miércoles, 1 de septiembre de 2010

785.- MAURICE RIORDAN


Maurice Riordan. Poeta irlandés. Nació en 1953 en Lisgoold. Fue educado en el University College de Cork, donde más tarde fue maestro, y en la McMaster University, Canadá. Sus colecciones de poemas son: A Word from the Loki (1995), Floods (2000), Wild Reckoning (2004), The Holy Land (2007) y Poems of Space (2008). Es co-editor, con el científico Jon Turney, de A Quark for Mister Mark, una antología de poemas sobre la ciencia. Su poema "Milk" fue ganador en la National Poetry Competition de 1992. Vivió en Canadá y en España antes de radicarse en Londres, donde es maestro del Morley College.




LA COSA COMO ES

Vivimos dentro de una lluvia continua
de átomos donde todo emite corrientes
corpusculares de imágenes
y así transmite colores, formas y sonidos
a los sentidos de acuerdo a la teoría unificada
de Lucrecio quien se dio muerte,
nos dice San Jerónimo, al enfermar
por una pócima de amor o, por decirlo así,
por el amor maltrecho en su forma química;
ya había compuesto entonces
durante los catastróficos años finales
de la república,
De Rerum Natura, la naturaleza de las cosas,
o sólo la Naturaleza:
que conocemos por sensaciones,
de primera mano, con el cuerpo.
Jerónimo, como es de esperar,
respaldaba los ataques del romano
a los dioses paganos,
y su no tan romano desprecio del amor sexual:
así es que el poema halló su camino
hasta manos modernas en un manuscrito
defectuoso;

a las que llega aún fresco con esa embriagadora
pócima primera de especulaciones áticas,
todavía sin el lastre de los resultados.
Nada sale de su alcance: las partículas
de la materia,
los imanes, los sueños, la fisiología,
los terremotos, el clima británico,
los temperamentos de las bestias salvajes,
y "sus usos militares"...
Investiga asuntos como de qué manera
escuchamos
aunque no podamos ver a la gente
que charla en la habitación contigua;
por qué, al inclinarnos sobre un espejo,
nos vemos emerger de sus profundidades.
No se trata de preguntas "espinosas"
nos asegura Lucrecio: aunque desconozca
(es normal) la ley de la incidencia y la reflexión,
y se halle irremediablemente lejos
de todo atisbo de frecuencia o amplitud,
sus hipótesis en esta obra tienen el fulgor
demoníaco de De Selby
con algo del ingenio y encanto
de un niño pequeño.

Mas sobre los fenómenos mismos es elocuente
y exacto:
vemos al leñador en una colina lejana
levantar el hacha hasta los hombros,
justo cuando el golpe
resuena en el oído; a la luz de la luna
andan a nuestro lado sombras; nos asomamos
a un charco que refleja los cielos;
esos cielos se abren y descargan su granizo;
el aire se divide mientras olemos
—como nunca en la vida real— el extraño,
sulfuroso hedor de una casa destripada
por un rayo.
Puede también ser dulce.
Entonces el rígido hexámetro se hincha
de nociones atrevidas, expresiones amables;
el peral reúne en su entera y contrahecha
forma la esencia de la pera y ofrece su carne
al apetito; las vacas se revuelcan
en los pastizales, pesadas por la leche
que gotea de sus ubres
("leche entera" escribe, para "adormecer"
a las terneras).

He aquí entonces el tránsito apacible
de la naturaleza: Marte duerme en el regazo
de Venus y absorbe sus húmedos, maternales
átomos... Pero cuando se refiere al amor humano,
todo es "incisiones",
"picaduras" y "pérdida de fuerza".
Al tiempo que nuestro ojo
es orientado hacia las radiantes,
volátiles superficies de niñas o efebos,
se nos advierte alejarnos; y cuando los síntomas
pasan de cortadas y moretes a hinchazón,
delirio e inextinguible fuego,
se nos aconseja "distraernos con sustitutos",
o si no:
Dormir a solas —por este epicúreo estupefacto
(enloquecido, afirman los Padres,
por una sobredosis de poción)
quien, por refrenarse, recuerda su hogar
de infancia, las noches en vela cuando se recostaba,
atento a las imágenes etruscas,
y habiendo quizá soñado con Ifigenia; un intenso
y libresco adolescente atemorizado por los dioses

