sábado, 4 de septiembre de 2010

877.- ESTELLE TALAVERA BAUDET


Biografía de Estelle Talavera Baudet:
Madrid, 1979. Es poeta y editora. Licenciada en filología por la Universidad Complutense de Madrid, máster en Creación Literaria por la Escuela Contemporánea de Humanidades y en Edición por la Universidad de Salamanca.
Sus poemas aparecen en las antologías: Estrella Fugaz, Letras de Seda, Los cuentos de nunca acabar.
Ganadora del Premio Internacional de Poesía La Mano (Valparaíso, Chile)
Ganadora del Premio de Poesía Arte Joven (2003)
Ganadora del Premio de Fotografía Arte Joven (2003)
Poemarios: 27 Paraguas. (Editorial El problema de Yorick. 2008)
En octubre publicará su segundo poemario, Ciudad de elefantes,con Amargord Ediciones.









Rincones Desnudos.

Qué bien has aprendido
a tocar
esa canción al piano.

Querría llevarte al lugar
recóndito
-tú y tu piano-
y tragarme con cebolla tu partitura,
verte moverte, como en un zoo,
sin hábitos ni ropas:
sólo tus dedos sobre la tierra y el teclado.


Quiero saber qué ronda bajo esas cejas,
esas pupilas rápidas de bemoles;
tu alma a salvo de rincones
usados.
Que me mires
y que en mis ojos veas tu melodía.
Que hoy me quieras un rato,
el breve intervalo
de una canción,
de un arrebato exaltado
sobre las teclas de cualquier piano.

( de su libro 27 Paraguas ).










HOMBRE NO ACUÁTICO

Es alentador tenerte,
ver tus dos manos al timón
prendiendo el lazo complicado
que ata, ancla,
el barco al cielo
en plena tormenta de aleteos.
Es alentador conservar la calma,
tener branquias cuando sumerges
nuestra historia bajo el agua.
Espera, apagaré la luz.
Suena música cada vez
más cerca.
Logro respirarte, a ti y a tus ojos
de aguas picadas.
El mar rompe a los pies de la cama;
un pez cogió mis gafas.
Tal vez no veía bien…
qué alentador que vea,
que no tropiece en tus zapatos,
que sepa
esquivar las puertas semiabiertas
de esta casa.
Te duchas en pleno pasillo
bajo estas aguas tibias.
Yo tengo tiempo de verte,
de querer tus caderas,
tu sexo,
de aplaudir las aguas,
las versiones apagadas de
las notas en este último revuelo.
Todo es querer. Y yo quiero.
Hoy, lo he logrado, soy pez de agua dulce
que sala las comidas insípidas
al lado
de tus aletas de hombre disfrazado.
Te imploro traerte aquí la superficie.
Perdí el trabajo no acuático,
el calor de las aceras,
el teléfono que flota,
su cable enrollado,
extenso.
Tu resoplido resultó ser una
gran burbuja saliendo de tu boca.
Estás gracioso, aquí abajo, conmigo,
hombre no acuático.
Estás gracioso fuera de contexto,
junto a mis escamas.
No has perdido tu seriedad conmigo,
pero sí el sonido de tus pasos
y el rozar de la sábana
en un mal sueño.
Estás gracioso,
hombre fuera de tierra.
Tus ojos buscan ventanas
en esta pecera llena de distracciones.
Mira qué piruetas hago,
qué serenidad de calma acolchada.
de usurpador de pesadeces
y tormentas de acero.
Aún no sabes respirar,
hombre no acuático,
bajo mis aguas.










VERTICALIDAD INFINITA

No quiero caminar de frente, como la rana,
ni de lado, como el cangrejo,
ni hacia atrás, como el hombre asustado.
Quiero bajar, como el renacuajo,
al fondo
de las aguas.
O hacia arriba, como el ave
que persigue
una libélula
y no le quita ojo hasta haberla tragado,
sobre mil quinientos
árboles
cubiertos de nieve,
sobre los techos,
sobre las nubes, donde respirar cuesta tanto
como en el mar.

Donde una pluma, desprendida del ala,
vuela años de vientos
hasta tocar suelo.

Ciudad de elefantes, Amargord Ediciones.









MI PRIMER APAGÓN

La primera vez que te intuí tenía
los pies descalzos y te me clavaste.
Escena que por un momento parecería
digna de un cuadro:
arrodillada, desclavándote de mi talón
tú enzarzado, revuelto entre mi piel a cada paso,
como piedras invisibles que se meten
en el zapato.
El andar se me hace tosco en el cruzar
de las esquinas.
Cada nueva escena soy yo, entre ladrillos,
luchando por sacarte de mi cuarto,
de mi bañera, de mi taza de café.

Todo se ha vuelto una lucha ahogada,
silenciosa, de titanes en miniatura.
Es penoso –divertido- este apagado forcejeo;
este primer salto al vacío en pijama.

Mi primer abrazo al aire iba dirigido a tu cintura.
Mi primera fiesta en solitario, mi borrachera
de relámpago en la puerta de tu casa.
Mi primer bostezo derrotista.
El primer apagón de mi milenio.










