabia
que creces y te adensas
tranquila en las arterias.

Amiga que das tiempo
después de todo al tiempo.


27

Ya que permites ir a ninguna parte y al centro
de la nebulosa donde sólo hay silencio.
Ya que dejas reinar en el sancta sanctorum del cuerpo
el vago sol de la náusea, ya que dejas morir sin ruido
ese animal voraz que dentellea bajo la piel: el amor
y todas sus crías deletéreas, ya que asfixias la rabia,
ya que pudres antes que alcancen a brillar
las peligrosas, ambiciosas ensoñaciones del cerebro,
ya que humillas la sangre con la mano invisible
que también agacha los jardines, ya que subes
por los dedos afianzando la música que perderá
los sentidos, ya que doblegas la primera mirada
que busca afuera la salida del laberinto, ya que
nada pueden, nada podemos ante ti,
contra ti,

no dejes libre entonces
ninguna fisura
ninguna herida olvidada

ningún pavor suelto.

(Del libro, Poemas de Otra/parte)



FELATIO SACRIFICIAL

De pronto
ella se inclina
ya vencida

De su boca lívida
lentos hilos de plata tiemblan
hasta la base misma

El la toma de los cabellos sueltos
la oprime contra sí
la mece

Ella
ahogada de él
respira a trechos

Como en el miedo
como en la agonía
gime

Una y otra vez
resbalando bajo la fuerza
bajo el yugo

Sierva del dios
arrodillada
antes del empalamiento

(2005)

(De, Poemas de Otra/parte)



La oficiosa inutilidad

Nada produjeron mis manos a lo largo del tiempo.
Nunca sembré, coseché o almacené ningún fruto.
No cultivé los campos, no rendí mi sudor bajo los días arduos.
No vendí, no gané, no entendí los negocios.
La vida brilló para mí siempre afuera, más allá de las tiendas,
resplandeciente y solitaria como un río salvaje.

Me dirán: cuál tu oficio, tu forma de ganar el pan.
Reprocharán mi dulce dejar pasar las horas
como en éxtasis blanco, como sombra en los patios.
Señalarán mis libros, mi música, las artes
que en vigilia o en sueño suelo buscar iluso.
Reclamarán castigo inmediato de mi crimen:
mi indolencia aparente en el reino apurado,
este apartar los pasos de la vía demente
donde se trenza el músculo a la urgencia, al afán
de las ruedas, los motores, las alas.

Juzgarán estas manos ineptas, estos ojos abiertos
más allá de los lindes del hacer y el luchar.
No entenderán la honda soledad de mi inútil
condición, mi renuncia anticipada y muda
al laborioso mundo que inventaron los hombres
sobre la tierra abierta al goce, la delicia
del instante en la incierta duración de la vida.

No admitirán mi oficio simple de no hacer nada,
—mi tarea magnífica de estar solo soñando–
mientras pasan los años y avanza atareada
la muchedumbre informe levantando ciudades,
apresurando horarios, computando el mañana.

Sólo pienso, es difícil, es también un deber
que alguien cuide el silencio, que alguien
guarde el rebaño de sus propios deseos
al margen del bullicio, del frenético empuje
y el trepidar insomne de la gran maquinaria.

Soy un pueblo de manos esperando en la sombra.
Soy el desempleado, el vago, el remolón
habitante de orillas apartadas y sordas.
Otras son mis razones con qué estar ocupado.
Hay otro tiempo y ritmo, hay otro
espacio último entre las horas ágiles.

—Tal vez, acaso, nunca
no hacer nada fue tanto.

Porque al menos la guerra no está entre mis oficios.

(1999)

(Del libro inédito Poemas de Otra/parte)




SE LLAMA POESÍA

Homenaje a Aldo Pellegrini

Se llama poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles, sí.
Todo aquello que abre, en cambio,
la visión y el secreto del mundo a los inocentes,
a aquellos que lo apuestan todo a nada,
los que no guardan, no se cuidan, no acechan,
no calculan y sin embargo están siempre a punto de encontrar
como por casualidad incluso el amor, la muerte, la vida misma.

Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible. Lo que revela el otro lado de las cosas,
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno.
Lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña—
el interior hasta ahogarte los ojos.

Se llama poesía todo aquello que estalla de golpe en la palabra,
sin aviso y sin lógica. Lo que no puede explicarse
propiamente a los listos, a los que siempre tienen la razón.

Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio,
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna a los cuartos cerrados
de la vieja memoria; la antigua, recuperada simplicidad de los días.
El viento que reaviva una llama en la noche. Lo que nos sobrevive,
lo que siempre nos queda más acá de la herida, la pérdida más honda,
como una última, callada, oculta fortaleza.

(Del libro: "Oscura edad y otros poemas")


Antioración

Que la vida me agarre confesado
boca arriba del miedo
aleteando en el azul

Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros

No pido ningún cielo
No ignoro vuestro infierno

Solo este instante es mío
No lo carguéis de eternidad

Dejadme ir cuando quiera
No me atéis
No pidáis mi fidelidad

Mi fe última

Esa apenas me alcanza
para el día.



La sola gracia

No obstante, el instinto
de asirnos a los bordes

De mantener la calma
frente al vértigo

La ingenua obstinación
por otro mundo
soñado en el vacío

Esta red de creencias
deshecha por el viento
llamada realidad

La gracia de fingirnos
habitantes del aire
Son el único triunfo
todavía.



