domingo, 7 de marzo de 2010

LUIS OROZ [013]



Luis Oroz

(España-Madrid 1972)




Biografía triste de la felicidad

Nació de la costumbre
y se dejó llevar, casi dormida, sobre el instinto de los años jóvenes.

Era el jardín donde arrojar futuros y cultivar recuerdos.

Dos décadas pasaron, y la muerte,
asesina de todos los que siguen con vida,
inyectó la tragedia por sus venas
hasta dejar en coma al pensamiento.

Se despertó con la primera risa,
después de que la ausencia le pusiera en la boca su pistola de olvido,
resucitó con el bostezo triste de los que duermen para sonreír,
de los que se sujetan a la vida
con las uñas postizas de la resignación.

Tuvo el dolor la angustia de los años bisiestos
y escondió sus heridas
bajo el tiempo inconsciente de las conversaciones.
Y fue feliz el gesto…
igual que la manzana en la boca de Eva.

Pero a veces la risa es el niño que escapa del amigo invisible,
el soñador que muestra, escondido en sus miedos,
la transparencia de la realidad.

Ella resiste junto a las cervezas,
en la contemplación de los años filiales
o en la abstracción fugaz del último poema.
Ella resiste poderosa y única
y se deja llevar, casi despierta, sobre el instinto de los años.

Como el humo que aleja los pecados del fuego
sobrevuela el incendio de los nombres.

Si la felicidad pudiera hablarnos,
respetuosamente, guardaría silencio.





Lector


En ese labio tuyo que susurra con miedo
el dolor de mi voz,
están todas las noches que guardábamos
al fondo de una herida compartida.

Mi palabra, la tuya,
la que nos hizo cómplices de un silencio oportuno,
son ahora jirones de una misma distancia,
la que va de mi duda a tu certeza.

Y es que nunca supimos empaparnos de labios
cuando el amor llovía,
y nos quedamos solos, esperándonos
con las manos cerradas
y las bocas abiertas
por si un día se cruzaban los besos que lanzamos al aire.

Amémonos ahora eternamente
mientras pasa el poema.






YA NO VUELVO A MORIR

Pensaba que la muerte eran tus labios
oficiando metáforas de olvido,
pensaba que la muerte
era escribir sin alma los capítulos
de una inmortalidad enamorada,
creía que morir era dejarse dos ventanas abiertas
y algún libro,
eternamente prólogo,
en la casa sin piel de la conciencia.

Tenía tantas risas casi tuyas
que quise desreir la vida entera
en pantallas de luz,
ahora descubro que dejé de sentir, tal vez sintiendo
un fúnebre latido entre los dedos,
que descolgué el exilio de tu beso
para avivar silencios,
y mi boca
se dedicó a contar cuántos poemas
se van de funeral sin ningún muerto.

Pensaba que la muerte era un reguero
de puntos suspensivos…
y olvidé que el espíritu se nutre de todos los cadáveres,
de todas las incógnitas que viven
silenciando el compás de las palabras.

-Ya ves, tengo tu olvido
borracho de una añeja indiferencia,
pero ya no hay un cura en los espejos
“extremando la unción” de las caricias.

Soy la reencarnación de la sonrisa
que se escapó de ti mientras dormías,
y la muerte fue sólo el anticipo de un cariño exprimido.

¡Ya no vuelvo a morir cuando te pienso!
tengo la inmunidad del que ha aprendido a guardar en la tumba
una inyección letal para los sueños.




LA INMORTALIDAD

Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.

Luis García Montero.




Para ser inmortal no basta un libro
cuajado de poemas inmortales.
No es eso lo que pide un corazón
que late a tu compás entre los dedos.

Tú serás inmortal cuando se muera la última razón
para querer siquiera recordarte,
cuando todas las cosas que no has dicho
las digan en voz alta,
y por tu culpa,
una legión entera de poetas
que nunca has conocido.

Lo que quede en el aire cuando faltes,
lo que imagine el triste tras leer
una lágrima tuya entre sus letras;
la esperanza posible de algún desesperado,
la caricia resuelta en forma de emoción
al cruzar otra página...
todo aquello impensable que no pasa
mientras vivas soñando eternidades
es la inmortalidad.

Y es que ser inmortal es ir muriendo
en las vidas ajenas,
es ir abandonando sus memorias
para quedarse,
ausente,
en las palabras,

para ser otra vez
y para siempre
el poeta sin cuerpo que antes eras.




BIOGRAFÍA TRISTE DE LA FELICIDAD

Nació de la costumbre
y se dejó llevar, casi dormida,
sobre el instinto de los años jóvenes.

Era el jardín donde arrojar futuros
y cultivar recuerdos.

Dos décadas pasaron y la muerte,
asesina de todos los que siguen con vida,
inyectó la tragedia por sus venas
hasta dejar en coma al pensamiento.

Se despertó con la primera risa,
después de que la ausencia le pusiera en la boca
su pistola de olvido,
resucitó con el bostezo triste de los que duermen para sonreír,
de los que se sujetan a la vida
con las uñas postizas de la resignación.

Tuvo el dolor la angustia de los años bisiestos
y escondió sus heridas
bajo el tiempo inconsciente de las conversaciones.
Y fue feliz el gesto…
igual que la manzana en la boca de Eva.

Pero a veces la risa es el niño que escapa
del amigo invisible,
el soñador que muestra, escondido en sus miedos,
la transparencia de la realidad.

Ella resiste junto a las cervezas,
en la contemplación de los años filiales
o en la abstracción fugaz del último poema.
Ella resiste poderosa y única
y se deja llevar, casi despierta,
sobre el instinto de los años.

Como el humo que aleja los pecados del fuego
sobrevuela el incendio de los nombres.

Si la felicidad pudiera hablarnos,
respetuosamente, guardaría silencio.




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