INSTRUMENTOS SIN CUERDA

Busco instrumentos
a tu música,
utensilios quirúrgicos, perfectos,
con los que modificarte,
abrirte, examinarte, conocerte mejor
que nadie.
Busco mantas y abrazos con los que arropar
tu cuerpo.
Busco instrumentos que nos afinen,
a la vez, los oídos
al escucharnos.
Revuelvo los cajones, las bocas, los libros
y no encuentro modo de revelarte
de pasarte de película a papel
de hacerte colar un pie en mi cama,
arrancarte los abrazos a mordiscos.
Atarte a mis vértebras y dejarte crecer
como una planta.
Trato de firmarnos
de dar patadas a nuestras piedras
dolorosas,
allanar los caminos que nos conducen
como mapas sin escalas
ni horas
ni bocas locas.
Ni mejoras.

Sigo buscando instrumentos que te aten
calores que te adormezcan
y retrasen tu partida.
Busco extorsionar, forzar, robarte
del mundo
hacerte desaparecer en mi chistera
y renombrarte.
Caerme dentro de tu garganta
como una píldora.
dormirme entre tus dedos pero por dentro,
o en tu talón que camina lejos de casa,
uno y dos y así infinito.
Y que sigas ahí cuando despierte.
Que sigas ahí cuando despierte.

Busco instrumentos que te dibujen en el aire
y ninguno de ellos tiene
cuerda.










SÁLVESE QUIEN SEPA CÓMO

Hace 300 días
que recorro los lindes de tu bosque
y tu cara ya no es tuya
ojos que pueden ser de otro,
perfiles, narices de formas imprecisas,
abarcables.

Atrapé la maceta antes de caer
sobre tus cielos.

Colonicé tus tejados
con lluvia.
Me arrepentí de mis nocturnidades
mientras apago mi borrachera.

Hace 300 años que me encojo
a tu entrada
retrocedo
me escondo en una de tus botas
exploro bajo tu alfombra
el sonido de tu tele a medianoche
tú dormido,
baba colgando,
afuera nieva.

La luz que se va,
saltan los plomos.
Trato de arropar tus desvaríos,
de colmar de barcos
cada una de tus tempestades,
de hacerte zumos de limón y azúcar
y curas de sueño
entre mis pechos.

Trato de partir pronto,
de no hacer ruido,
procurar oídos sordos
a cada uno de tus suspiros.
Y es desesperante.
Trato de lavar cien veces
tus trapos sucios,
de curiosear entre los callos de tus dedos,
tus antiguas bondades.
El cenicero lleno,
la leña mohína
listos todos para el galopante retroceso.
Sálvese quien sepa cómo.
Y que levante la copa quien pueda.








Me he puesto las alas más grandes
que he encontrado
Y si debo decirte.
Y si debo.
Y si callándome tu salto es inmenso,
más hermoso que mi estrépito de cacharros
y la caída del manojo de cucharas
de acero.

Tú llegas una vez más
un beso,
ordenador, sonrisa, tu pijama.

Me siento en el suelo de este cielo
la hierba mojada, cae la noche.
Y tu llamada viene de lejos…
el despertador para mañana,
tu abrazo dormido,
la hora de apagar las farolas, los ladridos.

Todo normal.

Y mis ojos, volando el techo,
recorren alterados cada rincón
de otros
cuerpos.

Mientras te abrazo.

Somos, hoy, dos.
Con ganas de llorar
y un gato enloquecido por abrazos
en mitad de la noche.
entre nuestros cuerpos
a medio abrazar.

Hoy, por primera vez,
he abierto las alas más grandes
que he encontrado:
te he dicho al oído mis verdades; tú dormido.

Y es complicado salir
de una vida
sin hacer el más mínimo
ruido.








Bla bla bla

Todo he alcanzado en este largo baile.
Todos los trajes, todas las copas.
Todas las caras conocidas.
Sus lamentos suicidas, sus glorias,
sus despedidas,
sus abanicos de dedos danzando
con nerviosos aspavientos en el aire blanco.

Y una estatua firmemente callada.

He visto muchos bailes de éstos.
Anfitrión saluda, inclinación.
Tengo en algún sitio la invitación, disculpe.
Y el brindis, ¡por una vida gloriosa!
Y el saludo.
Y sus lamentos, sus glorias, sus despedidas.
Sus abanicos bla bla bla.

Y su jardín lleno de acacias.
Sus melenas recogidas,
sus labios frescos, rojos,
sus aspavientos, ya dije.

Y al fondo la estatua.
Y cuanto más sube la música
más me obsesiona su pose indolente.
La fiesta es un eco de gargantas,
una doble vocal mal pronunciada,
el galope al que salen con redoble mis
silencios
a estas horas de la
madrugada.

Al fondo sigue erguida aquella estatua.
Y ya es inútil hablar de tues y de yoes,
y de bla, bla, bla,
y de bailes.
Y de nada.


Si no fuera por el moho de tu mármol
diría que estás a punto de hablar.



WEB DE ESTELLE TALAVERA BAUDET:
27 PARAGUAS













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