miércoles, 13 de octubre de 2010

ARIEL WILLIAMS [1.495]


Ariel Williams

Nací en Trelew (Provincia del Chubut, Argentina) el 14 de Marzo de 1967. Cursé allí estudios secundarios. Posteriormente, entre los años 1988 y 1992, cursé la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Ejerzo la docencia en escuelas de nivel medio desde el año 1993, y en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, desde 1999. En el año 2000, nació mi hijo Ioan. Desde ese año vivo en la ciudad de Puerto Madryn.

En 1991, fui seleccionado para participar en la Bienal de Arte Joven (Buenos Aires), exponiendo y leyendo poemas míos. En 1992, obtuve la Corona del Poeta en el Eisteddfod del Chubut. Fui miembro fundador de la revista “El Perseguidor”, dirigida durante muchos años por Diego Viniarsky. Formé parte del CELPAT (Centro de Estudios Literarios de la Patagonia) y del Grupo Literario Verbo Copihue, en el seno de los cuales participé en la organización de eventos culturales de distinto tipo (encuentros literarios, recitales de poesía, debates, cafés literarios, presentaciones de libros, publicaciones, etc.) Fui co – editor de la revista virtual “Verbo Copihue – Letras Patagónicas”. En el año 2000, fui seleccionado para participar de los talleres de reflexión y producción poética coordinados por Diana Bellessi y Arturo Carrera, realizados en Comodoro Rivadavia y Puerto Madryn, organizados por la Fundación Antorchas y la revista virtual Revuelto Magallanes, dirigida por el poeta Cristian Aliaga. En el año 2001, fui invitado a participar en el Festival Internacional de Poesía, organizado y realizado en Buenos Aires por la Casa Nacional de la Poesía. Fui jurado en estos concursos: Concurso de Poesía del XXIV° Encuentro Patagónico de Escritores (Puerto Madryn), 2004; Fondo Editorial Comodorense 2005; Eisteddfod del Chubut 2007.

He coordinado algunos talleres literarios; pero durante este año (2007) comencé a planearlos y realizarlos de manera más sistemática, junto con mi amigo y hermano, el poeta Martín Pérez, con resultados variados. De todos modos, siempre ha sido una experiencia fuerte y movilizadota.

Participé en la organización de la I° y las II° Jornadas de Literatura Patagónica, realizadas en la Sede Trelew de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, en los años 2002 y 2004, respectivamente.

Escribí varios prólogos; entre ellos, a los libros “Pedregullo”, de Laureano Huaiquilaf, “Una novela que enloquece”, de Diego Cacciavillani, y “Secuelas”, de Carlos Pérez.

Trabajos y ponencias míos, referentes a diversos temas literarios y teóricos, han sido dados a conocer en diferentes encuentros, jornadas y congresos provinciales, regionales y nacionales, y han sido publicados en actas y revistas virtuales o impresas. Se han publicado poemas míos en varios suplementos y revistas como “El Perseguidor” (Bs. As.), “Museo Salvaje” (Santa Rosa – La Pampa), “La Grieta” (La Plata), “Hayden’ s Ferry Review” (Universidad de Arizona, EEUU), “Vox virtual” (Bahía Blanca), “Poesia.com” (Buenos Aires), “Terrazared” (Buenos Aires), “Verbo Copihue – Letras Patagónicas” (Puerto Madryn), “Patagonia / Poesía” (Trelew – Bs. As.), “Ñ” (suplemento cultural del diario “Clarín”), etc. También se han publicado poemas míos en antologías virtuales y en las antologías impresas “Insurgentes”, de Editorial Limón, Neuquén (edición a cargo de Enriqueta Morillas de Ventura), y “Antología de poesía de la Patagonia”, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, España (edición a cargo de Concha García).

He publicado los siguientes libros: “Viaje al anverso” (Ediciones del Desierto, Trelew, 1997), “Lomasombra” (Terraza Libros, Bs. As., 2003), “Conurbano sur” (Editorial Limón, Neuquén, 2005).