Miseria

Espuria promesa del reino
del país del mañana
cuando sólo teníamos ese trozo de pan
para el día siguiente

Cuando nos guarecíamos de la tormenta
bajo una piedra habitáculo de escorpiones

Cuando apenas podíamos copular en la sombra
avergonzados de nuestro deseo
de acunar esa pequeña llama
ese rescoldo de incendio en los ojos

Miseria de comprendernos mejor
cuanto menos palabras
cuanto menos sueños cumplíamos
cuanto más despojados

Miseria de no sabernos
de no querer saber

De no querer vivir
nada que estuviera más allá de las manos.



Memorial

Hubo un tiempo para el alto sueño del viaje
más allá de la casa, el sempiterno patio,
el comedor penumbroso, el corredor helado
Una hora para la epifanía
del grano de arena y las alas del pájaro
La simetría dorada, la cifra, el continuum
de la música donde fluíamos con los ojos cerrados

Tiempo en el que pagamos con oro toda fe
y aguardamos pacientes el regreso de la gracia

Esperábamos tanto de nosotros
Todo lo dimos, todo lo apostamos
esquivando el aletazo de la incertidumbre

De pronto algo se rasgó
La grieta apareció y por allí
el resplandor del infierno tan temido

La mañana dio un vuelco feroz contra los ojos
El sol se vino abajo
Se hizo polvo el cielo

Y no tuvimos donde poner el pie
que no fuera ya sombra
de lo muerto.



Belleza

Concentrado fulgor
Prenda última de los demonios

Belleza sólo para ella misma necesaria
En ella misma soberana

Belleza que sólo en nosotros se hizo escombro
Belleza que sólo en nosotros se hizo crimen

Belleza que sólo en nosotros fue terror.



Nos / otros

Árboles de sangre
acosando los cielos

Ecos difusos de una palabra mayor
sin memoria del origen

Piedras antiguas
rotos signos
somos

Una remota luz nos hiere
Una muda nostalgia de universos fallidos
nos reclama

Un resplandor de edades fabulosas
anida en los ojos

Nos ahonda una música imposible
nos atrista el color de otros aires

-Recuerdos de lo que nunca fuimos

Por eso escribimos tanto
Por eso indagamos por siglos
códices herrumbrosos, sangradas caligrafías,

papiros de la muerte, arcillosas tablillas de una historia
anterior que explique la nuestra

Nómades en círculo, viajeros
que nunca partieron de sí mismos.



Vino griego

Bebo por ti
cuando el día se ha ido y en la habitación
reverbera aún el eco de tus palabras

Tu vino quedó a la mitad de la copa
pero la mía vuelve a llenarse
a tu salud en la hora donde ignoro

la noche de tus pasos,
de tu ir hacia orillas de otro mundo
otras gentes, otra verdad tal vez,
una nueva alegría que no conoceré

o la definitiva tristeza
que te aniquilará

Bebo la coalescencia
dorada de la luz que respiramos
hasta el fondo, hasta la incertidumbre
de no saber si es esta la noche última,
si era este todo el tiempo
destinado por dioses innombrables ahora

Si era esta toda la vida,
si fue esto
—todo el amor.



Esa gente que lee en el subway

Qué secreta demencia te habita,
qué delirio persigues
inclinando los ojos,
sordo ya al traqueteo del tiempo
que chirrea y anuncia su última parada.

Ni poeta que fueras resobando unos versos
mientras huye a tu espalda
la ciudad a trechos vista,

la ciudad que corre todavía
de extremo a extremo
del día a la noche

mientras tú lees hasta el final
una página más antes de descender,
pasajero de las sombras

al centro de un mundo
del que todos regresan
—todavía más silenciosos.


Un día la luz estuvo con nosotros

Fiat lux
Génesis

I

Y dicen que la luz
todavía se guarda como el oro
bajo tierra o en bóvedas selladas

Que fluye subterránea
ajena a la avaricia de los hombres
donde aún no llega su desesperación


II

Aseguran también
que en la noche irremisible
se la oye cantar a deshoras
mientras sueñan los ciegos

su regreso

Que en el envés de cada palabra
todavía es posible advertir el brillo
de su paso fugaz

cuando estuvo entre nosotros
cuando aún adoptaba la apariencia
de una flor o derramaba en el atardecer
su inagotable sustancia


III

De su presencia milenaria
testimonian las piedras
animales más densos

Pero ni el agua
su filial

ni la música
-si aún queda música
en ausencia de la luz
ni el ojo que la busca
ni el corazón donde el amor
una vez la retuvo

dan segura noticia
de su vuelta


IV

La hemos perdido dicen
La hemos matado
acusan los unos a los otros

Que extraviamos su gracia
a causa de nuestra propensión
a la tenebra
murmura la mayoría

y ahora el mundo
lejos de su mano
es sólo el vertedero

de la muerte


V

Tantos enloquecieron
buscándola como topos
por la tierra vacía

Tantos siguen hablando de la luz
en el extrañamiento, en la alucinación,
en la continua noche de sus vidas
y ella no nos escucha ya

Ella se ha ido.


VI

Sólo queda esperar
el súbito prodigio

el anhelado roce
de sus dedos abriéndonos los párpados

la mañana magnífica
en que nos despertemos,
dicen unos,

o el día en que por fin resucitemos,
dicen otros.



Contra / babel

…una grieta en el seno de lo dicho
Mercedes Roffé

Y tantos libros, tantos nombres
desbordando la estrecha memoria de un mundo
hecho sólo de ráfagas de presente
Y volver a leerlo todo para nada
Y volver a escribirlo todo para la muerte

Espuma y viento, mares de tinta que revientan
contra los acantilados de la noche

Y al fondo en la soledad de su cubículo
el último hombre, el último poeta

salvajemente mudo,
rabiosamente herido
de silencio
-y vacío.












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