martes, 26 de julio de 2011

ANDRÉ DU BOUCHET [4.309] Poeta de Francia






ANDRÉ DU BOUCHET 

(París, 1925 - Truinas, 2001) vivió en Francia hasta la invasión alemana de 1940, año en el que se exilió en EEUU con toda su familia. Allí cursó estudios universitarios y se convirtió en profesor en Harvard. De regreso a Europa, escribe crítica literaria y de arte mientras compone la que será su obra mayor: Dans la chaleur vacante (1961), influido por Mallarmé, Reverdy y Char. Funda con Bonnefoy y Dupin la revista L'Éphémère y traduce a Hölderlin, Mandelstam y Celan, entre otros. Sus obras más importantes, Ou le soleil (1968), La couleur (1976) y L'Ajour, reflejan una poesía áspera, acuciada por el vacío con la que «afronta la desnudez abrupta de la materia». Sus frases incompletas, que emergen de la nada para volver de nuevo a la nada, reflejan insatisfacción e indiferencia. Precursor de un cierto minimalismo, temas como el sol, el glaciar, los muros y la dificultad del obstáculo parecen acordes con su idea de desasosiego en tiempos de angustia y desamparo en los que vive el ser humano. A pesar de su relevancia (Grand Prix National de la Poésie en 1983 al conjunto de su obra), no hay un solo poemario suyo publicado en España.






cuatro poemas trasvasados del francés 
por Manuel Ángel Gómez Angulo.




RELIEVE


Hoy 
habla la lámpara

ha tomado un color
violento
todo estalla y llamea
y sirve
incluso las migajas

veo el platillo blanco
sobre la mesa
moldeado en el aire 

la verdad muerta
tan fría
ahora viva

sin pausa

y a voces.


De En el calor vacante (1961)







Cuando dije carbón

quise decir 
invierno

quería decir eso
en torno a la borrasca

la tos

las contusiones

todo está posado como una herida

el plato inmóvil

los objetos nacidos de las manos
abriéndose
en el fondo de un aire

que cuece.


De O el sol (1967)







DEL BORDE DE LA GUADAÑA


I

La aridez que desnuda al día.
Mientras la tormenta anda de un lado a otro,
                                     de un lado a otro.
En una senda, que a pesar de la lluvia, seguirá seca.
La tierra inmensa se derrama, y nada se ha perdido.
A la herida en el cielo, el espesor del suelo.
Doy vida a esas rutas y a sus encrucijadas. 


II

La montaña,
              el día bebe de la tierra, sin que el muro se mueva.
              La montaña
              como una falla en el aliento
              el cuerpo del glaciar.


Las nubes vuelan bajo, a ras de la cañada, alumbrando el papel.

No hablo previo a ese cielo,
                                               a sus heridas,
                                                                                  como 
               una casa sometida al aliento.
He visto al día estremecerse, sin que el muro se mueva.


III

El día despelleja los tobillos.
Postigos bajados y en vela, en la blancura de la pieza.
Tardío apunta el blancor de las cosas. 
                                               Camino recto hacia el día turbulento.



De En el calor vacante (1961)





RUDIMENTOS 5


En lo peor,
          la tormenta dormida pegada al muro. La montaña, el guijarro que amortaja la montaña.

Cuando cae la noche, múltiples países de sombra cubren la ruta inútil.
He construido un verano en pocos días, sobre mis manos, sobre la tierra.


De En el calor vacante (1961)






Traducción y selección de Iván Salinas



enero 1956

si te hallaras aquí, te

besaría.
como si hubiese
en la piedra
los círculos del agua
percutida

en la mirada blanca de las piedras
el cielo
su frente
en el punto en que fueron
golpeadasacometidas
arrojado — sin ojos — contra el muro de la tierra

cuyas asperezas nos devuelven

la mirada

Tierra que nos fue confiada
y de la que estamos separados.
en el mismo aire
al aire nos sustraemos
dejo crecer
el vacío
y todo lo que nos separa

tenso el vacío

resuena

como si el lejano gusto de la tierra me iluminase.

soy la piedra
la mano que la lanza
el camino que abre

de nuevo




febrero 1956

en la noche, como
si se pudiese hallar un solo punto desierto donde
detenerse
un espacio vacío
pero el corazón no se detiene.





julio 1956

para desaparecer
en las grietas del viento.
alrededor de mí me estrello con el muro infinito
nuestro fin no tiene final
— ahogado en la tierra honda
que se extinga la tierra — pero que se
obscurezca el aliento que la traspasa, que el lodo
sea nuestro cielo
no hay en mí suficiente distancia que nos
separe para respirar
para hallar el olvido
calcinante del aire.