SELECCIÓN DE POEMAS DEL LIBRO “LOMASOMBRA”

gente

como pedazos de luz, de olor, de sonido,
nos entra la gente a horas intermedias
o detenidas


1.

afuera se escuchan alpargatas y moscas,
pisadas entrando al pedregullo;
pasan hombres cantando y con olor a sal,
el cuchillo poroso de un gargajo rompe la noche;
una risa y un perro que es sonido
en los barriales oscuros;
alguien cae a la sombra donde rueda
un vaso,
donde el dedo de dios acaba de señalar
a un corazón que se duerme


2.

ya bien temprano se huele el frito, gente
que acompaña la mañana con empanadas;
la ventana de la cocina es un cubo amarillo
en el madrugón
cuando se degüellan los gallos;
lo demás es todo oscuro,
bien molido de tierra negra;
dos pinceladas de un cuerpo de mujer
se mueven en la penumbra de una pieza,
es la misma mujer que me quemó de baba,
contra el cerco, hace dos veranos


3.

la barra de neón tiembla e interrumpe
la realidad,
se apaga, deja gusanos temblando
en el cilindro de vidrio;
los pasos caminan por el mundo oscuro
de la noche,
pasan junto a varias ventanas iluminadas,
se juntan con un perro;
entran en otra oscuridad,
encienden una luz más amarilla


4.

los gallos vuelan de voz puro cogote,
levantan del zanjón negro el alma
de los dormidos;
hay quienes se arrastran a media tierra
y ponen a quemar el agua,
hay otros que se hunden en el occipucio
de la frazada
y desalojan de la próxima luz
toda la parte puerca de la maquinaria;
ella viene lo mismo, más pura y más indigna
que la muerte.


5.

el parloterío de las personas de ropa oscura,
faldas negras, sombreros de fieltro, cintas
en las mangas de los sacos,
se para cuando bufa el carromato en el barro
y bajan las tablas, las flores, los velones,
las aceitunas, el violín;
las mujeres untan al muerto
con sus manos como calamares,
revolean los ojos, escupen en el piso;
los hombres acomodan el caballete
y se dedican a sudar aguardiente y humo;
asique parece que alguno se fue
con la yaya negra


6.

el tipo ceñudo va armando cigarros
y los apila en la mesa;
hace la pirámide de keops, kefrén y micerino;
el ventilador cuelga del techo y degüella
el calor;
el hombre está en el pozo más central
de la temperatura,
el lugar de los dedos sudados;
si hubiera un pianista, tocaría
la mazurca del pegajoso
y después habría que desenredarle los dedos
con vinagre


7.

por la pendiente abajo, los que rodaron
fueron los que durmieron;
quedaron apilándose justo cerca del agua,
que va lejos;
uno se fue con la húmeda,
porque no vino a reponerse después de tanto
sueño;
se le durmió todo lo que le quedaba de gente



unos hombres

y dijo que, sin embargo,
hay otros que son no-hombres

1.

desde el techo, alguien mira y ve pasar,
a veces, nubes como pedazos de tierra;
eso es cuando inclina el cilindro rojo
y el color pasa a su garganta; carraspea,
abajo crujen pasos de hombres en la grava;
de ahí viene, extendiéndose, la música
de los hombres que bailan o gritan o se ríen;
algunos de ellos van entre los árboles,
a un lugar oscuro
para bailar uno arriba del otro y sin ropa;
otros se encierran en una pieza y toman
o tiran las cartas, gritan, se ríen,
enrojecen,
vuelcan la mesa y se clavan
triángulos finos brillantes en el cuerpo:
en esos casos, alguno queda tirado en el suelo
y la madrugada parece entrar con el vino espeso
que el caído pierde por el abdomen


2.

