domingo, 31 de octubre de 2010

1670.- RAMÓN GARCÍA MATEOS



Nació un 30 de septiembre de 1960. Ha vivido en Salamanca -en el pueblo de Cerralbo, de donde guarda el poso indeleble de la infancia y el sabor a tierra y luz de las palabras-, Galicia -en O Barco de Valdeorras, territorio fronterizo y lejanamente mágico- y Cataluña -en Reus, patria de Gabriel Ferrater, y Cambrils, localidad marinera en la que actualmente reside. Cursó estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona; ejerce la docencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Cambrils (Tarragona), labor que durante nueve años compaginó con la de profesor asociado de Literatura Española en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
Es autor de seis libros de poemas y sus versos se recogen en diferentes antologías y revistas literarias, tanto españolas como extranjeras -Cuadernos Hispanoamericanos, Salina, Espacio Único, etc. Ha publicado numerosos trabajos de investigación, centrados especialmente en el análisis de la relación literatura-folclore, -ha sido colaborador asiduo de la prestigiosa Revista de Folklore.
En la actualidad trabaja sobre lo que será su tesis doctoral, un estudio exhaustivo acerca de la obra poética de José Agustín Goytisolo; en recuerdo y homenaje del escritor catalán coordinó y editó el volumen misceláneo Tempestades de amor contra los cielos. Homenaje a José Agustín Goytisolo (2000). Dirige la colección literaria Trujal, fue fundador y codirector de la revista La Poesía, señor hidalgo y forma parte del grupo de poesía y música Goliardos. Desde mayo de 2003 es Concejal de Educación en el Ayuntamiento de Cambrils. Su obra poética ha sido recogida en diversas antologías, como Un siglo de sonetos en español (2000), 11-M: poemas contra el olvido(2004), entre otras.

-POESÍA:
De una eterna voz: Rotoarco (1986).
De los álamos el viento (1997). Plaquette.
Triste es el territorio de la ausencia (1998).
Como el faro sin luz de la tristeza (2000).
Lo traigo andado (2000).
De Cuba traigo un cantar (2000). Plaquette.
De ronda y madrugada (2001).
Morfina en el corazón (2003).

-ENSAYO:
Del 98 a García Lorca. Ensayo sobre tradición y literatura (1998).

-OTROS:
Memoria (amarga) de mí (2006).



Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas 


palabras con que otros las miraron
me empuja inevitable a transformar mis ojos, confundidos 

y húmedos, en voces revividas desde un endecasílabo o en páginas 

de un libro que duerme en mi regazo.
Yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades 


y paisajes, descubro nuevamente lo que ya conocía:


I

Por Zamora y sus puentes anduve enamorado, con Blas de Otero 


a solas, por la puente de piedra, embebidos de noche, silenciosos
los dos; con el Duero a la espalda, su susurro de agua como 

un romance viejo, por callejas que guardan resonancias y ecos 
de traiciones ocultas, el sueño comunero de un clérigo rebelde, 
el agrio desengaño de las horas marchitas, por esas calles quietas 
caminamos sin prisa, redoblando el instante, el sabor de un cigarro, 

Orio y Guetaria y ya la galerna está lejos,
a la cita prevista, al encuentro con Claudio en un bar en penumbra,
media azumbre de vino y de nuevo andariegos a la vela en
Zamora:
las iglesias que encienden nuestro asombro nocturno, las plazuelas 


en sombra, palabras que entretejen un claro resplandor,
la llama que bendice la imagen que ahora veo, con el Duero a la
espalda, otra vez deslumbrado, imagen de una imagen, esfera,
espuma blanca, matriz de la ceniza, los puentes de Zamora
y el don de la ebriedad.


II

Yo vi Roma a la luz de la luna de enero, desde aquella colina, 

mirador de sus ojos, contemplé mi fracaso en la ciudad 

que duerme bajo una cripta límpida de pórfido y engaño,
Roma, peligro impío para juglares nómadas, cristal en que 

espejean los últimos naufragios, el dolor de estos versos, 
la claridad y el cielo, Roma con Rafael y el barrio del Trastévere, 
camino junto al Tíber, imposible seguir tus pasos sin esbozo, 
imposible aprehender el vaho de la alquitara, sólo gotas de 
ausencia, sólo espectros del agua, yo vi Roma en los pies 

desgastados de Pedro, sin barco y sin contorno,
besos como mordiscos sobre la piedra en ruinas,
Roma por el orgullo de tu cabeza cana,
Roma para mi llanto,
Roma donde dormitan saetas herrumbrosas,
Roma en un espejismo que Mestre dibujara en la tumba 

de Keats, así te veo, con la luna más clara, así te nombro, 
Roma, donde tu no estuvieras, donde yo nunca estuve, 
desde su voz mis ojos contemplan tus secretos, te busco 

y tú no estás, te busco peregrino y en Roma no te hallas,
Roma, Roma callada, te rondan las ausencias de aquellos 


que te amaron,
Roma, filtro de amor y prenda de todas las mentiras,
Roma, filtro de amor y prenda de todas las promesas.


III

Fue para mí La Habana un sueño adolescente, con su nombre
enhebrado a mitos y delirios que aún vagan en la noche por

todos sus rincones, un sueño era La Habana, ay, Cuba, 
junto al mar, el mar de la bahía rozando el malecón, palabras 
que acarician al aire de un requiebro,
a donde yo llegué con el gordo Lezama una dulce mañana 

de guayaba y abril:
azul en los balcones y allá, en la ciudad vieja, el tiempo 

suspendido y la Prieta Mamey por la Plaza de Armas, 
las sierpes gongorinas, la papaya innombrable, ancianos que 
conjuran la muerte con palabras, azúcar y toronjas, almizcle 

y ron de caña.
Fue para mí La Habana recorrer El Vedado y acercarme después 

a la Casa de América, con la fiel compañía de un gato enamorado, 

mitad cubano y vasco y mitad catalán,
un gato por sus salas, con Marcia y con Haydée, un gato perezoso
entre hermosas muchachas,
cuando todo era aurora, cuando todo era mayo, cuando todo 


era un beso con pintura de añil.
Habana al mediodía clavada en mi memoria, a punto 

del derrumbe, orgullo en la camisa guajira de un poeta 

que fuma adormecido de espaldas a Florida,
Habana sin remedio y el hotel Inglaterra,
un café entre las manos con Nancy Morejón en la arista 


e un verso,
Habana por mis venas, para el pesar morfina,
ciudad donde la piel se vuelve cataclismo,
ciudad trigueña y huérfana, los muslos de azabache ciñendo 

mi cintura, ciudad para el retorno, ciudad donde es posible 

morir a media luz.

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas 

palabras con que otros las miraron, de vivir a la sombra 

de música y palabras:
Buenos Aires, Cortázar y París en otoño, un palo y una soga con
Vallejo en un jueves de lluvia atormentado; Federico y Granada:
Guillén y Carvajal jugándose los ases del aroma; don Antonio en
Segovia, Ignacio en su taller; inocente Lisboa siempre en llamas,
Torga y Pessoa: un ramo de cilantro; Salamanca y Fray Luis,
los años ignorados que duermen en los claustros, Aníbal Núñez
que arde en su triste mortaja... por dios, cuántas palabras bogando


por mis ojos, ay, ay, cuántos silencios al borde de un poema,
yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes,
descubro nuevamente lo que siempre he soñado, lo que ya
conocía, la herencia que me arroba, mi única riqueza,
palabras y palabras, jardín y soledad, iglesia sin campanas.

(De Morfina en el corazón, 2003).


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