El sol —, como el pájaro
antes de esfumarse, brota una
vez más de la tierra.
el mismo sol — separado
por la tierra

separado por la sombra
como este sendero penetra
profundamente en la tierra.

Todo proviene del corazón azul,
— hasta el círculo al pie de la lámpara

Vemos, incluso en el papel,
el día de la senda rugosa.
Regreso al día de la
habitación. El sol ausente
me enceguece.

he llegado
al pie de la tierra
desigual.
Está aquí. No la inventé yo. La invento,
me destruye.

Dos veces vi, en algunos meses,
al resplandor de su belleza
coincidir con
el fin
de la luz — y
brillar con ella

miro, por esta ventana,
los rasgos fríos y
quietos
del motor
fuera de la luz del día
quedo abandonado
a esta frente rugosa
la suavidad de la piel
ha desaparecido.





agosto 1956

Me dejaste entrar al fondo
de tu amor. Entornaste
el polvo.
Te vi reír en la linde del
polvo — y una nueva
ola te borró.
La aridez que me conduce a tierras sin agua— a la fuente. La tierra que sacia esta sed
— lejos de nosotros.
sólo el aliento del horizonte
llegaba hasta nosotros — el
aliento del horizonte que empaña nuestro corazón
y que siega también al día
encarnado.




septiembre 1956

La felicidad — en una habitación vacía,
— y el paso distante de mi amor
Cerca de mí — y no puedo acercarme.
como el campo que escogía
en la extensión donde mi vida debía perderse.
El horizonte desplazado

Aún te espero
en el lecho desecado del torrente.
El aire nos golpea

lejos y aquí.
al fondo
de este bloque de cielo blanco.
si yo fuese labor


por esta ola
vería, entendería.

Mi lecho debería estar abierto —, quedar
deshecho.

Corté
los paños del viento.

Eras, entre estos paños
desgarrados, la luz de la mañana que asoma.

el lecho adorado

— lecho de mi furor.

El rostro del agua rueda en el lecho desierto.





Dans la chaleur vacante



- Extinction

Le noeud du souffle qui rejoint,
plus haut, l'air lié,
et perdu.
Ce lit dispersé avec le torrent,
plus haut, par ce
souffle.
Pour nous rêver torrent, ou inviter le froid, à travers
tout lieu habité.
De la montagne, ce souffle, peut-être, au début du jour.
L'air perdu m'éblouit, se fermant sur mon pas. 



- Loin du souffle

M'étant heurté, sans l'avoir reconnu, à l'air,
je sais, maintenant, descendre vers le jour.
Comme une voix, qui, sur ses lèvres même,
assécherait l'éclat.
Les tenailles de cette étendue,
perdue pour nous,
mais jusqu 'ici.

J'accède à ce sol qui ne parvient pas à notre
bouche, le sol qui étreint la rosée.
Ce que je foule ne se déplace pas,
l'étendue grandit. 



- Cession

Le vent,
dans les terres sans eau de l'été, nous
quitte sur une lame,
ce qui subsiste du ciel.
En plusieurs fractures, la terre se précise. La terre
demeure stable dans le souffle qui nous
dénude.
Ici, dans le monde immobile et bleu, j'ai presque atteint
ce mur.  Le fond du jour est encore devant nous.  Le
fond embrasé de la terre. Le fond et la surface du front,
aplani par le même souffle,
ce froid.
Je me recompose au pied de  la façade comme  l'air
bleu au pied des labours.
Rien ne désaltère mon pas.








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