llega la gente de los violines, o sea que debe ser
navidad;
la música viene de lejos, los violines lloran con el cuerpo,
como gatos sobre barro recién llovido;
un hombre prende fuego en su patio
y clava junto a él una carne hasta quemarla;
otro hombre lava los platos y pone la mesa;
un tercer hombre, más joven, se calza medias finas,
largas hasta cerca de la ingle y después mira su doble
en el vidrio anochecido;
la gente de los violines trae manzana fermentada
de río negro, dulce de duraznos,
chancho quemado con sal, cilindros de tabaco,
violines que vienen cantando;

la gente de los violines no es hombre


3.

en la mesa larga, la luz del mantel,
las caras enrojecidas entrando en gloria,
las voces de estos hombres que parlotean
sonidos sin sentido;
sus posturas de saciedad, sus cuerpos desabrochados;
un sol que corta las cosas sin sombra
y las clava en el fulgor donde no hay lugar;

en la despensa -dos hombres fueron a buscar dulces-
uno aprieta al otro, más joven,
contra las estanterías, le desnuda la cintura,
le arranca la pollera y la tira al piso sucio;
el hombre mayor se bambolea contra el cuerpo del otro,
los dos se mueven como muñecos espasmódicos


4.

sobre una mesa de madera cuarteada,
unas rodajas de tripas rellenas, muy rojas;
la luz blanca, las cortinas relucientes
de tormenta, el piso oscuro
moteado por las pisadas apócrifas de alguien;
a la derecha, una puerta, una habitación
donde se mueve la enagua de un hombre
que acomoda pedazos de tela en una caja con tapa;
sus ojos transpiran mucho,
pasa un pedazo de tela blanca por su cara,
posa su mano afiebrada, fina, larga, en una silla;

aunque hay otros hombres afuera de la casa,
ninguno de ellos dice nada;
algunos secan también sus ojos transpirados


5.

este hombre trajo el carro, desenganchó los caballos
con el barro hasta los tobillos,
les pegó unos baldazos de agua jabonosa gris
que se escurrió por las rejillas como dedos cortados
en el patio de cemento,
les tiró pasto húmedo;
fue a comer un plato fuerte, cargado
de pólvora roja;
se hundió en agua helada
para sacarse la cólera;
sintió deseos de conocer a otro hombre
y entró a un lugar donde había luz grande,
hombres hermosos, curvos, con labios morados,
abiertos, esperando cuerpos


6.

un hombre recién casado sale a la calle
después de la primera noche, llevando
todavía
el aroma de su esposo; la noche ha sido larga
y el mediodía abre ahora sus luces crudas,
olores mezclados con tierra,
fritangas muriéndose, velas derretidas;
solamente se puede comprar vino blanco
o sidra, aceitunas, peras con fantasmas adentro,
tabaco-de-los-muertos;
el hombre recién casado, entonces,
hace algunas compras, se acalora porque todos,
los hombres,
buscan en su cara la primera transpiración,
el fuego de la noche,
y porque todos saben que ahora, él,
ya es hombre


7.

estoy entre unos hombres que duermen
en puro cielo, desnudos;
ahora que están acostados mirando cómo pasan
unas nubes por la negrura,
parece que tuvieran los ojos fríos, perdidos
en el silencio de los animales blancos;
uno se desabraza de otro,
se agacha y orina no muy lejos, produciendo
el único sonido tierno de la noche;
y después parece que vuelve y vuelve
a los brazos de su hombre,
y parece que todos nos podemos dormir


8.

ahora soy por ahí también un hombre;
vi a unos hombres montar unos animales grandes,
relucientes, nerviosos, con caras largas extrañas;
arranqué del agua unos seres marrones como manos;
tragué, en un lugar cerrado y caluroso,
con unos hombres de caras turbias, un líquido fogoso;
hice vistas contra otro, con un cuchillo,
hasta que de golpe le cayó sangre del abdomen;
fui a un lugar donde unos hombres con olor dulce,
con la cara llena de pintura, casi no vestidos,
me recibieron,
y uno de ellos me dejó entrar en su panza
hasta que parecía que los dos temblábamos;
vi a un animal enorme del agua morirse
en la costa y dejar su olor triste;
una vez llegué a una casa donde unos seres gritones
me quisieron comer


9.

miro a los hombres;
los veo moverse a la música algunos días,
gritan ríen, suspiran como si tuvieran viento
adentro;
los veo inflarse, ponerse rojos ser gallos,
los veo querer quererse, quisieran;
veo sus ojos enfermos, sus patas flacas blancas
con los pelos desparejos;
veo también sus miembros suaves, sus pies
delicados, romos,
entrando en los zapatos puntiagudos,
en las botitas de seda;
los veo entrar en la sombra
y desparramarse adentro de la tierra
como si de sus cuerpos salieran dedos urgentes,
especialistas en tocar violines mudos


10.