quien culminaría una vida de esfuerzo científico,
no con estrofas efervescentes para Venus o Apolo,
sino con la plaga de Atenas en 430 a.C.
—con esto, para demostrar que era apto
para el combate mortal,
el poeta del cuerpo vulnerable:
cuando la nube atómica,
acarreada por el viento sobre las ciénagas
salinas de Egipto, invade las gargantas
de los ciudadanos; transporta las armas del frío
y el calor; impone un régimen de sed y hambre;
y ataca las ciudadelas de la vida, cuyo asiento
—situado en el pecho —
se tambalea pero resiste;
delicados instrumentos se ponen en acción;
sin que haya alivio, salvo en las oraciones
y los exabruptos.
Y luego ni siquiera en éstos; los agitados
átomos han encontrado la lengua,
"intérprete de la mente" y la han desconectado.
Nada queda sino un dolor impronunciable.
Y así termina.

(de: A word from the loki)

(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)





UNA PALABRA DE LOS LOKI


La lengua Loki no se presta
a ser descrita en términos clásicos.
Fíjese en las vocales: sólo hay cuatro,
con una, articulada por inspiración
(es decir, tomando aire), que requiere
un milagro acrobático de la garganta
para encajarla con sus consonantes.
Un experto lingüista sólo consigue, con suerte,
una especie de aproximación, pero los Loki
la emiten con una precisión de bailarina.
Fíjese además en que la tribu ha producido
esta agotadora forma de articulación
para una palabra, un verbo intransitivo
empleado en sólo un modo, el optativo.

No hay equivalencias semánticas
en inglés, ni en todo el indoeuropeo.
A grandes rasgos, podemos traducir por bromear,
siempre que citemos otros usos,
como curarse de una picadura de serpiente,
comer pescado con los antepasados,
morir en casa en el poblado, sobrevivido
por todos los hijos y nietos de uno.
Está prohibida en el habla diaria,
y los Loki, un pueblo comedido
que aborrece los castigos físicos
son severos en la observación de este tabú,
ya que los transgresores, de cualquier edad
o clase social, son entregados a mouri

(enviados, en realidad, a una muerte horrible,
dado que colocan a la víctima en una canoa,
le dan una calabaza de agua, un cuchillo
y uno de esos monos tan sosos
con cara de búho por compañía, los remolcan
hasta mar adentro y los sueltan en la corriente).
Pero el tabú se relaja en las así llamadas
fiestas de chistes: celebraciones espontáneas
que se forman tras partos múltiples
o una pesca excepcional de anjovas.
Es la ocasión para los cuentos
y la poesía, y tienen su parte útil
al permitir a los jóvenes aprender este verbo
y perfeccionar su sonido exacto.

Porque se cree que el verbo proviene
de los dioses ancestrales, su único don.
Y su uso oculto es específico: alejar
a los Loordhu, una horda caníbal,
de quienes se cree que merodean
por el interior de la selva,
famosos por preferir la carne
fresca y cruda, criar niños in lieu de cerdos
y llamar delicatessen al ojo y la lengua.
La proximidad del peligro es anunciada
por un desaliento que parece sobrevenir
sin causa visible pero que produce
un rápido cambio en un pueblo de por sí
valiente y práctico, deteniendo
en cuestión de horas trabajo, juegos
y charlas.

En estas crisis, los nativos se acercan
a la ribera del río y, al atardecer,
trepan a los árboles, donde recitan
este verbo en las horas oscuras.
Pero dado que, desde que la aldea tiene
memoria,
los Loordhu no han atacado aún,
existen razones para no creer en la existencia
de una amenaza inminente para los Loki,
quienes, aún así, continúan, suspendidos,
su cántico.
Éste, a la vez ansioso y fantasmal, produce
este notable resultado: apacigua
el alboroto de los gibones
y aquieta, hasta donde es audible,
la extensa selva.








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