Aunque, a veces, pienso que yo, por ahí,
soy también no-hombre
(...)




ciudad-loma

el cielo tiene lugar adentro de otro instante
que fue vivido y muerto al mismo tiempo
por una sola persona, para siempre

“Notre ombre fait suite á nos mains.”
Pierre-Jean Jouve.

1.

sonido de las luces entrando a ciudad-loma:
son y son luces perdidas en caídas oscuras,
olor a pescado,
callejas que dan a unos acantilados negros,
barro endurecido en cosidas y costurones
-todas las huellas están parando en estas calles
y los peces nacieron o llovieron en la oscuridad
del barro-;
los postes de luz ondean y erizan las distintas lomas
donde las huellas tiemblan, cuerpos grises
en los pies desnudos -revientan bajo las cubiertas
como bolsas de carne desinflada


2.

la pieza del hotel da al murallón de la noche,
en algún lado murmuran los músicos, muerden
lo negro unas luces púrpuras en la lomada
- “solestoy, mufun suguirru, humu”, escucho-,
y sí, digo, mufun suguirru, humúo, humúo;
se corta la luz en ciudad-loma y duermo
ahumado en la colcha, fresco,
con el cuerpo hundido como en grasa de tocino;

al despertar, veo en el fondo de la barranca
unos esqueletos de “niños”


3.

las carnicerías se abren a la mañana fría,

muestran pulmones de “niño”, que cuelgan
como ristras de grandes sexos morados o
como insectos extraños del mar negro;
por las calles chorrea el agua jabonosa
que desciende al piso de las almas:
con ella baja el secreto o la sangre
del caballo triste, del hombre dos veces,
de la sábana temblando


4.

antes de que cierren la toma y se hunda
ciudad-loma en el mar negro,
desemboco en un pasaje que lleva a una serie
de patios, donde ya encendieron las velas:
atravieso gritos y tumultos de chicos,
canciones suaves de mujeres escondidas,
el humo acre de un asado de “madrecita”
que prepara un viejo, sentado en la tierra:
me alarga un vaso de vino y me invita
a comer; me siento en la tierra caliente
a la luz de las velas, muerdo la carne,
entro en el mundo luminoso del vino:
sueño un patio al que nadie ha llegado
donde duermen los restos del que busco:
despierto al cielo frío, atravesado
por nubes lentas como joyas


5.

muerto, el que busca está muerto,
dice el pianista manco, antes
de tocar con su única mano;
está muerto, repite, cuando viene
el turno de la mano ausente
y en su voz suenan dedos apagados
que escucho igual, como tacto
en el cuerpo;
el hombre requinta su sombrero
y sonríe y retoma la melodía;
en el otro silencio de los dedos
muertos, salgo a la calle:
su amigo, dice, me iba a comprar
un brazo ortopédico este año,
para navidad,
y su mano sola
vuelve a estar sola


6.

esplendor de los bajos fondos, cuando ciudad-loma
oscurece y tiemblan
las velas,
cuando con dientes cuadrados se muerde carne aromática
de animales muertos
- fritos terribles, vinos pesados como barro -,
y se entra al humo hirviente y gritado
de las gallerías,
se aliviana la vejiga en patios apartados,
donde duermen los perros:

entro en mí caminando por un pasillo embaldosado
con una mujer de ojos neutros


7.

la mujer neutra me lleva al puerto entre dos lomas
-pasamos por canales simétricos, iguales, perfectos,
con un agua extraña que sube,
cerca del lago donde viven los pulmones;
el cielo es una pantalla blanca helada;
paramos a tomar un trago en un tugurio,
un trago quemado por el cristal en medio
de la luz
-recuerdo otra vez que voy a la ombra-;
la luz traza una raya definitiva sobre la última
sílaba del sol
en esta zona fría donde la tierra es vidrio negro;

yo soy la mujer neutra.




SELECCIÓN DEL LIBRO “EN” EL DESIERTO DE LAS WLOMELES

I

1

con plásticos
volando en el silencio de las wlomeles
en el desierto de las wlomeles
con el vidrio rajado que precedió
al silencio
en los voladeros rosados
con el silencio que había precedido
al silencio
con el ídem que precediera entonces
al ídem
del ídem

como “siempre así”
y sin saber decirlo
o “nunca, nunca así,
antes”
o “nunca antes, así”,
sin embargo, y sin saber
decirlo
pero siempre, de todos modos,
con el vidrio rajado
que precedió al silencio
y su ídem
del ídem


2

las blancas torcas, mueblerías
con sus maderas blancas
y rosadas
y los señores arañas en los roperos
en las esquinas últimas de los roperos
los silencios últimos de los roperos
claro entonces: un ropero
simple entonces
como las maderas blancas y rosadas
de unas mueblerías
como las esquinas más oscuras
de unos roperos poblados por trajes
azules y negros
vacíos de hombres
y el señor araña sobre el hombro
trajeado
de su ídem
o padre de su etcétera


3

estando por supuesto “en” la wlomel
uno
sin saber, en realidad o no
lo que es “estar en”
la wlomel
ni por qué wlomel o wlomeles, hoy
por ejemplo
o mañana
o “pasado el día más fresco del año”,
en que los señores deberían saber
más o menos
si van a llevar o traer
si van a correr a comerciar
o contratar
qué wlomel o qué no
wlomel
van a “necesitar”, “traer”, “llevar”
o tal vez, “habitar”


6

y llegaban nomás las magdalenas
san belgrano
y traían nomás los pedazos de sus nenes
a leer,
y en qué camionetas llegaban
por los cañadones blancos
y en qué colectivos con inodoros
con paragolpes relucientes
donde se freían los comidos para un día,
¡a tranco de ciruela llegaban!
¡a tranco de ciruela llegaban!
no se sabía muy bien cómo decir
“silencio con los corros”
cómo decir “se organizarán
las actividades”

y sin embargo

llegaban sí, ellas
y las actividades ocurrían
“como sea, donde sea, cuales sean”,
porque así son, o no,
“las actividades”
“lo que hay que hacer”
“lo que se vino a hacer”
y después, camionetas, colectivos,
paragolpes relucientes,
ciruelas
se iban
se iban


II

a Don Alberto Girri


9

cada vez más vacío, cada vez menos nada
cada vez más entrando en gloria,
cada vez menos que menos,
nada
toda vez que, principalmente, hay trayendo
su propia o no, nada igual, trayendo
su gloria
o como antes se decía, feneciendo
toda y cada vez más, desapareciendo
como si nada
toda vez que, principalmente, no hay
“este o aquel” y entonces
nada
entonces
cada vez más vacío, menos nada,
menos que menos;
principalmente, nada


10

cuando estén listos los fideos
se preguntará el “qué”, y éste
será preguntado, como quien no quiere
la cosa, en su “qué”
y de nuevo estarán listos los fideos
y de nuevo “qué”, y de nuevo
fideos / “qué”
fideos / “qué”
y así
sucesivamente
hasta que morirán,
y así es como, finalmente,
estarán los fideos
y también su “qué”


13

la que o qué sabría de nadie, de cualquiera
la que trayendo esos saberes de no sé
y sus vientos o telas flotando
sobre no sé, no sé
acordeón de qué, si de veras sonaba

la que o qué de no diremos nada
de todos modos
o silbaremos lo que deba decir, y ningún,
o jardineros sabios, o padre agrimensor
y sus vientos
o telas flotando,
nadie y nada, de todos modos


14

no sabientes, querientes “en el que sea”
y no es que haya algo que decir o no decir
simplemente
se trata de otra cosa,
¡prorrumpiendo
prorrumpiendo!
exclamó aquél conocido
por todos,
y había nadie escuchando:
“osos”, “árboles”, “una naranja”,
“latas”,
entonces el conocido volvió
zombiezombie
y se internó “en” las wlomeles




Ariel Williams: de su libro La risa huérfana

VENGO DE UNA GALGA MAYOR

1

Como no tuve mis antepasados (los negué), entonces
crié unas piernas y corrí corrí. Me fui de ellos
y ni los iba queriendo más, y así era adelantarse
a lo que no era.
Correr. ¿Quién me había lanzado?
Nadie, nadie me había empujado, pero me fui
de los que me habían sido y la tierra se fue vaciando;
a las cosas se les salía como un agujero negro,
como un silencio quieto mientras yo iba pasando;
a las compañeras de mi ser se les abrió una palabra
que era como un cielo y su pronto.


2

Me fui criando como una especie de cuerpo nuevo
con la persona distinta. Fue a partir de las piernas,
desde ahí fui subiendo nacido, diferente.
Las patas eran ojos que iban tanteando, ¿qué seré, qué seré?,
decían y decían. Y yo subía por las venas,
por los músculos fuertes de tanto correr. Subía ojeado nuevo,
secreto.
En el medio del movimiento del ir, se me iban apareciendo
unas manos del sentir, un decirme yo. Como
si fuera una sangre tibia queriendo hacia su arriba
y creciendo.


3

Entonces fui como un poblamiento, fui como un entrar
en cuerpo.
Cuando llegué a mis ojos y vi las cosas del mundo,
me quedé bastante quieto por dos días,
veía el sol la tierra larguísima los árboles moviéndose verdes
¡los animales! ¡las otras personas! Cuando llegué a mis orejas
y escuché al mundo, me quedé silencioso por tres días,
y escuché el agua que goteaba el susurro de la brisa
el grito de unos pájaros y la voz humana,
la voz humana.
Ah, entonces llegué a mi piel y sentí la tibieza de la luz
la caricia de otras manos la aspereza de la ropa el frío,
metí mis manos en el agua y era como una piel fresca
envolviendo.


4

Probé las cosas de comer y de tomar, muchas.
Las aceitunas verdes y negras; la carne de las aceitunas negras
era como una noche blanda,
la carne del queso era como un silencio.
Desde el estómago me subían manos a pedirme cosas,
eran unos bichos de hambre, querían saber, querían saber
y probaban.
Había un gusto de cosas limpias. Salía el sol y alguien
volvía del mar con pescados y su belleza plateada quieta
se abría para que les viéramos los músculos blancos,
y les tiraban pimienta y orégano y especias.
Los ojos de los peces muertos apuntaban uno para el cielo,
y el otro miraba la oscuridad del suelo.


5

Y todo eso había sido sin un sentimiento, era parecido
a una máquina que se descubría viva;
pero ahí llegaba yo a un corazón, ahí estaban las cosas
que hacían latir y llorar, había ojos que golpeaban
al pasar por uno, voces de gente que traían los seres
de la emoción, susurros escondidos en la carne,
y había labios y los decires se venían como agujas. Y
las distintas partes del cuerpo que saben sentir. Entonces
descubrí que yo flotaba en una especie de agua de mí,
más amplia que los brazos el torso la cabeza las piernas,
más amplia que ese estar corporándome,
y en esa agua
yo era como un ser yendo y viniendo, transmitido y
atravesado por queridas.




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1 comentario:

  1. Estoy queriendo organizar un encuentro de poetas, para ellos estoy buscando salones de fiestas en capital federal, en cuanto confirme fecha y lugar les aviso. Espero que esten interesados en sumarse. Puede ser un encuentro muy rico, no lo creen?
    saludos

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